miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ruta: Puertos Pedro Bernardo-Lagarejo-Serranillos.


Domingo, dieciséis de septiembre, con marcadas sonrisas  y entusiasmo manifiesto nos desplazamos hasta Playas Blancas,  para realizar la enésima etapa de alta montaña de la temporada. Seis caballeros veleños nos apuntamos  para tal evento; comento a mis compañeros,  que “será una etapa diferente” cargada de encanto y bastante exigente. En la parrilla de salida, descargamos las burricletas, preparamos los achiperres, nos abrochamos  los trajes de faena y nos echamos al monte, a ver qué nos depara la jornada montañera.

Iniciamos la jornada, imbuidos por  el frescor de la mañana y paladeando  la macedonia de apetecibles olores y agradables sensaciones  que se desprenden del inmenso  pinar recién regado;  cabalgamos por la pista adecentada y bien compactada por las recientes  lluvias caídas, quizás  la noche pasada. Entre amenas conversaciones, nos recreamos con la excesiva  pulcritud y transparencia que se asoma por la tupida arboleda, mientras nos embobamos admirando tanta grandeza. Eso sí, desde que salimos no paramos de subir y subir, bien agazapados en el bosque encantado; Francis “Sevilla” que no está acostumbrado a rutas de altos vuelos,  se da cuenta de “la calidad del cuento” y le avisamos que reserve “que la fiesta, todavía  no ha empezado”. Disimuladamente –o no-  vamos tomando altura,   entre enormes castaños, espigados robles y un paraíso de  árboles frutales que nos muestran la variedad y riqueza del grandioso paisaje. A Santa Cruz entramos “por la puerta trasera”,  después de merendarnos la empinada cuesta, “casi el 20% de desnivel” los compañeros nos comentan –nos hemos abonado a la veintena- ; recorremos las angostas callejuelas de la villa  y cuando giramos a la derecha, algunos vecinos “nos avisan,  que nos espera  una  buena”. Pues eso, dirección “el depósito”, nos enfrentamos con las colosales rampas, encajonadas en la boscosa arboleda, que  con sus fuertes pendientes nos amenazan y con fiereza nos  atacan, pero no nos amedrantan; después de mucho bregar y luchar, con éxito  salvamos el primer escollo,  que nos calienta y también sin habla nos deja. De uno en uno,  vamos saliendo al camino más cómodo y llevadero, aunque,  sin apearnos del tendido y benévolo  puerto; disfrutamos por estos lares, de la frondosidad del acogedor pinar, los generosos pilones que vamos encontrando, la serena majada  y la inmensa tranquilidad que se respira en cada pedalada que vamos dando. Bien agrupados cabalgamos, en armonía por el recóndito rincón de todo un poco vamos hablando y por supuesto, también comentamos sobre lo que llevamos y el resto del itinerario.























Sin darnos cuenta, coronamos el primer puerto, descendemos unos metros, para continuar ascendiendo; “TU-TU-TU-TU” resuenan las trompetas con “sonidos de guerra”, esto es “territorio comanche” y seguimos la contienda con las aguerridas cuestas; cambiamos de escenario y ahora, ante nosotros se nos abre un espectacular paisaje a media ladera; mágicas vistas aéreas de altos picos y puertos míticos, auténticos parajes de sierra salvaje,  que nos quitan el hipo. Esperamos y nos agrupamos, tantas veces como sea necesario. Somos seis motas de polvo,  agua o suspiros de aire, o lo que queráis, pero ínfimos,  insignificantes,  levitando  en medio de la nada, pero  con respeto y  admiración, retando a la colosal montaña: “¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?” “No crecemos cuando las cosas son fáciles. Crecemos cuando nos enfrentamos a retos nuevos”.  Después de “pelearnos” con otro  surtido de pendientes y embriagados por la descomunal belleza, nos enfrentamos “a la peraltada cuesta”; El Lagarejo nos llama y  recibe con las puertas abiertas. Hay intentos múltiples  de subir encaramados sobre  nuestras monturas, pero nada, nos toca “portear las burricletas” hasta coronar la inexpugnable y monumental cumbre. En nuestra escarpada hazaña, nos tiran los gemelos, se nos cargan las piernas, pero no perdemos ni el buen humor ni las ganas de conquistar la cima más laureada del lugar. Martín “El Fiero” habla hasta con las vacas, se están riendo de nosotros, “pensarán que estamos locos”. El amigo Gabriel “Machaque”, corona en primer lugar el Olimpo de “los elegidos”;  los demás, también vamos llegando al punto señalado, al balcón encumbrado: “No conquistamos montañas, ni cumbres. Nos conquistamos a nosotros mismos”.  Unos minutos para reponer fuerzas, hidratarnos y  nos recreamos con las monumentales vistas,  adorando  la panorámica que nos acoge y que  nos muestra su cara más bárbara y noble.














