Domingo, diez de Abril, cielo encapotado y
otra jornada, los temidos chubascos
desde el oscuro horizonte, atenazando. Una docena de caballeros veleños nos
congregamos en el habitual punto de encuentro, con las burricletas bien
dispuestas y prestas para la inminente contienda; como ya estaba pactado y en el pergamino firmado, “hoy
marchamos al rescate de la princesa”.
Iniciamos la etapa por los cuadros de la
Vega, para adentrarnos en la ancha cañada; cabalgamos bien agrupados, sin perder de vista “la
amenaza que nos llega desde arriba” y el
comentario más escuchado “hoy, nos mojamos”. Nos colamos en “el desconocido
camino gamonino”, para la mayoría de los compañeros y también para Roberto “El
Bueno” y eso, que es dominio de “su pueblo”. Haciéndonos el paseíllo un callejón
de firmes eucaliptus y sobre la verdosa moqueta seguimos la rodera ganadera,
contemplamos anonadados los secretos de la misteriosa dehesa, mientras enfrascamos
embriagadores aromas y nos aliviamos con la edificante compañía del silencio abandonado, que desde los recovecos
de las encinas se asoma; a nuestro paso, crecen ronchones de “buenas
esparragueras y pelillo algo subido”,
según nos alecciona Domingo “El Maca”. Atrás, dejamos el bosque arbolado
y en “el condado de Quejigoso”
arribamos; “cogemos la vía auténtica” -nos avisan desde las altas esferas;
abrimos la pertinente portera y la olvidada senda tanteamos; aunque parezca
“campo a través o que pateamos el sembrado” de eso nada, el camino público “con
la cosecha” se han zampado; llegamos a la cancela de “palets y mallazo” y allí
mismo, dejamos el aviso y en los próximos días, “habrá escrito”; parece que la “mosqueada”
escuadra, capitaneada por Gabriel
“Lamparillas”, se muestra algo transgresiva. A nuestro paso, dejamos remansos
de armonía sembrados, la fortaleza del abigarrado encinar y las fértiles tierras, mostrándonos sus fructíferas
siembras; también avistamos “algunas” lagunas bien abastecidas, tramos
embarrados y la ingenua vacada huyendo
en estampida. Llegamos a la aldea de
Alcañizo, El Gran Maestre liderando la animada cuadrilla y por sus estrechas calles, nos animan “algunas vecinas”; desde aquí,
aligeramos el paso, también “echamos retratos”, ¿relevos acordados? a la vez
que “subimos otro hierro” para encumbrar el inmediato reto. Después del titánico esfuerzo y apenas
sorpresas, por la retaguardia tomamos la ciudadela de Oropesa; conquistamos su
prolijo mercado, también sus fortalezas mejor custodiadas y en el
barrio de la morería, nos hacemos con el
majestuoso águila y El Gran Maestre, regatea y fotografía de la
conquista. Rescatamos a la princesa y a su séquito también liberamos y bajo la
mirada atónita de súbditos y lugareños, inmortalizamos estos momentos con la escuadra
“talaverillana”. Desde el anonimato, nos llega su apagado eco; “el éxito de la vida no está en vencer
siempre, sino en no desanimarse nunca”. Entramos victoriosos en el patio del lujoso parador,
abrevamos y reponemos fuerzas, mientras saludamos a conocidos y hablamos de
otros chascarrillos.
Reemprendemos la marcha, vítores, música de
época y animadas calles engalanadas, en
su despedida, tributan a la aguerrida escuadra y abandonamos la villa amurallada con el botín
en la saca. Con buen ambiente y agradable temperatura cabalgamos y vamos comentando la entretenida jugada,
“cuando comienzan a caer las primeras gotas de agua”. Continuamos cruzando
más villas vecinas
y a la salida, en la estirada
vía, por la “tromba repentina”, los demás compañeros se enfundan sus coloridos
chubasqueros; atrás dejamos extensos campos bien sembrados y algún
“esparraguero” saltando “con un buen manojo” por los vallados;
los caminos están en su punto, el tímido chubasco no hace estragos entre
los burriclistas congregados y la excelsa postal, entre la tímida cortina de agua, dando vida al
planeta de las encinas; es toda una
ofrenda para los sentidos y las expectantes retinas. Desde la parte trasera nos
dan el alto, Goyo “El Coloso”, otra vez “la rueda a cascado”, “¿cómo va a arreglar estando el líquido caducado?” entre
risas le comentamos; Martín “El Fiero” hace de cirujano, “cuatro soplíos” – a ver
si aguanta- y asunto arreglado. Nos ponemos otra vez en marcha, con mucho brío
y confianza, llegamos a la pista real, cruzamos arroyuelos, “apretamos otro
tanto” y pasos más blandos también
salvamos, sin olvidarnos del “pódium” de los rezagados, esperamos y nos agrupamos. A
nuestro paso, la piara de marranos nos pega media vuelta y corren en sentido
contrario; nos recreamos en el último tramo arbolado, esquivando charcos y por
un terreno más rasgado. Sin más novedad, arribamos en la villa veleña, después
de la enésima gesta y de codearnos con la alta nobleza.
En definitiva, ruta circular de 46
kilómetros, los caminos transitados han sido: Cañada Real Leonesa Oriental,
Camino de Gamonal-Velada-Navalcán a Alcañizo-Oropesa. Camino de Oropesa a
Torralba-Velada, Camino Real de Los Veratos a Velada.
Pd: Martín, muchas gracias por tu aportación fotográfica (2).
Buen día…………SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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