martes, 31 de julio de 2018

Ruta: Velada-Candeleda-El Raso-Castro Celta-Alto del Hornillo.



Domingo, veintinueve de julio, amables temperaturas nos ofrece la mañana  para la novedosa aventura. En la jornada de hoy, tenemos etapa inédita,  especial y de alta montaña, visitando El  Castro Celta y hacia “La Plataforma del Hornillo” situada en el punto más alto. Cinco caballeros veleños nos presentamos en el pactado punto de encuentro, pero el amigo Roberto “El Bueno”, sólo  nos animará y acompañará unos kilómetros. Otros tres compañeros (Gabriel “Machaque”, Alberto “El Maestro Ceramista” y Medina “El Estratega”) saldrán a nuestro encuentro,  desde la villa de Candeleda. Con las burricletas bien dispuestas y de ilusión sobrados, emprendemos el ansiado   reto montañero.

Iniciamos la jornada atravesando la villa veleña, cruzando el casco antiguo hacia el camino de Arenas; nos lanzamos por los extensos terralgos de los llanos del Baldío, envueltos en un halo  de   aire fresco,  que hace nuestro cabalgar más apacible y ameno. Atravesamos la serenidad que nos ofrece el sosegado encinar; abrimos los pertinentes  portones de la vía  de Navalcán, mientras nos movemos con soltura por los altos pastizales, esquivando así  los camuflados baches. A nuestro paso, una manada de decenas de ciervos de todos los tamaños, rompen la armonía de la escuadra y asistimos a un espectáculo de “explosivas carreras e imponentes cornamentas”;  cruzamos el arenoso río y por el transitado camino,  nos topamos con bastantes  cabezas de ganado, campando a sus anchas e ignorando nuestra presencia y   sin sobresaltos,  por los deslucidos campos. Desde la Cañada Real, arribamos en la villa navalqueña y por “el carril de las aves” bordeamos la localidad, para entrar en  la pista asfaltada de “Valcasillo”; cabalgamos agrupados, bien alineados y “piropeando” la claridad y transparencia que nos ofrecen las vistas de la conocida sierra. Nos “tiramos” por el veloz tobogán, bien arropados por las fincas arboladas, llegamos al “Tiétar” y a su empedrado apeadero; salvamos el caudaloso río, Diego “Sin Miedo”, con sus chanclas, último modelo;  los demás,  por las resbaladizas piedras “mantenemos el equilibrio”  entre “bolerías y risas”. Desde la otra orilla, despedimos al amigo Roberto y nosotros,  a lo nuestro y por el camino más recto; comenzamos el carrusel de puertas, aunque en esta ocasión, encontramos algunas abiertas;   parajes bien perfumados por los jarales y la calma que nos brinda el impresionante  encinar; saltamos las alambreras (como la semana pasada)y más adelante,  en “el próximo caserío”, nos aguardan el trío de veleños; nos damos novedades, “hasta buitres hemos visto”, nos comentan los refuerzos recién llegados;  continuamos con el recital de porteras, mientras el amigo Diego, “pega un pase de pecho y con estilo,  casi toca el cuerno del desafiante astado”; nos perdemos por la tupida estampa y en esta ocasión,  cruzamos el río con más de un remojón; Cristóbal “El Nazareno” también se apunta al “curso de fotografía” y me echa una mano,  para cubrir el novedoso reportaje.  Por la vía bien marcada, pasamos  la despejada  carretera y por el laberinto de las abundantes  huertas, llegamos al cartel que nos da la bienvenida a Candeleda, la serrana villa. En este punto, repostamos para “recargar las baterías”  y en el refrescante pilón, abrevamos; unos minutos de relax y vuelta a empezar.



















































Reemprendemos la marcha, cabalgando por la concurrida localidad, hacemos un tramo por la despejada carretera comarcal,  para enlazar con la  vía asfaltada que hacia el Raso nos ha de llevar. Disimuladamente,  nos adentramos en terreno ascendente, mientras  nos recreamos con las panorámicas  montañeras y otras, que nos ofrecen a campo abierto, con humildad seleccionada. En “El Puente de los Riveros”, coincidimos con nuestros familiares, pero sólo de refilón  les saludamos “por si nos mandan las tareas de descarga y ubicación”. Poco a poco, vamos sumando desnivel por la discontinua y rápida  ascensión, que nos brinda buenos momentos “sin pisar el acelerador”.

