Domingo
veinticuatro de enero, nos recibe una mañana primaveral y, ni rastro de las temperaturas heladas. Diez
caballeros veleños, acudimos puntuales a
la semanal cita, en el habitual punto de encuentro. Con las burricletas bien
dispuestas y prestos para la inminente contienda, Eduardo “El Carpin”, aparece
bien engalanado y elegante con el atuendo de los inicios flamantes.
Después de las pachangas pasadas, en el día de hoy, estamos todos de
acuerdo; “toca subir por los cerros”.
Comenzamos la jornada, tomamos la
asfaltada avenida, para cruzar la despejada cañada; ante nosotros, la cuesta de la gamonosa, impasible y con un
“empinado recao”, nos aguarda. Nada más iniciar, “El Gran Maestre” se destaca,
venía de la tempranera escapada; “quería coronar en solitario”, más adelante
nos comentaba. Cada cual sube como puede, pero se ve que hay “marchas
guardadas”; llegamos a las casas cerreras y en este punto, marcamos la espera; para hacerla más amena, media
vuelta, para tantear otra vez la cuesta. Reunidos todos los componentes,
surcamos la templada estampa; animosas conversaciones, ralentizan la marcha,
pero sin perder de vista en ningún momento la ofrenda
de la placentera mañana. Atravesamos las villas vecinas, saludando a
otros “burriclistas, andarines y carreristas”; “cómo se nota que hace buen día”.
Llegamos a “la cruz de los arrepentidos” y el trío de los galones (Andrés, El
Maca y El Carpin) por estos andurriales no “quieren coles” y
deciden marcar otros caminos más tranquilos. Pues lo dicho, los demás, abrimos
las puertas del coloreado paraíso, para
profanar –una vez más- los angostos
pasadizos; las calmadas aguas
cristalinas a los agraciados barrancos
dándolos vida y genuinos pasos estrechos, amasando las más apetitosas delicias para los osados
burriclistas; rescatamos luminosas
postales, impregnadas de sublime fantasía, inmortalizamos fugaces instantes de
las perpetuas maravillas y agotamos los
adjetivos para nominar al rincón de los elegidos. Cómo el más exquisito manjar, “ni muy hecho ni muy pasado”, está en
su punto para degustar; con marcadas sonrisas y caras de felicidad, divagamos
por el más allá; bucólicos muretes de
piedras, angostos pasos y algunos escalones, donde tenemos que andar atentos y
con cuidado, extremar la
precaución; Roberto “El Bueno”, sigue el original tramo, pero los más
románticos, nos colamos en la encantada vereda; hacemos la entretenida bajada y
en la bifurcación, “hacia la derecha”. Mis compañeros me recuerdan “donde
perdiste las gafas”, mientras, con pericia y esmero, nos deleitamos entre las desaliñadas retamas y espesas chaparras;
al fondo, el majestuoso cuadro montañoso y la atenta vacada, contemplando
nuestro fugaz paso. Momentos de relax por la estirada cañada, aprovechamos para
ilustrar otras hazañas conquistadas, mientras reclamamos la hora de la esperada
merienda. Paramos a repostar, fruta fresca, pasas, dulces, algún bocata y el milagroso “polvorón” que salen del zurrón; compartimos viandas, minutos para intercambiar opiniones y también echamos algunas risas en este estado
de distensión.
Reemprendemos la marcha, por la vía bien
asentada, rodamos agrupados, cuando damos la intermitencia para desviarnos; ahí
está, la cuesta bien plantada, quebrada y con regueras ahondadas; algunas
monturas relinchan y se espantan, haciendo más complicada la
escalada; disfrutamos del divertido espacio cerrero; tramo sembrado con encanto
y “poco transitado”, sitiado en la
acogedora umbría y por momentos, asilvestrado; dejamos bonitas vistas a nuestras
espaldas y también a un lado, desde el alto nos recreamos, antes de afrontar la rasgada bajada “en modo precaución”.
Otra vez trepamos, ahora por la pendiente del “vertedero”; llegamos, esperamos,
nos agrupamos y otra vuelta para abajo echamos –por eso de no enfriarnos”;
palabras de aliento para los rezagados, pero antes o después, todos coronamos.
En la villa cagarrache, por la retaguardia arribamos, saludamos a otros grupos de
burriclistas y cruzamos la próxima aldea vecina. Desde aquí, continuamos con las
amenizadas chácharas y algún compañero –con solera- propone “un concurso de cata de pitarras”,
chistes fáciles y “en breve, nos vemos en la tasca del Maca” en esta “feria”
improvisada. Por estos lares, mimetizados en la amplia postal primaveral, ponemos una marcha más;
echamos un vistazo para atrás y vemos,
que los de la retaguardia no dan señales,
“parece que las fuerzas flaquean”; nos volvemos a agrupar, para realizar el fugaz
descenso y rematar la grata faena, llegando al punto de
partida sin más novedad. Hasta la próxima.
Resumiendo, ruta circular de 45 kilómetros,
los principales caminos transitados han sido; Cañada Real Leonesa Oriental,
Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Camino del Hituero, Senda de Los
Barrancos, (Marrupejo), Senda de La Majada, Cañada Real Leonesa Oriental, Camino
del Mojosal (subida del vertedero), Camino de Segurilla-Mejorada-Velada.
Buen día………………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”