Domingo 28 de
Agosto, treinta minutos antes de la hora acordada, nos damos cita en el
habitual punto de encuentro; para campear el temporal, “tenemos etapa
especial”. Cuatro caballeros veleños somos “los convocados”, con las
burricletas bien dispuestas y prestas para “la brutal contienda”, nos toca
bregar por tierras pielagueras.
Iniciamos la
jornada, buscando la vasta e inmensa cañada; para despertar, rodamos en modo distendido, reservones y
montados en un ritmo cansino ¡Vaya galbana llevamos! Si queremos salir airosos
del “ambicioso reto”, ya podemos echar ganas y “algo más”. Por estos lares, con
pericia y concentrados, los infernales arenales, salvamos; después, nos perdemos por la estirada vía, hablando de
todo un poco y con “la pancarta de meta” colocada allá al fondo; avistamos la
ganadería de los bravíos astados y retamos a los primeros repechos, “pero sin
entregarnos” ya que nos espera un día bastante largo y ajetreado. Llegamos a
Sotillo y allí nos aguardan como habíamos acordado; Ilde “El Suegro”, Diego
“Sin Miedo” y unos amigos, que vienen como invitados a este relatado sarao;
después de los saludos y presentaciones
de rigor de los nuevos compañeros, nos lanzamos por “el intermitente tobogán”,
donde nos recreamos por la agradecida sombra, con los frescos y tímidos
susurros del arroyuelo y el cambio de postal –discontinuos subes y
bajas- que hace más llevadero el alegre
cabalgar. Arribamos en el pilón de Navamorcuende, es la hora y el elegido lugar
para repostar y las reservas recargar; compartimos fruta fresca, pasas y
dulces; también con ganas nos refrescamos e hidratamos (“por lo que pueda
pasar”), para combatir el sofocante calor, que desde bien temprano ya nos
amenaza.
Reemprendemos la marcha, cruzando la villa
montesa y nos adentramos en “El Dragón Khan”, discontinuos subes y bajas (“más
duro de vuelta”) que nos alertan, para aclimatarnos “con la que nos espera”; a
nuestro paso, el camino rasgado, en
plena bajada, saludamos a un grupo de senderistas, salvamos tendidas pendientes
camufladas y “un cuantioso rebaño de cabras” bien custodiado, también nos
retrata. En la llegada al Almendral, suenan gaitas y dulzainas y algunos acordes de
“música celestial” y no porque estén de verbena precisamente; ante nosotros, se
presenta amenazante, el elevado castillo de monumentales pendientes; “cada
cual, como pueda” –para no olvidar
nuestro lema- y nos configuramos en
“modo de penitentes”, la cuadrilla de valientes. A nuestro paso, perfiles
exagerados apuntando “al cielo”, entre castaños y a la sombra bien
resguardados, apretamos y cómo podemos, escalamos. Ilde “El Suegro” comienza a
“radiar” los exigentes desniveles y Alberto “El Maestro Ceramista” con el
gancho nos arrastra y en línea nos guía; vamos salvando pronunciados y
estirados repechos hormigonados “sin tregua ni miedos”, hasta dónde hemos
llegado. Dos burriclistas “sonrientes” vienen de bajada y nos avisan, “que lo
más duro, nos queda todavía”, ¡vaya ánimos que nos dan! Ya nos podían haber
comentado “algo más bueno”, si eso que
han dicho, lo sabemos y lo vamos sufriendo. Por eso de hacer algo más y llevar
la cabeza “ocupada” (como si fuera poco “sufrimiento” mantener el aliento) me
centro en “el trillado tópico: todo está en la fuerza mental” ¡ya! Pero las
piernas algo tendrán que hablar por el descomunal andurrial. De uno en uno, vamos coronando el
tramo más delicado, esperamos y nos agrupamos hasta que todos llegamos; hacemos
comentarios varios, “mientras chorreamos a cubos y bien coloraos, pintamos”, tiramos por el
bosque de robles, más cómodo y llevadero, pero todavía hacia “el infinito
apuntando”. Es una gozada, el deleite de
esta continua escalada (“nos va la marcha”),
