Sábado
diecinueve de septiembre y agradables temperaturas antes de iniciar la clásica ruta. En el “guango” del
Barbú, nos damos cita, “El Relatero” y dos escuderos (Cristóbal y Jesús)
aspirantes a Caballeros Veleños. Las ocho
y media es la hora pactada y la subida a “Las Antenas”, una aventura de altura, es la diseñada para la jornada.
Comenzamos la etapa, de frente, nos aguarda la escalada de “la gamonosa”, el
aperitivo entrante “para abrir boca”;
encaramados en la palpable quietud de la mañana, animados “vamos de cháchara”,
sin prisa pero sin pausa, cruzamos la
villas vecinas. La senda Cervera y la trocha de “Los Dornajos” nos guían por
pasos de silencio sembrados y el amable encinar, dando vida a la intimidad de
los recónditos rincones. Por estos lares, se asoman “algunas discontinuas rampillas”
antes de llegar a “cuatro caminos”, la
gran avenida; por la vía ganadera,
Cristóbal “amenaza con tomar la alternativa” ante la becerra
descarriada. Alguna “marcha” por debajo y reservando fuerzas, para el inicio de
“fiesta”; cruzamos la aldea “marrupeja” y buscamos “la subida hormigonada”;
vallados de piedra y estacas pasadas, dando cobijo al mosaico perfumado de enebros, jaras y encinas. A nuestro paso,
“desde el estratégico mirador” echamos
un vistazo al paisaje privilegiado; en la noble andadura, el escenario va tomando
tonos menos claros y salvamos los
primeros “repechos serios”, antes de arribar en la Hinojosa. Parada obligada
para repostar, fotos de rigor y minutos de descanso, antes de iniciar la terrible ascensión.
Reemprendemos la marcha, desde aquí,
hormigón rasgado y las descomunales rampas dando brillo a una exigente panorámica
multicolor. En plena escalada, saludamos
a otros osados burriclistas y en el
cruce señalado, me despido de mis
compañeros de fatiga (van con hora, por
motivos laborales y familiares). Continúo en solitario por el tremendo ascenso,
-sudor y tesón, santo y seña del reto montañero- escucho los acordes de mi
respiración y el susurro del belicoso
aire, bailando acompasados con la espesa arboleda. Salen a mi encuentro,
castaños bien cargados y preparando sus
frutos, un plantel de lustrosos pinos y un callejón de jaras disimulando las
pendientes más exigentes; antes de llegar a la esperada explanada, un último
arreón por la enésima cuesta de hormigón. A mi paso, más burriclistas y un ejército
de senderistas por este reino de postales místicas; me adentro en una pista más
tendida (bien arreglada y conservada) y un “estadio” repleto de robles y pinos,
me dan aliento, antes de enfrentarme al último repecho; “me resulta hasta
cómodo” por el buen trato y compactado del desafiante tramo; ante mí, la cima
lunar, me asomo al balcón del Tiétar para disfrutar de unos minutos de contemplación, tomo
aire y por los "momentos sufridos", doy un homenaje a los sentidos, foto de rigor,
echo un trago y antes de partir, me abrigo un poco, para el aire fresco combatir.
El largo descenso, es un intercambio de
sensaciones, por las magnas vistas
regaladas a mi paso y difícil de describir; el bienestar con el que nos
obsequia la misteriosa y variada arboleda, agradables olores que nos desplazan
a épocas ya pasadas; bajadas verticales dejo a un lado y por la senda rebosada de ficción,
bajo a Navamorcuende y el descanso
merecido en su reconfortante pilón. Fruta fresca, refresco de cola y para más
fuerza coger, bocata de jamón; recojo la mesa y el mantel, lleno las botijas de
agua fresca, preparo la pócima para recuperar
y dispuesto para la marcha
emprender. Desde este punto, pongo “un hierro
más” (o dos), para la marcha alegrar; buenas sensaciones por la Cañada
Real a pesar del sofocante calor y
también del aire que me atiza de cara. En esta ocasión, en Sotillo
no paro ni para beber; ¿cara o cruz? estaba
claro, para evitar el tormento del airoteo, por la opción más asilvestrada “me
cuelo”. Dentro del parque de atracciones, de continuos subes y bajas, una tropa
de encinas me resguarda y en mi particular hazaña me acompañan; una pareja de
excursionistas caballistas, me da el
alto, “estamos perdíos, ¿hacia dónde va este camino?” Desde este punto, les
oriento y el mapa de Sotillo les cuento; me agradecen la clase de geografía y a
pasar buen día. Entro en la vía
arreglada, ¡¡¡qué pasada!!!! y encima de bajada; arribo en el reposado inframundo y para mis castigadas piernas
“otra escalada”, antes de cabalgar por tierras más relajadas y ya pobladas. En
la villa “cagarrache”, una ninfa deportista, dando alegría a la avenida vacía
y dentro del pueblo, más gente
corriendo; a estas horas, ¿habrá algún acontecimiento? También cruzo Mejorada,
alguien está removiendo el puchero, yo a lo mío con “esto de los pedales”,
mientras por mi mente van pasando fotogramas de la encomiada etapa.
Sin más novedad y poco más me contar, me recreo en los últimos kilómetros y en territorio de
sobra conocido, esto casi esta hecho, “ahora, coser y cantar”, antes de la
jornada clausurar.
Resumiendo, ruta circular de 92
kilómetros, los principales caminos que hemos transitado han sido: Camino
de Velada a Mejorada- Segurilla, Camino del Hituero, Senda de Cervera, Senda
“Los Dornajos”, Camino de Segurilla a Marrupe, Camino de Marrupe a Navamorcuende-Hinojosa;
Camino de La Hinojosa a Almendral –Subida a las Antenas- , Camino de La
Hinojosa a Almendral, Camino de Marrupe a Navamorcuende; Camino de
Navamorcuende a Buenaventura- Sotillo de las Palomas; Camino de Sotillo de las
Palomas, Segurilla, Camino del Hituero- Mejorada-Velada. Hemos
pasado por las localidades de Mejorada, Segurilla, Marrupe, Hinojosa de San
Vicente, Navamorcuende, Sotillo de las Palomas, Segurilla, Mejorada.
Pd: Cristobal, gracias por tú aportación
fotográfica (3).
Pd1: Las pocas fotografías mías, son con
el móvil….La cámara tuvo otro episodio de avería. Se quedó en la enfermería.
Buen día………………SALUD
“mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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