miércoles, 29 de junio de 2016

Ruta: Los Bajos de Navalahierba



     Domingo, veintiséis de junio, a primeras horas de la mañana ya nos avisa el pegajoso calor estival; nueve caballeros veleños, un escudero gamonino y  “un nuevo debutante, Roberto”, acudimos a nuestro habitual punto de encuentro. Con las burricletas bien dispuestas, algunos avisan “que no quieren cuestas”; ante tal negativa, la indecisión y falta de confirmación, “nos bajamos a Navalahierba” es “la mejor propuesta” presentada sobre la mesa; mientras un trío de compañeros, se marchan para los llanos de Calera.

     Iniciamos la jornada, saliendo de la villa por “la retaguardia”; los primeros kilómetros,  los hacemos amenos, con variadas temáticas y  con alegres pedaladas, nos colamos en el pausado encinar, tostado por el sol castigador; salvamos arenales, esquivamos baches, abrimos rústicas porteras  y el río también cruzamos –en esta ocasión, montados-. Desde aquí, cogemos la quebrada vía,  para dirigirnos al poblado de Parrillas; nos adentramos por  sus principales calles y nos “programamos” en modo de “subida” por la panorámica tendida. Cristobalón, sobrado de fuerzas,  lidera el aguerrido pelotón; Diego “Sin Miedo” no se queda atrás y también le da “por retratar” y  Gabriel “Lamparillas”, cabalga  lozano y nos muestra su “culotte” último modelo con “trampilla”. No es muy  cómoda la accidentada escalada, con piedra suelta y las burricletas que cocean y se espantan; avistamos las tristonas alturas por el fuego devastadas y  “en silencio” nos coronamos  en  la postal desolada. Desde este punto, comenzamos el fugaz descenso –también aprovechamos para abrevar en el refrescante pilón- ; fotogramas asilvestrados y pasos “nada transitados”, tramos rasgados y la parte delantera, descendiendo como gamos –según  nos comentan-. Desde la fortaleza de Navalahierba, nos recreamos por la repanchingada dehesa y “el bocata” –sin acuerdo previo- , a la sombra,  después de tomar la empinada cuesta; atrás dejamos la  portera abierta y  comenzamos la sufrida ascensión, tapizada de piedrecillas sueltas y haciendo más duro “el temido –y para algunos- desconocido repechón”; desde la retaguardia, escuchamos “el alto a la cuadrilla”; Jesús “El Serrano”, la cadena en pleno apretón se ha cargado; a falta del mecánico oficial, con rapidez y eficacia, solucionamos el entuerto los caballeros de guardia. Continuamos escalando por la parte más sombría, -los demás compañeros ya habrán llegado- ; a nuestro paso, una alfombra de hojas secas y por la placentera arboleda, apretamos  los dientes en las resguardadas pendientes y  a la sombra de la florida retama,  paramos a repostar. Compartimos viandas, fruta fresca, pasas y los respectivos bocatas, nos hidratamos con ganas y llenamos la andorga, para hacer más llevadera la calurosa etapa.



     





















































     Reemprendemos la etapa, cabalgando por el discontinuo rompe-piernas, que se camufla entre la espesura de las jaras, y que nos regalan  otros tantos subes y bajas; avistamos dignas postales cerreras por las perdidas cuestas; a nuestro paso, “polvo, sol, fatiga y de ganas sobrados y muchas berenjenas en las piernas” ; Ilde “El Suegro” todo un ejemplo de pundonor y entrega; Martín “El Fiero”, haciendo gala de su descomunal fuerza, “veréis cuando esté bien” –nos comenta; de uno en uno, nos vamos encaramando en la cima, nos agrupamos y todos esperamos, antes de perdernos en la  espectacular bajada. A  lo lejos,  una vistosa  estela de la veloz polvareda, es el único rastro que la escuadra veleña a su paso va dejando; deshacemos la ruta “andada”, cruzamos la localidad parrillana y  a nuestro paso,  con prisa “y sin frenos”  se mueve el achicharrado decorado; también el aire nos atiza de cara, volvemos a cruzar el río,  “parece que lleva menos agua que esta mañana”; pero seguimos a lo nuestro, metemos “algún hierro más” para que no decaiga la marcha; atrás dejamos el remanso encinar, las caídas “cochineras” y las antiguas casas de labranzas, que un día más, son testigo fieles de nuestras incontables andanzas: “no tenemos que derrumbar nuestros sueños, tenemos que tirar las barreras que nos impiden alcanzarlos” por eso de los nuevos y exigentes retos  que nos aguardan en la veraniega temporada . Por estos derroteros, apretamos un poco más, “cada cual como pueda” o las fuerzas le permitan “el penúltimo” repecho afrontar; una vez más, esperamos y nos agrupamos,  para entrar en nuestra villa, todos juntos y hermanados.


