jueves, 27 de septiembre de 2018

Ruta: Las Antenas del Piélago (por Almendral de la Cañada)


Domingo, veintitrés de septiembre, recibimos la entrada del otoño con previsiones de altas temperaturas en los termómetros. Cuatro caballeros veleños y dos “carreteiros” acudimos a nuestro habitual punto de encuentro: Con las burricletas bien dispuestas y prestas para el exigente reto, nos vamos a la conquista de Las Antenas del Piélago. Este año, nos ha dado por ir a configurar la señal del paraje lunar; algunos,  “tripitimos” dicho desafío. 

Comenzamos la jornada, buscando la Cañada para trepar por la finca de la Gamonosa; en nuestro sosegado cabalgar, salvamos  los conocidos  repechos que salen a nuestro encuentro por “el parque de los cerros”; nos despejamos por los discontinuos y entretenidos subes y bajas y de paso, acogemos en el grupo a Nasta “El Marqués de Mejorada”,  que se presenta luciendo su burricleta “motorizada”. Atravesamos las villas vecinas y en la Cruz de Segurilla, aumentamos la cuadrilla, Diego “Sin Miedo”, Ilde “El Suegro”,  Medina “El Estratega” y amigos de la ciudad de la cerámica, que también se apuntan a la infernal batalla; ya somos una docena de burriclistas. Entramos sin llamar en parajes más asilvestrados, pero sin apearnos del abrasado marco cerrero; los puentes  del marrupejo, desaliñadas  cuestas, extensos tomillares y un mar de chaparras configuran la empinada estampa. Sin darnos cuenta, pasamos de largo por la localidad de Sotillo, con alegría y “ con buen ritmo” nos “columpiamos” en  el tobogán de la vía pecuaria; la cabeza no da tregua, apretando y tirando con ganas e insistencia “los galgos de Talavera”. En Navamorcuende, un trío de caballeros veleños (Martín “El Fiero”, Roberto “El Bueno” e Ilde) deciden dar media vuelta, el objetivo  marcado, a estas horas, ya  no es su meta. Los demás, volamos por “El Dragón Kham”, mientras disfrutamos con las lúcidas vistas del Valle del Tiétar y otros territorios más elevados, que se levantan a nuestro paso, retándonos. En Almendral de la Cañada, paramos en el abrevadero local; nos refrescamos, llenamos las botijas y al estómago también le engañamos, pero sin hincharnos.
Desde el refrescante pilón, ante nosotros se asoma el izado paisaje lunar, once kilómetros de “escalada libre”,  nos separan  del destino que tendremos que ganar; ya en su inicio,  la fuerte subida no nos da ningún respiro, duras y empinadas rampas custodian el paredón hormigonado. Entre robustos cataños, robles y espigados pinos, vamos abriendo paso; “poco a poco” nos hacemos con las rígidas pendientes que otro día más,  sobrepasan del veinte; nos retorcemos, sudamos, resoplamos, bufamos y aunque sufrimos, no desistimos; en pleno esfuerzo y empeño, un batallón  de moscas nos acompañan, pero  nos incomodan y “se ríen”  en nuestras caras. También, algunos, paramos y nos agrupamos cuando pasamos los tramos más complicados; nos recreamos por el tupido bosque, zigzagueamos por las continuadas eses, aplastamos las pinochas que encontramos, esquivamos tramos quebrados y en la fuente natural “una minipausa para abrevar”, alguna fotografía también disparo y allí quedó “pa-siempre”  el bote bien “posicionao”. Después del “susto”, cabalgamos por “prados más llevaderos”, menos agresivos, pero apuntando “al cielo”; cada cual,  sube como puede y mejor “no gastar de más” por lo que pueda pasar; al tran-tran sumamos metros y desnivel; con fortaleza y tesón, tomamos  los altos del Piélago y el parque del robledal nos hace “el paseíllo” antes de “conquistar la estación lunar”. Configuramos “las antenas”, fotografías de rigor, reponemos fuerzas y a pesar de “las prisas”, esperamos hasta que todos coronamosy  en las alturas titulamos.

 










































