Después
de tanto rodar, mtb de calidad, anchos caminos, angostas
veredas, largos puertos, espectacular la sierra de Gredos, muchos kilómetros y desnivel acumulado, desafío a los
elementos (frío, agua, calor, aire….) y
el reto de Ávila (superado con nota), toca un merecido descanso y desconexión
total del mundo de las dos ruedas, durante unas semanas. Para matar “el
gusanillo”, habrá que aterrizar y poner los pies sobre la tierra y “caminar”. Nada
mejor que realizar dicha actividad por la impresionante sierra de Gredos (para
no perder los “malos” hábitos) y ya veremos por dónde más, ¿será por caminos?
La
primera ruta, la realizamos el jueves 12
de octubre, día festivo. Después de
confirmar el día antes, allá que nos “arreamos” Manolo y un servidor. Mi
acompañante, un experimentado e
intrépido montañero. Le “debía” una
etapa de “patear” montaña, después de la ruta de mtb que nos metimos en
primavera hacia “El Risco Gordo”. En
esta ocasión, nuestro objetivo era encaramarnos en el Pico La Fría.
Iniciamos
la salida desde El Puerto El Pico, buscamos
el panel informativo que nos indica la salida y nos “montamos” en la Senda de
La Rubía. Ésta, transcurre por una suave
y constante ascensión a media ladera,
por una trocha angosta, pero no
peligrosa (pero cuidado, en la montaña confianza cero) ; a nuestro paso,
contemplamos el serpenteante “Puerto El
Pico”, El pico del Torozo situado en la otra vertiente, el barranco de las cinco Villas y al fondo
otros picos conocidos (Mira, La Canal) , mientras cruzamos “el cementerio de pinos” que dejó el fatídico
incendio del año 2009 (afectó a los términos de Arenas, El Arenal y
Mombeltrán). Tras la animada subida, llegamos a la Pradera de la Rubía,
donde nos recibe un rebaño de cabras
montesas, regalándonos una exhibición
gratuita de sus carreras y pasmosa habilidad; también, avistamos el antiguo chozo de pastores y la
fuente que da nombre a la senda que recorremos, mientras sobre nuestras
cabezas, ondean un cordal de colosales y multiformes piedras sobre la
espectacular cresta. Continuamos nuestra
marcha, ensimismados con los parajes que nos rodean, “lo insignificantes que
somos” ante tanta grandeza, pero
seguimos montados a media ladera; zigzagueamos el jovial sendero, tenemos alguna
que otra pendiente, mientras contemplamos el laberinto de pistas y el inmenso
pinar que inunda el territorio del Arenal. Enfrascados en amenas
conversaciones, algunas más formales y otras transcendentales, sin darnos
cuenta, llegamos al refugio de Las Campanas; tenemos unos
minutos de relax, para tantear el cobijo y de paso, aprovechamos la hora del “bocadillo”. Desde
este punto, cogemos la senda del Puerto del Arenal, un paso digno de admirar,
recomendable y que merece la pena
conocer y reconocer; dentro del
sinuoso recorrido, hace que nos recreemos con las imponentes vistas que ya hemos dejado atrás y con las nuevas que salen a nuestro encuentro y con las que
tenemos que “bregar”. También, tenemos
algún tramo más empinado, que hace “que nos callemos”, “bufemos”, controlemos
la respiración y tengamos que “apretar”.
Llegamos a la cima del conocido puerto, fotos de rigor y según mi compañero de
fatigas, tenemos conato de capea; Manolo,
que no era para tanto.
Continuamos,
ahora el tramo es más llevadero, avistamos otra fuente, como las demás, le
cuesta soltar el agua. Poco a poco, vamos empinando la senda, más
adelanten nos topamos con un rebaño de
machos cabríos y aprovechamos para recrearnos con su reconfortante presencia y ojear la otra parte del valle. Según vamos cogiendo altitud, notamos el aire
más fresco y en pleno movimiento, nos resguardamos detrás de una pared de
piedras, nos hidratamos y “algún dulce y pasas picamos”. Desde aquí, salvamos
la maraña de piornos que nos cortan el paso,
hasta que nos ponemos en “línea” y cresteamos por el agraciado paisaje
montañoso hasta llegar a nuestro objetivo. Hacemos una pequeña trepada para
coronar y tenemos unos minutos de rigor para contemplar las genuinas vistas que nos
invaden a trescientos sesenta grados:
“No es más quién más alto llega, sino aquel que influenciado por la belleza que
le envuelve, más intensamente siente”.
