martes, 22 de agosto de 2017

Ruta: Subida del Puerto Mijares-Villanueva de Ávila

Domingo, veinte de agosto, repetimos etapa de montaña y para no perder las buenas costumbres, preparamos el asalto al mítico puerto de Mijares. Siete caballeros veleños acudimos a la encumbrada cita, para tantear  al “enemigo”, sus puntos fuertes y otros tantos detalles. Con las burricletas bien dispuestas, los convocados extramotivados  y de “sobra animados”  nos echamos al monte, en busca de novedosas andanzas  y  algunos alicientes más gratificantes.

Iniciamos la etapa y desde el minuto uno, sin protocolo ni anestesia general, comenzamos a escalar; prima la precaución y “el no asumir riesgos”, estamos de simulacro para el día señalado, “tenemos que cabalgar entre 10 y 11 kms/h ” acordamos en el precavido  pelotón. Dicho y hecho, pero Alberto y Medina, se han quedado rezagados, porque el primero, las puertas de “la furgo” no había  cerrado. Cabalgamos bien agrupados, en modo distendido –a ver si llegar el par de dos-  y especialmente  atentos a los elevados  rincones que nos reciben y con cierto misterio salen a nuestro encuentro. Nos perdemos por la vía asfaltada y vacía, que reposa acurrucada en la agradecida sombra; parece, que estamos  examinando y explorando el terreno, mientras nos vamos columpiando de la encantadora altura. A nuestro paso, cambiamos de parajes arbolados; robles, pinos y centenarios castaños configuran el entrañable decorado; también,  atravesamos alegres pueblos serranos, que nos reciben con banderines de fiestas y los brazos abiertos, a la vez que escuchamos –por parte de los amables vecinos- voces de ánimos. Oteamos otros parajes más elevados, ¿será que volveremos? Divisamos otras antenas, demasiado bajas –comentamos; también, allá arriba, “La Cruz de Los Desamparados”, se llega  caminando, según nos informan los madrugadores senderistas que transitan la ancha pista. Después de callejear y  serpentear por la acogedora  localidad, a la salida de Mijares, arrancamos de forma oficial el inminente   gran reto, la escalada  del legendario puerto. Nuestro cabalgar es cauteloso, pero desde que salimos vamos de cháchara, contando chistes y otras tantas bolerías que también se nos escapan por la tendida subida ; confirmo el buen rollo y armonía que envuelve estas aventuras y entre los integrantes la sana camaradería; por momentos, el camino se muestra más empinado y de vez en cuando –por petición popular- también el pie levantamos. A lo lejos, divisamos a “La Ninfa Andarina”, que también es testigo de nuestra presencia y de algunos piropos “no se libra” mientras nos recibe con risas y agradecida; más adelante, un rebaño de lustrosas cabras entre polvo y “algo de prisa” salen a recibirnos en la asfaltada vía, mientras a lo lejos, divisamos “a otro escalador ciclista”; ante la visión presenciada, algún compañero afila los cuchillos y hay amagos de salida; algunos coches,  cargados con bicicletas en sus maleteros, nos sobrepasan correctamente, respetando nuestro espacio. Desde este punto, divisamos el zigzagueante y empinado paso y más a lo lejos y a lo alto, “lo que parece ser un arco de meta”. Por estos lares, -os lo puedo asegurar- disfrutamos con la escalada, con las genuinas vistas y las placenteras sensaciones que nos abrigan; aprovechamos para hacer fotografías, empaparnos con el torrente de buenos momentos que nos “calan”  por estas agraciadas alturas y en los últimos dos mil metros, parece que nos venimos arriba, metemos una marcha más  “y algo aceleramos”: “La montaña es generosa, paciente y sabia”. “El poder de la montaña es un reflejo del poder de la naturaleza”.  Cruzamos victoriosos el arco de triunfo, entre vítores y algarabía de los espectadores congregados; fotografías de rigor y resulta, que había organizada una prueba de cronoescalada, según nos comunican los tempraneros asistentes que se van acomodando allá arriba. En este punto, abrevamos en la refrescante fuente de puerto, también “algo picamos” para recuperarnos del esfuerzo realizado, “retratauras” para inmortalizar la épica jornada, mientras aprovechamos y también, con los lugareños conversamos. 

 






 
















  


































