Viernes
(6-10-2023), tarde-noche, de preparativos, llamadas y mensajes de buenos deseos
por parte de compañeros y amigos,
acumulación de nervios -algunos más que otros-
y muchas ganas e ilusión por iniciar el exigente reto anual. Quedamos en
casa de Gabriel “Machaque”, para cargar las burricletas de los compañeros que
comenzarán la etapa desde “El Pico” y para dejar las mochilas, con preparativos varios, que el día X cogeremos y otros, soltaremos, para aligerar peso. Se percibe, que queremos
que pasen las horas, “para echarnos al monte”; buen humor en “el garaje” y
distendida conversación, antes de marcharnos a cenar; sabemos que nos aguardan horas en vela y con los
nervios a flor de piel, hasta que llegue la hora propuesta.
Sábado
(7-10-2023), a las 5:00 h. de la madrugada, cinco osados caballeros
veleños, nos presentamos puntuales al habitual punto de encuentro; más tarde, en
el mítico puerto, se incorporarán el trío de
“los refuerzos”, que completará la atrevida expedición. Con las
burricletas prestas y bien dispuestas, la suerte está echada, “las cartas sobre
la mesa” y aquí comienza nuestra enésima
y ambiciosa aventura. En esta ocasión, “damos un paso más”, y nos marcamos el
reto de llegar a Salamanca. Ciudad con
solera, desde sus orígenes (2700 años
aprox.), cuando los primeros pobladores se asentaron a la orilla del río
Tormes. Testigo impasible, viendo pasar el tiempo y de diversos pueblos, vacceos, vetones,
romanos, visigodos y musulmanes; ciudad con renombre a nivel internacional y
reconocido prestigio universitario (desde principios del S XIII, 1218), capital
europea de la cultura, con maravillosos e históricos monumentos, como sus catedrales, Plaza Mayor, importantes
Universidades (pública y pontificia), La Clerecía, así como otros edificios
religiosos (conventos e iglesias). Por todo ello, es Patrimonio de la
Humanidad, “lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta”. Ahí es nada, “la
plaza que tenemos que asaltar”.
Novedades
y saludos en la parrilla de salida; comenzamos la jornada, con la noche
-todavía- bien cerrada, atravesamos la villa por la plaza, su reloj -puntual- marca la hora pactada y ya a las afueras, “cabalgamos” bajo la
impresionante cúpula estrellada. Aprovechamos y hacemos “una nocturna”,
agradables temperaturas -aunque vamos bien ataviados, “por si”- en la noche
serena y tranquila. Aunque la referencia
visual, lateral “es limitada”, los focos nos abren el camino oficial; conocemos cada rincón y marullagos que
“pisamos”, los frescos olores, también nos resultan familiares y lo mejor, que
“los repechos no los vemos”. A nuestro paso, por sorpresa, se nos cruzan
algunos “cérvidos” por el dormido encinar, aunque el reposado paisaje, nos mece y cuida con
esmero. Con soltura, solventamos el primer tramo elevado, para encaramarnos en la sierra del Águila y
por “el reformado tobogán” -además de arreglado, hormigonado- aterrizamos y
cruzamos -sin mojarnos- el Tiétar. Amenas conversaciones y bromas, ya que
tenemos muchas horas por delante y la jornada se presenta “intensa y larga”.
Sin síntomas por amanecer, entramos en el conocido pinar, que con disimulo se
“va empinando” para ir cogiendo altura, “con algún repechón considerable”, pero
ni rastro de las imponentes murallas y picachos
de Gredos. “Contamos batallas y épicas pasadas” y también, nos planteamos “un merecido descanso” -si
salimos de ésta- . Damos los buenos días a la villa de San Esteban y por estos
lares, comenzamos el primer puerto de la mañana, “entre dos luces”; por fin, nos vemos las caras con la luz mañanera,
disfrutamos de los paisajes que nos envuelven y del despertar del nuevo día, a los pies de la inconmensurable montaña,
¡¡¡¡qué más se puede pedir!!! Ni cuentos -ni cuentas- , ni fotografías, cada
cual que lo disfrute a su manera y lo almacene en lo más profundo de sus
sentidos. Marcamos un ritmo pactado,
constante y llevadero, -como siempre,
en estos casos- para “no quemarnos”, también nos damos relevos, algunas
fotografías “para dar fe” y entre fotograma y admiración del entorno, cada vez más cerca de la cima. Sin novedad
-aparente- coronamos el mítico puerto, en unos minutos “llegarán los refuerzos”
(estaban de cafés y algún chupito); hacemos los cambios pertinentes; cogemos,
soltamos, nos quitamos, nos hidratamos, reponemos fuerzas para continuar con la
gran etapa. Nos despedimos de Chema “Tino”, que ha madrugado para traer a
nuestros amigos y así, puedan realizar la segunda parte de la ruta.
Reemprendemos la marcha, damos novedades a
nuestros compañeros de fatiga y sobre la tranquilidad del “paseo nocturno”.
Bajas temperaturas, antes de adentrarnos en el concurrido camino; “los
forestales” nos dan el alto, nos preguntan por nuestro destino y les informamos
del objetivo y el itinerario que llevamos. Nos avisan, que en media hora
“comienza una montería” por lo que, ya habremos salido de la zona perimetrada.
A nuestro paso, se extiende el idílico paisaje montañero, entre un callejón de
pinos continuamos la entretenida ascensión, para recrearnos por la divertida
bajada y las anchas praderas; encontramos tramos empedrados, técnicos con
piedras sueltas y zonas más rápidas para atravesar la colosal montaña. Los
caballeros de refuerzo, “traen aires nuevos…y fuerzas”; en primera línea,
marcan el paso y así, nos “permiten
descansar” y deleitarnos con el agraciado paisaje. Sucesión de puertos y
exigentes ascensiones, que nos ponen a
prueba por territorios desconocidos, abigarrados, pero privilegiados, para quienes tenemos la virtud de disfrutar y
sufrir -a partes iguales- en la
agradecida naturaleza. Sobre la marcha, paradas fugaces para “abrevar”, reponer
fuerzas y continuar con la épica montañera.
