martes, 12 de abril de 2016

Ruta: El rescate de la princesa (Oropesa)

     Domingo, diez de Abril, cielo encapotado y otra jornada, los  temidos chubascos desde el oscuro horizonte, atenazando. Una docena de caballeros veleños nos congregamos en el habitual punto de encuentro, con las burricletas bien dispuestas y prestas para la inminente contienda; como  ya estaba pactado y en el pergamino firmado, “hoy marchamos al rescate de la princesa”.

     Iniciamos la etapa por los cuadros de la Vega, para adentrarnos en la ancha cañada; cabalgamos  bien agrupados, sin perder de vista “la amenaza que nos llega desde  arriba” y el comentario más escuchado “hoy, nos mojamos”. Nos colamos en “el desconocido camino gamonino”, para la mayoría de los compañeros y también para Roberto “El Bueno” y eso, que es dominio de “su pueblo”. Haciéndonos el paseíllo un callejón de firmes eucaliptus y sobre la verdosa moqueta seguimos la rodera ganadera, contemplamos anonadados los secretos de la misteriosa dehesa, mientras enfrascamos embriagadores aromas y nos aliviamos con la edificante compañía del   silencio abandonado, que desde los recovecos de las encinas se asoma; a nuestro paso, crecen ronchones de “buenas esparragueras y pelillo algo subido”,  según nos alecciona Domingo “El Maca”. Atrás, dejamos el bosque arbolado y  en “el condado de Quejigoso” arribamos; “cogemos la vía auténtica” -nos avisan desde las altas esferas; abrimos la pertinente portera y la olvidada senda tanteamos; aunque parezca “campo a través o que pateamos el sembrado” de eso nada, el camino público “con la cosecha” se han zampado; llegamos a la cancela de “palets y mallazo” y allí mismo, dejamos el aviso y en los próximos días, “habrá escrito”; parece que la “mosqueada” escuadra, capitaneada  por Gabriel “Lamparillas”, se muestra algo transgresiva. A nuestro paso, dejamos remansos de armonía sembrados, la fortaleza del abigarrado encinar y las  fértiles tierras, mostrándonos sus fructíferas siembras; también avistamos “algunas” lagunas bien abastecidas, tramos embarrados y la ingenua  vacada huyendo en  estampida. Llegamos a la aldea de Alcañizo, El Gran Maestre liderando la animada cuadrilla  y por sus estrechas calles,  nos animan “algunas vecinas”; desde aquí, aligeramos el paso, también “echamos retratos”, ¿relevos acordados? a la vez que “subimos otro hierro” para encumbrar el inmediato reto.  Después del titánico esfuerzo y apenas sorpresas, por la retaguardia tomamos la ciudadela de Oropesa; conquistamos su prolijo  mercado, también  sus fortalezas mejor custodiadas y en el barrio de la morería, nos hacemos con el  majestuoso águila y El Gran Maestre, regatea y fotografía de la conquista. Rescatamos a la princesa y a su séquito también liberamos y bajo la mirada atónita de súbditos y lugareños,  inmortalizamos estos momentos con la escuadra “talaverillana”. Desde el anonimato, nos llega su apagado  eco; “el éxito de la vida no está en vencer siempre, sino en no desanimarse nunca”. Entramos victoriosos en  el patio del lujoso parador, abrevamos y reponemos fuerzas, mientras saludamos a conocidos y hablamos de otros chascarrillos.


    




































































































































     Reemprendemos la marcha, vítores, música de época y animadas  calles engalanadas, en su despedida, tributan a la aguerrida escuadra y  abandonamos la villa amurallada con el botín en la saca. Con buen ambiente y agradable temperatura cabalgamos y  vamos comentando la entretenida jugada, “cuando comienzan a caer las primeras gotas de agua”. Continuamos cruzando más  villas  vecinas  y a la salida, en  la estirada vía, por la “tromba repentina”, los demás compañeros se enfundan sus coloridos chubasqueros; atrás dejamos extensos campos bien sembrados y algún “esparraguero” saltando “con un buen manojo” por  los vallados;  los caminos están en su punto, el tímido chubasco no hace estragos entre los burriclistas congregados y la excelsa postal, entre  la tímida cortina de agua, dando vida al planeta de las encinas;  es toda una ofrenda para los sentidos y las expectantes retinas. Desde la parte trasera nos dan el alto, Goyo “El Coloso”, otra vez “la rueda a cascado”, “¿cómo va a arreglar estando  el líquido  caducado?” entre risas le comentamos; Martín “El Fiero” hace de cirujano, “cuatro soplíos” – a ver si aguanta- y asunto arreglado. Nos ponemos otra vez en marcha, con mucho brío y confianza, llegamos a la pista real, cruzamos arroyuelos, “apretamos otro tanto”  y pasos más blandos también salvamos,  sin olvidarnos del “pódium”  de los rezagados, esperamos y nos agrupamos. A nuestro paso, la piara de marranos nos pega media vuelta y corren en sentido contrario; nos recreamos en el último tramo arbolado, esquivando charcos y por un terreno más rasgado. Sin más novedad, arribamos en la villa veleña, después de la enésima gesta y de codearnos con la alta nobleza.



  










































     En definitiva, ruta circular de 46 kilómetros, los caminos transitados han sido: Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Gamonal-Velada-Navalcán a Alcañizo-Oropesa. Camino de Oropesa a Torralba-Velada, Camino Real de Los Veratos a Velada.


    Pd: Martín, muchas  gracias por tu aportación fotográfica (2).


    
Buen día…………SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 



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