Sábado,
siete de octubre, siendo las seis de la mañana , es la hora prevista para “la
especial jornada”; nueve caballeros veleños con nuestras burricletas bien
dispuestas y prestas para la exigente contienda, nos disponemos a encuadrar
otra sonada batalla: a la conquista de
la ciudad amurallada de Ávila. Más concretamente, según los altos cargos y liderados por “El Gran Maestre”, la toma de dicha fortaleza y la entrega de
llaves de la ciudad (si conseguimos “titular”) se
realizará en el “Palacio de los Velada” (Construcción del SXVI), situado en la
plaza de la catedral.
Iniciamos
la etapa con la noche todavía bien entrada, cruzamos el casco antiguo de la
villa señorial, por sus calles todavía adormiladas; encendemos los achiperres,
candiles y otros “cacharros” más sofisticados para enfrentarnos a la reposada
oscuridad, que en estas primeras horas,
todavía nos va a acompañar. Con un
jardín de estrellas y los destellos de la iluminada luna como únicos testigos, por el paraje de las espesas sombras somos
engullidos. “Parece que llevamos dorsal y chip”, ¿vamos a “destajo”?, pasamos como exhalaciones por las extensiones
del “Baldío”, las “juntas” también
dejamos atrás y para cruzar el reseco
río, tenemos que “apearnos” (recojo las gafas de Martín, más atrás mi
cuentakilómetros saltó sin avisar- el domingo fui a por él y lo encontré- ) y más adelante, nos adentramos en el enmarañado
encinar –de noche es otro cantar- . La primera línea, parece que lleva
prisa-mucha prisa- ¿habremos quedado para desayunar? , y ante nosotros, tenemos una jornada “que se puede hacer muy
larga”; divagamos un buen trecho por el terrorífico encinar – con tantas
prisas, nos hemos pasado el tramo tradicional- (aunque “por ese”, tampoco íbamos mal) , “que si por aquí, que si por allá”, “volvemos a cruzar el
arroyuelo” e Ilde “El Suegro” toma el mando, para sacarnos de este “entuerto” y volvemos a
redil después del improvisado sobresalto. Por la vía de Montesclaros, ya ni
me acuerdo de los tramos empinados, que en otras ocasiones escalamos, ¿la
agradable noche se los habrá merendado?, cruzamos la apagada villa y nos
adentramos en una “rápida pista”; es todo un placer cabalgar de madrugada,
aunque por estos lares “empieza a refrescar”,
algunos artilugios ya se van apagando y a otros compañeros nos tenemos que “arrimar”
para algún susto evitar. Alberto “El Maestro Ceramista”, en su línea, se empeña
en animar “el cotarro”, arranca y hace unos quiebros “a la despistada vaquilla”. Somos conscientes de los
recónditos parajes que nos rodean, pero, aunque sólo vemos a unos metros, lo demás, lo
dejamos para la libre imaginación, para
dibujar lienzos de ficción. Por estos
lares, se han desplomado de forma
exagerada las temperaturas y cabalgamos entre dos luces hacia Buenaventura;
desde el osado pelotón, algún componente, para entrar en calor, demanda encender algún fogón. Atrás, dejamos “la frontera manchega” y con los
primeros rayos del astro sol, nos disponemos a afrontar el mítico y largo puerto.
Iniciamos
la prolongada ascensión, -con 45
kilómetros en las patas- “queremos ir
agrupados” y si es posible “en modo reservón”; no resulta difícil ir a ritmo,
aunque tenemos que bajar, sin dejar de mirar atrás; bien arropados por la
frondosa arboleda, los repechos más
duros nos llevan hasta la localidad de Gavilanes, entre un espeso bosque de castaños y pinos, cabalgamos bien protegidos y luchando contra
los tramos más empinados. En la aldea de Mijares, hemos quedado con Jesús “El
Serrano” para avituallarnos en “el furgón”; vamos mirando a ambos lados de la vía y el
vehículo de asistencia “que no aparece”
por ningún lado aparcado; hacemos las llamadas pertinentes, “ha habido un
malentendido en la coordinación”. Un
cuarteto de compañeros, liderados por Pedro “Hierros” y Medina “El Estratega” tiran hacia adelante, los demás nos quedamos a
“avituallar”, por lo que tenemos que esperar “de más”. Definitivamente, nos
ponemos en marcha, manteniendo un ritmo constante, disfrutando de las vistas
que nos envuelven; saludamos a “los castañeros” que están de faena, mientras
nosotros seguimos bregando con la estirada cuesta. Ilde “El Suegro” toca la
campana y después de un buen tramo escalado, nos deja, se baja a pilotar “la
furgoneta de asistencia”. Los demás al tran-tran, haciendo más amena y llevadera la espaciosa cuesta; sobre el
terreno, nos hidratamos y también nos
alimentamos, para esquivar la visita
“del tío del mazo”; sin prisa pero sin pausa, vistazo por aquí, vistazo por
allá y algunas veces tenemos que tirar
del ramal. Nos recreamos por el espectacular puerto, ¿cuántas curvas llevamos?
