lunes, 16 de septiembre de 2019

Ruta: Circular "Senda y Puente de Los Duendes".


Domingo, quince de septiembre, sin la hora cambiada todavía,  en el lugar de costumbre, ocho caballeros veleños acudimos a la cita burriclista; bien dispuestos  y pertrechos con nuestras burricletas,   en el cartel de la ruta se anuncian, pueblos y kilómetros, teniendo en cuenta el próximo reto. Un quinteto, optamos por la larga alternativa, los demás compañeros, quieren una jornada más tranquila.

Inmediatez, prisas, mucho ruido –en sentido amplio-  y “experiencias en diferido”, conviven con nosotros en nuestro día a día; no es lo mismo, querer que hacer;  no podemos aprender  primero a correr que andar; por la misma razón, no es lo mismo “voy”  que salir; nada tiene que ver, ser actor principal con ser un espectador más;  por supuesto, desde “el trono del  sofá” no podemos jugar a ser héroes, ni por las altas cumbres  volar, ni  mucho menos,  agradables sensaciones experimentar, ni tan siquiera imaginar la magia de un determinado momento ni  lugar.  Tampoco,  nuestro “super-móvil inteligente”  nos va a guiar hacía el más allá, ni por nosotros va a “cabalgar”; no es lo mismo estar, a que te lo cuenten los que allí nunca estuvieron.  “La vida no tiene sentido, se lo das tú, con lo que haces, con lo que te apasiones, con tus ilusiones. Tú, construyes el universo a tu medida”. “La suerte es el esfuerzo enmascarado. Cuanto más te esfuerces,  más suerte tendrás”.

Iniciamos la jornada, por el camino de “Los Perales” dirección Mejorada; en el punto de mira , la fortaleza de “La Gamonosa” para abrir boca; después de la lluvia de la noche pasada, es todo un placer, degustar los deliciosos olores que rezuman de los calados cerros; nos recreamos con la amable sensación de frescor,  que parece nos va a acompañar durante esta expedición. Cabalgamos bien agrupados,  en armonía por la compactada pista, comentando  asuntos varios; atravesamos las  villas vecinas, siendo testigos de los rastros  de  las “fiestas de Segurilla”.  Por estas ínsulas, como es pronto todavía, nos ponemos en contacto con “el comando de Talavera” que a las nueve salían”, para informarles que marchamos por el camino de Cervera; “sin prisas pero sin pausa”,  reducimos “algo” la marcha, “éstos,  nos van a alcanzar”. Bromas y risas por el asfaltado camino, que poco a poco  se va empinando; parece que el agua caída, además de refrescarnos,  nos da alas y más alegría; atrás, –sin apenas darnos cuenta-   dejamos la localidad de Cervera y bajando hacia Pepino cogemos aire por la agradecida y tupida callejuela y nos adentramos en el paraje de “las siete puertas”. Un valle de calma y tranquilidad encontramos por la parcela  de Doña Germana, mientras seguimos contando “porteras”, reduciendo la marcha y mirando para atrás, “todavía no les vemos, ¿por dónde vendrán? Nosotros a lo nuestro, en breve nos alcanzarán. San Román dejamos a nuestras espaldas, para empezar a escalar; por el rincón de los enebros, la belleza y la quietud cabalgan a nuestro lado;  suben las pulsaciones por el maravilloso lugar y “embrujados”  por su hechizo  no dejamos de pedalear. Coronamos con éxito, nos agrupamos y mientras esperamos, también llegan los compañeros talaveranos (Diego “Sin Miedo”, Antonio Median y Cristóbal “El Nazareno”); más distendidos,  por el camino nos damos novedades y nos comentan sobre “el calentón” que se han pegado para llegar. Más adelante, en el pilón de Marrupe, paramos a repostar. Unos minutos de relax, nos hidratamos y algo picamos,  para reponer fuerzas y afrontar la segunda parte de la etapa. En este punto, también aparecen Ilde “El Suegro” y Jesús “El Serrano” (los del turno de las nueve) ; Roberto “El Bueno”, también nos deja y desde aquí, por caminos varios,  emprendemos la  vuelta.





