Reemprendemos la marcha, por el camino más recto y rápido, “a Segurilla por Sotillo” firmado por mutuo acuerdo; planeamos por el asfaltado puerto, extendiendo el sereno pinar y disfrutando de las vistas que nos va regalando el  afortunado decorado; desde Navamorcuende, seguimos perdiendo unidades y por “la dehesa de las tinajas” aligeramos la marcha, mientras, ante nosotros se pasean “a toda velocidad” un sinfín de fotogramas. Por la estira pista, vamos dejando una estela de polvo, cuando el calor también hace acto de presencia y “no es lo único que nos calienta”; otro tobogán de cuestas desiertas, pero ahora de vuelta y cada vez más, van flaqueando las fuerzas; atravesamos con éxito los cerros marrupejos y,  “con los deberes casi-hechos”, la pareja de veleños, nos despedimos de los amigos talaveranos. Volvemos a cruzar las villas vecinas y desde la localidad zorrera, nos animamos y en el agradecido sombrajo nos resguardamos del desafiante tostadero; el amigo Gabriel “Machaque” en esta agotadora jornada, recibe el premio a “la combatividad” por “la gran motivación que atesora”,  su tenacidad y constancia.   Como último escollo, salvamos la cuesta de la herradura y desde aquí, “metemos hierros” y “en un to-pabajo” nos paseamos triunfantes por nuestros terralgos; final del trayecto y el enésimo objetivo conseguido. Seguimos preparando el inminente asalto, pero todavía tendremos que sudar ¡¡¡y mucho!!! “….Si piensas que estás vencido, lo estarás. Si piensas que no te atreves, no lo harás….Si piensas que pierdes, ya has perdido, porque en el mundo encontrarás que el éxito comienza con la voluntad del hombre……Piensa en grande y tus hechos  crecerán…Piensa que puedes y podrás. Todo está en el estado mental”. Hasta la próxima.

Resumiendo, ruta semicircular de 90 kms, los principales caminos transitados han sido: Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Camino del Hituero, Antiguo camino de Sotillo de Las Palomas, Cañada Real Leonesa Occidental (Navamorcuende-Almendral). Camino del Real de San Vicente-Hinojosa- Alto de Las Antenas (Piélago) Senda de Los Pelaos. Puerto de Navamorcuende- Camino de Buenaventura-Las Tinajas-Sotillo-Segurilla-Mejorada-Velada.


Pd: Diego, muchas gracias por tu aportación fotográfica (4).


Buen día…………SALUD.

           
“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”



miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ruta: Puertos Pedro Bernardo-Lagarejo-Serranillos.


Domingo, dieciséis de septiembre, con marcadas sonrisas  y entusiasmo manifiesto nos desplazamos hasta Playas Blancas,  para realizar la enésima etapa de alta montaña de la temporada. Seis caballeros veleños nos apuntamos  para tal evento; comento a mis compañeros,  que “será una etapa diferente” cargada de encanto y bastante exigente. En la parrilla de salida, descargamos las burricletas, preparamos los achiperres, nos abrochamos  los trajes de faena y nos echamos al monte, a ver qué nos depara la jornada montañera.

Iniciamos la jornada, imbuidos por  el frescor de la mañana y paladeando  la macedonia de apetecibles olores y agradables sensaciones  que se desprenden del inmenso  pinar recién regado;  cabalgamos por la pista adecentada y bien compactada por las recientes  lluvias caídas, quizás  la noche pasada. Entre amenas conversaciones, nos recreamos con la excesiva  pulcritud y transparencia que se asoma por la tupida arboleda, mientras nos embobamos admirando tanta grandeza. Eso sí, desde que salimos no paramos de subir y subir, bien agazapados en el bosque encantado; Francis “Sevilla” que no está acostumbrado a rutas de altos vuelos,  se da cuenta de “la calidad del cuento” y le avisamos que reserve “que la fiesta, todavía  no ha empezado”. Disimuladamente –o no-  vamos tomando altura,   entre enormes castaños, espigados robles y un paraíso de  árboles frutales que nos muestran la variedad y riqueza del grandioso paisaje. A Santa Cruz entramos “por la puerta trasera”,  después de merendarnos la empinada cuesta, “casi el 20% de desnivel” los compañeros nos comentan –nos hemos abonado a la veintena- ; recorremos las angostas callejuelas de la villa  y cuando giramos a la derecha, algunos vecinos “nos avisan,  que nos espera  una  buena”. Pues eso, dirección “el depósito”, nos enfrentamos con las colosales rampas, encajonadas en la boscosa arboleda, que  con sus fuertes pendientes nos amenazan y con fiereza nos  atacan, pero no nos amedrantan; después de mucho bregar y luchar, con éxito  salvamos el primer escollo,  que nos calienta y también sin habla nos deja. De uno en uno,  vamos saliendo al camino más cómodo y llevadero, aunque,  sin apearnos del tendido y benévolo  puerto; disfrutamos por estos lares, de la frondosidad del acogedor pinar, los generosos pilones que vamos encontrando, la serena majada  y la inmensa tranquilidad que se respira en cada pedalada que vamos dando. Bien agrupados cabalgamos, en armonía por el recóndito rincón de todo un poco vamos hablando y por supuesto, también comentamos sobre lo que llevamos y el resto del itinerario.