 




















       Resumiendo, ruta circular de 58 kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada a Arenas-Navalcán-Parrillas; Camino Real de Arenas de San Pedro; Camino de La Perreña; Camino del Torilejo; Camino Viejo de Arenas de San Pedro; Camino de Parrillas-Navalcán-Arenas a Velada.



Pd: Diego, Cristóbal, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (6)



Buen día…………………SALUD.




“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


martes, 14 de junio de 2016

Ruta: Subida a la Torreta del Arbillas (Refugio La Sillita)

     Domingo, doce de junio, por invitación y propuesta expresa del caballero artesano, el bien nombrado  Alberto “El Maestro Ceramista , nos desplazamos con las burricletas  perfectamente  acomodadas en coches y  furgonetas,  hacia el  pueblo abulense de Arenas de San Pedro; tenemos ruta montañera.  Seis caballeros veleños y “El Susi”, miembro honorífico del reino de Gredos, somos los privilegiados para este reto serrano; en el punto pactado, saludamos a conocidos de Talavera y la comarca, también hasta aquí han venido “van a realizar, la etapa de los cincos ríos”, su ruta clásica.

     Iniciamos la jornada por las céntricas callejas de la villa; aquí, no hay “protocolos ni anunciadores”, directamente, en el minuto uno, nos adentramos en la mágica senda de los pescadores. Por el tupido bosque, nos topamos con el frescor mañanero y las gratificantes melodías del bullicioso riachuelo; pasos estrechos, tapizados de piedras sueltas, escalinatas rasgadas y una maraña de  raíces por la vereda, asomadas; también salvamos el cristalino arroyuelo  y la simulada cuesta, camuflada entre la frondosidad de la arboleda y  el recargado verdor de los helechos pintorescos. “Poco más que contar y mucha tela que cortar”, aproximadamente 20 kms tenemos para escalar, -anunciaba la tarjeta con su pina oferta-. Entre callejones de pinos y el acicalado bosque, nos damos los primeros apretones; Antonio Medina y Gabriel “Lamparillas” lideran la osada cuadrilla, mientras nos recreamos con las maravillosas vistas y con los límpidos olores con los que nos agasajan estos encantados rincones; los flashes trabajan a destajo, foto por aquí, foto por allá y también nos entretenemos con otro grupo de burriclistas, que han  llegado de las calurosas  llanuras, ¡¡¡¡está concurrida la sierra!!! –comentamos. Continuamos por la tendida  ascensión, a nuestro paso,  “nos topamos” con el  mosaico arbolado a “la sombra resguardado”; robles, pinos y castaños salen a nuestro encuentro y de forma intermitente nos van cambiando  el admirado escenario. Como esta “cuesta” da para mucho, de todo un poco vamos hablando –y de vez en cuando apretando- todo sea dicho; Martín “El Fiero” subiendo y entrenando con “lastre” –en cuatro días  no hay quien le pare-; los escarceos aventureros del “Susi” y  su valentía  de “voltear de cabo a rabo  la península”, nos agrupamos, esperamos y “aflojamos” las veces que haga falta; como dijo Diego “Sin Miedo”,  “trepar es la intuición” y “sin querer”-tampoco obligados- , subimos de propina otro repechón, porque  nuestro amigo  Alberto, también quiere emular al bravío  Maestro y nos ha sacado del itinerario marcado. A nuestro paso,  generosos  pilones de agua fresca y transparente, hacemos unos metros de carretera –para oxigenar  las piernas-; desde aquí,  buscamos “un giro de izquierdas” y continuamos con la misma cantinela: subir, subir y subir es la consigna establecida; es una gozada disfrutar del entorno que nos envuelve  y de la interminable trepada en  la umbría plantada. Teniendo en cuenta  la agradable compañía que me arropa,  “el camino hacia la cima es, como la marcha hacia uno mismo, una ruta en solitario”. Comentamos la belleza de la postal que nos rodea y también, por estos lares, hacer una  ruta (o dos)   mensual; echamos un vistazo desde el acondicionado mirador y por la pista del portezuelo, hacia la torreta vigía, hacemos un último esfuerzo; cada cual –como pueda- o las fuerzas le respondan por estos tramos apuntando hacia arriba,  cargados de silencio y sobre nuestras cabezas, la empachosa  quietud nos acecha; ¿Por qué queremos volver? ¿Qué oculta  este lugar? ¿Qué misterio habrá?¿Qué nos da, para querer más? Y otras tantas preguntas más, empiezan a aflorar ¿Será el mal de altura que comienza a avisar? De uno en uno vamos coronando “el torreón”, damos un voltio por la esperada  cima; contemplamos el refugio y sus alrededores,  también hablamos con el guarda, “algún intrépido caballero,  quería subir a vigilar” e  intercambiamos opiniones varias en los minutos para  repostar;  compartimos viandas, fruta fresca, pasas y bocatas para reponer fuerzas y hacer más llevadera la vuelta.


