Domingo (25-7-21), tres caballeros veleños nos “apuntamos” para ir a Arenas, al reto montañero;
con las burricletas bien dispuestas y
con todos los achiperres bien preparados para “la escalada”.
Una jornada más, apostamos por las
grandiosas postales y buscamos los rincones más frescos;
sobre la mesa, ruta “cinco estrellas”, largas subidas y puertos míticos son la propuesta para
la jornada.
Calentamos saliendo de la villa,
iniciamos, configurados en modo ascensión y los puertos en la cabeza;
nos adentramos en el sereno pinar del
Berrocal, para aclimatarnos y de paso, avisamos a las piernas.
En armonía, cabalgamos por el tupido
bosque, con olores nítidos y frescos, ocultos en zonas sombreadas;
una vez más, nos hacemos eco de las
maravillas que nos rodean y de la tranquilidad que gobierna el lugar.
Somos testigos del renacimiento del pinar,
bien cuidado, adornado con lúcidos helechos y matas de orégano;
en plena subida, nos recreamos con las
agraciadas vistas a media ladera, jugando a destapar “picos conocidos”.
Sobre la marcha, alguna avería sin
importancia, para “romper la monotonía” de la infinita y digna trepada;
nos sentimos dichosos, arropados con las
fieles estampas y vigilados por las elevadas cumbres montañosas.
Continuamos acumulando y altura y cada
vez más, el escenario nos brinda sus mejores ropajes y galas.
Sin duros repechos, nos asomamos al
abierto balcón, mientras recolectamos “un sinfín” de selladas curvas.
Con éxito, coronamos el punto más alto, deleite y delirio
a partes iguales entre los caballeros titulados;
minutos para disfrutar del eminente
entorno, dejando hablar al silencio que nos acoge y el excelso espectáculo que
nos rodea.
Por si no teníamos poco, hacemos otra “tachuela
parriba” de propina, entre frutales y agradecidas
sombras;
Alberto “El Maestro Ceramista”, se
exhibe y ponemos un punto más, para clausurar la subida definitiva;
para el amigo Gabriel “Machaque”, el premio a la montaña y la combatividad, por su nobleza y casta.
Después del largo descenso, entramos dentro de hora. Pinchos y zumo de cebada fresca para brindar por la sobresaliente etapa.
Ruta especial y cinco estrellas, con 30 kms -en total- aproximadamente de subida (26 de una “tirada”). Bien resuelta, “con cabeza”, controlando, reservando y primando la constancia. La plaza, no invitaba “al azar”, más bien, a dejarnos llevar y disfrutar de cada subida, curva, rincón y el premio final, a algo más de 1500 metros de altitud. Destacar, la subida al Refugio de Las Campanas, el techo de la jornada, muy buenas sensaciones en toda la ascensión y como recompensa, el recrearnos con las magníficas vistas que nos brinda la privilegiada balconada. “Los burriclistas sabemos que para mejorar no existen atajos, existe un camino y se llama constancia.” “No es la montaña a la que conquistamos, sino a nosotros mismos.”
Buen día……………SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…”