Sábado
(12-11-2022), hoy nos desplazamos a la
localidad de Los Navalucillos (Toledo), para adentrarnos en el
Parque Nacional de Cabañeros. Previamente, tenemos que coger una pista de tierra que
baja al río Pusa; después de tres kilómetros más, llegaremos a los
aparcamientos y caseta de información del Parque Nacional de Cabañeros. Bien
equipados, teniendo en cuenta “cualquier imprevisto y el por si acaso”; el amigo Óscar “Boliche” y un servidor, pertrechos, dispuestos y animados, nos disponemos a encaramarnos en “El Techo de
Toledo.”
El
primer tramo, transcurre por una cómoda pista, ancha y con mimo asentada, respiramos el agradable y vistoso aire limpio
que impregnan los pasos iniciales. Amenas conversaciones, que se extenderán a
lo largo de la jornada, no paramos de andar y “cascar”; a nuestro paso,
percibimos cierta humedad y una “gasa cristalina” enganchada en el acogedor
ambiente que nos envuelve. “Embobados”, nos desenvolvemos con soltura por la
tupida arboleda y a las puertas de comenzar nuestro idilio con la “asilvestrada ascensión.” A
nuestro paso, nos vamos a encontrar con “las famosas chorreras” del lugar; de
obligada parada, para disfrutar y
degustar dichas estampas en “el imperial rincón”. Llegaremos, a través de un
angosto y vertiginoso sendero; desde
aquí, iremos sumando desnivel por la
abrupta, serpenteante y empinada trocha que nos pone a prueba, antes de arribar
en el espectacular punto de “las cornisas”; varios balcones que nos invitan a
contemplar la belleza y tranquilidad que se respira y embriagan la presencia del intrépido excursionista;
impresionantes vistas a media ladera, incluidas con pasos aéreos, para el
deleite y alimento de nuestros glotones
sentidos. Fotografías de rigor,
para recopilar los mejores momentos,
fragmentos de paisajes que se cuelan en nuestras retinas y nos seducen
con su mística y distendida propuesta. En nuestro caminar, rescatamos la presencia de una mágica explosión del
pintoresco otoño en todo su esplendor; un manto de hojarascas, engalanando la camuflada senda y el cegador
brillo de retales de musgo,
reposando e iluminando el descanso del salteado pedregal.
Durante
la jovial etapa, nos escurrimos por el frondoso y diverso bosque de encinas,
jarales, robles, abedules, tejos, rebollares, tomillos, cantuesos y un mar de
brezos, que van perfumando y ataviando nuestra discreta presencia; poco a poco,
la disimulada ascensión se hace más cómoda y llevadera, antes de aterrizar en
el lujoso collado. Espectaculares vistas en la penúltima trepada, bien
balizada, antes de coronar en las “cumbres nominadas”; nos paseamos por el
apacible y amable cordal, para “acomodarnos en el elevado altar” -1448 m-. Minutos de asueto y relax para recrearnos con
las impresionantes panorámicas que se
nos brindan desde el elevado púlpito. Nos hidratamos y reponemos fuerzas,
mientras comentamos “la jugada”,
rodeados por la infinita postal montañosa que nos acompaña, del parque Nacional, la extensa Vega del Tajo y parte de la Sierra de Gredos
más al fondo.
El
camino de vuelta lo hacemos por el Macizo del Rocigalgo, jugando con las
fantásticas postales, asomándonos por las estratégicas balconadas y saltando
por las peraltadas crestas de cuarcita que nos invitan “a cotillear” que hay
más allá. Todavía, tenemos un continuo
sube y baja, tramos empinados, antes de aterrizar en algún collado (“El Banco”)
y miradores varios, que nos hipnotizan y
quitan el hipo. Nos vamos recreando con el laberinto de pistas que vamos
encontrando (“¡¡¡vaya pasada para venir con las burriclestas!!!”) a la vez
que, deliramos y fantaseamos con ideas de vuelta. Llama la atención, el
cuidado camino de piedra, “alicatado” a conciencia y guardando la estética de
la prominente sierra. La bajada se hace “acelerada”, no por las prisas, sino
por las exageradas pendientes que “nos lanzan cuesta abajo”, tirando del freno
de manos. Recogemos los últimos fotogramas según descendemos y por pistas más
benévolas, somos testigos de las exageradas pinceladas otoñales que se exhiben
antes de llegar al punto de partida.
¿Destacar
de la ruta? Además del reclamo turístico de las chorreras, resaltar otros
alicientes, por ejemplo el estrecho sendero antes de llegar a éstas, así como
el punto clave de las cornisas, así como los distintos salientes que nos
encontramos y que invitan a dejar el camino convencional, para echar un vistazo y recrearnos con todo lo que podamos contemplar
y admirar. Impresionante, la subida
entre el tupido robledal, pisoteando la hojarasca caída y la agradable
sensación, de estar en sintonía con la
colorida estampa otoñal. Desde el techo (1448 m), un mosaico de genuinas y
colosales vistas, que no van a dejar indiferente al osado excursionista, así
como el discontinuo cordal y macizo del Rocigalgo que continuamente nos “invita
a pecar y echar la imaginación a volar.” Bajo mi punto de vista, ruta
recomendable al 100% en su versión circular;
al ser posible, realizar en la época otoñal. “No le temas al otoño, porque
si caen las hojas, siempre quedará la rama para hacer un nido.” “El equilibrio
no se encuentra, se crea.”
Resumiendo,
ruta circular de 21 kms (1000 m. D+). Parque Nacional de Cabañeros, Las
Chorreas, Alto y Macizo del Rocigalgo, Senda de las Cuevas, Sierra Fría, Caseta de Información del parque.
Pd.
Óscar, muchas gracias por tu aportación fotográfica (13).
Pd1: Las fotografías están a la inversa de la marcha realizada (de fin a principio).
Pd2:
Observaciones: en tiempo húmedo y después de días de lluvias, hay que extremar
las precauciones en la zona de las cornisas.
Buen
día………SALUD.
“…..mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber
a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”.
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