  




























































































     Reemprendemos la etapa, toca deshacer “el camino escalado”; afrontamos el monótono descenso, viendo los pinos pasar “a toda prisa” y más adelante, nos avisan: “volvemos a trepar, un poco más”; en modo distendido “retamos al próximo repecho”, nos recreamos con las vistas que se asoman a lo lejos, “reconocidas cimas” que a volver, nos invitan. El amigo Susi, nos tiene preparado “un buen plato de caviar”, según nos comentó (con guasa) más abajo, “se quería vengar”; nos adentramos en angostas veredas, toca bailar sobre las burricletas, sortear zanjas y piedras y negociar la mejor trazada antes de parar en el enésimo pilón a abrevar. Más adelante, se nos abren las puertas de la senda “cinco estrellas”, sólo apta para los más doctos y preparados en la materia. El Susi, que en estas lides anda sobrado –y en plazas más grandes ha toreado- , nos da una lección práctica y magistral, sobre “cómo operar”; los demás “tenemos que recuperar”,  hacemos  tramos andando, mejor no arriesgar, aunque, este rincón tiene duende, se siente especial. Arribamos en Guisando, ¿será aquí la ruta familiar? En la jornada de hoy, nos vale todo, con tal de pronto regresar al idílico  pinar; hacemos un tramo de carretera, nos queda la última senda, “pero que no tenga mucha piedra”. Lo dicho, nos colamos en la ceñida vereda, algún “canto” en medio, también tenemos que “afinar”; helechos, jaras y zarzas rezuman flama y  nos hacen ponernos en guardia, aunque más de un arañazo nos llevamos, en este divertido  tramo, todos disfrutamos. A nuestro paso, árboles frutales, cerezos pintones entre los empedrados callejones; al final, Gabriel “Lamparillas” la mochila de cerezas  se lleva vacía, “tendremos que volver otro día”. Sin más novedad, vamos comentando la jugada montañera, damos un voltio por la concurrida localidad de Arenas y hasta la plaza central nos acercamos a saludar a Julio (Saroni) “por aquí anda con su grupo, amenizando las callejuelas con el cante popular”; llegamos al punto de partida, despedimos con honores  al amigo Jesús….y en breve, más.  