Ante nosotros, aparece “el gran pelao”, detenemos el tiempo a la vez que
mostramos signos de admiración desde este entorno de ficción; unos metros más arriba, sonrientes y
entusiasmados, después del descomunal
esfuerzo, coronamos el mitológico
puerto. En este punto, nos aguardan los
caballeros adelantados, damos novedades, fotos de rigor, nos abrigamos y
“topabajo”; ahora seguro que vamos mucho
mejor.
Nos
enfrentamos al largo y tedioso descenso, bien abrigados eso sí, “para combatir
la bajada térmica”; Diego “Sin Miedo” y Cristóbal “El Nazareno” sin escrúpulos
y con suficiente brío se lanzan al
apetecible vacío; los demás, surcamos
estos deliciosos rincones, empapándonos del aire limpio y transparente que
inundan la esplendorosa estampa serrana. Después de la larga bajada, “el coche
escoba” liderado por “El Tío Ilde”, nos
abastece de líquidos y exquisitos víveres;
comentamos la jugada y la última parte de la jornada que todavía nos
aguarda, ¿qué sorpresas nos deparará la rigurosa etapa? Reemprendemos la
marcha, bien agrupados, dándonos algunos relevos, esta vez sí, bien
coordinados, arropados y hermanados; a
nuestro paso, extensos parajes achicharrados por las escasas lluvias y la
continuidad del cansino verano; cruzamos otros pueblos serranos y en
Navalmoral, “que vuelve a pintar en bastos”. Nos configuramos en modo
ascensión, para retar al segundo puerto del día ; “cada cual cómo pueda” porque
a estas horas, las fuerzas “ya merman”
y ya veremos cómo respondemos, después de la
imponente paliza. Poco a poco, vamos
empinando la vía asfaltada, algunas motos que nos adelantan y nosotros como si
nada, lo tenemos bien claro y para eso “hemos entrenado”. Algo más adelante,
damos el alto, el amigo Gabriel que ha pinchado y esa rueda que no “para de echar líquido”; paramos al coche
de asistencia, que se quedan arreglando
el pinchazo. Los demás, tiramos hacia adelante (así lo acordamos) ya que una
vez reparada la rueda, el vehículo de emergencias “al herido” acarreará a la
cabeza. Continuamos por el escarpado y abierto escenario, sinceramente,
algo monótono y bastante cómodo para hacerlo sin grandes sofocos; recuperamos a
nuestro compañero que vuelve a entrar con el grupo, cuando escuchamos un
vehículo que llega pitando y dando voces de ánimo. Resultaba ser “el coche de
los altos cargos del club”, liderados por “El Gran Maestre” que no querían perderse el insigne evento; habían hecho los kilómetros del puerto y
querían compartir hazaña y algún tramo del “sofocante” camino. Parece que su
laureada presencia nos “dan alas”,
rodamos con más alegría y hasta el amigo Gabriel “Lamparillas” se permite el
lujo de volver a bajar a la parte trasera a pasar “revista”. Al fondo,
divisamos “más antenas” esta vez estamos por encima de ellas y también, las
partes más elevadas de los molinos eólicos
asomando “la gaita”. Último giro de izquierdas y allá arriba, están “los jefazos”, vitoreando y dándonos más
ánimos; hacemos el último esfuerzo y “sobrados” coronamos “la desconocida cota
montañosa”. Damos novedades –como está mandado-, intercambiamos opiniones y emotivas y sinceras felicitaciones, fotos de rigor y nos acicalamos para afrontar
“con precaución” el final del trayecto, “ya que hasta el rabo todo es toro”.
