Jueves, seis de septiembre, día de
inicio de las fiestas patronales en las villas de Velada y Gamonal. Por motivos obvios,
adelantamos la etapa dominguera a esta fecha, ya que, solicitamos
el fin de semana libre, para
desconectar y con los nuestros, disfrutar de las festividades rurales
de las nombradas localidades. A Calera, acudimos con nuestros vehículos, Roberto “El
Bueno” y El Relatero. Oscar “Boliche”
con más ganas y tesón, ya viene dando pedales desde el pueblo gamón; por si no tiene bastante “se ha apuntado a la
ruta-marathón”.
Comenzamos la jornada con agradables
temperaturas y aromas frescos que invaden los primeros kilómetros; a nuestro
paso, una colección de gratificantes sensaciones y pictogramas tanteados en
multitud de ocasiones. Extensos campos de
maizales y otros forrajes bien
refrescados; el esbelto viaducto
abrazando las verdosas aguas del río Tajo; estaciones ferroviarias en ruinas y abandonadas, con cierto aire fantasmal recorren la estirada
vía; contrastes de colores entre la
piedra granítica, pizarra y parajes abrasados, que nos indican el inminente final
del verano; traspasamos los correspondientes túneles de tamaños varios,
envueltos en un ambiente mágico y de
intriga, sin saber qué nos podremos encontrar en plena oscuridad; interminables rectas, adornadas de pasto seco
y variedad de retamas parecen no terminar y al infinito nos quieren
llevar. Después de cruzar el túnel más
largo, nos adentramos en parajes más asalvajados; espectaculares caídas a vacío,
diseñan postales más notables; mientras, el intermitente divagar del río Huso dibuja singulares recovecos
que alegran estos serenos
parajes. Durante la marcha, en modo distendido,
llevamos el aire de cara, pero imbuidos en amenas conversaciones, cabalgamos
más entretenidos por la disimulada
pendiente que “pica parriba” dentro del largo
camino. En nuestro alegre
cabalgar, nos encontramos “con unos cabros”,
solos en mitad de la vía, “¿estarán
extraviados?”, en pleno descanso en medio de la pista, nos hacen el paseíllo y
parece que hasta les cuesta echarse a la
orilla. Por el interminable callejón, nos perfumamos con los reconfortantes olores
de las jaras que arropan a la digna estampa serrana;
echamos un vistazo a los bajos “pateados”, pero de la fauna más salvaje, ni
rastro; avistamos un ejército de encinas
engalanadas “con sus barbas de viejo”, como claro indicador del aire puro que
se expande por el privilegiado rincón. Después de añadir tantos ingredientes a la ensalada multicolor, la
estación de Santa Quiteria, nos indica el fin de trayecto de ida. Paramos a repostar
para coger fuerzas, nos hidratamos adecuadamente, nos recreamos con las
empinadas vistas del armónico lugar; caminos que ya conocemos y también nos
asomamos a las estaciones olvidadas. Sesión fotográfica para el recuerdo, entre
risas y otras “bolerías” y varios intentos
con los medios inteligentes más modernos.
Reemprendemos la etapa, sabiendo que “los
astros están de nuestra parte”; camino
de regreso en ligero descenso y en
teoría, el aire de costado, “eso, si no se da la vuelta” que este cuento ya lo
conocemos; Roberto “El Bueno” tiene gana de fiesta (No me refiero a la de nuestros respectivos pueblos) y marca un
ritmo “velocidad crucero”, bueno, bueno. Como podemos, vamos recogiendo el camino transitado, aunque
todavía nos da tiempo “a ver algo”; un ciervo “despistado” desaparece entre la maleza, sin apenas hacer
ruido ni dejar huellas ; panorámicas que
vuelan y pasan a toda prisa, perdemos la cuenta de los túneles que llevamos y
si no recuerdo mal, también paramos en
alguna fuente, para refrescarnos y llenar las botijas. Como buenos compañeros,
nos vamos dando relevos, “para no desgastarnos demasiado”: “Ten presente que el
destino de todos depende de la conducta de cada uno.” “A la cima no se llega
superando a los demás. Sino superándose a sí mismo.” Cabalgamos con mucha
alegría y tenacidad por el despoblado camino, parece que lo hubiéramos reservado para la ocasión; de vez en
cuando, también nos relajamos (“no
tanto”); “¿tienes que dar el pregón de las fiestas del pueblo?”, “¿tienes que barrer las calles?” y frases similares nos decimos, para “tirar del ramal” y bajar alguna marcha.
Para no variar, en algunos tramos “nos da el aire de cara”, pero nosotros a lo
nuestro; “Boliche” a pesar de estar lesionado, da la talla como un campeón y
sigue empeñado en finalizar “su particular
marathón”. Continuamos contando estaciones, también tenemos algún amago de pinchazo –que no llega
a tanto-, “de reojo” avistamos los amplios
campos de regadío, cruzamos el túnel de cañas y también, pasamos por debajo de “las duchas” que nos
había preparado la organización y desde
aquí, sin más novedad, pero sin bajar la guardia y cuando el sol parece que nos
quiere “atizar” por la monótona recta
llegamos al punto de partida. Hasta la próxima.
En conclusión, ruta lineal –ida y
vuelta- de 102 kms (106 kms); Vía Verde de
la Jara: Calera-Estación de Santa Quiteria-Calera.
Pd: Roberto, muchas gracias por tu
aportación fotográfica (2) .
Buen día……….SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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