martes, 8 de octubre de 2019

Ruta: Velada- El Barco de Ávila


Sábado, cinco de octubre es la fecha  señalada para nuestro desafío anual,  en esta ocasión, “El Barco de Ávila” es  el objetivo final. Las últimas horas del viernes,  son para ultimar los preparativos, logística adecuada, pequeños detalles y repaso una vez más,  de todo  lo necesario para “triunfar”. Llamadas y mensajes cargados de buenos deseos y muchos ánimos, por parte de amigos y compañeros. ¿La hora de dormir? Casi de un tirón hasta las cuatro y media; después,  alguna vuelta que otra, intento contar ovejas, pero “na”; por lo menos,  voy a intentar descansar, el manojo de nervios dentro de la normalidad;  preguntas que vuelven a resonar, ¿cómo nos irá?  ¿Estaremos al nivel  de la ruta? ¿Iremos bien preparados?¿Qué nos deparará la nueva andanza? No me puedo quitar de la cabeza el factor sorpresa, imprevistos  y  otras “bolerías” más,  ya que me es imposible conciliar; el foco ya está puesto en otro “lugar”. No hace falta ni alarma ni despertador, un copioso  desayuno para “cargar el depósito”, ya  que “gasolina” vamos a necesitar.

A las seis de la mañana, habíamos quedado en “El Rollo” -cambio de última hora, del lugar habitual-  con las burricletas bien dispuestas y prestas para una jornada de altura y fiesta especial para “clausurar la temporada”; nueve caballeros veleños acudimos al lugar citado, para afrontar la novedosa aventura. Bien equipados, para enfrentarnos a las frescas temperaturas de la madrugada, luces adecuadas para guiarnos a través de la  oscuridad y muchas ganas  y triple dosis de  ilusión para afrontar la épica, bien  planificada y diseñada con “cariño y esmero”.

Roberto “El Bueno”, Ilde “El Suegro” y Jesús “El Serrano”, se animan (todo un detallazo) para hacer la parte nocturna y hasta Ramacastañas nos van a acompañar. Muchas gracias por vuestra compañía, ánimos y buenos deseos. Ya sabéis lo que pienso.

Nos gustan los desafíos, las duras contiendas y los retos de altos vuelos, pero estas etapas son especiales a la enésima potencia, por muchos motivos, pero principalmente,  por los aires de aventura que se respiran en todo momento. Decidimos ampliar territorios, cruzar fronteras y visitar otras  provincias,  con el punto de mira en un “blanco perfecto” que nos motive y anime,  para tener algún aliciente más para continuar;  un plus extra, buscamos “alternativas  diferentes”, con  más ingredientes que la etapa semanal. “Una prueba de fuego” como reto personal, teniendo en cuenta el componente novedad, interés por lo desconocido y por supuesto, disfrutar del entorno y con los compañeros y amigos de fatigas que se animan a “esta bacanal”. “La vida es aventura, riesgo,  atrevimiento y pasión. La vida es ahora y única”. “No crecemos cuando las cosas se vuelven fáciles, lo hacemos cuando afrontamos nuestros desafíos”.

















