martes, 23 de febrero de 2016

Ruta: El Carril de la Cuerda (Parrillas)

     Domingo, veintiuno de febrero,  mañana  “revuelta y algo enmarañada”; siete caballeros veleños, contando al "Lobo" de Gamonal, nos damos cita en el habitual punto de encuentro; con las burricletas bien dispuestas y prestas para la inminente  contienda “¿dónde se libra hoy la esperada faena?” “¿pachanga o etapa caballera?”. Sobre la mesa, se presentan algunas propuestas; “los almendros por Las Herencias”, “Sotillo por las asilvestradas  cuestas”, al final, nos vamos para los caminos de Navalcán, -ha confirmado Nicolás-.

     Comenzamos la jornada, atravesando la villa de Velada por la tranquila y despoblada plaza; atrás dejamos el adormilado pueblo, para adentrarnos en las vías públicas, tantas veces reconocidas. Marchamos bien agrupados, al fondo –presidiendo- la colosal estampa de Gredos y “recortes” del imponente Baldío,  que con sus intermitentes vistas,  nos acompañan por la serena pista. Los apaciguados  parajes de  Trujillano nos reciben con agrado y abrimos las canceladas puertas, cabalgando entre un mar de encinas, ahogadas en la profundidad  de la intensa  calma. Ante nosotros, aguarda el bravío  recato y  “por aquí, más arriba, un poco más abajo”, buscamos el mejor paso,  pero ninguno lo vemos claro; El Gran Maestre tampoco está inspirado y  toca a retirada,  para “buscar en  el puente” un paso más decente; entre risas y chistes fáciles (“sin olvidar, historias en otras épicas  aquí vivenciadas”), “anda que si nos resfriamos”, "el agua estará helada",  “vamos a ir toda la etapa calados” – y otros comentarios varios, escuchamos- . Arengamos a los más indecisos  y cruzamos con las burricletas del ramal y  los zapatos de las manos, recordando al Maestro, “que este es el camino auténtico”  ¡Atención! Tenemos un osado en el precavido  pelotón;  Ilde  “El Suegro”, consigue domar a las enfurecidas aguas  y  sin coger carrerilla,   “se lanza desde  la orilla”.  Después de “la reconfortante  cruzada”  al otro lado del río, “con esmero nos acicalamos”,  sacamos “la bolsa de aseo”, “toallas perfumadas” y hasta “un secador” que porta  Roberto “El Bueno”. Continuamos la alegre marcha, por rincones agraciados en todo su esplendor y entre el descarado silencio,  camuflados; salimos a la vasta cañada y nos decantamos “por la aldea parrillana”. Desde este punto, “por los columpios, nos toca escalar” hasta “el jaral del cordal”; cada uno, subimos como podemos, “a nuestro ritmo”, siempre esperando y arropando a los rezagados; animadas chácharas “para arreglar el país”, escuchamos en primera fila y también por la retaguardia. Ascendemos por “la vetusta senda”, en cabeza, liderando la desfigurada panorámica, se presenta ante nosotros una  estampa tétrica, que  nos muestra las cicatrices del devastador incendio, sin disimular “sus profundas heridas de guerra”. Desde la cima oteamos a nuestro alrededor, esperamos y  nos agrupamos, “mientras sigue el debate, “sin acuerdo” en el senado”; nos recreamos entre las jaras “de la cuerda”,  en un día con el cielo enrarecido y sin brillo. En los establos tranquilos, viramos a  la izquierda, hacia el enigmático camino y para la mayoría de los compañeros, desconocido; vadeamos “el patatal del profuso prado”, aunque “El Relatero”  ha enfilado  todo recto –por el original, como diría nuestro amigo El Maestro- ; por el sinuoso paso, nos persiguen los rastros del fuego aterrador, tramos embarrados por la entretenida senda y por orden real, buscamos “un bajo para repostar”. Fruta fresca, pasas y el bocata de rigor, salen del “zurrón”,  mientras seguimos “enfrascados” en “la delicada conversación”.

 
     










































































































     Reemprendemos la marcha, sin abandonar la novedosa vereda, rescatamos variados fotogramas; el páramo sin piedad, castigado; muretes de piedra haciendo más acogedor nuestro “paseo mañanero”; la animosa postal, de  vacas reposando en el alambrado corral nos guía hacia “el ameno descenso de la ermita de Parrillas” y  vuelta al camino trashumante, para adentrarnos en el frondoso encinar.  Continuamos abriendo porteras, nos damos relevos para “enmarcar dignos momentos”; “El perdigón de Alcañizo”, vuela alto  y  toma la delantera (“como imaginábamos, la portera estaba abierta”), también inmortalizamos la estampa otoñal de los imponentes quejigos, fieles, custodiando el  regato; más adelante, Diego “Sin Miedo”, se acurruca en un lujoso palco, a un lado del hormigonado río, para testificar nuestro paso.  Atravesamos la encantada dehesa; conejos, ardillas, aves rapaces y la genuina presencia de las elegantes grullas, dando colorido  y alegrando nuestras vistas; pero más adelante, “tenemos la postal añorada”; una decena de jabalíes marchan a toda prisa y en la misma fotografía, otros tantos cérvidos salen a estampida “ante la mirada atónita de los alucinados burriclistas”. “Perder una ilusión hiere,  perderlas todas, mata”; después del momento de ficción, abandonamos el refugio arbolado, ensanchamos el camino y ahí nos están esperando y en la cara atizando, los suspiros del temible Eolo; ninguno cortamos el aire y “toca sufrir y  tormento en los últimos kilómetros”; por la retaguardia ya fallan las fuerzas, también hay amagos de calambres – algunos compañeros  nos comentan-. Pues nada, hasta nos tomamos con “más calma” el último repecho y esperamos "en la cima"  hasta que llega el último integrante de la escuadra veleña, para clausurar  otra “batalla”  y  entrar hermanados en la villa soberana.  


