jueves, 31 de mayo de 2018

Ruta: Madrid-Segovia MTB


Sábado veintiséis de mayo, a las seis menos cuarto, fijamos  la hora de partida  desde  la villa veleña hacia la capital madrileña. Bien diseñada la logística, Juan “El Espartero”, transportaría a los caballeros veleños y a sus burricletas “en su furgoneto”, hasta el barrio madrileño de “Montecarmelo”.
Antes de la ocho de la mañana, de tiempo sobrados,  llegamos a nuestro destino, preparamos nuestras burricletas, decidimos la indumentaria apropiada, nos impregnamos del jovial y colorido  ambiente de la prueba, mientras,  por la concurrida avenida  nos enfilamos a “los cajones de salida”.
Dos mil almas intrépidas, dos mil razones y mucha voluntad, dos mil historias diferentes, mochilas de ilusiones,  dos mil promesas, apuestas, desafíos, pero con un objetivo común; conquistar el Acueducto de la ciudad de Segovia, donde estará  situado  el arco de meta (El oficial,  estaba situado  más atrás). Desde  las ocho de la mañana,  que  saldrían “los valientes del primer cajón” y “hasta pasadas la  media” no dejaríamos de pasar “burriclistas”  por el arco testimonial. De fondo, las cuatro torres, nos dan aliento y nos animan a despegar y por las calles colindantes, aplausos y vítores por parte del multitudinario personal.  Alberto “El Maestro Ceramista”, Pedro “Hierros”, Gabriel “Machaque”, Diego “Sin Miedo”, Medina “El Estratega” y “El Relatero”, somos los caballeros veleños “encargados” de asumir el carismático y reconocido reto.

El recorrido, sería como “una  exquisita ensalada aliñada  con productos de calidad y con gusto,  recargada”, encontramos de todo; iniciamos esquivando los primeros charcos,  “un buen tapón” nada más comenzar también "nos merendamos",  pista rápida y cómoda  para cabalgar, continuos subes y bajas, algún arroyo también cruzamos sin dificultad; kilómetros de vía pecuaria a nuestro paso,  con agradable temperatura, armonía en el pelotón y de frente, la amenaza del gigantesco nubarrón;  algunos pasos “bien regados” también encontramos  (por la vía de Colmenar), eso sí,  “polvo no levantamos”. Más adelante, nos vemos envueltos en  el segundo “tapón” serio de la jornada, pero aprovechamos para negociar con los compañeros segovianos “un buen restaurante para la andorga llenar, nos podéis recomendar”, nos dan la dirección solicitada  y hasta carta de  recomendación llevamos.  (La Codorniz se hace llamar). Llegados a este punto, nos adentramos en una angosta  trocha/vereda, bastante entretenida y disfrutona, pasos sencillos y un escalón –de subida- que se presenta con dificultad- cuando se apea el compañero de cabeza. Durante el trayecto, encontramos varios avituallamientos, bien abastecidos de provisiones (dulces, fruta fresca, barritas, agua, isotónica, gominolas y variedad), zonas de asistencia personal y técnica, por lo que es recomendable ir engrasando las burricletas, “por lo que llevamos y nos vamos a encontrar”. Poco a poco van “cayendo” los kilómetros, mientras,  vamos sumando desnivel en las piernas  por la disimulada sierra, resguardados entre  la tupida y acogedora arboleda. A nuestro paso, territorios multicolores, algún tramo de asfalto para enlazar con sendas divertidas y  de calidad;  también,  encontramos peregrinos por el estrecho y rebozado  camino. Nos atrevemos,  con un tramo del Puerto de Navacerrada, lo que hace más continua la escalada y una vez coronamos, en un “topabajo”  de aire limpio perfumado, a Cercedilla arribamos. Punto de control, avituallamiento y para reponer fuerzas,  “pasta de ración”; revisamos y volvemos a engrasar las burricletas, nos acomodamos unos minutos, ya que desde aquí, “comienza el rock and roll”, según los conocidos del lugar.
















