Después
de alimentar los sentidos, preparamos el regreso; alegramos la marcha por el achicharrado
collado y en el fugaz descenso nos adentramos; tramos rodados y “algo
delicados” por los canturriales y la
arena suelta; espesos piornos, enredados hierbajos y coloridos
helechos nos complican el paso; echamos la vista atrás para despedirnos
del museo de las gigantescas piedras y de los árboles caídos “pero a pesar de
las adversidades, todavía en pie se
mantienen”. Arribamos en la cabaña pastora y desde aquí, nos marcamos “un
Kilian”, por la retorcida senda, también disfrutamos con las vistas de
vuelta y sin más novedad, por la repetida trocha nos dejamos caer a la anchurosa pradera, nuestro punto de partida.
Destacar
lo entretenida y disfrutona de esta ruta, las espectaculares vistas, así como el
entorno donde está enclavada, además de la agradable compañía de Manolo. No nos
hemos encontrado a ninguna persona durante toda la etapa ¿Calidad de la misma? Recomendable 100%. Como punto negativo,
debido a la notable sequía y el largo verano que llevamos, apenas hay agua, las
chorreras no corren, los humedales apenas se notan y las fuentes que encontramos, corrían un hilo
de agua.
En
definitiva, ruta circular de 16 kms, altitud máxima 1982 metros (Pico La Fría),
con 800 metros aproximadamente de desnivel positivo. Desde El Puerto El Pico,
hemos recorrido La Senda de La Rubía, Refugio de Las Campanas, Puerto del
Arenal, Collado de la Sillita, Pico la Fría, Collado La Rubía, Refugio La
Rubía, Puerto El Pico.
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Hace
aproximadamente un mes, a mitad de
semana, recibí la llamada telefónica de un buen amigo de la infancia: Chuchi “Carche”. El motivo era, una propuesta
para realizar una ruta “buena, bonita y barata” por la Sierra de Gredos; quería
subir al Morezón (itinerario que no conocía) acompañado de otro buen amigo suyo
(Quique) para que éste, conociera la sierra mencionada. Para postre, comentar
que Chuchi fue el que me “envenenó” hace ya más de veinte años con la
gratificante pócima del mundo de la
montaña; bastantes anécdotas para contar, muy buenos momentos, algún susto,
retos conseguidos, pero siempre nos ha acompañado el humor y muuuuchas risas.
Por supuesto, ¿cómo no aceptar tal invitación?, no podía darle una negativa
(para estos eventos, tampoco sé decirlo) pero me tenía que dar un tiempo;
estaba saturado por motivos laborales y también, tenía que pasar nuestro reto burriclista de
“La conquista de Ávila”. Por lo que, concretamos dicha ruta para el sábado día
14 de Octubre. El Jueves de esta misma semana, “cerramos el trato” y confirmamos,
que “palante”.
Comenzamos
la jornada montañera desde la Plataforma, por la senda de La Laguna Grande; por
el empinado camino empedrado,
rápidamente entramos en calor, marchamos a buen ritmo y aunque parezca
mentira, todavía no se atisba la afluencia de senderistas. Por lo que, hacemos más amena la elevada trocha; de vez
en cuando, echamos la vista hacia atrás, para contemplar la extensa pradera, el
refugio alejado y la elevación de los picachos que sobresalen de la Mira y de
“Los Galayos”. El compañero Quique, rescata el aire limpio que nos envuelve, para cuando llegue a la “intoxicada” capital y a cada paso, “admira y reconoce
tanta belleza” y nos va recordando la
magnitud de los parajes encontrados; hacemos una “mini-parada” en la fuente de
los cavadores y por el tramo quebrado y de piedras tapizado, subimos al alto de
“Los Barrerones”, mientras al
fondo, avistamos las altas cotas,
durante años en tantas ocasiones
“conquistadas” . Desde este punto,
hacemos un giro de izquierda hacia “La Cuerda del Cuento”; entre un
callejón de piornos, salvamos la pronunciada ascensión, inmortalizamos los gratificantes momentos que
rezuman por el privilegiado terreno; también, salimos airosos del frondoso
piornal, aunque es recomendable “pasarlo con pantalón largo”, aunque, mis compañeros no le temen a “los
latigazos y arañazos” que se llevan de recuerdo. Retamos a las discontinúas
ascensiones pedregosas del cuento, soportamos las frías envestidas del “temible
Eolo” hasta que llegamos al “cordal” y nos asomamos desde el empedrado balcón
para contemplar las postales de ficción.
