Domingo,
veinticuatro de septiembre, primera ruta de la nueva temporada de otoño, con agradables
temperaturas y los asistentes bien ataviados de corto; cuatro caballeros veleños
acudimos a la exigente cita, mientras otros tres compañeros, nos aguardan en la
villa de Segurilla. Con las burricletas bien dispuestas y prestas para la
contienda, marchamos hacia “El Piélago” a la conquista del alto de las antenas.
Iniciamos
la jornada, con paso firme hacia la oriental cañada; dos compañeros van
adelantados –por eso de ir escalando- ya
que Martín “El Fiero” ( luce galones) me
ha dado la orden de acompañar a
Cristóbal “El Nazareno”, ya que “el pollo” viene de currar y el citado evento
no se quiere perder (“ahí es na”) por
lo que, unos minutos se va a retrasar. A primera hora, nos espera “La
Gamonosa”, sin protocolo, sin anestesia ni calentar,
tenemos que trepar; salvamos los conocidos repechos, -sin apretar-, nos
escurrimos por los despejados y acogedores
cerros, hasta que nos encontramos con los adelantados compañeros.
Cabalgamos relajados, en armonía, disfrutando por el vallado encajonado,
mientras, de todo un poco vamos comentando; cruzamos las villas vecinas y a la
salida de Segurilla, tenemos que esperar unos minutos, hasta que lleguen los
guerreros talaveranos –pero caballeros veleños nombrados- . Una vez agrupados
el séptimo de caballería, recorremos los vistosos parajes “viriatos”, coqueteando con los
tímidos repechos, empapándonos del
paisaje asilvestrado y abigarrado, a la vez que escuchamos los agradables suspiros que se desprenden del generoso
paisaje arbolado. Atrás, dejamos
la aldea de Marrupe, para adentrarnos en
la discontinua escalada hormigonada,
reposada en una recóndita estampa de aire
fresco y apetecibles aromas, que nos empujan y animan por el grato
callejón olvidado, mientras nos recreamos entre un variopinto surtido de encinas, jaras y enebros salteados, esparcidos por el serpenteante y ceñido camino. Después de salvar el infranqueable
y duro muro de entrada, arribamos en la
Hinojosa, “echamos un tentempié rápido” y
diseñamos el asalto hacia el punto más alto. Algunos compañeros, se adelantan y van abriendo paso, por lo que
ya salimos “desperdigados”.
¿Qué
contaros de la brutal ascensión? Los que la sufrimos y disfrutamos, para
nosotros lo guardamos, a los que no la conocen, “a volar” les invitamos. Descomunales repechos salen a nuestro
encuentro, más que una ruta para amigos, parece que la ha diseñado el mismísimo “diablo”; nos agarramos
a nuestro lema, “cada cual como pueda o le dejen sus fuerzas”; Antonio Medina
“El Estratega” y Diego “Sin Miedo” se
encaraman en la parte delantera y de aquí no se van a “bajar”; pasamos
distintas pantallas, gigantescos
castaños que sus frutos no quieren soltar y un valle de robles y pinos
que con sus agradables vistas, también nos plantan el agradecido sombrajo en mitad del
empinado camino. También las impertinentes moscas y mosquitos, no nos
quieren dejar en paz, se acoplan con
nosotros en la sufrida escalada, ¿no habrá bichos por aquí? “con lo grande que es el valle, se nos tienen
que plantar alrededor de la cara, dando la plasta”. Después del bravío y estoico
esfuerzo, de uno en uno vamos coronando y
“los dos adelantados” se pegan otro viaje para abajo; los demás, nos entretenemos con la carrera de montaña
(Trail Running) que por la elevada plataforma tiene su paso; echamos más
fotografías, nos recreamos con las impresionantes vistas y con el ambiente
festivo de este día. El amigo Gabriel “Lamparillas”, llega crecido y triunfante, otea el ambiente y allá que va, “ha olfateado el rastro”; esperamos y nos
agrupamos, para afrontar el último tramo, más llevadero y cómodo para completar
la ansiada ascensión; saludamos a otros burriclistas y a los desperdigados
carreristas que “inundan” la sierra concurrida. Nosotros a lo nuestro, por la
parte delantera, el trío de cabeza (Diego, Medina y Cristóbal) no dan tregua y
“algo se aprietan”. Todos hacemos cima y conquistamos el paraje lunar; fotografías de rigor para enmarcar,
felicitaciones y agradecimientos para todos los compañeros; a Ilde “El Suegro” por su
constancia y tesón; a Martín “El Fiero”,
por su fuerza y pundonor y porque esta
espinita la tenía clavada desde hace algún tiempo, que bien lo sé yo; a Gabriel “Lamparillas” porque no conocía la
ruta, sabe sufrir como un titán y “este convite” va a tardar “algún tiempo” en olvidar. Oteamos
el entorno que nos rodea, la estirada cañada, otras localidades serranas y las
conocidas cumbres y míticos puertos que engalanan
la majestuosa estampa.