 



     























      En definitiva, ruta circular de 35 kilómetros: Salimos desde la Fuente La Piña para dejar a la izquierda el Castillo del Condestable Dávalos, seguimos por la margen derecha del Ricuevas, y  seguir por el Camino Viejo de Pelayos. A nuestra derecha,  las Cornatillas, bancales de cerezos y olivares. Bajamos el Empedrado del Tinarejo hasta cruzar el Río Pelayos por el Puente Viejo. Seguimos por la Senda que bordea El Bujarro. Cruzamos por el sendero Arroyo Cerezo. Dejamos a nuestra izquierda El Rancho El Burro y seguimos por Las Gesillas. Cruzamos la carretera y  otra  fuerte subida a Horco Zapata, donde volvemos a seguir por carretera en Fuente de Barras. Giramos a izquierda por Guisandillo hasta el Refugio, seguimos por pista hasta enlazar con la carretera de Arbillas. Mitigamos la sed en la Fuente de la Lobera y llegamos al mirador de Arbillas. Balcón del Valle del Tietar. Seguimos por pista y desviamos a la Torreta de Arbillas, dejando a la derecha la pista del Portezuelo. Subida larga y tendida hasta la torreta. Descanso y descenso hasta El Portezuelo de Mari Lucas. Nos desviamos a la izquierda buscando la Cuerda de la Sillita, hasta la Fuente del Portillo. Divertido y técnico descenso por el sendero de la Fuente del Valle. Un traguito de agua y trialera de Las Tirolinas hasta El Risquillo de Guisando.Por carretera hasta el cruce del Hornillo. Subida al Lancharón, bordeamos el Collado del Guayerbas para bajar por Las Cornatillas,  terminando por Los Callejones para llegar al barrio de Triana de Arenas.


  Pd: Martín, Alberto, Diego, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (8)

  Pd1: Susi, muchas gracias por la detallada y  exhaustiva descripción de la ruta.


  Buen día………………….SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


martes, 7 de junio de 2016

Ruta:Montesclaros-La Aldea de Arango

     Domingo, cinco de junio y nos pronostican altas  temperaturas. Nueve caballeros veleños acudimos al habitual punto de encuentro y  otros tantos engalonados, a eventos solidarios han marchado. Con las burricletas bien dispuestas – o al menos eso creemos- el tema del itinerario no está nada claro. Unos por aquí, otros por allá, al final, Ángel “El Guerrero” nos propone “por los bosques del marquesado”.

     Comenzamos la jornada por la despejada avenida; Roberto “El Bueno” (El Marqués de Valdecolmenares) tiene recortado el horario y prefiere quedarse por los cerros andorreando, “por si acaso”. Los demás, circunvalamos la tranquila villa, dirección hacia  el anchuroso terralgo; bien agrupados marchamos y en modo “distendido”, de todo un poco vamos “cascando”. Salvamos los primeros arenales y  el amigo Ángel, nos invita a “tantear” uno de los antiguos caminos (de uso público) que ha sido expoliado y está “bien olvidado”. La primera, portera con candado y la vía pública, perdida entre alcornoques y  arada; cabalgamos por el complicado arenal y unas cuantas liebres “echamos al morral” algunos repiten, no les ha tenido que ir tan mal; a nuestro paso, la hierba mojada, nos refresca “las patas” y algunos compañeros nos avisan “¿posibles garrapatas?”; hacemos el camino imaginario, entre helechos, hierbas altas, saltando alambreras y cruzando el río, unas veces montados y otras,  con los zapatos de la mano; Ilde “El Suegro”, lo salva sin pensarlo, levantando el agua por encima “de su intrépida montura”, pero más de uno “los pinreles lleva calados”.  Eso sí, la estampa es digna de admirar, recargada de encanto y tranquilidad, por lo tanto, este camino “hay que reclamar” (Camino de Velada a La Aldea de Arango). Abandonamos la sinuosa pista y nos adentramos en parajes adehesados; a nuestro paso,  abundantes pastos y cosechas bien cuidadas engalanando al pletórico encinar; por estos lares, el amigo Ilde, nos tiene que abandonar, “muy a su pesar”. El callejón encinado “pica hacia arriba”, por pasos  renovados, bien marcados y más adelante,  quebrados y “algo desviado”, también “nos ponen” piedras  sueltas, para hacer más amena la miniescalada  y  un mosaico de colores, engalanando este tramo más olvidado. A nuestro paso, vamos recogiendo los pequeños detalles que salen a buscarnos; el perceptible  halo que envuelve los terrenos del marquesado, rapaces custodiando el despejado cielo, derruidas labranzas entre las encinas, camufladas,  “el forzado cortejo” del impaciente astado, y la inocente revuelta de la espantada vacada. Desde el camino parrillano hacemos la victoriosa entrada  en  la aldea de Montesclaros; paramos a repostar en la serena plaza, compartimos viandas y nos refrescamos,  durante estos  minutos de entretenida “charla”. Nos ponemos en contacto con el compañero adelantado y nos confirma que en la vuelta “no nos puede acompañar”.


