Domingo,
veintisiete de diciembre, templada (ausencia de grados negativos) nos recibe la
mañana para “rutear”; entre bajas por lesiones, otros “placeres” navideños y “forzadas”
vacaciones, parece que en el grupo hemos
hecho un “E.R.E”. Cuatro caballeros veleños,
nos damos cita en el habitual
punto de encuentro, desafiando al “tímido invierno” y a los “posibles excesos”.
Ilde “El Suegro”, nos propone, “hacer
una visita a Montesclaros”, ¿por qué no? Y para allá que vamos.
Comenzamos la etapa por la solitaria y
silenciada avenida; circunvalamos la villa por el camino del Molino y con la inercia, bajamos por “el Torilejo”; en
el descenso conocido, “parece que a los dedos les ataca el frío”; contemplamos
la vistosa quietud, reposada en el gélido
Baldío, mientras comentamos sobre
eventos y los festivos acontecimientos. Continuamos por caminos vecinales,
granjas y otros caseríos, se van quedando atrás; nos adentramos en el paso “recién
desbrozado”, aunque alguna zarza “nos ataca” y ante nosotros, el cauce del
arenoso río nos aguarda; Ilde “El Suegro”, se empeña, y lo salva, “con pundonor
y mucho brío”. La perceptible placidez y
un estruendoso silencio, inundan el encantado encinar; madrugadoras rapaces se
hacen eco de nuestra sigilosa presencia; tramos removidos “por los esquivos
cochinos” y “las barbas de viejo” purificando el recodo olvidado. Abrimos las
porteras pertinentes –atrás, dejamos alguna más- “por la senda de la vida”; la callejuela de
jaras “parece que se empina” y con sus agradables olores nos convida. Por “El
camino de Los caleros”, nos animamos y en mitad de la vía, unos lustrosos marranos –de verdad- nos cortan el paso y algún atrevido, que ya ha elegido “su pieza
para echarla a la mesa”. Después de los “chistes fáciles”, marchamos hacia
adelante, avistamos la aldea montesa y entramos por la pina cuesta. En la plaza
–como de costumbre- paramos a repostar; dulces, frutas y “algo de jamón” salen
del apretado zurrón; compartimos viandas y proponemos –sin éxito- tomar un café
en alguna tasca.
Reemprendemos la marcha, “parece, que nos hemos quedado fríos, después de “la obligada parada”; esto se arregla y entramos en calor, “por
los repechos parrillanos” –con ironía comentamos; por la acogedora umbría del
camino, salimos al misterioso “parque temático del cordelillo”.¿Qué decir, para el que lo conoce?¿Qué contar, a aquellos
que por aquí, todavía no han aterrizado?
Diluvio de diversión por “la hechizada senda”, en esta época del año, bien tratada -debido a la falta de lluvias-,
vagamos emocionados, “soltando barbaridades” y otras “perlas paisajeras”; también, escuchamos la propuesta de hacerlo hacia arriba, “pues es
verdad, últimamente lo hacemos en descenso”; desmontados, salvamos los
canchales pedreros y con la superlativa exaltación, hasta tengo “alucinaciones” y veo piedras, “disfrazadas de lechón”. Risas y bromas de mis
compañeros, “si ya me extrañaba a mí, que se quedaran tan quietos”; en otro
punto distinto, cruzamos el vaciado río; salimos de la ficticia cueva, con una
sonrisa de oreja a oreja, agotamos vocablos y otros grandiosos adjetivos; comentamos la magna jugada y nos “despertamos” en la vasta cañada. Rodamos “mientras
de cháchara continuamos”; Eduardo “El Carpin”, nos comenta, que “se va por la
pista llana”, por supuesto, que le acompañamos los demás. Parece que el aire
nos da de espaldas, “no está nada mal para cabalgar”; agrupados marchamos,
cuando al infierno de los arenales llegamos, “hasta parece que el aire se ha
rodeado”; escucho a mis compañeros, “algunas bolerías” vamos soltando, ¿falta
la voz de alguien? Y cuando miramos para atrás, Roberto “El Bueno”, dice “que
el belén se ha desmontado”, nos falta el
amigo carpintero, ¿habrá tenido alguna avería? “no se ha podido quedar tan
atrás”, “veníamos juntos, antes de coger el traicionero arenal”. Damos media vuelta y salimos a su encuentro;
le encontramos con la burricleta del ramal, “parece, que le ha visitado el tío
del mazo”. Nos agrupamos, bajamos “algunos hierros” y esperamos “todo lo que
sea necesario” para llegar bien hermanados, mientras nos comenta sobre los
calambres que le han atizado. Sin más novedad, cruzamos la estirada llanura, “en
modo relajados”, aprovecho y explico a mis compañeros “el cuento de los malos pasos”,
salvamos el último repecho y por el camino asfaltado, al punto de partida
arribamos.
En definitiva, ruta circular de 43 kilómetros,
los principales caminos transitados han sido; Camino de Los Perales, Camino del
Molino, Camino del Toril, Camino de Casillas (Velada-Montesclaros)- Camino de
Velada-Talavera a Montesclaros; Camino de Montesclaros-Parrillas, Senda del
Cordelillo, Cañada Real Leonesa Oriental-Velada.
Buen día………………SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”