martes, 24 de enero de 2017

Ruta El Balcón de Gredos

     Domingo, veintidós de enero, otra mañana gélida y temperaturas bajo cero nos aguardan en el habitual punto de encuentro. Ochos caballeros veleños acudimos a la cita pactada, con las burricletas bien dispuestas; los altos cargos, al “balcón de Gredos” acuerdan y para clausurar la etapa, “lumbre y buena pitanza”.

     Iniciamos la jornada, cruzando la villa “helada”  por las principales calles, castañean hasta los dientes y “quién nos mandará” más de una vez nos preguntamos. El tímido astro todavía no está caldeado, ni los anchos caminos “calentados”, sólo el rastro de la “pelona” de la noche pasada se hace visible y nos muestra sus estragos  y en la osada cuadrilla, no sentimos ni las manos; a un lado dejamos las granjas de Trujillano y al adentrarnos en el destemplado encinar parece que nos empezamos a animar; a nuestro paso, la blanquecina estampa, charcos congelados, un habilidoso raposo "se escurre" por el terreno frondoso y  el acompasado  concierto de las bulliciosas grullas,  atronando  desde lo más  alto, también nos va recreando;  decenas de cérvidos de todos los tamaños avistamos en plena carrera y agitando  a la plácida dehesa, mientras todos los componentes,  vitoreamos la escena  y nos quedamos con la boca abierta. Continuamos, abriendo alguna portera y un trío de gamoninos  por “El Lobo” liderados,  se enganchan a nuestra rueda; llegamos al enfurecido río y parece que hay amagos de abandono,  antes de  cruzar sus bravías aguas; “por aquí, por allá”, “nos descalzamos” y que no hay “acuerdo”; en esto que Roberto “El Bueno” coge el mando y con éxito nos guía por la acertada opción. Unos metros más adelante, nos tenemos que detener, Cristóbal “El Nazareno” la rueda delantera ha destalonado y sin líquido se ha quedado; patas arriba la burricleta y la clásica solución, cámara nueva y a cabalgar; en este punto, los invitados gamones  nos abandonan, han salido con hora y no quieren demorar. También cruzamos la aldea parrillana y nos adentramos en rincones más asilvestrados y menos  frecuentados; continuos subes y bajas y a estas horas,  ningún compañero  del  terrible frío nos acordamos; pasos embarrados, árboles frutales, vacas intentando pastar, parcelas bien deslindadas entre cercados de piedras y oxidadas alambreras  y de fondo,  la nítida serreta es la postal que se nos presenta.  Para no variar, también tenemos “que escalar”, desde este punto, “cada cual como pueda y quiera”; Diego “Sin Miedo”, lidera la parte delantera, con estilo y desparpajo, lección gratuita de cronoescalada a los que vamos “detrás”. De uno en uno vamos coronando, algunos se pegan “otro voltio pabajo”, otros, inmortalizamos la “sufrida”  ascensión y esperamos  a todos los miembros del aguerrido pelotón; Andrés “El Líder”, también nos da otra lección, “pedaleo a su tran-tran” con mucha constancia y tesón. Desde este punto, nos asomamos al “balcón”, paramos a repostar, compartimos viandas, nos hidratamos al sol y foto de rigor para el recuerdo; reconocemos las villas y picos serranos, aunque en esta ocasión  la estampa nevada es escasa.


    




































