Domingo trece
de septiembre, fresco despertar y un mar
de nubes “¿amenazan tormentas?” Once caballeros veleños y una pareja de
gamoninos, como cada semana, acudimos al marcado punto de encuentro; Andrés “El
Líder” (en funciones) y Chema –Tino-, después del alargado receso, también se han
animado en la dudosa mañana; nos quieren acompañar unos kilómetros en la
pactada jornada. Con las burricletas bien dispuestas y prestas para la
contienda, a “Las Cuevas del Águila” nos vamos a dar la vuelta.
Comenzamos la
etapa, atravesando las calles más
ilustres de la villa, también “el casco
antiguo” a nuestras espaldas se va quedando, cuando salimos “hacia las afueras”
por el camino asfaltado. Marchamos bien agrupados y al bajar la
cuesta, “algunos, resoplando por las
bajas temperaturas”; agrado y encanto el ver a la osada escuadra “cabalgando
bien alineada”. De todo un poco vamos hablando por el sosegado encinar, cuando
Roberto “El Bueno”, nos alerta de la vistosa escena cérvida, elegantes carreras
que se camuflan en la animada dehesa. Más adelante, ni rastro de agua en el
arenoso río, alguna burricleta se espanta y “una liebre echamos a la saca”, cruzamos
“en fila de a uno” y en las frondosas zarzas,
paramos a desaguar. Por la tranquila estampa, viramos hacia la izquierda, “a la vetusta senda, le vamos a
hacer unas ofrendas”, Los Caballeros con
más galones nos recuerdan “épocas más lejanas”, mientras otros, “nunca han
pasado”, según nos comentan. Abrimos las pertinentes porteras, avistamos a las
impasibles vacas reposando y “el peculiar olor” de la ganadería caprina, nos
avisa de la entrada a la localidad navalqueña. En la mencionada población,
“reunión de pastores”, “los del paseo se quedan” y los demás, “hacia los
pinos, por la más larga cuesta”.
Comenzamos la escalada, con la conocida
consigna “cada cual como pueda” y allá arriba, la espera; Gabriel “Lamparillas” nos muestra
donde se originó el devastador fuego; al fondo, la admirada serrata, mientras
nos enfrentamos con ahínco a las discontinuos tramos más escarpados. Con
cuentagotas vamos coronando y en este punto, era el trayecto marcado para un
sexteto de caballeros veleños; otros tantos, hacia “el paraíso” nos marchamos.
Nos adentramos en la tupida cueva, angostos pasos entre jaras y pinos y la
ataviada belleza, presidiendo el tobogán de los sueños. De la corriente del
“Tiétar” ni rastro, cruzamos la calleja chopera y por la vía asfaltada,
llegamos a Ramacastañas. Paramos a repostar, compartimos viandas y Martín “El
Fiero” con “su merendera pija” nos sorprende, hacemos algunos
chistes y espabilamos que fríos nos estamos quedando.
Retomamos la
etapa, buscando “la gran cañada”, con ritmo alegre, hacemos los tramos divertidos, esquivamos un
campo de abrojeras minado, el antiguo puente nos hace el paseíllo y más
adelante, se abren las puertas de la dehesa de “Navalahierba”, Juan Carlos “El
Lobo” nos da el alto, “parece que he pinchado”, “un poco de aire a la
burricleta y asunto solucionado”. Gabriel “Lamparillas”, nos presenta otro
camino como posible alternativa, nos asegura “el paso legal” y “por aquí que
nos vamos” –entre todos acordamos-. Espectacular camino, con una subida tendida
–incluida-, guiada entre retamas y las alineadas encinas, callejones de jaras y
pasos asilvestrados, con cantos alfombrados. Por estos lares, a un lado del
espinado cercado, nos surge “el eterno
dilema”, “¿qué es dentro y fuera?”; el conflicto espacial, por momentos nos
aterra, mientras Roberto “El Bueno”, con la magistral lección “sesamera” nos
recuerda. Salimos “a la cuerda”, a estas horas parece que las temperaturas también escalan,
aunque el aire nos atiza de cara; somos
testigos de la triste panorámica por el gran incendio, desolada y todavía el olor a monte quemado en el ambiente
flotando. Afrontamos la fugaz bajada hacia la aldea parrillana, mientras nos
recreamos por estos parajes y por la inercia lanzados. Por el conocido camino,
cruzamos el reseco río (en otro punto
distinto), comienzan a aparecer síntomas
de fatiga; por eso de recuperar -“alguno
se toma la pastilla del día después”- y alguna marcha tenemos que bajar. Sin
novedad por el apacible encinar, “con las fuerzas algo tocadas” nos disponemos
a bregar con el último repecho; Francis “El Paciente”, con mucho estilo y brío
en los metros finales está más fresco. Con tranquilidad y “más suaves que un
guante”, llegamos al pueblo y en nuestras mentes, los próximos retos.
En definitiva,
ruta circular de 68 kilómetros, los principales caminos transitados han sido:
Camino de Velada a Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de Talavera a Navalcán,
Camino de Navalcán a Arenas de San Pedro, Sendas de la Sierra del Águila,
Camino de Ramacastañas, Cañada Real Leonesa Occidental, Camino Dehesa Navalahierba
(Parreña) Camino Real de Arenas de San Pedro a Parrillas-Navalcán-Velada.
Pd: Martín,
muchas gracias por tu aportación fotográfica (3).
Buen
día………..SALUD.
“mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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