martes, 14 de marzo de 2017

Ruta: Maroteras-El Riscal

Domingo, doce de marzo,  mañana agradable y suaves temperaturas nos “amenazan”  antes de partir; sólo “El Líder” se presenta de corto, dando ejemplo a “sus pipiolos”. Diez caballeros veleños nos damos cita en el habitual punto de encuentro, bien “armados” y pertrechos,  y con las burricletas dispuestas,  proponemos  “hacer unos senderos cerreros” y uno especial,  “que han adecentado”  según nos comenta Roberto “El Bueno”.

Iniciamos la marcha, hacía “la gran cañada”,  desde aquí, apuntamos “a la cuesta de la Gamonosa”, para calentar; de sobra  sabemos cómo se las gasta esta torreta “para desayunar”,  cada cual como pueda “a escalar”; bien agrupados cabalgamos por  el  entretenido camino, todavía adormilado entre encinas y los tradicionales cercados  bien conservados. Cruzamos las despejadas  localidades vecinas, por estos lares,  Eduardo “El Carpin” no se encuentra en condiciones y nos abandona en Segurilla. Los demás, damos novedades y explicamos el plan, el sendero de “La Maroteras” (ese,  que antaño nos dijo un vecino “que por ahí no bajan  ni las bestias”), nos adentramos en el enigmático camino, pedalada a pedalada,  va mutando el decorado; vallados de alambreras  viejas, más adelante, largos muretes de piedra custodiando los verdosos prados,  un patatal de barro y en el  agrietado repecho,  la esquiva  burricleta de Andrés “El Líder” se encabrita y desmonta al valeroso caballero. Desde  la profundidad de la  angosta  senda,  detenemos el tiempo y el espacio, nos adueñamos de la intensa calma y rescatamos  los  gratificantes sonidos del silencio para alimentar  los ávidos  sentidos; ante nosotros, el rincón mágico, amasando la inminente  primavera, preparando sus mejores galas  y  rezumando olores frescos del callejón arbóreo. Nos detenemos para inmortalizar los brillantes momentos, levantamos la cabeza,  para recrearnos con la postal cerrera y los  escarpados barrancos que se expanden a nuestra diestra. En la bajada asilvestrada,  salvamos tramos escalonados, una veces andando  y los más diestros, montados, pero todos,  disfrutando del escondrijo encantado.  Sobre una alfombra colorida, recorremos el arroyo florido, que nos agasajan con  reconfortantes suspiros que alegran los sentidos; para no variar, saltamos una alambrera y en este punto, se presenta la empinada y exigente cuesta, ya sabéis “cada uno como pueda”. De uno en uno vamos coronando, esperamos y nos agrupamos y más  fotografías para el recuerdo van "cayendo"; Goyo “El Coloso”,  nos comenta que no recordaba este “susto”, mientras  “El Águila de Alcañizo” aparece  “descamisao”,  apretando los dientes,  en pleno esfuerzo, “domando” a la rígida pendiente. En este punto, el amigo Roberto también emprende el camino de vuelta; los demás, recorremos la senda del Riscal, por la trazada original y algunos compañeros no lo ven del todo claro y   se quedan encerrados –más adelante les tocará saltar-  por evitar el barrizal. Después del evitable despiste, arribamos en el derribado molino y aprovechamos para reponer fuerzas; recorremos sus inmediaciones, disfrutamos de sus perennes  vistas,  mientras,  llenamos la andorga en buen armonía: fruta fresca, pasas, dulces  y una broma picante que los caballeros veteranos,  tenían preparada al “Gran Maestre”.











































































Reemprendemos la marcha,  cruzando el loado arroyo,  encaramados sobre enormes piedras, esta vez, por sus bravías aguas  es “imposible” pasar; la repentina subida, la hacemos con capea incluida,  acompañados de los mansos astados que nos van marcando el paso; después de hacernos con esta cima, tenemos minutos de  acrobacias y malabares, amenizados por Alberto “El Maestro Ceramista”, disfrazado de malabarista; rodamos bien agrupados por la vía cagarrache, salvamos pequeños tramos empinados, mientras custodiamos los poblados caminos;  saludamos a animados senderistas, carreristas y otros burriclistas (¡¡cómo se nota el buen día!!!) Entre las villas vecinas, como dictan los mandamientos veleños, nos detenemos a socorrer  a un lugareño,   “que entre las alambreras se ha quedado atrapado”: “En un universo bastante absurdo, hay algo que no lo es, lo que podemos hacer por los demás”. A nuestro paso, vítores y aplausos que nos brindan un ejército de senderistas, antes de entrar en la localidad  “zorrera”; recorremos sus tranquilas callejuelas y en el parque de “las afueras”,  una paradita para llenar de agua  la botija, en un descuido, la otra se ha quedado en lo alto  de un vallado, después de entregarme  a la  fotografía. Entre todos acordamos “llevar al Lobo a Gamonal”; recorremos el conocido tobogán por “las piedras caballeras”  y rematamos  las cuatro tachuelas, que el amigo gamonino,  una vez  más, con ironía me recuerda. Después de abrir la pertinente portera, nos adentramos en el sendero gamón, recorremos los  remansos terrenos y avistamos sus antiguos monumentos, camuflados entre los hospitalarios cerros. Por la maraña cerrera, entre piedras y chaparreras, no paramos de subir pequeñas  cuestas,  mientras  por la retaguardia,  Domingo El Maca “se queja”. Después de tanto trasiego, la fugaz bajada nos reconforta, guardamos los cerros hasta la próxima, al cruzar la carretera  nos despedimos del caballero  gamonino  y hacia Velada,  marchamos  por el angosto camino. Sin novedad,  llegamos al punto de partida (Domingo El Maca y El Relatero evitamos el asfalto)  pero nos comentan, que en la parte delantera   ha habido un disputado “sprint final” para la etapa ganar.








































En definitiva,  ruta circular de 42 kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Senda Maroteras, Camino de Segurilla-Buenaventura (Gran Muralla); Senda del Riscal. Camino del Hituero-Segurilla-Mejorada-Gamonal- (Encarnación, “Colá de Gamonal”-  Velada.


Buen día…….SALUD.


“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


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