     Reemprendemos la marcha , por la umbría  nos encaramamos,  arropados de jaras y pinos y oteando la panorámica que ondea ante nosotros, levitamos por la rápida bajada; recogiendo fotogramas,  no entretenemos  con el aire límpido que asea nuestras ideas en la fructífera  mañana: "adopta el ritmo de la naturaleza; su secreto es la paciencia".  Después del fugaz delirio, arribamos en la villa navalqueña y ya que estamos, “cogemos algunas barras de pan”; por el antiguo camino rodamos en armonía y bien agrupados; salvamos  charcos de todos los colores, tramos embarrados y  por evitar “un paso complicado”,  también un  campo a través nos marcamos;  algunas porteras abrimos y por “otra nos colamos” hacia "el paso clandestino" y sobre nuestras cabezas, cientos de grullas revolotean, dando vida al cielo despejado; Ilde “El Suegro”, como "un crío",  no mira ni repara y por los patatales y montículos  sigue “haciendo el cabra”. Sin más novedad, por la vía más rápida y cuidada continuamos  la armoniosa marcha; recreándonos por el pletórico escenario arbolado; el soleado encinar nos agasaja con su nítida estampa, con animadas chácharas, de reojo mirando hacia atrás y más adelante, ya sólo nos queda “coronar” el último repecho. Escalamos con nota y “El Gran Maestre” sin ayuda previa, ni “motor incorporados” se vuelve a graduar. En este punto, “elegimos la calancha” para un pincho echar; una buena “chosca”, chorizo, morcilla y vino de reserva, para  pasar unos minutos distendidos, brindar  y la etapa clausurar. 












































































    Resumiendo, ruta circular de 47 kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán- Parrillas; Camino del Risquillo; Camino La Chaparrera, El Trampal, Navalonguilla, Ruta del Águila, Camino de Navalcán-Arenas (ida-vuelta). Camino de Navalcán a Talavera, Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de La Aliseda, Camino de Navalcán-Parrillas-Arenas a Velada.


   Buen día……………..SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


  

martes, 17 de enero de 2017

Ruta: Senda del Pozo (Cervera de Los Montes)



     Domingo, quince de enero, mañana gélida a primeras horas nos espera. Seis caballeros veleños, acudimos al pactado punto de encuentro; después de asuntos varios, descansos domingueros,  se incorporan a filas, Andrés “El Líder”, Martín “El Fiero” y  “El Relatero” ; Ilde “El Suegro” y Diego “Sin Miedo” nos aguardan allá,  por territorios zorreros. Con las burricletas bien dispuestas, nos disponemos a desafiar al terrorífico  frío y demás elementos que encontremos por los serenos caminos.

     Comenzamos la jornada, hacia “los perales” para resguardarnos del ambiente helado, pero desde el inicio, nos damos cuenta que “estas  temperaturas  no son para tanto” –según comentamos;  estamos acostumbrados a dígitos negativos y otros polares desafíos, a pesar de que algún compañero nos informa que cabalgamos algún grado bajo cero. Para intentar entrar en calor,   escalamos “El Torreón de la Gamonosa”, cada cual  a su ritmo y de paso “combatimos el tímido frío”; a nuestro paso, rodeados de alturas adormiladas,  alfombras congeladas, caminos secos y de escarcha trabados  y  cuidadosamente compactados; marchamos bien agrupados y en “puntos clave” esperamos y nos agrupamos; fotografías de rigor para inmortalizar la invernal etapa, mientras,  de cháchara  “subimos las casi-cuestas sin darnos cuenta”. Arribamos en la villa de Mejorada, nos encontramos en la plaza  con “los esperados” al sol, más que  relajados. Damos novedades y continuamos hacia adelante y en un “pispás  bordeamos la localidad “cagarrache”. Parece que tienen fiesta organizada –según nos informan los operarios-   “por San Antón”, a la vuelta  nos invitan “a un tonel de cerveza y un plato de habichuelas”. Nosotros a lo nuestro y no paramos de planificar y tantear nuevos retos: “El Lago Helado” nos propone “El Gran Maestre” para próximamente, pero en la parte delantera,  se habla más  de “La primavera de Arenas” y de la confirmación de “La etapa estrella”,  que tendremos que presentar en comunidad, todo esto y otros escarceos  sin dejar de “cabalgar”, “ni de soñar”. Nos colamos en la antigua senda de “Los Leñadores”, recorremos sus angostos pasos, la extensa pradera y la marcada vereda con alguna escalera empedrada, resguardada entre esbeltas encinas y sus llamativos  muretes de piedras.  Recorremos caminos “monteses” y avistamos un grupo de burriclistas averiado y  paramos a socorrer,  como así dictan nuestros decretos caballeros; Roberto “El Bueno” siempre dispuesto, se pone a la faena, pero  este trabajo es más de fuerza; parece “que estamos de matanza” y no somos capaces de echar la burricleta a la mesa; entre todos apretamos, unos con herramientas, otros a tirones para sacar la cadena; hasta que Martín “El Fiero” se “remanga” y con tesón y ganas, deja a “la herida jamerga”  apañada para bregar y andar; sin más,  nos despedimos de los agradecidos ciclistas. La escuadra veleña, continuamos custodiando los caminos y a los necesitados, prestando auxilio; comentamos la jugada y viramos a derechas para adentrarnos en  el sendero soñado. Entre apretones y resoplidos nos tragamos  un encajonado repecho y con el animado  sonido de las dulzainas y gaitas, un castillo de fuegos artificiales nos abre la colorida portera de la encantada vereda; entre chaparras enanas, con “barbas de viejo” engalanadas, una verdosa  moqueta tapizando nuestro paso y la magia del silencio  sobrevolando y embriagando  nuestra presencia; superlativos adjetivos, palabras de admiración y otros “vocablos” para intentar describir la onírica experiencia,  que una vez más,  nos ha dejado mudos por la emoción. Después de tanta devoción, paramos a repostar, compartimos viandas, dulces, fruta fresca y pasas, a la vez  que,  seguimos erre que erre con algunos desvaríos comentados y los inminentes y variados  retos programados.



