Domingo, veintinueve de julio, amables
temperaturas nos ofrece la mañana para
la novedosa aventura. En la jornada de hoy, tenemos etapa inédita, especial y de alta montaña, visitando El Castro Celta y hacia “La Plataforma del Hornillo” situada en el punto más alto.
Cinco caballeros veleños nos presentamos en el pactado punto de encuentro, pero
el amigo Roberto “El Bueno”, sólo nos
animará y acompañará unos kilómetros. Otros tres compañeros (Gabriel
“Machaque”, Alberto “El Maestro Ceramista” y Medina “El Estratega”) saldrán a
nuestro encuentro, desde la villa de
Candeleda. Con las burricletas bien dispuestas y de ilusión sobrados,
emprendemos el ansiado reto montañero.
Iniciamos la jornada atravesando la
villa veleña, cruzando el casco antiguo hacia el camino de Arenas; nos lanzamos
por los extensos terralgos de los llanos del Baldío, envueltos en un halo de aire fresco,
que hace nuestro cabalgar más apacible y ameno. Atravesamos la serenidad
que nos ofrece el sosegado encinar; abrimos los pertinentes portones de la vía de Navalcán, mientras nos movemos con soltura
por los altos pastizales, esquivando así los camuflados baches. A nuestro paso, una
manada de decenas de ciervos de todos los tamaños, rompen la armonía de la
escuadra y asistimos a un espectáculo de “explosivas carreras e imponentes
cornamentas”; cruzamos el arenoso río y
por el transitado camino, nos topamos
con bastantes cabezas de ganado,
campando a sus anchas e ignorando nuestra presencia y sin
sobresaltos, por los deslucidos campos.
Desde la Cañada Real, arribamos en la villa navalqueña y por “el carril de las
aves” bordeamos la localidad, para entrar en
la pista asfaltada de “Valcasillo”; cabalgamos agrupados, bien alineados
y “piropeando” la claridad y transparencia que nos ofrecen las vistas de la
conocida sierra. Nos “tiramos” por el veloz tobogán, bien arropados por las
fincas arboladas, llegamos al “Tiétar” y a su empedrado apeadero; salvamos el
caudaloso río, Diego “Sin Miedo”, con sus chanclas, último modelo; los demás,
por las resbaladizas piedras “mantenemos el equilibrio” entre “bolerías y risas”. Desde la otra
orilla, despedimos al amigo Roberto y nosotros, a lo nuestro y por el camino más recto;
comenzamos el carrusel de puertas, aunque en esta ocasión, encontramos algunas
abiertas; parajes bien perfumados por
los jarales y la calma que nos brinda el impresionante encinar; saltamos las alambreras (como la
semana pasada)y más adelante, en “el
próximo caserío”, nos aguardan el trío de veleños; nos damos novedades, “hasta
buitres hemos visto”, nos comentan los refuerzos recién llegados; continuamos con el recital de porteras,
mientras el amigo Diego, “pega un pase de pecho y con estilo, casi toca el cuerno del desafiante astado”;
nos perdemos por la tupida estampa y en esta ocasión, cruzamos el río con más de un remojón;
Cristóbal “El Nazareno” también se apunta al “curso de fotografía” y me echa
una mano, para cubrir el novedoso
reportaje. Por la vía bien marcada,
pasamos la despejada carretera y por el laberinto de las
abundantes huertas, llegamos al cartel
que nos da la bienvenida a Candeleda, la serrana villa. En este punto, repostamos
para “recargar las baterías” y en el
refrescante pilón, abrevamos; unos minutos de relax y vuelta a empezar.
Reemprendemos la marcha, cabalgando
por la concurrida localidad, hacemos un tramo por la despejada carretera
comarcal, para enlazar con la vía asfaltada que hacia el Raso nos ha de
llevar. Disimuladamente, nos adentramos
en terreno ascendente, mientras nos
recreamos con las panorámicas montañeras
y otras, que nos ofrecen a campo abierto, con humildad seleccionada. En “El
Puente de los Riveros”, coincidimos con nuestros familiares, pero sólo de
refilón les saludamos “por si nos mandan
las tareas de descarga y ubicación”. Poco a poco, vamos sumando desnivel por la
discontinua y rápida ascensión, que nos
brinda buenos momentos “sin pisar el acelerador”.