Planeamos por el cómodo descenso, tanteando las agraciadas vistas que nos
embelesan y en volandas nos llevan; un gigantesco campo de molinos
“artificiales” nos va abriendo paso y tras la aguerrida escuadra, nos escoltan
nuestros amigos “los coches de la
guarda”, ¿qué pensarían en estos momentos?¿qué les pasaría por sus
cabezas? Nosotros íbamos crecidos, me
da, que también ellos iban felices por vernos en este “demente estado”. Sin novedad descendemos, saboreando
la reconocida jornada y los diez últimos kilómetros son “un paseíllo” y parece que de fuerzas vamos sobrados, -aunque de sobra sabíamos, que fácil no iba a
ser esta empresa- cuando a lo lejos ya
divisamos la fortaleza amurallada; Martín “El Fiero” en primera línea nos lleva a plato y buen ritmo ha marcado, pero
tenemos que levantar el pie “para entrar todos unidos”. La señal informativa
nos abre las puertas de “las inexpugnables murallas” y nos avisa que nuestro objetivo hemos alcanzado; entre
vítores, aplausos y extrañas miradas “¿de dónde vendrán?” recorremos sus concurridas
y principales calles, a estas horas “abarrotadas”.
Como
estaba pactado, nos reunimos en “El Palacio de los Velada”, extendemos la
bandera de nuestra villa y “el lema burriclista” que nos retrata y caracteriza.
Arropados por el gentío, multitud de turistas “de todas las nacionalidades son testigos del “histórico
momento”. “El Gran Maestre” con sus “pupilos”,
presenta “una parrafada histórica” de hermanamiento de la villa de
Velada con la ciudad de Ávila, y al grito de “Fuerza y
vigor……y vino para el corazón”; la
multitudinaria plaza, rompe con aplausos y caras de admiración, ante
el digno discurso “impartido” por “El
Maestro”; repican las campanas de la
catedral y otra épica más para enmarcar. “Habrá obstáculos. Habrá dudas. Habrá
errores. Pero con trabajo duro, no habrá límites.”
Después
de la dura marcha, el espectáculo de la plaza, nos dirigimos a las
instalaciones deportivas para “aliviarnos” con una merecida ducha. También, llega el amigo Chema “Tino” con “la furgo” de
Alberto (para transportar las
burricletas) y una cámara repleta de cervezas frescas para saciar la sed y brindar por la larga etapa. Desde aquí, nos
dirigimos a llenar la andorga, para reponer fuerzas del brutal esfuerzo; manjares de la casa,
ensaladas, chuletones y otras viandas, regadas con caldos y variedad de
licores, para hacer más llevadera la
jornada; brindis, risas, nuevos retos, momentos distendidos, bromas y más alimentos
en una sobremesa más que amena.
MUCHAS GRACIAS
amigos/as por hacerlo posible.
En
definitiva, ruta lineal de 120 kilómetros, los principales caminos y
localidades transitadas han sido; Camino
del Toril, Camino de Velada-Montesclaros-Buenaventura. Gavilanes, Mijares,
Villanueva de Ávila, Burgohondo, Navalmoral de la Sierra-Ávila.
Pd:
Martín, Cristóbal, Diego, gracias por vuestra aportación fotográfica (10)
ESPECIAL AGRADECIMIENTOS:
- - Pedro "Hierros" y Alberto "El Maestro Ceramista" por poner a nuestra disposición sus vehículos. A Jesús, Ilde y Chema
por ofrecerse voluntarios a conducir y por su paciencia.
- - Andrés,
Domingo “Maca”, JoseMa, Chuchi “Maravillas” por animarse a compartir unos
kilómetros con nosotros, por animar la jornada y por apuntarse a la fiesta final. Le dais “otro aire”
a estas “locuras”.
- - Al
Excelentísimo Ayuntamiento de Ávila, por cedernos sus instalaciones deportivas, para poder
ducharnos y asearnos después de la paliza que traíamos.
- - Diego
Cebadera, por realizar las gestiones necesarias con el citado ayuntamiento.
- - A
nuestras familias, parejas, hijos/as por comprendernos, animarnos y apoyarnos en nuestras locuras.
Buen
día…………………………SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido
sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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