Viernes, dieciocho de noviembre, a las
veinte y treinta horas, eran la fecha y hora pactada. Miembros de las tres
reconocidas escuadras veleñas, estaban invitados a la fiesta nocturna y cerrera; Once
amigos/as senderistas, runners y burriclistas
acudimos al lugar acordado; bien ataviados,
con ropa de abrigo “por si
acaso”, potentes luces y otros achiperres y las
mochilas a cuestas, de ganas e ilusiones
repletas, iniciamos la marcha “andarina”
hacia la llamativa oscuridad de los ocultos
cerros.
En nuestra divertida andanza,
a cada paso dado, el humor nos
acompaña; atrás, dejamos las luces de la villa y en la plácida nocturnidad,
“los descarriados iluminados” nos
adentramos; salvamos tramos empinados,
cubiertos de avena loca y altos pastos entre
un laberinto de gigantescas piedras por la disimulada cuesta; joviales
chácharas –de retos y otros sueños- amenizan la marcha en la parte delantera y
también escuchamos sonoras risas por la ilusionada retaguardia. En el
alcornocal camuflado, buscamos el
apagado manantial, inmortalizamos este momento, mientras, algunos compañeros respiran y después de la
repentina subida, “parece que les sobra
la parte de arriba”. Nos perdemos por el pasadizo lúgubre de encinas y chaparras
y desde el angosto sendero, el museo de piedra vigila impasible la marcha serena, mientras, con nuestra presencia, damos luz y colorido al tenue decorado. Una
vez más, ¿cuántas irán ya? “conquistamos
los cerros gamones”; rápida parada y
fotos de rigor en la derruida Ermita, testigo muda de nuestras
clandestinas aventuras y de taitantos
días para recordar. Salimos a la ancha pista y por los discontinuos
subes y bajas, hay algunas “paradas obligadas”, no llevamos prisa pero
mantenemos bien el paso y cuando hay que esperar, esperamos; nos
encontramos “una caterva de sapos” de todos los tamaños, reconocemos otras
especies y con las repentinas
apariciones, tenemos algún susto
incorporado. Después de coronar, hacemos
un giro brusco y nos colamos en la
estrecha y entretenida senda; escuchamos
comentarios varios y a la desconocida
trocha, encumbramos. Antes de
abandonar la hospitalaria morada, improvisamos
una rústica terraza para “papear” y a la andorga engañar; bocatas de jamón,
picantes pimientos, tortilla de patatas y otros manjares nos hacen reposar y por
cortesía del amigo Chema, el turrón blando, para endulzarnos y la jornada
ensalzar. Divertidos momentos pasamos, mientras “repostamos” nos recuperamos; más sustos por los misteriosos ruidos que proceden de los
vallados y las vacas fantasmas que hacia nosotros vienen en tropel y a más de uno, de sus imaginarios asientos les levantan ; risas y bromas para animar la
velada y al buen ambiente también alimentar.
Después del buen yantar, reemprendemos la marcha; nos
quejamos de las agradables temperaturas que nos acompañan, echando de menos
“las generosas pelonas” y el termómetro bajo cero, mientras vamos
sumando kilómetros ; desde el reposado trono,
rescatamos la quietud de la noche y recolectamos los
exquisitos frutos del silencio: "La noche sugiere, no
enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en
nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón". En la apagada noche sin estrellas, allá a lo lejos, avistamos las nítidas luces veleñas,
pero antes de clausurar la jornada, “por el centro de alto rendimiento” tenemos
que divagar. Pasos estrechos nos embelesan, piedras multiformes desfilan a nuestro paso y hacen las
delicias de los osados senderistas y los expectantes flashes se disparan para las mejores instantáneas enmarcar; divertidas anécdotas se esconden entre sus
pateadas veredas e indescifrables sensaciones que brotan de los eminentes recovecos, permanecerán ocultas a los sentidos de los menos doctos. Nos encaramamos en el empedrado
altar, echamos un vistazo hacia el más allá “y algunos, por unos euros,
cochinillo y cerveza fresca a Oropesa se
atreverían a llegar”. Después de
tantos delirios y otras bolerías,
comenzamos el descenso por “El canto del cuervo”; con cuidado por el terreno quebrado y bastante suelto; cruzamos la zona del “Barbú” y en el
camino de Los Perales “se hace la artificial luz ”. A media noche, arribamos en la desierta villa, hay amagos de
estiramientos y al finalizar la etapa senderista, resumen de los mejores momentos, frutos secos y refrigerios en la posada abierta y después de los distendidos minutos.... "cada mochuelo a su olivo a descansar".
Resumiendo, ruta circular de 16 kilómetros;
hemos caminado por los Cerros de la
Virgen de Gracia, “Colá” de Gamonal, Senda de la Encarnación; Camino de Gamonal
a Mejorada; “La Senda Fantasma”; Camino
de Mejorada a Velada”; Senda de Los Lobos; Senda del Canto del Cuervo; Camino
de Mejorada a Velada, Camino de Los Perales.
Buen día………………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”