Domingo, doce
de junio, por invitación y propuesta expresa del caballero artesano, el bien
nombrado Alberto “El Maestro Ceramista ,
nos desplazamos con las burricletas
perfectamente acomodadas en
coches y furgonetas, hacia el
pueblo abulense de Arenas de San Pedro; tenemos ruta montañera. Seis caballeros veleños y “El Susi”, miembro
honorífico del reino de Gredos, somos los privilegiados para este reto serrano;
en el punto pactado, saludamos a conocidos de Talavera y la comarca, también
hasta aquí han venido “van a realizar, la etapa de los cincos ríos”, su ruta
clásica.
Iniciamos la jornada por las céntricas
callejas de la villa; aquí, no hay “protocolos ni anunciadores”, directamente, en
el minuto uno, nos adentramos en la mágica senda de los pescadores. Por el
tupido bosque, nos topamos con el frescor mañanero y las gratificantes melodías
del bullicioso riachuelo; pasos estrechos, tapizados de piedras sueltas,
escalinatas rasgadas y una maraña de raíces por la vereda, asomadas; también
salvamos el cristalino arroyuelo y la
simulada cuesta, camuflada entre la frondosidad de la arboleda y el recargado verdor de los helechos
pintorescos. “Poco más que contar y mucha tela que cortar”, aproximadamente 20
kms tenemos para escalar, -anunciaba la tarjeta con su pina oferta-. Entre
callejones de pinos y el acicalado bosque, nos damos los primeros apretones;
Antonio Medina y Gabriel “Lamparillas” lideran la osada cuadrilla, mientras nos
recreamos con las maravillosas vistas y con los límpidos olores con los que nos
agasajan estos encantados rincones; los flashes trabajan a destajo, foto por
aquí, foto por allá y también nos entretenemos con otro grupo de burriclistas, que
han llegado de las calurosas llanuras, ¡¡¡¡está concurrida la sierra!!!
–comentamos. Continuamos por la tendida ascensión, a nuestro paso, “nos topamos” con el mosaico arbolado a “la sombra resguardado”;
robles, pinos y castaños salen a nuestro encuentro y de forma intermitente nos van
cambiando el admirado escenario. Como
esta “cuesta” da para mucho, de todo un poco vamos hablando –y de vez en cuando
apretando- todo sea dicho; Martín “El Fiero” subiendo y entrenando con “lastre”
–en cuatro días no hay quien le pare-;
los escarceos aventureros del “Susi” y
su valentía de “voltear de cabo a
rabo la península”, nos agrupamos,
esperamos y “aflojamos” las veces que haga falta; como dijo Diego “Sin Miedo”, “trepar es la intuición” y “sin querer”-tampoco
obligados- , subimos de propina otro repechón, porque nuestro amigo Alberto, también quiere emular al bravío Maestro y nos ha sacado del itinerario
marcado. A nuestro paso, generosos pilones de agua fresca y transparente, hacemos
unos metros de carretera –para oxigenar las piernas-; desde aquí, buscamos “un giro de izquierdas” y continuamos
con la misma cantinela: subir, subir y subir es la consigna establecida; es una
gozada disfrutar del entorno que nos envuelve y de la interminable trepada en la umbría plantada. Teniendo en cuenta la agradable compañía que me arropa, “el camino hacia la cima es, como la marcha
hacia uno mismo, una ruta en solitario”. Comentamos la belleza de la postal que
nos rodea y también, por estos lares, hacer una ruta (o dos) mensual; echamos un vistazo desde el
acondicionado mirador y por la pista del portezuelo, hacia la torreta vigía,
hacemos un último esfuerzo; cada cual –como pueda- o las fuerzas le respondan
por estos tramos apuntando hacia arriba, cargados de silencio y sobre nuestras cabezas,
la empachosa quietud nos acecha; ¿Por qué
queremos volver? ¿Qué oculta este lugar?
¿Qué misterio habrá?¿Qué nos da, para querer más? Y otras tantas preguntas más,
empiezan a aflorar ¿Será el mal de altura que comienza a avisar? De uno en uno
vamos coronando “el torreón”, damos un voltio por la esperada cima; contemplamos el refugio y sus
alrededores, también hablamos con el
guarda, “algún intrépido caballero, quería subir a vigilar” e intercambiamos opiniones varias en los
minutos para repostar; compartimos viandas, fruta fresca, pasas y
bocatas para reponer fuerzas y hacer más llevadera la vuelta.