Iniciamos la gran etapa, bajo la cerrada  noche estrellada,  abandonamos la villa de Velada;  ya no hay marcha atrás, ni tiempo para quejas, ni suplicios, ni lamentos; las apuestas ya están hechas, las fichas repartidas y los indomables caballeros veleños, repartidos  sobre el  elegante y  esplendoroso  tablero. Disfrutamos del cabalgar nocturno, del frescor tempranero y de los recovecos ocultos entre el aletargado encinar; marchamos con alegría,  en primera línea, el amigo Gabriel “Machaque” (sin luces) no lleva y guía a “zampatarama”, ¿tendrá prisa por llegar? Sin apenas hacer ruido, cruzamos la adormilada villa de Parrillas; nos encaramamos en la tendida subida y “a escalar”. Todo un deleite para los sentidos, la indescriptible sensación de recorrer estos parajes en mitad de la noche; un concurso de luces, danzando por el mágico escenario;  pasos anchos, otros más angostos y rotos, nos ponen en fila de “a uno” y  por el tupido callejón de jaras,  arribamos en el cordal. La sierra del Águila,  la surcamos sin reparos, refugiados bajo el cielo estrellado y la constante oscuridad, que todavía no repliega; desplegamos el encantado  pinar y tendemos “de bajada”  el divertido sendero; sin arriesgar, pero sin pasarnos, salvamos los tramos rasgados, otros más complicados  y quebrados que nos llevan a los pies del Tiétar. Desde este punto, hasta Ramacastañas, alumbramos con cuidado el intermitente camino, atisbando con tacto  el tímido despertar de la nueva jornada; también,  sorprendemos en pijama de fiesta   a la villa citada; despedimos al trío de  compañeros que marchan para el pueblo; los demás,  hacia lo desconocido, “el más allá nos aguarda”. Entre dos luces y el  pleno amanecer, es la genuina postal que nos regala la transparente mañana; cabalgamos por la vía pecuaria, algún tramo de carretera y desde “Playas Blancas”, comienza el recital; la continua subida, recorre el majestuoso y frondoso pinar, escuchamos las melodías del bullicioso arroyuelo, estampas cubiertas de un verdor intenso y una caterva de pintones árboles frutales,  nos muestran sus suculentos manjares. A nuestro paso, las imponentes vistas del “Barranco y algunas de sus hermosas  villas”, mientras continuamos escalando por el tramo hormigonado. Atrás,  dejamos San Esteban, poco a poco nos vamos quitando “capas” ya que ahora “pinta en copas”; encaramos el puerto del “Sidrillo”, sin complejos,  con ganas y  relajados;  la estirada  subida da para mucho, de todo un poco hablamos, pero para ir bien agrupados de 10 no pasamos y Alberto “El Maestro Ceramista” nos lo va recordando “cuando nos desbocamos”; hay algún calentón, “los galgos” tenían que recuperar el terreno perdido; las risas y bromas no pueden faltar en plena ascensión, “ese picacho está a resquebrajo” “¿dónde vas arripárpalo?” “¡¡¡vaya lebrel que estás hecho!!!”, prima el buen rollo y la armonía en plena subida. Según vamos escalando, también nos recreamos con las generosas panorámicas, mientras obsequiamos con  piropos al afortunado  paisaje y una ristra de  adjetivos superlativos,  que se quedan cortos por estos entornos;  sin olvidar lo agraciados que somos, al estar volando por estos bendecidos paisajes. Sin apenas darnos cuenta, coronamos “El Pico”; en este punto, además de repostar, tenemos que revisar  la burricleta  de Diego “Sin Miedo”;  la rueda delantera “no para de chillar”. Aflojo de aquí, aprieto “el casquillo” y ahora que no quiere encajar; todos probamos, aportamos soluciones,  “con teflón coge rosca” y más intentos, pero nada. El amigo Diego, resignado nos anuncia,  que hasta aquí ha llegado;  llamamos “al coche escoba” (Pilotado por Gerardo)  por si llevara alguna herramienta o para la recogida definitiva. En este trayecto, hay más intentos de arreglo, cuando el dichoso casquillo, roscaba al revés; asunto solucionado, alegría  y respiro para el laureado caballero; aprovechamos el furgón para soltar lastre y reponer bebida y viandas para la segunda parte de la etapa.

 






