Continuamos la marcha, cerrando el corral y  ensanchando “nuestra querida sierra”,  por la intrépida bajada,  encaramados en un descenso técnico y de piedras repleto; lo mejor de todo, la quietud y el silencio que lo “impregna y anega  todo”. Entre tanto furor y emoción, el amigo Francis “Sevilla” nos pega el alto por “un reventón”; situación normal, es lo mínimo que nos puede pasar por el recargado pedregal. De refilón, pasamos por la localidad de Serranillos y una vez más, -con lo que llevamos en las piernas-  nos toca escalar;  el tercer puerto del día tenemos que afrontar.  Nos acogemos al conocido lema, “cada cual como pueda o le permitan sus fuerzas”; lo dicho, comenzamos al tran-tran, expectantes con las sonoras chorreras y las  cunetas de agua,  repletas; sobre la marcha hacemos fotografías y en “la fuente de los gandules” paramos a refrescarnos y  rellenar las botijas. Desde este punto, alegramos la marcha; Alberto “El Maestro Ceramista” y Diego “Sin Miedo” , “parece que se quieren probar”, juegan en otra liga y con más arrojo y fuerza se exhiben “volando parriba”. Espectaculares y genuinas vistas nos ofrece la tendida subida, además de exigencia,  constancia y tesón para trepar al siguiente escalón; “la manera más clara de llegar al universo es a través de un bosque salvaje”. Después de contar las curvas, nos retorcernos en las dóciles pendientes y no perdemos  de vista las imponentes postales que inundan el generoso valle; tesón y sacrificio en el sexteto veleño y  de uno en uno, vamos arribando  en el mítico puerto;  una vez más, esperamos y nos agrupamos hasta que todos llegamos. Hecho el zafarrancho de puertos, nos toca el largo y confortable  descenso y  con el aire atizando “un poco”  de cara, “nos tiramos como si no hubiera un mañana”; planeamos por la afortunada sierra, entre el plácido pinar y un paisaje lunar, que de gozo  nos hace delirar; ensimismados, cada cual a lo suyo, “liderando su mundo”,  recogemos el aire límpido y cristalino que rezuma del asfaltado camino; con nuestra  fugaz  presencia,  aplaudimos y hacemos un homenaje al mágico encanto del “Barranco” y sin más novedad, -pero a destajo- llegamos al punto de partida. Todo un placer,  el ver las caras de felicidad y satisfacción de mis compañeros, por la ruta realizada, por los rincones visitados, por el hechizo y atracción de la montaña y por la épica conseguida: “Si el camino es duro y   difícil, es porque al lugar que te diriges, vale la pena”. Hasta la próxima.























En definitiva, ruta circular de 65 kms, los caminos transitados han sido: Camino del Amoclón, Camino de Los Pozos, Las Gargantillas, Camino del Depósito (Lanzahíta GR 180), Techo del Mundo, Puerto de Pedro Bernardo, Camino de “Las Vaquerizas”, Puerto del Lagarejo, Serranillos- Puerto de Serranillos-San Esteban del Valle-Santa Cruz del Valle-Playas Blancas.

Pd: Diego, muchas gracias por tu aportación fotográfica (4)


Buen día………….SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”

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