 Reemprendemos la marcha, ahora hasta la próxima localidad, ante nosotros la apetecible y grandiosa  bajada; algunos compañeros, se entregan en cuerpo y alma, desafiando a la física, ¡¡¡a toda la velocidad!!! Surcamos estos territorios montañosos, nos empachamos con sus espectaculares panorámicas, del embriagador aire fresco que domina las alturas y que nos envuelve entre sus delicadas costuras. En un agradable suspiro, arribamos en la villa abulense y tenemos algunos minutos de risas, cuando Gabriel “Lamparillas” se entera que tenemos que volver a subir “parriba”; “si lo sé, me quedo en la cima, esto no lo sabía”, pero como es buen guerrero, no se persigna y acepta el reto. Enfilamos la segunda trepada del día con la consigna establecida,  bebemos y nos hidratamos sobre la marcha y cuando aparece “el carreteiro de Navalcarnero”, damos novedades y un trío de aguerridos compañeros (Alberto El Maestro Ceramista, Diego “Sin Miedo” y Medina “El Estratega”), se ponen a prueba y se pegan a su rueda; los demás, (Martín El Fiero, Luci “Froome” y El Relatero) no nos olvidamos de nuestros mandamientos, acomodamos el ritmo (“según el propuesto pacto”) y a ningún compañero olvidamos; aunque tenemos que bajar alguna marcha para agruparnos, controlamos  el timón de la escarpada subida; nos recreamos por el entorno que nos abriga y  en el último tramo, nos probamos y  “le damos algo de alegría”.  Una vez que todos coronamos, volvemos a pasar por  la línea de meta, mientras nuestros compañeros, nos cuentan “su apretón con el carreteiro”, decidimos asistir a la cronoescalada que está a punto de llegar; descendemos un par de kilómetros para presenciar “la local competición”. Tomamos posiciones estratégicas, contemplamos las herraduras que trepan por el vistoso puerto, reponemos nuestras botijas del manantial natural y unos minutos más tarde,  damos ánimos a los intrépidos ciclistas que encabezan la carrera.  Después de este paso, proseguimos con el efímero descenso, animando y saludando a los demás “carreristas”; a estas horas, los fotogramas pasan a toda prisa,  recogemos en nuestros sentidos el camino conquistado, envasamos el apetecible aroma que desprenden  los pinos, seguimos la estirada estela que deja el agua fresca por la rebosada canaleta, volvemos a cruzar las concurridas villas y por la despejada vía, después de la exitosa etapa,  arribamos al punto de partida. 













































En conclusión, ruta lineal (ida-vuelta) de 65 kilómetros; hemos transitado, desde el cruce de Gavilanes hasta Villanueva de Ávila-Cruce de Gavilanes.


Pd: Martín, Diego, gracias por vuestra aportación fotográfica (5)


Buen día………….SALUD.

“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

jueves, 17 de agosto de 2017

Ruta: Subida a La Centenera-La Penca- Penca Baja y El Puente de La Francisca.

Domingo, trece de agosto y como dice el refrán “en agosto refresca el rostro” y sobre todo, si nos desplazamos a la villa serrana de Arenas. Cuatro caballeros veleños, somos los convocados para el épico evento montañero, que nos tiene preparado el amigo Alberto. Con las burricletas bien dispuestas y prestas para la contienda, en esta etapa, ponemos el punto de partida en el puente del Río Arenal, en frente de “La Bombonera”.

Iniciamos la jornada, “tiritando, por las bajas temperaturas a las que no estamos acostumbrados” en esta época; camino de las piscinas naturales, avistamos lujosos “chalets” y bucólicas chozas, rodeadas de cuidadosas parcelas ajardinadas; entre la frondosa y fresca arboleda, acompañamos el agradable sonido del riachuelo, removiendo las cortinas del aire fresco,y encaramados en un discontinuo tobogán de cuestas. Salvamos los pequeños repechos que salen a nuestro encuentro y también damos los buenos días “a la ninfa deportiva de los cuentos”; sin darnos cuenta, cambiamos de pantalla para adentrarnos en la senda de los sueños, un espacio sutilmente engalanado, bien perfumado y por los galantes pinos custodiado. Por estos agraciados lares, nos paseamos entre un callejón de castaños “a estas alturas, de frutos bien cargados” y por la trocha empedrada,  en la villa del Arenal arribamos; saludamos al “solitario aventurero talaverano” y hablando y preguntando, resulta ser un conocido de Alberto; le contamos el plan diseñado, y sin pensarlo, de confianza sobrado, se anima a acompañarnos. Desde este punto, afrontamos el exigente asalto por el empinado camino hormigonado; unos amables lugareños, entre risas  nos avisan “que ahora empieza lo bueno”; menos mal,  que vamos a la sombra y entre castaños y pinos bien resguardados; comenzamos a salvar los duros repechos, con desniveles de más del  20% según nos comenta Antonio Medina “El Estratega”;  durante la ascensión mencionada, no se escucha “ni un suspiro”, ninguno de los  componentes  hablamos; “poco a poco” vamos cogiendo más  altura, después de una curva y otras pocas más, unos metros más atrás,  desde la retaguardia –que remedio- observo el alegre cabalgar de mis compañeros; “El Maestro Ceramista”, marca el ritmo y Cristóbal “El Nazareno” – a pesar de no haber dormido- da la cara con desparpajo y mucho brío. Atrás, dejamos los tramos más agresivos  y complicados, ahora sí, el  bravo quinteto, agrupados cabalgamos;  salimos al tramo asfaltado y “El Alto de la Centenera” conquistamos. En este punto, contemplamos las vistas, fotografías de rigor y con algo de prisa “un tentempié echamos” para las fuerzas recuperar. Después, de algunos minutos de descanso, encaramos algunos kilómetros de bajada; de paso, paramos a abrevar y las botijas recargar, nos despedimos del “talaverano” y más abajo,  en el cruce de La Marañega nos desviamos. Planeamos por el desolado – desde hace años- territorio serrano; por aquí, parece que “algo” de calor, por el paraje lunar nos va a acompañar; transitamos  la pista bien balizada, el majestuoso despegar del águila, rompe la pausada calma que preside  la encumbrada postal y  en el conocido desvío, resuenan tambores de guerra y la vía  se empina de forma radical;  continuamos la severa escalada, cuando se abre el camino de “La Penca” nuestro objetivo estelar. Tomamos posiciones y paso a controlar la parte trasera, bastante tenemos con dominar las fuertes pendientes montañeras, mantenernos sobre las piedras y salvar otras  tantas regueras, arenilla suelta y pasos técnicos que hacen más temerosa y dura “la dichosa trepada”. De vez en cuando, las burricletas se espantan y encabritan y pie a tierra tenemos que poner, a pesar de nuestro bravío  empeño y  constante proceder. Después de “tanto penar”,  de uno en uno vamos coronando “la improvisada  plataforma”, aparcamos las cansadas monturas y “bien alineados”  hasta el templo más alto nos encaramamos.  Desde aquí, nos deleitamos con las genuinas vistas, -mientras aprovechamos para picar e hidratarnos- por aquí y por allá, el valle es más espectacular, hasta que somos abducidos y  llegamos “al limbo”  de tanto admirar. También, aprovechamos para inmortalizar agradables momentos, recrearnos desde el sencillo mirador y tenemos unos minutos para reposar, “con lo que nos ha costado llegar”, ahora a los sentidos tenemos que alimentar. 




