    
















































































     Reemprendemos la marcha “en modo escalada”, por el rasgado camino, agrietado y hacia “arriba apuntando”,  entre los frondosos  cerros,  acurrucado  y  por  el benevolente  astro  “bien caldeado”; despedimos a nuestros amigos  Ilde y Diego, que se disponen a alargar la ruta y hacia Marrupe acuerdan ir. Los demás, nos recreamos por las alturas y sin avisar (ni falta hace ya) nos colamos en la estrecha trocha, entre piedras descolocadas, salvamos  divertidos  escalones y  “danzando” con la  exuberante belleza,  nos deleitamos columpiados de su enigmática presencia, recortando y pegando tramos divertidos y olvidados, con otros más transitados. Desde Segurilla, un trío de compañeros (Andrés, JoseMa y Martín) , nos dicen que se van “pal pueblo”, ante la invitación de Alberto “El Maestro Ceramista” para estirar algo más la jornada, pero sin descuidar la hora. Encaramados en el ajetreo del transparente silbido,  descendemos hacia el área recreativa de la Portiña; saludamos a otros burriclistas, senderistas y carreristas, cómo se nota que la soleada mañana invita  a salir de la cueva. Desde aquí, nos montamos en la hormigonada vía y la red de acequias y numerosas granjas  se pasean a nuestro lado “llevando prisa”; también nosotros,  pedaleamos con alegría, “dando algunos  relevos”, también hay amagos de “demarraje”   -para que cunda más-  y con las arengas del  amigo  Alberto “invitándonos a volar”. Sin darnos cuenta,  nos olvidamos de canal, cruzamos Torrehierro por la parte de atrás y “algo más relajados”, Roberto “El Bueno” “nos pega el último  hachazo” antes de llegar a Gamonal; a las puertas de  su casa, despedimos al amigo gamonino, cruzamos y zigzagueamos por sus callejuelas hacia el camino veleño. Tranquilos y sin sobresaltos, arribamos en la villa señorial; unos minutos de  estiramientos, comentarios varios y hasta la próxima jornada.




    
























     En definitiva, ruta circular de 55 kilómetros: los caminos transitados han sido Camino de Velada-Mejorad-Segurilla; Senda de Los Leñadores; Camino de Segurilla a Cervera; Camino de Meregil; Senda del Pozo; Camino de Los Dornajos-Camino de Merejil, Senda de Cervera; Antiguo camino de Sotillo a Segurilla; Camino del Hituero, Carreterín de La Portiña; Canal Bajo del Alberche-Polígono Torrehierro-Gamonal. Camino de Gamonal a Velada.


PD: Andrés, gracias por tu aportación fotográfica (1).


  Buen día……….SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….”