fotografías de rigor y lo que cuesta enlazar con el pelotón por parar un suspiro a retratar; a
la vista tenemos otro pilón, al lado del mirador, casi sin “apearnos de las
burricletas”, algunos, paramos a llenar las botijas y Roberto “El
Bueno” levanta el helado abrevadero y
para refrescarse, se lo echa por todo el cuerpo. Continuamos por la
interminable ascensión, nos entretenemos con los amables olores que se
columpian del frondoso robledal,
arrinconados en un paraje singular; algo
“apretamos” en el “penúltimo tramo”, hasta llegar al “collado del Piélago”. En
este punto, lo echamos a suertes ¿subimos a las antenas? Ya que estamos; tenemos empate técnico a
cuatro, “utilizamos el comodín del público” y los atentos senderistas (“previa
consulta”, había que buscar una “excusa”) con su voto afirmativo nos animan a
coronar. Roberto, nos espera abajo, no se apunta a este “trago”, esta no es la
etapa oficial; me da, que tenemos que volver otro día más ¿por qué será? No se hable más, animados y con mucha devoción, nos enfilamos a “la
base lunar”; el camino está bien mimado, nos recreamos con las genuinas vistas
que nos acompañan a ambos lados y en un “santiamén” en el pódium nos
encaramamos: Fotos de rigor para el recuerdo, echamos un vistazo desde el alto
de la garita, para alimentar los
ávidos sentidos y enmarcar la encomiable
postal y para Ilde, el premio de honor, al
caballero más combativo por su empuje y
tesón. Desde aquí, hacemos el vertiginoso descenso, entre un mar de castaños y
pinos; avistamos localidades viriatas, nos adueñamos de la permanente quietud y
nos perfumamos con la removida resina del acicalado pinar. Sin entrar en la Hinojosa, despedimos a los compañeros “talaveranos”,
que nos dejan y por carretera van a
marchar; me da, que se llevan una
sonrisa en la cara ¿por qué será? El cuarteto veleño, con Francis "El Paciente" liderando y con "el cuchillo entre los dientes", bicheamos por rincones y
callejones más ocultos y pintorescos,
entre jaras y enebros, que nos abren el angosto y revirado sendero, de piedra suelta
y ramas secas, sembrado; sin darnos cuenta, por el rápido camino hormigonado, a Marrupe llegamos,
paramos a abrevar, nos refrescamos y entre todos “el camino de vuelta más
cómodo –pero más largo- acordamos”.
Marchamos con un ritmo alegre, a pesar de la dura jornada que llevamos; en
“cuatro caminos”, hacia Cervera giramos; salvamos los repechos pertinentes,
“sin prisa ¿o sí? pero sin pausa” cabalgamos “como si nada”; atrás dejamos la
aldea montesa y por la asfaltada pista
rural, volamos hacia casa; pasan a toda velocidad los áridos fotogramas, mientras
nos damos relevos, para descargar y hacer más llevadero el resentido esfuerzo;
cruzamos la localidad “cagarrache” y el amigo Roberto, en Mejorada también se
despide y toma la alternativa más directa. Los demás, marchamos “entregados”,
sabemos que nos queda el último apretón, para “clausurar el planificado etapón”; atiza el calor, comienza a pasar
factura el titánico empeño realizado y también, hay amagos de calambres en el
último arreón. Sin más novedad, paseamos por el escenario abrasado de “La Gamonosa” y por la confortable bajada, ya avistamos la villa de Velada: felicitaciones
a los compañeros de faena y hasta la próxima jornada.
Resumiendo, ruta circular de 90 kilómetros,
los caminos transitados han sido: Cañada Real Leonesa Oriental
(Velada-Navamorcuende); Camino de Navamorcuende-Almendral de La
Cañada-Hinojosa; Camino de Navamorcuende-Marrupe-Segurilla; Camino de Sotillo a
Cervera de los Montes-Segurilla-Mejorada-Velada.
Pd: Diego, muchas gracias por tu
aportación fotográfica (3)
Buen día……………SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”