martes, 7 de junio de 2016

Ruta:Montesclaros-La Aldea de Arango

     Domingo, cinco de junio y nos pronostican altas  temperaturas. Nueve caballeros veleños acudimos al habitual punto de encuentro y  otros tantos engalonados, a eventos solidarios han marchado. Con las burricletas bien dispuestas – o al menos eso creemos- el tema del itinerario no está nada claro. Unos por aquí, otros por allá, al final, Ángel “El Guerrero” nos propone “por los bosques del marquesado”.

     Comenzamos la jornada por la despejada avenida; Roberto “El Bueno” (El Marqués de Valdecolmenares) tiene recortado el horario y prefiere quedarse por los cerros andorreando, “por si acaso”. Los demás, circunvalamos la tranquila villa, dirección hacia  el anchuroso terralgo; bien agrupados marchamos y en modo “distendido”, de todo un poco vamos “cascando”. Salvamos los primeros arenales y  el amigo Ángel, nos invita a “tantear” uno de los antiguos caminos (de uso público) que ha sido expoliado y está “bien olvidado”. La primera, portera con candado y la vía pública, perdida entre alcornoques y  arada; cabalgamos por el complicado arenal y unas cuantas liebres “echamos al morral” algunos repiten, no les ha tenido que ir tan mal; a nuestro paso, la hierba mojada, nos refresca “las patas” y algunos compañeros nos avisan “¿posibles garrapatas?”; hacemos el camino imaginario, entre helechos, hierbas altas, saltando alambreras y cruzando el río, unas veces montados y otras,  con los zapatos de la mano; Ilde “El Suegro”, lo salva sin pensarlo, levantando el agua por encima “de su intrépida montura”, pero más de uno “los pinreles lleva calados”.  Eso sí, la estampa es digna de admirar, recargada de encanto y tranquilidad, por lo tanto, este camino “hay que reclamar” (Camino de Velada a La Aldea de Arango). Abandonamos la sinuosa pista y nos adentramos en parajes adehesados; a nuestro paso,  abundantes pastos y cosechas bien cuidadas engalanando al pletórico encinar; por estos lares, el amigo Ilde, nos tiene que abandonar, “muy a su pesar”. El callejón encinado “pica hacia arriba”, por pasos  renovados, bien marcados y más adelante,  quebrados y “algo desviado”, también “nos ponen” piedras  sueltas, para hacer más amena la miniescalada  y  un mosaico de colores, engalanando este tramo más olvidado. A nuestro paso, vamos recogiendo los pequeños detalles que salen a buscarnos; el perceptible  halo que envuelve los terrenos del marquesado, rapaces custodiando el despejado cielo, derruidas labranzas entre las encinas, camufladas,  “el forzado cortejo” del impaciente astado, y la inocente revuelta de la espantada vacada. Desde el camino parrillano hacemos la victoriosa entrada  en  la aldea de Montesclaros; paramos a repostar en la serena plaza, compartimos viandas y nos refrescamos,  durante estos  minutos de entretenida “charla”. Nos ponemos en contacto con el compañero adelantado y nos confirma que en la vuelta “no nos puede acompañar”.


     

















































      Reemprendemos la jornada, ¿la vuelta? por el camino de la reconocida aldea; comentamos sobre la próxima equipación y “el escudo real” que la va a abanderar; abrimos porteras y nos colamos en la  lujosa senda asilvestrada e inmortalizamos momentos coloridos que nos regala la digna panorámica; salvamos algunos charcos y tramos embarrados, desde la idílica postal nos ausentamos hacia el más allá,  con el frescor del arroyo florido y también “buscando el mejor paso” remontamos el torrente empedrado. Nos dejamos llevar a través  del silenciado encinar, volvemos a saludar al amable guarda, mientras “unos cuantos buitres” planean sobre nuestras cabezas y las reses tendidas, ignoran nuestro cabalgar. Arribamos en La Aldea del marquesado y por “orden real”, Fernando “El Grande” “nos obliga a posar” e  inmortalizamos este momento, contra el muro del corral. En este punto, no lo vemos claro, unos por aquí, otros por allá (“por eso de alargar”); al final, decidimos ir todos juntos por “la dehesa feudal”. Nos recreamos por el descenso rasgado, es todo un privilegio para los expectantes sentidos, recorrer estos nobles parajes, sellados con rúbricas medievales; aligeramos la marcha por el cuidado camino, avistamos obras rústicas, campos tupidos de cereales y pastos que  aletargan nuestro divagar desde  el reconfortante encinar.También, cruzamos “el famoso Nadinos”, la burricleta de  Domingo “El Maca” se espanta  y el insigne caballero, “se zambulle a carpa y se cala hasta las espaldas”, sin consecuencias y “el móvil tampoco ha tragado agua”; como en la vida misma, "lo que ahoga a una persona no es caerse al río, sino mantenerse sumergido en él".  Atrás dejamos la quietud y el embrujo  del Toril y hacemos un tramo de carretera, ya que el camino público está sin acondicionar (¿por interés o temeridad?) y tiene cerradas sus porteras. Desde la parcela del Baldío, “nos montamos” en  la infinita recta, avistando “el molino de vientos” e intuyendo la resguardada presa; rodamos con alegría y Alberto “El Maestro Ceramista” nos invita a apretar por “la subida tendida”. Sin novedad, nos vamos encaramando, esperamos y nos agrupamos, para entrar hermanados en la condecorada villa.



































































     En definitiva, ruta circular de 44 kilómetros, los principales caminos transitados han sido: Camino del Torilejo; Camino de Velada a La Aldea de Arango; Camino de Parrillas a Montesclaros. Camino de Montesclaros a La Aldea de Arango, N-502, Camino del Torilejo a Velada.


Pd: Fernando, Ángel, gracias por vuestra aportación fotográfica (7)


Buen día……………..SALUD.


“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


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