Me voy a tener que creer, que desde esta
perspectiva nos encontramos y podemos disfrutar de las mejores vistas de Gredos, “según
entendidos y veteranos montañeros” “revistas
–especializadas- y guías de montaña”. Admiramos el entorno que nos rodea, los
sentidos no dan a vasto a asimilar tanta grandeza, detenemos el tiempo por los agraciados
escenarios y cuando me quedo ensimismado, comienzo a “divagar”; “somos microscópicos perdidos en la inmensidad” - me da por pensar. Nos asomamos y nos volvemos a asomar, pero sin parar de
avanzar, hasta que tomamos la cima del Morezón, con mucho entusiasmo y
admiración: “No conquistamos una montaña; nos conquistamos a nosotros mismos”.
En este punto, regalamos a nuestros expectantes sentidos los espectaculares
fotogramas que nos brindan las colosales montañas. Decidimos picar algo,
bocatas, dulces, pasas, frutos secos para “llenar la andorga” porque mi estómago “ya barrunta
la hora”; aunque, a la vez que “papeamos”, oteamos por aquí y por allá y mis asombrados compañeros, parece que “estas
moles a casa se quieren llevar”.
Reemprendemos
la marcha, por el entretenido descenso hacia “Navasomera”, cuando “nos
encontramos con el momento estrella”; un magnífico rebaño de machos cabríos, en
tan aletargado reposo se encuentran, que ni se inmutan
de nuestro paso ni presencia; también, atrás dejamos el paraje lunar que nos lleva por la
marcada vereda y otro macho cabrío en mitad de ésta, cortándonos el paso y otros tantos a un lado, bien repanchingados; aprovechamos para hacer
más fotografías, “esto ya parece un documental” les comento a mis compañeros
entre risas. Después de tanta expectación y caminar otro trecho, arribamos en
el refugio del rey, por cierto, “bien
concurrido de gente” estaba este punto; desde aquí, cogemos la cuerda que lleva
su nombre y aprovechamos para disfrutar de las dos vertientes que nos rodean
(La de Gredos y La del Valle del Tiétar) y otros grandiosos riscos que nos
topamos según marchamos. Después de la multitud de buenos momentos, de las
excelentes panorámicas rescatadas, de tantas chorradas y risas del “trío
maravillas”, llegamos al “mojón” del Puerto de Candeleda y desde aquí, siguiendo la vertiente de la garganta, hacemos
más llevadera la marcha, cambiamos al margen izquierdo, para ir más cómodos y evitar la capea (“Quique, de esta te has librado”). Vamos comentando la
jornada vivida y “aprueba con nota” según “el exigente jurado”, salvamos algún
tramo de escondidos “barrancos”; ¡¡¡cuidado!!! Esto es lesión de tobillo de
alto grado; a lo lejos –bueno, no tanto- ya podemos ver el reguero de gente que
marchan por la vía de La Laguna; Sin más novedad, salimos a la empedrada pista, “siempre se me
hace algo complicado el andar por aquí al bajar”, ¿por qué será?, y llegamos al punto de partida, felicitaciones y
quedamos citados para próximas ediciones.
Destacar
las espectaculares vistas de esta ruta, divisando las cimas más elevadas
(Almanzor, Galana, Mira, Galayos,…..) desde otra perspectiva. Igualmente destacar el
contraste del paisaje al ir “montado” en la cuerda y contemplar el Valle del
Tiétar y Gredos al mismo tiempo…..y tantas panorámicas más que los sentidos no
daban a vasto a asimilar. No menos importante, la compañía de mi amigo Jesús y
el haber conocido a Quique y el ver cómo
ha disfrutado, su cara y comentarios lo
decían todo. Como punto negativo, ver las fuentes secas, la
hierba amarilla y el bajo nivel del pantano del Rosarito al igual que las
distintas lagunas que hemos podido encontrar a nuestro paso.
Resumiendo,
ruta circular de 15,5 kms, altitud
máxima 2389 metros, 700 metros de
desnivel positivo. Recorrido: Plataforma, Camino de La Laguna Grande, Cuerda
del Cuento, Pico Morezón, Vaguada de Navasomera, Refugio del Rey, Cuerda del
Refugio del Rey, Puerto de Candeleda, Garganta Prado Puerto-Plataforma.
Pd:
Jesús, gracias por tu aportación fotográfica (8)
Buen
día…………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”