Los demás, reemprendemos la marcha;  por el idílico lugar, nos montamos en un remanso de paz y tranquilidad,   un mar de encinas ondean a nuestro paso, estrechas sendas van abriendo la colmada dehesa y un raposo con prisa,  en pleno deleite se nos atraviesa. Cuando salimos al marcado camino, por la parte delantera “a destajo” se pedalea; no hay tregua por las anchuras de la cañada, ni por sus rasgados toboganes, por lo que,  arribamos y  cruzamos Sotillo, “casi sin llamar”. Desde aquí, por la vía más salvaje y “querida” por la cuadrilla; continuos subes y bajas por los despejados y limpios cerros, planeamos sin alas por los puntos más rápidos y las empinadas cuestas del Marrupejo,  también son un caramelo dulce “para los más  picaos”. Más adelante, custodio la retaguardia y espero para ir todos acompañados; el amigo Gabriel “Machaque” me dice que “parece que he pinchao”;  dos veces damos aire a la rueda, mientras nos llaman “los adelantaos”, damos novedades de la avería  y en “La Cruz de los Arrepentidos”, montamos el taller de campaña; la cubierta ni rastro de “pegamento”, “¿cómo iba a sellar?”, poniendo la  cámara nueva tenemos que arreglar. Como vamos bien de tiempo, queremos alargar la etapa;  “escuchando misa” cruzamos Segurilla, también dejamos atrás Mejorada para apostar por  el camino de Gamonal; recorremos los reconocidos caminos, bien estudiados y tantas veces cabalgados que hasta los baches y regueras contamos; salvamos los correspondientes repechos y por la bajada arreglada, disfrutamos y  en menos de “ná” entramos en Gamonal. Circunvalamos dicha localidad, hacia  los territorios del “indio”, subimos el menhir,  nos colamos en  el callejón de las dehesillas y salimos a la laguna del conejo para hacer más tiempo y sumar kilómetros; por estos lares, cerramos y echamos el candado al corral  y damos por finalizada la jornada.  Hasta la próxima.






















Resumiendo, ruta circular de 77 kms (1.100 metros desnivel +) los principales caminos transitados han sido: Camino de Los Perales, Camino de Velada-Mejorada-Segurilla-Cervera de Los Montes-Pepino-San Román de Los Montes- Marrupe-Cervera-Navamorcuende-Sotillo de Las Palomas (Cañada Real Leonesa Oriental)- Camino Antiguo de Segurilla-Camino del Hituero- Segurilla-Mejorada- Gamonal- Monte Nuevo- Las Dehesillas- Velada.


Buen día…………….SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”

martes, 10 de septiembre de 2019

Ruta: Vía Verde de la Jara (53 razones)


Viernes, seis de septiembre, en plenas fiestas patronales de Velada, me voy a dar "un homenaje" con una kilometrada;  desde Calera y Chozas, recorrer la Vía Verde de la Jara. En mi caso, prefiero otro tipo de etapas, pero para rodar, es la ruta ideal más cercana. Además, siempre habrá “algunas” razones para volver y  realizar dicha etapa.