Reemprendemos la marcha, en esta ocasión, bajando el camino rasgado que a prueba nos había puesto y  tanto “sudor y apretones”  nos había costado, por lo que  extremamos  la precaución. Todavía la fiesta no había terminado y también subimos “la pared” de “La Penca Baja”, no ha estado mal,  el exigente  arreón – que nos pone a prueba una vez más-  además, pensaba que hablábamos de kilómetros  de cuesta   y ha sido sólo “un cacho y casi echamos el hígado”. Desde aquí, con tanta emoción y calores de satisfacción,  nos falla la brújula y bajamos la senda equivocada, ¡¡¡pero no pasa nada!!! Tenemos nuestros minutos de aventura, para hacer más grande la magna hazaña;  entre altas  retamas, matas sudadas de jaras y zarzas cabreadas; tenemos que hacernos con una estaca para abrirnos paso por el olvidado y quebrado  camino  de bajada. Después de jugar a exploradores y desbrozadores, aparecemos llenos de arañazos, vamos,  que parece que nos han atacado  osos  entre la maraña de  maleza sembrada; después del ataque de los matorrales,  salimos a la vía asfaltada y desde aquí,  otra vez hasta El Arenal  tenemos otro tramo de  escalada; por el cómodo camino,  el agua no puede  faltar y pilones y fuentes encontramos a cada paso; atravesamos la concurrida villa y algunos conocidos saludamos y desde el punto señalado, dirección El Hornillo, para hacer la última subida de la etapa. Tomamos el carreterín del Mirador y en una estirada y apacible sombra y bien protegidos por la tupida arboleda,  comenzamos la tendida ascensión; entre un bosque de castaños, un pinar embriagador y chorreras de agua que inundan la densa  cuneta, parece que esta faena se hace más amena. Alberto y Medina, no paran y tensan bastante la cuerda; Cristóbal y El Relatero, sin bajar la guardia, hacemos este tramo “algo más pausados”, parece que la sierra nos está pidiendo “tiempo muerto y algo de descanso” –entre risas comentamos. Menos mal,  que el escenario es digno de admirar y disfrutar  y después de “bregar por estos lares”,  en “La Francisca” nos reunimos con los adelantados compañeros: “Lo realmente importante no es llegar a la cima, sino saber mantenerse en ella”. Ahora sí, toca defender  la larga bajada y recrearnos por la estampa montañera, recogiendo los resquicios del aire límpido, contemplando los agradables fotogramas que se esconden tras las ramas  y recuperando el resuello por el esfuerzo realizado. Para clausurar la monumental  etapa, buscamos el laureado y afortunado rincón de La Lobera  y desde aquí, “a tumba abierta” hasta Arenas nos lanzamos. Nos refrescamos, guardamos las burricletas y para enmarcar la épica “pata negra” brindamos con exquisitos pinchos y zumo fresco de cebada. Gracias compañeros.


















Resumiendo, ruta circular de 56 kilómetros los principales caminos transitados han sido: Camino de Las Piscinas Naturales, Los Torrejones, El Tejar, La Malana, Camino del Puerto El Arenal- Puerto de  La Centenera; Camino de la Morañega- La Penca- La Penca Baja- El Arenal- El Hornillo- Camino forestal del Mirador Estelar, La Razuela, El Puente de La Francisca- El Hornillo- Senda de La Lobera-Embalse Ríocuevas -Arenas de San Pedro.

Pd: Alberto, Cristóbal, gracias por vuestra aportación fotográfica (7).


Buen día…………..SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….”