Domingo,
veintiséis de mayo, en el lugar de costumbre, cuatro burriclistas con sus
monturas bien dispuestas y remangados, afrontamos la pactada etapa “casimontañera”;
Medina “El Estratega” e Ilde “El Suegro”
nos aguardan más allá de la villa de Mejorada. Roberto “El Bueno”, previa convocatoria social,
nos invita a visitar los recovecos del Piélago pequeño.
A
las ocho y media, media hora de la hora convencional, iniciamos la jornada,
dirección la cañada, por “el anchuroso Barbú” y con el aire atizando de cara, afrontamos la empinada Gamonosa (subiendo por las canteras), “supuestamente”
para hacer la escalada más llevadera; nos recreamos por los serenos y
silenciados caminos, respirando aire limpio y sintiendo “el fresquillo” de las
primeras horas de la mañana. Sin apenas darnos cuenta, atravesamos las
frecuentadas villas vecinas, en la “Cruz de los Arrepentidos “recogemos” a los
compañeros de espera, para aumentar la
escuadra veleña.
Desde
este punto, buscamos emocionantes escenarios, entre encinas cerreras,
discontinuos subes y bajas que se parapetan entre parajes más asalvajados,
extensas praderas de pastos colmadas y
bendecidas por la magia de la serenidad.
Salimos a “cuatro caminos” y desde aquí, “sin hacer ruido” arribamos en Marrupe
por el pestoso camino. Por la pista hormigonada, apretamos los dientes “por las
serias pendientes”; antes de empezar el festival de las más exigentes cuestas,
Ilde “El Suegro”, no quiere arriesgar, tiene alguna molestia y se da la vuelta;
a nuestro paso, un vergel de arboleda diversa, campos de
jaras; vistosos enebros en primera línea, abriéndonos sus puertas; un mar de
encinas encajonadas, en pasos estrechos
de piedra amurallados; duros repechos que nos ponen a prueba y más adelante “la
cuesta pelleja”. En esta ocasión, no negocio bien la trazada y unos metros “a
pata”, mientras mis compañeros, resoplando y abatidos, “ganan el pulso” a la exigente pendiente;
detrás de nosotros, una caterva de burriclistas, desde abajo, a pie vienen
procesionando. Antonio Medina y Alberto “El Maestro Ceramista”, van como tiros,
se exhiben en las terroríficas subidas, “éstos, se pican hasta con sus sombras”, cada salida
es una final, “siempre quieren más”; encaramados en un agradable microclima,
ahogados en el sombrío pasadizo,
esquivamos ramas y un tapiz de piedras sueltas, sin dejar de escalar por la
tupida alfombra de hojarasca seca.
Por
estos lares, a cada paso, cambiamos de “pantalla”,
más subes y bajas entre la palpable armonía del robledal, enormes castaños alegrando nuestra travesía y el esmerado
pinar, tasando a la alza el valor de la
digna etapa. Nos recreamos y de paso, disfrutamos de los oníricos paisajes,
mientras nos escabullimos por las ficticias sendas; tramos de pericia y
entrega, alguna dificultad por las camufladas piedras, entre montones de hojas que recorren la
divertida vereda. Algún problema mecánico –sin problemas solventado- en la
bajada, antes de salir al depósito embarrado y más abajo, en el centro del poblado, en “el
pilón serrano” paramos a abrevar y repostar. Minutos de relax para reponer
fuerzas, rellenar nuestra botijas y preparar la vuelta.
Reemprendemos
la vuelta, como exhalaciones, volamos por el camino de Sotillo; el amigo
Gabriel “Machaque” por la fugaz pista, no respeta las trazadas y se pasa de frenada,
controla y apunto está de descarrilar; salvamos los pertinentes repechos, mientras
por la retaguardia “ nos avisan de calambres” “al apretar y ponerse de pie”; de
todas formas, ninguno bajamos la guardia, “hasta el herido” titulado en grandes
gestas, no se amedranta y da la talla.
Desde Sotillo, no hay plan, ni dudas, por el abigarrado y más pino camino;
dicho y hecho, nos enfrentamos a los
discontinuos repechos que nos reciben con los brazos abiertos; trabajamos en
equipo, apretamos, nos damos relevos –como
podemos- mientras planeando, atravesamos
el acicalado monte; más subidas tendida, amagos para el acalambrado en los penúltimos
tramos empinados; atrás dejamos la villas vecinas, también despedimos a “Medina”
que pabajo hacia Talavera se encamina. Los demás, no bajamos la guardia,
recorremos la relajada pista, nos hacemos con la subida de “La Herradura” y en
un gesto de valentía y osadía, sobrevolamos el paraje cerrero que custodia el territorio
veleño; en un vertiginoso descenso, aterrizamos en el campo del Barbú y en este
punto, felicitaciones y agradecimientos por la excepcional jornada y nos despedimos
hasta la próxima semana: ”la nobleza de la
naturaleza, esconde dulces
melodías para los que saben escuchar”.
En
definitiva, ruta circular de 70 kms, los principales caminos transitados han
sido; Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Camino
del Hituero, Antiguo Camino de Segurilla-Sotillo, Camino de Meregil, Camino de
Los Dornajos, Camino de Marrupe-Hinojosa-Navamorcuende. Camino de Buenaventura,
Sotillo de las Palomas, Cañada Real Leonesa Oriental- Sotillo-Segurilla- Camino
del Hituero-Segurilla, Mejorada-Velada.
Buen
día………….SALUD.
“….mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo
ni sitio…..”