     

















































      Reemprendemos la jornada, ¿la vuelta? por el camino de la reconocida aldea; comentamos sobre la próxima equipación y “el escudo real” que la va a abanderar; abrimos porteras y nos colamos en la  lujosa senda asilvestrada e inmortalizamos momentos coloridos que nos regala la digna panorámica; salvamos algunos charcos y tramos embarrados, desde la idílica postal nos ausentamos hacia el más allá,  con el frescor del arroyo florido y también “buscando el mejor paso” remontamos el torrente empedrado. Nos dejamos llevar a través  del silenciado encinar, volvemos a saludar al amable guarda, mientras “unos cuantos buitres” planean sobre nuestras cabezas y las reses tendidas, ignoran nuestro cabalgar. Arribamos en La Aldea del marquesado y por “orden real”, Fernando “El Grande” “nos obliga a posar” e  inmortalizamos este momento, contra el muro del corral. En este punto, no lo vemos claro, unos por aquí, otros por allá (“por eso de alargar”); al final, decidimos ir todos juntos por “la dehesa feudal”. Nos recreamos por el descenso rasgado, es todo un privilegio para los expectantes sentidos, recorrer estos nobles parajes, sellados con rúbricas medievales; aligeramos la marcha por el cuidado camino, avistamos obras rústicas, campos tupidos de cereales y pastos que  aletargan nuestro divagar desde  el reconfortante encinar.También, cruzamos “el famoso Nadinos”, la burricleta de  Domingo “El Maca” se espanta  y el insigne caballero, “se zambulle a carpa y se cala hasta las espaldas”, sin consecuencias y “el móvil tampoco ha tragado agua”; como en la vida misma, "lo que ahoga a una persona no es caerse al río, sino mantenerse sumergido en él".  Atrás dejamos la quietud y el embrujo  del Toril y hacemos un tramo de carretera, ya que el camino público está sin acondicionar (¿por interés o temeridad?) y tiene cerradas sus porteras. Desde la parcela del Baldío, “nos montamos” en  la infinita recta, avistando “el molino de vientos” e intuyendo la resguardada presa; rodamos con alegría y Alberto “El Maestro Ceramista” nos invita a apretar por “la subida tendida”. Sin novedad, nos vamos encaramando, esperamos y nos agrupamos, para entrar hermanados en la condecorada villa.



































































     En definitiva, ruta circular de 44 kilómetros, los principales caminos transitados han sido: Camino del Torilejo; Camino de Velada a La Aldea de Arango; Camino de Parrillas a Montesclaros. Camino de Montesclaros a La Aldea de Arango, N-502, Camino del Torilejo a Velada.


Pd: Fernando, Ángel, gracias por vuestra aportación fotográfica (7)


Buen día……………..SALUD.


“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….”