Reemprendemos la marcha, por el margen izquierdo del puerto, para iniciar por la  pista bien compactada y una intensa cuesta para calentar. El trayecto desde aquí, una gozada, un regalo para los sentidos; como rajar una sandía por la mitad, así hicimos nosotros con el bestial paisaje montañero. Atravesamos la sierra por su mejor cara, salvaje, engalanada para la ocasión, diseñada para este reto, para hacer más grande la andanza; algunos tramos de subes y bajas, caminos bien balizados; tramos revestidos de verde, vacadas pastando a sus anchas, sin inmutarse de nuestro cabalgar; extensas praderas, custodiadas por la amplitud de la sierra, enormes espacios abiertos,  que una vez más, nos hacen sentir minúsculos, insignificantes en medio de “la nada”.  También, hacemos algún salto de vallas, para no perder la costumbre y evitar el impracticable canturrial, escondido entre el copioso piornal; la bajada del cordel, una divertida atracción de piedras (sin mucha dificultad), que nos pone a prueba de pericia y fuerza; esquivando obstáculos, negociando la mejor trazada y a volar. Cristóbal “El Nazareno” va retransmitiendo la etapa en directo, narrando divertidos momentos e informando por dónde vamos; sobre la marcha también recibimos llamadas y más mensajes de ánimos que nos llevan en volandas y cada vez más,  nos acercan “al final” (Gracias Martín, ¡¡¡¡qué alegría!!!);  Antonio Medina, muestra su poderío,  cruzamos villas y sus aledaños, el nacimiento del Tormes también avistamos y fiel,  nos va a acompañar hasta nuestro destino final; la agraciadas sombras  del sendero ornitológico,  no transporta a otras épocas pasadas; más pista y desfiladeros con caída libre al famoso río, alegran nuestra travesía. Gastamos los últimos cartuchos  por el cordel ascendente  y cuando “pensamos que todo está hecho” (hasta el rabo todo es toro), el aire nos atiza de cara. Para llegar, optamos por la vía asfaltada, aligeramos la marcha;  en algunos puntos, desde la “furgo”  Gerardo nos arenga y anima;  cabalgamos con alegría, apretamos, miramos para atrás, con el animado impulso  salvamos los penúltimos “repechillos”  y nos agrupamos cuando nos “desperdigamos”. Las señales nos informan , 7, 6, 5, 4, 3…..ahí,  ya se asoma “El Barco”; las sonrisas van apareciendo en nuestros rostros, brotan  las fuerzas reservadas, alegrías sin aditivos ni conservantes, y el esperado cartel informativo, nos  indica que el camino está recorrido y el objetivo cumplido."Las personas no podemos descubrir nuevos océanos a menos que tengamos el coraje de perder de vista la costa". Hasta la próxima. 



































Fotos de rigor en la "puerta del ahorcado", felicitaciones a mis compañeros por “mucho más que la ruta”; llamadas a familiares y amigos para dar novedades.   Duchas de lujo  en el polideportivo municipal,  para aliviarnos y refrescarnos. Brindis con "zumo de cebada" por la nueva épica conquistada, comida en Casa Lucio, a base de judías, chuletones, postres y …..para  volver a nuestro ser y recuperar fuerzas. Visita por la bonita y acogedora  localidad, compras de productos típicos y también, visita turística del famoso castillo y la periferia del mismo. Hasta la próxima.


Resumiendo, ruta lineal (ida) de 108 kms (2200 metros desnivel +). Los caminos transitados han sido: Camino de Velada-Arenas-Navalcán-Parrillas, Camino Antiguo de Arenas de San Pedro-Cuevas del Águila- Ramacastañas. Cañada Puerto de El Pico- Playas Blancas- Camino de Amoclón- Cañada- San Esteban del Valle-Puerto El Sidrillo- Puerto del Pico- Camino de San Martín de Pimpollar-Navacepeda del Tormes-Cordel del Puerto-Navalperal del Tormes-El Barco de Ávila.


Pd: Diego muchas gracias por tu aportación fotográfica (3) y por las gestiones de las duchas y el restaurante.

Pd1: Alberto, muchísimas gracias por poner tu “furgo” a nuestro servicio: transporte, coche escoba.

Pd2: Gerardo, (padre de Cristóbal) muchas gracias,  por prestarte a  llevar el coche escoba,  asistirnos cuando fue necesario y animarnos en los últimos kms.

Pd3: Muchas gracias al Ayuntamiento del Barco de Ávila,  por cedernos las instalaciones del polideportivo municipal, para ducharnos y dejar las burricletas y mochilas,  durante nuestra estancia en la localidad.


Buen día…………..SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”

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