Comenzamos “la segunda etapa”  y efectivamente, después de “callejear”, nos configuramos en modo escalada, “El Puerto de Los Leones”, abandera La Sierra de Guadarrama; parajes asilvestrados y floridos nos van abriendo el empinado camino. Poco a poco, vamos cogiendo altura por el  imponente  decorado, duros repechos, tramos encharcados, barro de todos los colores, salpicando y embadurnando un  marco inigualable. Por el escenario pinar, se esconde  la senda de “La Panera”; inundada, se presenta como “la joya de la corona” pero, por las recientes tormentas, la hace más “temeraria” y se  presenta con una  dificultad extraordinaria. Trazamos las entretenidas veredas que “dan vida al mosaico de pinos e inundan el  verdoso escenario”, escuchando el  sonoro silencio que se apodera del hechizado lugar; afrontamos bajadas tendidas y “cansinas”, que nuestros brazos responderán los próximos días jajajajajajajajaja. Durante la prueba, he computado una decena de caídas, sin gravedad, según nos comentaban los protagonistas; distintas averías, pinchazos, ruedas retorcidas; en los últimos kilómetros,  compañeros con cadenas de la mano, personal bajado (¿agotados o por guardar fuerzas?). Además de la dureza de la jornada, el abundante barro (menos mal,  que no era del “pegajoso”)  y el agua rezumando “por todos lados” , le dieron un plus extra,  para calificar la etapa  de “heroica, proeza y épica”;  anchas praderas con “un verde celestial”,  anegadas de lodo y agua que emblandecían  el terreno y lo hacían más trabajoso todavía; después de cruzar  “taitantos riachuelos y  arroyos”, no recreamos con las  majestuosas vistas serranas con neveros en sus cumbres y “la montaña rusa final” cuando las fuerzas ya van tocadas y “la batalla está siendo  brutal”, nos la presentan  como  “la dulce guinda” para rematar. En el último avituallamiento, nos avisan “esto ya está hecho”, después del fugaz llaneo, por el transitado “cordel” a buen ritmo (todavía quedaba fuelle)  me lanzo hacia la línea de meta a “parar el digital”. En una estirada fila y después de la larga espera, me entretengo a “lavar la irreconocible burricleta”,  para recorrer la calles de Segovia, admirar el espectacular Acueducto y entrar victorioso por el arco de meta, donde aguardan parejas nerviosas, compañeros de fatigas y las alegres familias. “Entre más grande es el reto, mejor sabe la victoria”. “Combatirse a sí mismo es la batalla más difícil, vencerse a sí mismo es la victoria más bella.”






































En definitiva, ruta lineal de 117 kms (Con 2400 metros de desnivel aprox.) Los principales caminos transitados han sido: Salida: Avda Montecarmelo (Cuatro Torres), Camino de la Cañada, Camino/Carril de El Pardo a Colmenar, Vía Pecuaria, Carril de la Pedriza, Calle Cerrillo del Caño, Camino del Frontal, Vereda del Guerrero, Camino del Frontal, M-617. Senda de La Angostura, Camino del Río, Puerto de Navacerrada- Avda Franciso Ruano- Cercedilla.  Camino de La Solana, Camino de Los Lomitos (Puerto de Los Leones), Senda de La Panera, Camino del Agua, Cordel (Camino Santiago) Camino de Valsaín, Camino de Las Baterías-Segovia. Localidades: El Goloso, Colmenar Viejo, Manzanares de El Real, Mataelpino, Cercedilla, Segovia.

Pd: Felicitar a la organización de la prueba por sus puntos fuertes: personal voluntario, personal sanitario, protección civil. Perfecta señalización de la ruta y avituallamientos generosos, servicios técnicos,  así como la atención prestada en los mismos.


Pd1: Agradecer y felicitar  a los compañeros mencionados por el éxito conseguido. No menos importante, agradecer y dar las gracias a nuestros familiares, parejas e hijos por su “santa paciencia”, por soportarnos y aguantar nuestras “tontás y manías”.


Buen día…………..SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”


domingo, 20 de mayo de 2018

Ruta: Subida a las Antenas-Piélago (Por Almendral)


Sábado, diecinueve de mayo, a las ocho de la mañana, siete caballeros veleños, acudimos a nuestro habitual punto de encuentro; Ángel “El Guerrero” y Nacho “Boquerón”, todavía están “cuerdos” y optan por los llanos del dehesón; los demás,  como habíamos acordado, nos apuntamos otro tanto, hacia las antenas del Piélago, por Almendral de la Cañada en esta ocasión.

