Domingo, doce
de marzo, mañana agradable y suaves
temperaturas nos “amenazan” antes de
partir; sólo “El Líder” se presenta de corto, dando ejemplo a “sus pipiolos”.
Diez caballeros veleños nos damos cita en el habitual punto de encuentro, bien
“armados” y pertrechos, y con las
burricletas dispuestas, proponemos “hacer unos senderos cerreros” y uno
especial, “que han adecentado” según nos comenta Roberto “El Bueno”.
Iniciamos la
marcha, hacía “la gran cañada”, desde
aquí, apuntamos “a la cuesta de la Gamonosa”, para calentar; de sobra sabemos cómo se las gasta esta torreta “para
desayunar”, cada cual como pueda “a
escalar”; bien agrupados cabalgamos por
el entretenido camino, todavía
adormilado entre encinas y los tradicionales cercados bien conservados. Cruzamos las despejadas localidades vecinas, por estos lares, Eduardo “El Carpin” no se encuentra en
condiciones y nos abandona en Segurilla. Los demás, damos novedades y
explicamos el plan, el sendero de “La Maroteras” (ese, que antaño nos dijo un vecino “que por ahí no
bajan ni las bestias”), nos adentramos
en el enigmático camino, pedalada a pedalada, va mutando el decorado; vallados de
alambreras viejas, más adelante, largos muretes
de piedra custodiando los verdosos prados,
un patatal de barro y en el agrietado repecho, la esquiva
burricleta de Andrés “El Líder” se encabrita y desmonta al valeroso
caballero. Desde la profundidad de la angosta senda,
detenemos el tiempo y el espacio, nos adueñamos de la intensa calma y
rescatamos los gratificantes sonidos del silencio para
alimentar los ávidos sentidos; ante nosotros, el rincón mágico,
amasando la inminente primavera,
preparando sus mejores galas y rezumando olores frescos del callejón
arbóreo. Nos detenemos para inmortalizar los brillantes momentos, levantamos la
cabeza, para recrearnos con la postal
cerrera y los escarpados barrancos que
se expanden a nuestra diestra. En la bajada asilvestrada, salvamos tramos escalonados, una veces
andando y los más diestros, montados,
pero todos, disfrutando del escondrijo
encantado. Sobre una alfombra colorida,
recorremos el arroyo florido, que nos agasajan con reconfortantes suspiros que alegran los
sentidos; para no variar, saltamos una alambrera y en este punto, se presenta
la empinada y exigente cuesta, ya sabéis “cada uno como pueda”. De uno en uno
vamos coronando, esperamos y nos agrupamos y más fotografías para el recuerdo van "cayendo"; Goyo
“El Coloso”, nos comenta que no
recordaba este “susto”, mientras “El
Águila de Alcañizo” aparece “descamisao”,
apretando los dientes, en pleno esfuerzo, “domando” a la rígida
pendiente. En este punto, el amigo Roberto también emprende el camino de
vuelta; los demás, recorremos la senda del Riscal, por la trazada original y
algunos compañeros no lo ven del todo claro y
se quedan encerrados –más adelante les tocará saltar- por evitar el barrizal. Después del evitable
despiste, arribamos en el derribado molino y aprovechamos para reponer fuerzas;
recorremos sus inmediaciones, disfrutamos de sus perennes vistas, mientras, llenamos la andorga en buen armonía: fruta
fresca, pasas, dulces y una broma
picante que los caballeros veteranos,
tenían preparada al “Gran Maestre”.
Reemprendemos
la marcha, cruzando el loado
arroyo, encaramados sobre enormes
piedras, esta vez, por sus bravías aguas es “imposible” pasar; la repentina subida, la
hacemos con capea incluida, acompañados
de los mansos astados que nos van marcando el paso; después de hacernos con
esta cima, tenemos minutos de acrobacias
y malabares, amenizados por Alberto “El Maestro Ceramista”, disfrazado de
malabarista; rodamos bien agrupados por la vía cagarrache, salvamos pequeños
tramos empinados, mientras custodiamos los poblados caminos; saludamos a animados senderistas, carreristas y otros
burriclistas (¡¡cómo se nota el buen día!!!) Entre las villas vecinas, como
dictan los mandamientos veleños, nos detenemos a socorrer a un lugareño, “que entre las alambreras se ha quedado atrapado”:
“En un universo bastante absurdo, hay algo que no lo es, lo que podemos hacer
por los demás”. A nuestro paso, vítores y aplausos que nos brindan un ejército
de senderistas, antes de entrar en la localidad
“zorrera”; recorremos sus tranquilas callejuelas y en el parque de “las
afueras”, una paradita para llenar de
agua la botija, en un descuido, la otra
se ha quedado en lo alto de un vallado,
después de entregarme a la fotografía. Entre todos acordamos “llevar al
Lobo a Gamonal”; recorremos el conocido tobogán por “las piedras
caballeras” y rematamos las cuatro tachuelas, que el amigo gamonino, una vez
más, con ironía me recuerda. Después de abrir la pertinente portera, nos
adentramos en el sendero gamón, recorremos los remansos terrenos y avistamos sus antiguos
monumentos, camuflados entre los hospitalarios cerros. Por la maraña cerrera,
entre piedras y chaparreras, no paramos de subir pequeñas cuestas,
mientras por la retaguardia, Domingo El Maca “se queja”. Después de tanto
trasiego, la fugaz bajada nos reconforta, guardamos los cerros hasta la próxima,
al cruzar la carretera nos despedimos
del caballero gamonino y hacia Velada, marchamos
por el angosto camino. Sin novedad,
llegamos al punto de partida (Domingo El Maca y El Relatero evitamos el
asfalto) pero nos comentan, que en la
parte delantera ha habido un disputado “sprint
final” para la etapa ganar.
En
definitiva, ruta circular de 42
kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Camino de
Velada-Mejorada-Segurilla, Senda Maroteras, Camino de Segurilla-Buenaventura
(Gran Muralla); Senda del Riscal. Camino del
Hituero-Segurilla-Mejorada-Gamonal- (Encarnación, “Colá de Gamonal”- Velada.
Buen
día…….SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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