Entramos en el Raso, que de fiestas andaban, buscamos el panel informativo del “Castro Celta-Vetón” y desde aquí, iniciamos la prolongada cuesta hacia la fortaleza celta. Salvamos el duro repecho inicial, mientras un grupo numeroso  de “ alegres chavales” (que estaban de fiesta todavía)  nos vitorean y animan en plena subida;  pero  uno de ellos, parece que  otra película veía,  “GAANNNDUUUULLLLLLL”, a nuestro amigo Gabriel, que guardaba la retaguardia,  le decía. Los demás, no podíamos parar de hacer chistes y reír, mientras cabalgábamos por la cómoda vía; “sin querer ni darnos cuenta” continuamos escalando y a media ladera,  disfrutando  de las genuinas  vistas veratas y de las singulares estampas regaladas. Más adelante, llegamos al asentamiento vetón, compartimos trayecto con turistas, cabras y ante nosotros, se presenta  la monumental construcción. Nos acercamos a la entrada “del museo”, pero “el supervisor” nos habla de “prohibición de vehículos sin motor” por el perímetro del lugar,  “El Museo del Prado” es la comparación. Con educación intercambiamos impresiones y respuestas a “su sin razón”; pedimos permiso para “tirar fotografías” por eso de  no alterar el curso de la historia,  ni el entorno desgastar. Después de ilustrarnos de la cultura vetona, continuamos por el transitado puerto; “carreristas, ninfas serranas y otro numeroso  pelotón de burriclistas” pueblan la transitada pista; cabalgamos bien agrupados, reponemos agua en la próxima fuente  que encontramos y “parriba tiramos”. Tanteamos los paneles informativos, cuando suenan las cornetas “sálvese quien  pueda”; “un cuarteto” se adelanta “como si no hubiera mañana”, a destajo y con demasiada soltura, escalando. Trepamos por el camino rasgado, que descaradamente “se va empinando”, abundante  piedra suelta,  tramos quebrados, mientras  por  la escasa arboleda,  se cuelan unas  espectaculares vistas de pantanos y parajes veratos.  A nuestro paso, “pinturasrupestres”, “chozos de pastores”  y la prominente pendiente que nos lleva a la plataforma “del paramente”. Pedro “Hierros” con oficio, se retuerce por los duros repechos;  curvas por aquí, otras más abiertas por allá, algún tramo estirado pero en ningún momento  dejamos de subir; en algún tramo más abierto, veo a los compañeros escapados, “parece que también van desperdigados”; “aparecen y desaparecen” por las continuas curvas y pasos escarpados. De uno en uno coronamos “el calvero”, incluso subimos unos metros  más arriba del punto marcado, a más de mil doscientos metros, parapetados por altas cumbres y un vergel de helechos ; nos damos novedades y en la parte delantera  “parece que ha habido un buen calentón, calambres y algún reventón” según nos comentan la cabeza del pelotón.  Conquistada la cima y objetivo conseguido, las pertinentes fotos de rigor en el pódium de honor; nos recreamos con el entorno que nos rodea, la quietud que nos envuelve, el descomunal silencio que nos arropa en la exagerada inmensidad    y la infinita calma que reina en el privilegiado altar: “Si se os pregunta, ¿qué es el silencio? Responded: Es la primera piedra del templo de la sabiduría.”



















































Después de tanto esfuerzo, entrega y sudores; empeño, delirios y el éxito conseguido, iniciamos la vuelta  por  el conquistado camino, pero ahora,  afrontamos la cansina y desgarrada bajada; recogemos la pista desplegada, con más sosiego  y disfrutando de los fotogramas que nos presenta la generosa estampa; custodiamos los privilegiados rincones,  “sus históricos monumentos” y el encanto con que nos agasaja la bondadosa montaña, mientras, a gran velocidad se superponen las mejores imágenes recopiladas; deshacemos las pendientes escaladas y repetimos el camino, más cómodo y  sereno y llevadero hasta “El Puente de los Riveros”. En este punto, despedimos a los compañeros que en casa les esperan con la mesa puesta. Los demás, tenemos recompensa en el hospitalario merendero; nos aguardan nuestros familiares, “charcas frescas” para el merecido baño, exquisitos manjares, refrescos y zumo de cebada, para brindar por la victoriosa  etapa. Animadas conversaciones y por supuesto, el meritorio descanso del guerrero, después de la dura batalla.  


















En definitiva, ruta lineal de 77 kms, los principales caminos transitados han sido: Camino de Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de La Tabla, Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Talavera a Navalcán, Camino de Valcasillo, Camino de Navalcán a Candeleda, Carretera de Madrigal, Camino de Los Riveros- Raso-Castro Celta- Alto del Hornillo (“Jornillo”)-Raso-Puente de Los Riveros.


Pd: Roberto, Cristóbal, Diego, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (3).


Buen día………..SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”