Entramos en el Raso, que de fiestas
andaban, buscamos el panel informativo del “Castro Celta-Vetón” y desde aquí, iniciamos
la prolongada cuesta hacia la fortaleza celta. Salvamos el duro repecho
inicial, mientras un grupo numeroso de “
alegres chavales” (que estaban de fiesta todavía) nos vitorean y animan en plena subida; pero
uno de ellos, parece que otra
película veía, “GAANNNDUUUULLLLLLL”, a
nuestro amigo Gabriel, que guardaba la retaguardia, le decía. Los demás, no podíamos parar de
hacer chistes y reír, mientras cabalgábamos por la cómoda vía; “sin querer ni
darnos cuenta” continuamos escalando y a media ladera, disfrutando de las genuinas vistas veratas y de las singulares estampas
regaladas. Más adelante, llegamos al asentamiento vetón, compartimos trayecto
con turistas, cabras y ante nosotros, se presenta la monumental construcción. Nos acercamos a la
entrada “del museo”, pero “el supervisor” nos habla de “prohibición de
vehículos sin motor” por el perímetro del lugar, “El Museo del Prado” es la comparación. Con
educación intercambiamos impresiones y respuestas a “su sin razón”; pedimos
permiso para “tirar fotografías” por eso de
no alterar el curso de la historia, ni el entorno desgastar. Después de
ilustrarnos de la cultura vetona, continuamos por el transitado puerto;
“carreristas, ninfas serranas y otro numeroso pelotón de burriclistas” pueblan la transitada
pista; cabalgamos bien agrupados, reponemos agua en la próxima fuente que encontramos y “parriba tiramos”.
Tanteamos los paneles informativos, cuando suenan las cornetas “sálvese quien pueda”; “un cuarteto” se adelanta “como si no
hubiera mañana”, a destajo y con demasiada soltura, escalando. Trepamos por el
camino rasgado, que descaradamente “se va empinando”, abundante piedra suelta, tramos quebrados, mientras por la
escasa arboleda, se cuelan unas espectaculares vistas de pantanos y parajes
veratos. A nuestro paso, “pinturasrupestres”, “chozos de pastores” y la
prominente pendiente que nos lleva a la plataforma “del paramente”. Pedro “Hierros”
con oficio, se retuerce por los duros repechos; curvas por aquí, otras más abiertas por allá,
algún tramo estirado pero en ningún momento
dejamos de subir; en algún tramo más abierto, veo a los compañeros
escapados, “parece que también van desperdigados”; “aparecen y desaparecen” por
las continuas curvas y pasos escarpados. De uno en uno coronamos “el calvero”,
incluso subimos unos metros más arriba
del punto marcado, a más de mil doscientos metros, parapetados por altas
cumbres y un vergel de helechos ; nos damos novedades y en la parte
delantera “parece que ha habido un buen
calentón, calambres y algún reventón” según nos comentan la cabeza del
pelotón. Conquistada la cima y objetivo
conseguido, las pertinentes fotos de rigor en el pódium de honor; nos recreamos
con el entorno que nos rodea, la quietud que nos envuelve, el descomunal
silencio que nos arropa en la exagerada inmensidad y la infinita calma que reina en el
privilegiado altar: “Si se os pregunta, ¿qué es el silencio? Responded: Es la
primera piedra del templo de la sabiduría.”
Después de tanto esfuerzo, entrega y sudores; empeño,
delirios y el éxito conseguido, iniciamos la vuelta por el
conquistado camino, pero ahora, afrontamos la cansina y desgarrada bajada; recogemos la pista desplegada, con más
sosiego y disfrutando de los fotogramas
que nos presenta la generosa estampa; custodiamos los privilegiados rincones, “sus históricos monumentos” y el
encanto con que nos agasaja la bondadosa montaña, mientras, a gran velocidad se
superponen las mejores imágenes recopiladas; deshacemos las pendientes escaladas
y repetimos el camino, más cómodo y sereno
y llevadero hasta “El Puente de los Riveros”. En este punto, despedimos a los
compañeros que en casa les esperan con la mesa puesta. Los demás, tenemos
recompensa en el hospitalario merendero; nos aguardan nuestros familiares, “charcas
frescas” para el merecido baño, exquisitos manjares, refrescos y zumo de cebada,
para brindar por la victoriosa etapa.
Animadas conversaciones y por supuesto, el meritorio descanso del guerrero,
después de la dura batalla.
En definitiva, ruta lineal de 77 kms,
los principales caminos transitados han sido: Camino de
Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de La Tabla, Cañada Real Leonesa
Occidental, Camino de Talavera a Navalcán, Camino de Valcasillo, Camino de
Navalcán a Candeleda, Carretera de Madrigal, Camino de Los Riveros- Raso-Castro
Celta- Alto del Hornillo (“Jornillo”)-Raso-Puente de Los Riveros.
Pd: Roberto, Cristóbal, Diego, muchas
gracias por vuestra aportación fotográfica (3).
Buen día………..SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”