Iniciamos la marcha por la desierta vía,  para enlazar con la transitada cañada; cabalgamos animados por los terralgos del “Baldío”, de todo un poco vamos hablando, pero  todavía en terreno neutro, tenemos el primer sobresalto; Oscar “Boliche”, “la burricleta”  ha pinchado, trabajamos en equipo, bien coordinados y en unos minutos, asunto solucionado. Después del tempranero imprevisto, con templanza, cruzamos “los temidos arenales” y cabalgamos sin sobresaltos por “la estirada vía pecuaria”; a nuestro paso avistamos, casas de labranza, generosos  pastizales presumiendo de su flamante colorido, rebaños  de astados, pastando y dando vida a la serena travesía. Superamos la primera subida del día y sin darnos cuenta, pasamos Sotillo (“vamos bien de tiempo”); desde aquí, nos “colamos” en el desafiante tobogán y sobre la marcha, vamos comiendo y bebiendo y también, aprovechamos algunos minutos, para “cambiarnos e ir más frescos”. Alberto “El Maestro Ceramista” y Pedro “Hierros”, marcan un buen ritmo por estos andurriales; el amigo Roberto “El Bueno” marchaba en cabeza “mientras paramos, se adelantaba”, seguro que me cogerán, para sus adentros pensaba. Por estos lares, no sé qué me pasa, “parece que tanto sube y baja se me atragantan”;  “tranquilidad y paciencia que queda mucha tela que cortar”….”la paciencia tiene más poder que la fuerza….”: “Todo está, en el estado mental”….y algo más.
En Navamorcuende, “previo aviso”,  nos acercamos al reconfortante  pilón de la calle Larios; el amigo Alberto y un servidor,  de forma fugaz,  abrevamos y algo picamos. En este punto, Óscar nos deja, tiene que hacer unos recados en Talavera, mientras Pedro y Roberto, no han parado y “abren brecha en la parte delantera”. Después del asueto, nos ponemos en marcha, por mi parte, con sensaciones renovadas y “parece que con piernas nuevas”; volamos por “el Dragón Khan”, no recreamos con el escenario de la jara en flor,  salvamos los repechos que salen a nuestro encuentro, saludamos a senderistas y “al burriclista sofocado” y allá a lo lejos, "pasando el pilón", vemos a “los compañeros adelantados”. Por lo visto, “no han parado ni en Almendral”; desde aquí, nos configuramos “en modo escalada y cada uno como pueda”; invito a mi compañero, a  que siga si tiene fuerzas, como sé el camino, en la cima nos encontramos. Comenzamos la fatigosa ascensión, con tramos rotos y quebrados (más de la cuenta)  que nos ponen a prueba y hacen más dura y complicada  la exigente subida; por la angosta cuesta, coqueteamos con  desniveles del “veintitantos”  y otros pasos pronunciados con  pendientes encharcadas y resbaladizas, “para dar más emoción a los sufridos repechones”: “La gota de agua rompe la piedra, no por su fuerza sino por su constancia”. Como martillos pilones, vamos ascendiendo, dando chepazos y sabiendo sufrir cuando es necesario. Parece mentira e incluso contradictorio, “divirtiéndonos sufriendo”, pues así es: ¿Será que no nos  bombea bien la sangre a la cabeza? ¿Será que hemos perdido el juicio? ¿Por qué al infierno, lo llamamos paraíso? ¿Por qué será, que volveremos “por aquí”  otra vez más? ¿Por qué será que nos quedamos con ganas de más? A nuestro paso, un bosque de robles y castaños van “suavizando el calvario”, pero todavía, “tenemos que continuar  escalando”; envueltos en “el microclima del Piélago”, por un bosque de ficción,  cabalgamos por  pendientes más benévolas y  cómodas;  risueñas postales encontramos  a nuestro paso, cunetas que rezuman  embriagadores olores de un cuento, recortados, desde el ventanal de la tupida arboleda, aprovechamos para echar  un vistazo al imponente valle “tietero”. La suma de estos minúsculos detalles  y la agradable compañía de Alberto “hace más amena  y llevadera el tránsito por  la escarpada ladera”.  En el último tramo, como mi compañero “va sobrado”, se divierte haciendo “caballitos y suelto de manos”; nos recreamos por el acogedor robledal, otro esfuerzo más y arribamos “en la estación lunar”. Aquí, nos esperan los compañeros adelantados, minutos (pero pocos) para llenar la andorga, hidratarnos, alguna fotografía para enmarcar, nos abrigamos y “a volar”.

















Reemprendemos la vuelta, “planeamos” por las alturas del “Piélago”, por la densa arboleda rescatamos alegres vistas y sonidos placenteros que vagan por el privilegiado lienzo; descendemos por el acogedor robledal, como aves peregrinas, raseamos las dignas estampas, nos adueñamos de la palpable serenidad que impregna el límpido lugar  y detenemos el tiempo sin pulsar el botón “de seguridad”. Desde Navamorcuende, Roberto “El Bueno” toma el mando  ¿qué se habrá tomado “el gañán”? Con prisa,  se suceden los fotogramas por los discontinuos subes y bajas, esto es “un no parar” y como llevamos el camino de “ida”, me ahorro las fotografías; desde Sotillo, metemos “una marcha más” y ahora  “el ritmo es infernal”;  a este paso, Alberto, va a ver, hasta el calentamiento del partido de su hijo; parece que a estas horas está más solicitada “la cañada”, pero  nosotros,  seguimos a lo nuestro “erre que erre” y “eso que vamos sin dorsal”. De vuelta por “el pesado  arenal”,  después del pullazo que traemos “en las castigadas piernas”, ahora parece “que cuesta un poco más”, en silencio, centrados en la trazada “para no descabalgar”, justo,  cuando el sol se empeña en atizar. Como podemos, pero con dignidad,  llegamos “al alto de las Casillas”, "prueba superada" ("el sábado que viene, ya veremos")  y desde aquí, hacemos “el paseo triunfal” después de la enésima hazaña de la temporada. Nos despedimos y hasta la próxima semana: “Los obstáculos,  son esas cosas espantosas que ves cuando apartas los ojos de tu meta”.  


En definitiva, ruta semicircular de 87 kms, los principales caminos transitados han sido: Cañada Real Leonesa Oriental, Camino del Mojosal (Velada, Sotillo de Las Palomas, Navamorcuende, Almendral de la Cañada) Camino de Almendral-Antenas del Piélago, Puerto de Navamorcuende-, Camino de Buenaventura, Camino de Sotillo, Cañada Real Leonesa Oriental-Velada.   


Pd: Roberto, muchas gracias por tu aportación fotográfica (1).


Buen día…………SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”