Pasar una apacible  mañana dando pedales. Degustar los caprichos del  nuevo día. Sentir la agradable sensación de “cabalgar sobre la burricleta”. Contabilizar  los túneles –de longitud variada-  que nos abren el paso por la estirada vía. Cruzar el ajustado pasadizo del cañaveral; respirar el aire fresco, impregnado de los empapados campos  herbáceos (alfalfa,  “albejones”). Avistar las abandonadas estaciones para restar kilómetros a la ruta. Disfrutar de las generosas vistas,  que nos ofrece el caudaloso río. Recrearnos con la  espectacular caída del colosal viaducto. Avistar variedad de especies (corzos, conejos, perdices, buitres y aguiluchos). Contemplar  las antiguas y derruidas  construcciones de piedra. Admirar los afilados “tajos” de pizarra que se suceden en nuestro camino. Alegrarnos por la cantidad de agua que recoge el vistoso  embalse. Disfrutar de la ligera pendiente que nos guía durante el camino de ida. Cabalgar en armonía, por un terreno bastante cómodo “en ocasiones irregular” pero cero en dificultad. Sentir la “incertidumbre” por la oscuridad de los largos túneles.  Considerar, los detalles visibles  que descansan en la interminable vía (vallas de madera, hierro oxidado,  áreas de descanso habilitadas, fuentes de agua corriente, formas de las piedras,  etc). Recorrer  el alargado y perfumado  callejón del jaral.  “Observar” las nítidas pistas  que nos ofrecen  “las barbas de viejo” por la calmada pista. Apreciar  la monotonía que nos brinda la pausada avenida. “Escuchar” las leyendas   que nos transmiten los paneles y señales de información. Activar todos  los sentidos para hacer más placentera la marcha. Contemplar las hileras de almendros que se pierden por los izados parajes. Valorar la vasta  extensión del entorno natural.  Alegrarnos por la variada  flora del lugar (encinas, jaras y el tímido pinar). Fotografiar puntos y momentos para recordar. Admirar la generosa orografía que nos regala la cansina vía. Desde el kilómetro 31, nos adentramos  en una dimensión más asilvestrada. Apreciar las trabajadas canteras de pizarra y su particular color. Destacar, la expectación que despierta el predecible rincón. Imaginar el funcionamiento de los obsoletos y olvidados  molinos de agua. Estimar las considerables  caídas al vacío, que nos encontramos  a lo largo del camino. Valorar cada sorbo de agua y el alivio que nos reporta para continuar.  Avistar los animados establos y  a  las impasibles  reses abrevando. Disfrutar del  avituallamiento sentado en la última  estación. Admirar la peculiar  postal que tengo a mi alrededor, tonos verdosos,  pinos y picachos detrás del telón. Disfrutar del merecido descanso y  de la perceptible  tranquilidad del lugar. Contemplar el sosegado paraje que me rodea. Sentir de la perenne calma, cabalgando en solitario. Escuchar el ensordecedor silencio que me acompaña desde las primeras horas de la mañana. Degustar el frescor y los  alegres aromas del despertar. Recrearme con la quietud  y serenidad del imperturbable lugar.  Apreciar la claridad y pureza del día, que "sin tapujos" se pasean por la desierta vía. Admirar la presencia de los buitres, “danzando” sobre mi cabeza.  Escuchar la controlada  respiración y el latido de  cada pulsación. Alegrarme por el esfuerzo realizado. Reservar fuerzas por lo que pueda pasar. Analizar y observar el entorno, así como  las condiciones óptimas para saborear la entretenida jornada. Detener y adueñarme  del tiempo, para hacer más amena la jornada. Disfrutar del ritmo alegre y constante que voy imponiendo.  Respirar bocanadas de  aire limpio y columpiarme sobre la lúcida serenidad. A pesar de “la aparente facilidad”, afrontar  la etapa como un nuevo reto. Respetar el medio y todo lo que me rodea, como ley universal. Cabalgar ensimismado en pensamientos más positivos, pero siempre con el objetivo fijo.  Considerar y valorar la kilometrada, a pesar de las contingencias, sobre todo, el aire de cara en la ida. Para mi sorpresa, también me “ha atizado” gran parte del camino de vuelta (“mala suerte”,  se giró cuando no lo esperaba). Hasta la próxima.
















































En definitiva, ruta de ida y vuelta de 106 kms por la Vía Verde de la Jara (Calera y Chozas-Minas de Santa Quiteria).


Buen día…….SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”