Domingo,
veintiuno de febrero, mañana “revuelta y algo enmarañada”; siete
caballeros veleños, contando al "Lobo" de Gamonal, nos damos cita en el habitual punto de encuentro; con las
burricletas bien dispuestas y prestas para la inminente contienda “¿dónde se libra hoy la esperada faena?”
“¿pachanga o etapa caballera?”. Sobre la mesa, se presentan algunas propuestas;
“los almendros por Las Herencias”, “Sotillo por las asilvestradas cuestas”, al final, nos vamos para los caminos
de Navalcán, -ha confirmado Nicolás-.
Comenzamos la jornada, atravesando la
villa de Velada por la tranquila y despoblada plaza; atrás dejamos el
adormilado pueblo, para adentrarnos en las vías públicas, tantas veces reconocidas.
Marchamos bien agrupados, al fondo –presidiendo- la colosal estampa de Gredos y
“recortes” del imponente Baldío, que con
sus intermitentes vistas, nos acompañan
por la serena pista. Los apaciguados
parajes de Trujillano nos reciben
con agrado y abrimos las canceladas puertas, cabalgando entre un mar de
encinas, ahogadas en la profundidad de
la intensa calma. Ante nosotros, aguarda el bravío recato y
“por aquí, más arriba, un poco más abajo”, buscamos el mejor paso, pero ninguno lo vemos claro; El Gran Maestre
tampoco está inspirado y toca a retirada,
para “buscar en el puente” un paso más decente; entre risas y
chistes fáciles (“sin olvidar, historias en otras épicas aquí vivenciadas”), “anda que si nos resfriamos”, "el agua estará helada", “vamos a ir toda la etapa calados” – y otros comentarios varios, escuchamos- .
Arengamos a los más indecisos y cruzamos
con las burricletas del ramal y los
zapatos de las manos, recordando al Maestro, “que este es el camino auténtico” ¡Atención! Tenemos un osado en el precavido pelotón;
Ilde “El Suegro”, consigue domar
a las enfurecidas aguas y sin coger carrerilla, “se
lanza desde la orilla”. Después de “la reconfortante cruzada” al otro lado del río, “con esmero nos
acicalamos”, sacamos “la bolsa de aseo”,
“toallas perfumadas” y hasta “un secador” que porta Roberto “El Bueno”. Continuamos la alegre
marcha, por rincones agraciados en todo su esplendor y entre el descarado
silencio, camuflados; salimos a la vasta
cañada y nos decantamos “por la aldea parrillana”. Desde este punto, “por los
columpios, nos toca escalar” hasta “el jaral del cordal”; cada uno, subimos
como podemos, “a nuestro ritmo”, siempre esperando y arropando a los rezagados;
animadas chácharas “para arreglar el país”, escuchamos en primera fila y también
por la retaguardia. Ascendemos por “la vetusta senda”, en cabeza, liderando la
desfigurada panorámica, se presenta ante nosotros una estampa tétrica, que nos muestra las cicatrices del devastador
incendio, sin disimular “sus profundas heridas de guerra”. Desde la cima
oteamos a nuestro alrededor, esperamos y nos agrupamos, “mientras sigue el debate, “sin
acuerdo” en el senado”; nos recreamos entre las jaras “de la cuerda”, en un día con el cielo enrarecido y sin
brillo. En los establos tranquilos, viramos a
la izquierda, hacia el enigmático camino y para la mayoría de los
compañeros, desconocido; vadeamos “el patatal del profuso prado”, aunque “El
Relatero” ha enfilado todo recto –por el original, como diría
nuestro amigo El Maestro- ; por el sinuoso paso, nos persiguen los rastros del
fuego aterrador, tramos embarrados por la entretenida senda y por orden real,
buscamos “un bajo para repostar”. Fruta fresca, pasas y el bocata de rigor,
salen del “zurrón”, mientras seguimos
“enfrascados” en “la delicada conversación”.
Reemprendemos la marcha, sin abandonar la
novedosa vereda, rescatamos variados fotogramas; el páramo sin piedad,
castigado; muretes de piedra haciendo más acogedor nuestro “paseo mañanero”; la
animosa postal, de vacas reposando en el
alambrado corral nos guía hacia “el ameno descenso de la ermita de Parrillas” y vuelta al camino trashumante, para
adentrarnos en el frondoso encinar. Continuamos
abriendo porteras, nos damos relevos para “enmarcar dignos momentos”; “El
perdigón de Alcañizo”, vuela alto y toma la delantera (“como imaginábamos, la portera estaba abierta”), también
inmortalizamos la estampa otoñal de los imponentes quejigos, fieles, custodiando el regato; más adelante, Diego “Sin
Miedo”, se acurruca en un lujoso palco, a un lado del hormigonado río, para testificar nuestro paso. Atravesamos la
encantada dehesa; conejos, ardillas, aves rapaces y la genuina presencia de las elegantes grullas, dando colorido y alegrando nuestras vistas; pero más
adelante, “tenemos la postal añorada”; una decena de jabalíes marchan a toda
prisa y en la misma fotografía, otros tantos cérvidos salen a estampida “ante
la mirada atónita de los alucinados burriclistas”. “Perder una ilusión
hiere, perderlas todas, mata”; después
del momento de ficción, abandonamos el refugio arbolado, ensanchamos el camino
y ahí nos están esperando y en la cara atizando, los suspiros del temible Eolo; ninguno
cortamos el aire y “toca sufrir y tormento en los últimos kilómetros”; por la
retaguardia ya fallan las fuerzas, también hay amagos de calambres – algunos
compañeros nos comentan-. Pues nada,
hasta nos tomamos con “más calma” el último repecho y esperamos "en la cima" hasta que llega
el último integrante de la escuadra veleña, para clausurar otra “batalla” y entrar
hermanados en la villa soberana.
Resumiendo, ruta circular de 48
kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada a
Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de la Tabla, Cañada Real Leonesa Occidental,
Camino de Velada a Parrillas, Camino Viejo de Arenas de
San Pedro; Carril de La Cuerda; Camino del Torilejo, Camino Real de Arenas de
San Pedro-Parrillas; Camino de Navalcán, Camino de Parrillas a Montesclaros,
Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Mejorada; Camino de
Parrillas-Navalcán-Arenas a Velada.
Pd: Roberto, Diego, muchas gracias por
vuestra aportación fotográfica (1)
Buen día………..SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”