Reempredemos la marcha, en esta ocasión, vamos a hacer el puerto por la vía asfaltada, ya que hay bastantes carreristas “sueltos” por los puntos que solemos frecuentar, por razones de seguridad y por “aligerar algo más”. Por lo que, nos recreamos y deleitamos por la espesa arboleda, gobernada por los castaños centenarios, degustando el frescor de la mañana y volando por la efímera bajada. En Navamorcuende, en la calle “Larios” –curioso nombre, para no mezclar- paramos a llenar las botijas de “agua bien fresquita”, callejeamos por las frecuentadas callejas y desde el camino rural, cogemos el ramal que hacia la gran cañada nos ha de llevar; sorteamos los continuos subes y bajas a buen ritmo, antes de arribar en Sotillo. Desde aquí, por los asalvajados cerros, decidimos; nos enfrentamos a las cuatro cuestas que nos quedan para rematar la faena, pero por la retaguardia hay “retenciones” , ya flaquean las fuerzas. Esperamos y nos agrupamos, tantas veces como sea necesario y de ningún caballero nos olvidamos; por estos lares, me encanta esta estampa cerrera, tiene unos aires místicos y cierto misterio que la hace especial. Por el fugaz descenso, llegamos a “la catedral de San Marrupejo”, pero todavía tenemos que escalar otro poco más, pero las piernas y la cabeza ya no están como esta mañana al empezar. Hablamos de sensaciones y parece que no vamos mal, pegamos el “penúltimo arreón” antes de arribar en “la villa cagarrache”; aquí, hacemos una espera para agruparnos; Antonio Medina, mira la hora y lleva prisa “por pasar lista” y los amigos Gabriel y Martín, por motivos similares, también tiran hacia adelante; El Relatero espera a los rezagados y a Cristóbal, para que no haga el camino en solitario. Una vez agrupados, damos novedades, cada cual sigue su camino, volvemos a cruzar las villas cerreras, cabalgamos alegres, sin perder el ritmo; animosos, también comentamos la dura y grandiosa jornada que traemos a nuestra espaldas, mientras parece, que avistamos a los compañeros adelantados; sin más sobresaltos, disfrutamos de los últimos kilómetros ¿en modo tranquilo?; hasta parece que “llegamos enteros”, y victoriosos y triunfantes arribamos a nuestro destino.
En definitiva, ruta circular de 86 kms, los principales caminos transitados han sido; Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Velada-Mejorada-Segurilla; Camino del Hituero; Antiguo Camino de Segurilla-Sotillo, Camino de Los Dornajos; Camino de Segurilla-Marrupe-Hinojosa-Almendral de la Cañada (Subida Antenas), Puerto de Navamorcuende, Camino de Navamorcuende-Buenaventura-Sotillo, Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Sotillo-Segurilla, Camino del Hituero-Segurilla-Mejorada-Velada.
Pd:
Cristóbal, gracias por la aportación
fotográfica (2)
Buen
día…………………SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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