lunes, 21 de noviembre de 2016

Ruta: Nocturna Cerrera

     Viernes, dieciocho de noviembre, a las veinte y treinta horas, eran la fecha y hora pactada. Miembros de las tres reconocidas escuadras veleñas, estaban invitados a la fiesta nocturna y  cerrera; Once  amigos/as  senderistas, runners y burriclistas acudimos al lugar acordado; bien ataviados,  con ropa de abrigo  “por si acaso”,  potentes  luces y otros achiperres  y  las mochilas a cuestas,  de ganas e ilusiones repletas,  iniciamos la marcha “andarina”  hacia la llamativa oscuridad de los ocultos cerros.

      En nuestra divertida  andanza,  a cada paso dado,  el humor nos acompaña; atrás, dejamos las luces de la villa y en la plácida nocturnidad, “los descarriados  iluminados”   nos adentramos;  salvamos tramos empinados, cubiertos de avena loca y altos pastos entre  un laberinto de gigantescas piedras por la disimulada cuesta;  joviales  chácharas –de retos y otros sueños-  amenizan la marcha en la parte delantera y también escuchamos sonoras risas por la ilusionada retaguardia. En el alcornocal camuflado,  buscamos el apagado manantial, inmortalizamos este momento, mientras,  algunos compañeros respiran y después de la repentina subida,  “parece que les sobra la parte de arriba”. Nos perdemos por el pasadizo lúgubre de encinas y chaparras y  desde el angosto sendero,  el museo de piedra  vigila impasible la marcha serena, mientras,  con nuestra presencia,  damos luz y colorido al tenue decorado. Una vez más, ¿cuántas irán ya?  “conquistamos los cerros gamones”; rápida parada y  fotos de rigor en la derruida Ermita, testigo muda de nuestras clandestinas  aventuras y de  taitantos  días para recordar. Salimos a la ancha pista y por los discontinuos subes y bajas, hay algunas “paradas obligadas”, no llevamos prisa pero mantenemos bien el paso y cuando hay que esperar, esperamos;   nos encontramos “una caterva de sapos” de todos los tamaños, reconocemos otras especies y   con las repentinas apariciones, tenemos algún  susto incorporado. Después de coronar,  hacemos un giro brusco y nos colamos en la  estrecha y entretenida   senda; escuchamos comentarios varios y  a la  desconocida  trocha, encumbramos.  Antes de abandonar  la hospitalaria morada, improvisamos una rústica terraza para “papear” y a la andorga engañar; bocatas de jamón, picantes pimientos, tortilla de patatas  y otros manjares nos hacen reposar y por cortesía del amigo Chema, el turrón blando, para endulzarnos  y la jornada ensalzar. Divertidos momentos pasamos,  mientras “repostamos”  nos recuperamos; más sustos por  los misteriosos ruidos que proceden de los vallados  y las vacas  fantasmas que hacia nosotros  vienen en tropel  y a más de uno,  de sus imaginarios asientos  les levantan ; risas y bromas para animar la velada  y al buen ambiente  también alimentar.


     


































































































      
      Después del  buen yantar, reemprendemos la marcha; nos quejamos de las agradables temperaturas que nos acompañan, echando de menos “las generosas  pelonas” y  el termómetro bajo cero, mientras vamos sumando kilómetros ; desde el reposado trono,  rescatamos   la quietud de la noche y recolectamos los exquisitos frutos del silencio: "La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón". En la apagada noche sin estrellas, allá a lo lejos, avistamos las nítidas luces veleñas, pero antes de clausurar la jornada, “por  el centro de alto rendimiento” tenemos que divagar. Pasos estrechos nos embelesan, piedras multiformes desfilan a nuestro paso y  hacen las delicias de los osados senderistas y los expectantes flashes se disparan para las mejores instantáneas enmarcar;  divertidas anécdotas se esconden entre sus pateadas  veredas e  indescifrables sensaciones que brotan de los eminentes recovecos, permanecerán ocultas a los sentidos de los menos doctos. Nos encaramamos en el empedrado altar, echamos un vistazo hacia el más allá “y algunos, por unos euros, cochinillo y cerveza fresca  a Oropesa se atreverían a  llegar”. Después de tantos  delirios y otras bolerías, comenzamos el descenso por “El canto del cuervo”;  con cuidado por el terreno quebrado y  bastante  suelto; cruzamos la zona del “Barbú” y en el camino de Los Perales “se hace la artificial luz ”. A media noche,  arribamos en la desierta villa, hay amagos de estiramientos y al  finalizar la etapa senderista, resumen de los mejores momentos, frutos secos y refrigerios en la posada abierta  y después de los distendidos minutos.... "cada mochuelo a su olivo a descansar". 


   
























































        Resumiendo, ruta circular de 16 kilómetros; hemos caminado por los Cerros de la Virgen de Gracia, “Colá” de Gamonal, Senda de la Encarnación; Camino de Gamonal a Mejorada;  “La Senda Fantasma”; Camino de Mejorada a Velada”; Senda de Los Lobos; Senda del Canto del Cuervo; Camino de Mejorada a Velada, Camino de Los Perales.


Buen día………………….SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….”