    































































     Resumiendo, ruta circular de 48 kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada a Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de la Tabla, Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Velada a Parrillas, Camino Viejo de Arenas de San Pedro; Carril de La Cuerda; Camino del Torilejo, Camino Real de Arenas de San Pedro-Parrillas; Camino de Navalcán, Camino de Parrillas a Montesclaros, Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Mejorada; Camino de Parrillas-Navalcán-Arenas a Velada.


   Pd: Roberto, Diego, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (1)


   Buen día………..SALUD.




“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Ruta: La Portiña-Atalaya (Segurilla)

     Domingo catorce de febrero, mañana ventosa y en el habitual punto de encuentro, a la hora acordada, “ni  el chino, todavía  ha abierto”, ni señales de los demás compañeros; Roberto “El Bueno” y “El Relatero”, fieles acudimos a la semanal cita, ante  la  “desbandada burriclista” ¿qué habrá sido de esta cuadrilla?, “tampoco pinta tan mal el enmarañado día”;  ¿subimos a la atalaya por la Portiña? le propongo a mí compañero de fatigas.

      Iniciamos la jornada, queremos evitar los caminos embarrados y  más  blandos, por los recientes aguaceros donados; no es mala opción la moqueta del canal “para rodar”; entretenidos marchamos y  “de todo un poco hablamos” para hacer más ameno el camino asfaltado  y sin darnos cuenta, en el resguardado canal nos colamos. A nuestro paso, enrollados en la manta de la agradable mañana, atisbamos  granjas ganaderas, los abandonados secaderos de tabaco y a un grupo de burriclistas, también saludamos. Nos guiamos por la ancha acequia, cruzamos los “tramos mejorados” y “por otros, que no recuerdo (ayer) haber pasado”, íbamos bien enfrascados en la “cháchara  multitemática” y “como sigamos a este paso, antes de tiempo terminamos”. Sin novedad,  dejamos el monótono canal, cuando abrimos  las puertas de las recreativas sendas; no  perdemos  de vista el generoso caudal y el perseguido torreón, allá en lo alto nos aguarda, vigilando con gran expectación; madrugadores  pescadores, “carreristas fondistas” y algún osado burriclista, maquillando los parajes de  la desconfiada jornada. Nos recreamos por la entretenida vereda y “nos toca escalar con esta gran ventolera” –para hacer la etapa más épica- ; nos enfrentamos a la ascensión del conocido “minipuerto”, con tesón y esmero, desafiamos al aire molesto  y la presencia de  “cuatro gotas descarriadas”, tampoco nos amedrantan; la escalada, se hace más corta de lo normal, a pesar de las temidas amenazas y en el tramo más empinado,  también damos la talla  “para coronar la imponente  atalaya”. Fotos de rigor delante de "la garita" y nos bajamos con prisa, “que aquí, el látigo del enfurecido Eolo, bien atiza”; nos entretenemos por la villa cagarrache, jugamos con “ la bomba” en la tradicional fuente; el amigo  Roberto a los mansos caballos les deleita con un cuento y para entretenernos un poco más, remendamos calmados vallados  “para  estirar el corral”. La explosión primaveral deja al descubierto coloridos cuadros y la agradable  sensación de “relajación” por los verdosos prados cercanos;  Tanteamos un lugar resguardado para repostar y en los muros de la piscina, “rebuscamos en el fondo de  las mochilas”;  compartimos viandas y picamos del menú variado,  a la vez que nos hidratamos, “mientras continuamos rajando”.

 
     

























































     Reemprendemos la marcha, atrás dejamos las villas vecinas y en el cruce de caminos, viramos  “hacia territorios  gamoninos”; nos adentramos en los sigilosos parajes de los cerros caballeros ¡¡¡cuánto me engatusa la privilegiada estampa!!!; por estos lares, hacen acto de presencia pastosos charcos y agua salpicando a nuestro paso y  “nos tragamos los pertinentes repechos”, bien “contados” por algunos compañeros. Cuando abrimos el pesado portón, sobre nuestras cabezas, se tiñen “terribles amenazas”, por la siniestra oscuridad mostradas; el cielo ennegrecido  “parece, que sobre nosotros se va a desplomar  y el guerrero Eolo, ahora nos arrea con más agresividad; momentos de diversión por la angosta vereda –aunque nos empuja para atrás-  seguimos “estarciando” nuestro sereno escenario  con los descomunales nubarrones, que tímidamente se animan a descargar. Desde la barrera, divisamos a lo lejos  –y no tanto- grandes cortinas de agua jarreando “de la que nos estamos librando” –comentamos,  mientras nos deleitamos por la entretenida bajada hacia la localidad de  Gamonal; en el “penoso” descenso –por la fuerza del  viento-  “te has empeñado en mojarte”, entre risas, me recuerda mí valeroso escudero. Arribamos en el monumento de la conocida  "Piedra"  y desde aquí, después de la  exitosa jornada, nos despedimos hasta la semana próxima.



     








































       En definitiva, ruta circular de 52 kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Carril de las Mulas, Carreterín Alberche, Canal Bajo del Alberche- Portiña- Atalaya (Segurilla); Camino de Segurilla-Mejorada-Gamonal; Senda de la Encarnación, “Colá” de  Gamonal- Piedra Llana y Camino de Gamonal- Velada.


    Buen día……………SALUD.


    Pd: Roberto, muchas gracias por tu aportación fotográfica (6)



    “mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….”