Viernes, seis de septiembre, en plenas
fiestas patronales de Velada, me voy a dar "un homenaje" con una kilometrada; desde Calera y Chozas, recorrer la Vía Verde
de la Jara. En mi caso, prefiero otro tipo de etapas, pero para rodar, es la
ruta ideal más cercana. Además, siempre habrá “algunas” razones para volver
y realizar dicha etapa.
Pasar una apacible mañana dando pedales. Degustar los caprichos
del nuevo día. Sentir la agradable
sensación de “cabalgar sobre la burricleta”. Contabilizar los túneles –de longitud variada- que nos abren el paso por la estirada vía. Cruzar
el ajustado pasadizo del cañaveral; respirar el aire fresco, impregnado de los
empapados campos herbáceos (alfalfa, “albejones”). Avistar las abandonadas
estaciones para restar kilómetros a la ruta. Disfrutar de las generosas
vistas, que nos ofrece el caudaloso río.
Recrearnos con la espectacular caída del
colosal viaducto. Avistar variedad de especies (corzos, conejos, perdices,
buitres y aguiluchos). Contemplar las antiguas
y derruidas construcciones de piedra. Admirar
los afilados “tajos” de pizarra que se suceden en nuestro camino. Alegrarnos
por la cantidad de agua que recoge el vistoso embalse. Disfrutar de la ligera pendiente que
nos guía durante el camino de ida. Cabalgar en armonía, por un terreno bastante
cómodo “en ocasiones irregular” pero cero en dificultad. Sentir la
“incertidumbre” por la oscuridad de los largos túneles. Considerar, los detalles visibles que descansan en la interminable vía (vallas de
madera, hierro oxidado, áreas de
descanso habilitadas, fuentes de agua corriente, formas de las piedras, etc). Recorrer el alargado y perfumado callejón del jaral. “Observar” las nítidas pistas que nos ofrecen “las barbas de viejo” por la calmada pista. Apreciar
la monotonía que nos brinda la pausada
avenida. “Escuchar” las leyendas que nos transmiten los paneles y señales de
información. Activar todos los sentidos
para hacer más placentera la marcha. Contemplar las hileras de almendros que se
pierden por los izados parajes. Valorar la vasta extensión del entorno natural. Alegrarnos por la variada flora del lugar (encinas, jaras y el
tímido pinar). Fotografiar puntos y momentos para recordar. Admirar la generosa
orografía que nos regala la cansina vía. Desde el kilómetro 31, nos adentramos en una dimensión más asilvestrada. Apreciar
las trabajadas canteras de pizarra y su particular color. Destacar, la
expectación que despierta el predecible rincón. Imaginar el funcionamiento de
los obsoletos y olvidados molinos de
agua. Estimar las considerables caídas
al vacío, que nos encontramos a lo largo
del camino. Valorar cada sorbo de agua y el alivio que nos reporta para continuar. Avistar los animados establos y a las impasibles
reses abrevando. Disfrutar del avituallamiento sentado en la última estación. Admirar la peculiar postal que tengo a mi alrededor, tonos
verdosos, pinos y picachos detrás del
telón. Disfrutar del merecido descanso y
de la perceptible tranquilidad
del lugar. Contemplar el sosegado paraje que me rodea. Sentir de la perenne
calma, cabalgando en solitario. Escuchar el ensordecedor silencio que me
acompaña desde las primeras horas de la mañana. Degustar el frescor y los alegres aromas del despertar. Recrearme con
la quietud y serenidad del imperturbable
lugar. Apreciar la claridad y pureza del
día, que "sin tapujos" se pasean por la desierta vía. Admirar la presencia de los buitres,
“danzando” sobre mi cabeza. Escuchar la
controlada respiración y el latido de cada pulsación. Alegrarme por el esfuerzo
realizado. Reservar fuerzas por lo que pueda pasar. Analizar y observar el
entorno, así como las condiciones óptimas
para saborear la entretenida jornada. Detener y adueñarme del tiempo, para hacer más amena la jornada. Disfrutar
del ritmo alegre y constante que voy imponiendo. Respirar bocanadas de aire limpio y columpiarme sobre la lúcida
serenidad. A pesar de “la aparente facilidad”, afrontar la etapa como un nuevo reto. Respetar el
medio y todo lo que me rodea, como ley universal. Cabalgar ensimismado en
pensamientos más positivos, pero siempre con el objetivo fijo. Considerar y valorar la kilometrada, a pesar
de las contingencias, sobre todo, el aire de cara en la ida. Para mi sorpresa, también
me “ha atizado” gran parte del camino de vuelta (“mala suerte”, se giró cuando no lo esperaba). Hasta la
próxima.
En definitiva, ruta de ida y vuelta de
106 kms por la Vía Verde de la Jara (Calera y Chozas-Minas de Santa Quiteria).
Buen día…….SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”
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