Reemprendemos la etapa, toca deshacer “el
camino escalado”; afrontamos el monótono descenso, viendo los pinos pasar “a
toda prisa” y más adelante, nos avisan: “volvemos a trepar, un poco más”; en
modo distendido “retamos al próximo repecho”, nos recreamos con las vistas que
se asoman a lo lejos, “reconocidas cimas” que a volver, nos invitan. El amigo
Susi, nos tiene preparado “un buen plato de caviar”, según nos comentó (con
guasa) más abajo, “se quería vengar”; nos adentramos en angostas veredas, toca bailar
sobre las burricletas, sortear zanjas y piedras y negociar la mejor trazada
antes de parar en el enésimo pilón a abrevar. Más adelante, se nos abren las
puertas de la senda “cinco estrellas”, sólo apta para los más doctos y
preparados en la materia. El Susi, que en estas lides anda sobrado –y en plazas
más grandes ha toreado- , nos da una lección práctica y magistral, sobre “cómo
operar”; los demás “tenemos que recuperar”,
hacemos tramos andando, mejor no
arriesgar, aunque, este rincón tiene duende, se siente especial. Arribamos en
Guisando, ¿será aquí la ruta familiar? En la jornada de hoy, nos vale todo, con
tal de pronto regresar al idílico pinar;
hacemos un tramo de carretera, nos queda la última senda, “pero que no tenga
mucha piedra”. Lo dicho, nos colamos en la ceñida vereda, algún “canto” en
medio, también tenemos que “afinar”; helechos, jaras y zarzas rezuman flama y nos hacen ponernos en guardia, aunque más de
un arañazo nos llevamos, en este divertido tramo, todos disfrutamos. A nuestro paso, árboles frutales, cerezos pintones
entre los empedrados callejones; al final, Gabriel “Lamparillas” la mochila de
cerezas se lleva vacía, “tendremos que
volver otro día”. Sin más novedad, vamos comentando la jugada montañera, damos
un voltio por la concurrida localidad de Arenas y hasta la plaza central nos
acercamos a saludar a Julio (Saroni) “por aquí anda con su grupo, amenizando
las callejuelas con el cante popular”; llegamos al punto de partida, despedimos
con honores al amigo Jesús….y en breve, más.
En
definitiva, ruta circular de 35 kilómetros: Salimos desde la Fuente La Piña para dejar a la izquierda el
Castillo del Condestable Dávalos, seguimos por la margen derecha del Ricuevas, y seguir por el Camino Viejo de Pelayos. A nuestra derecha, las Cornatillas, bancales de cerezos y
olivares. Bajamos el Empedrado del
Tinarejo hasta cruzar el Río
Pelayos por el Puente Viejo. Seguimos por la Senda que bordea El Bujarro. Cruzamos por el
sendero Arroyo Cerezo.
Dejamos a nuestra izquierda El Rancho
El Burro y seguimos por Las
Gesillas. Cruzamos la carretera y
otra fuerte subida a Horco Zapata, donde volvemos a
seguir por carretera en Fuente de
Barras. Giramos a izquierda por Guisandillo
hasta el Refugio, seguimos por pista hasta enlazar con la carretera de
Arbillas. Mitigamos la sed en la Fuente
de la Lobera y llegamos al mirador
de Arbillas. Balcón del Valle del Tietar. Seguimos por pista y
desviamos a la Torreta de Arbillas,
dejando a la derecha la pista del Portezuelo. Subida larga y tendida hasta la
torreta. Descanso y descenso hasta El
Portezuelo de Mari Lucas. Nos desviamos a la izquierda buscando la Cuerda de la Sillita, hasta la Fuente del Portillo. Divertido y
técnico descenso por el sendero de la Fuente
del Valle. Un traguito de agua y trialera de Las Tirolinas hasta El Risquillo de Guisando.Por carretera
hasta el cruce del Hornillo. Subida
al Lancharón, bordeamos el Collado
del Guayerbas para bajar por Las
Cornatillas, terminando por Los Callejones para llegar al barrio
de Triana de Arenas.
Pd: Martín, Alberto, Diego, muchas gracias
por vuestra aportación fotográfica (8)
Pd1: Susi, muchas gracias por la detallada y exhaustiva
descripción de la ruta.
Buen día………………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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