Sin darnos cuenta, coronamos el primer puerto, descendemos unos metros, para continuar ascendiendo; “TU-TU-TU-TU” resuenan las trompetas con “sonidos de guerra”, esto es “territorio comanche” y seguimos la contienda con las aguerridas cuestas; cambiamos de escenario y ahora, ante nosotros se nos abre un espectacular paisaje a media ladera; mágicas vistas aéreas de altos picos y puertos míticos, auténticos parajes de sierra salvaje,  que nos quitan el hipo. Esperamos y nos agrupamos, tantas veces como sea necesario. Somos seis motas de polvo,  agua o suspiros de aire, o lo que queráis, pero ínfimos,  insignificantes,  levitando  en medio de la nada, pero  con respeto y  admiración, retando a la colosal montaña: “¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?” “No crecemos cuando las cosas son fáciles. Crecemos cuando nos enfrentamos a retos nuevos”.  Después de “pelearnos” con otro  surtido de pendientes y embriagados por la descomunal belleza, nos enfrentamos “a la peraltada cuesta”; El Lagarejo nos llama y  recibe con las puertas abiertas. Hay intentos múltiples  de subir encaramados sobre  nuestras monturas, pero nada, nos toca “portear las burricletas” hasta coronar la inexpugnable y monumental cumbre. En nuestra escarpada hazaña, nos tiran los gemelos, se nos cargan las piernas, pero no perdemos ni el buen humor ni las ganas de conquistar la cima más laureada del lugar. Martín “El Fiero” habla hasta con las vacas, se están riendo de nosotros, “pensarán que estamos locos”. El amigo Gabriel “Machaque”, corona en primer lugar el Olimpo de “los elegidos”;  los demás, también vamos llegando al punto señalado, al balcón encumbrado: “No conquistamos montañas, ni cumbres. Nos conquistamos a nosotros mismos”.  Unos minutos para reponer fuerzas, hidratarnos y  nos recreamos con las monumentales vistas,  adorando  la panorámica que nos acoge y que  nos muestra su cara más bárbara y noble.














Continuamos la marcha, cerrando el corral y  ensanchando “nuestra querida sierra”,  por la intrépida bajada,  encaramados en un descenso técnico y de piedras repleto; lo mejor de todo, la quietud y el silencio que lo “impregna y anega  todo”. Entre tanto furor y emoción, el amigo Francis “Sevilla” nos pega el alto por “un reventón”; situación normal, es lo mínimo que nos puede pasar por el recargado pedregal. De refilón, pasamos por la localidad de Serranillos y una vez más, -con lo que llevamos en las piernas-  nos toca escalar;  el tercer puerto del día tenemos que afrontar.  Nos acogemos al conocido lema, “cada cual como pueda o le permitan sus fuerzas”; lo dicho, comenzamos al tran-tran, expectantes con las sonoras chorreras y las  cunetas de agua,  repletas; sobre la marcha hacemos fotografías y en “la fuente de los gandules” paramos a refrescarnos y  rellenar las botijas. Desde este punto, alegramos la marcha; Alberto “El Maestro Ceramista” y Diego “Sin Miedo” , “parece que se quieren probar”, juegan en otra liga y con más arrojo y fuerza se exhiben “volando parriba”. Espectaculares y genuinas vistas nos ofrece la tendida subida, además de exigencia,  constancia y tesón para trepar al siguiente escalón; “la manera más clara de llegar al universo es a través de un bosque salvaje”. Después de contar las curvas, nos retorcernos en las dóciles pendientes y no perdemos  de vista las imponentes postales que inundan el generoso valle; tesón y sacrificio en el sexteto veleño y  de uno en uno, vamos arribando  en el mítico puerto;  una vez más, esperamos y nos agrupamos hasta que todos llegamos. Hecho el zafarrancho de puertos, nos toca el largo y confortable  descenso y  con el aire atizando “un poco”  de cara, “nos tiramos como si no hubiera un mañana”; planeamos por la afortunada sierra, entre el plácido pinar y un paisaje lunar, que de gozo  nos hace delirar; ensimismados, cada cual a lo suyo, “liderando su mundo”,  recogemos el aire límpido y cristalino que rezuma del asfaltado camino; con nuestra  fugaz  presencia,  aplaudimos y hacemos un homenaje al mágico encanto del “Barranco” y sin más novedad, -pero a destajo- llegamos al punto de partida. Todo un placer,  el ver las caras de felicidad y satisfacción de mis compañeros, por la ruta realizada, por los rincones visitados, por el hechizo y atracción de la montaña y por la épica conseguida: “Si el camino es duro y   difícil, es porque al lugar que te diriges, vale la pena”. Hasta la próxima.























En definitiva, ruta circular de 65 kms, los caminos transitados han sido: Camino del Amoclón, Camino de Los Pozos, Las Gargantillas, Camino del Depósito (Lanzahíta GR 180), Techo del Mundo, Puerto de Pedro Bernardo, Camino de “Las Vaquerizas”, Puerto del Lagarejo, Serranillos- Puerto de Serranillos-San Esteban del Valle-Santa Cruz del Valle-Playas Blancas.

Pd: Diego, muchas gracias por tu aportación fotográfica (4)


Buen día………….SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”