Pasamos
por acogedores pueblos para “reponer” y recibimos un trato cordial, ¡¡¡esas
revolconas!!!, de San Martín de la Vega del Alberche; dos platazos (la amable camarera, se empeña en que lleguemos), en otras localidades, “sólo para abrevar” o para recuperarnos, con refrescos, tortillas y agua fresca para “el
asalto definitivo”. Hacemos publicidad de la villa veleña y con los lugareños
que hablamos, se sorprenden “hacia dónde vamos”, otros, se creen que les
estamos vacilando. A nuestro paso, por los extensos terralgos salmantinos,
cabalgamos por pistas de todos los colores, unas más cómodas, otras, “menos
favorecidas” e incómodas por la cantidad de piedra suelta; también, nos adentramos en profusas dehesas, avistamos
“famosas” ganaderías bravas y a sus lustrosas reses exhibiéndose entre la
multitud de encinas. Sufrimos las altas temperaturas del día –menos mal, que
aire era agradable-, sudores y nubes de polvo por los estirados caminos y en
algunos lances de la jornada, también se asoma “el tío del mazo”, mientras
vamos sumando kilómetros y restando el desnivel acumulado, “ya sólo quedan 300
metros de subida”.
Mis
compañeros y amigos, con solvencia y vigor van superando los pequeños
obstáculos que nos ponen a prueba, siendo conscientes, que
cada vez nos queda menos para “graduarnos y conquistar” la “ciudad de la cultura”. Alberto “El
Maestro Ceramista”, en su versión más “conservadora” da sabios consejos en las largas subidas, “por eso de
evitar”; Luci “Fromme”, impecable en sus actos, con planta y estilo, se luce en
todos los terrenos, bueno llaneando, mejor escalando; Raúl “El Espartano”,
forjado en mil batallas, ejemplar, pendiente de todos los compañeros, vigila la
retaguardia y da relevos en cabeza, sólo, le falta la zamarra oficial de la
escuadra veleña; Francis “Sevilla”, el benjamín del grupo, aguerrido e
impulsivo, sobrado en el llano, verás que con “el tiempo” -y cabeza-, regulas
mejor en los largos puertos; Martín “El Fiero”, “un animal llaneando”, junto
con el amigo Alberto, marcan un ritmo “de vértigo” en el terreno más plano;
Pedro “Hierros”, otro elemento, curtido en grandes eventos, con experiencia y
oficio, no se baja de las posiciones de cabeza; ¿El amigo Gabriel “Machaque?,
además de las buenas obras realizadas en la ruta, termina
“pletórico y entero”, pero vemos que no tiene solución; “cuidado que
esta finca tiene ganado bravo y está suelto” –nos comenta; pero es abrir la
portera, y voces y silbidos por toda la dehesa, para avisar que estamos dentro
(por eso de la precaución y pasar desapercibidos).
Cuando
nos colamos en “la Vía de la Plata”, ya somos conscientes –“aunque hasta el
rabo todo es toro”- que tenemos a “tiro de piedra” el pactado destino.
Aumentamos el ritmo, a pesar de la kilometrada, salen fuerzas y ganas de la
nada; bromas y buen rollo –como durante toda la etapa- entre los integrantes;
“prohibido llorar en el recibimiento”, “con la cabeza alta, que toreamos en una
gran plaza”…y otras tantas chorradas. “Entre pitos y flautas”, la ciudad charra nos abre sus históricas
puertas, comienzan a sonar la música por sus bulliciosas calles, un río de
personas que nos lleva “en volandas” a la monumental plaza. Aquí, nos aguardan
nuestras familias, amigas y retoños, portando el estandarte veleño y con
el atronador e inconfundible recibimiento; gritos, cánticos, besos y
muuuuuuchassss emociones contenidas que “salen a luz” por el reto conseguido.
Los turistas y transeúntes de la concurrida plaza, observan perplejos y atónitos la improvisada
celebración. Felicitaciones entre los integrantes de “la épica gesta” y
fotografías de rigor para los anales de la historia burriclista. Después del
protocolo de llegada, continuamos con “la fiesta” a la puerta de hotel; zumo de
cebada helada a granel, refrescos y viandas varias para recuperarnos; filetes
empanados, tortillas, empanadas, quesos, boquerones en vinagre y productos varios de
“la matanza del suegro”. Fin de semana espectacular; cenas-comidas reservadas,
brindis por la nueva hazaña, anuncio del reto 2024, paseos culturales por la ilustrada ciudad y
visitas guiadas, históricas, por los monumentos más representativos de la
población.
Destacar
de la ruta, las horas nocturnas, la quietud y la tranquilidad de la noche, los
espectaculares paisajes montañosos por los que hemos cabalgado y los puertos
conquistados. El buen rollo, armonía y solidaridad, entre los integrantes de esta encomiable aventura. En general, un fin de semana para
enmarcar, deporte, convivencia y visitas culturales por la ciudad de Salamanca.
Especial agradecimiento, a nuestras familias por acompañarnos y
animarnos en nuestras “aventuras y tontás”. Muchas gracias por estar ahí y
preocuparos por parte de la organización (búsqueda de hoteles, contactos, etc),
llevar los vehículos hasta su destino, por buscar información sobre
alojamientos y otros detalles. De sobra sabemos, que también estáis pendientes
y preocupadas (quizás, demasiado) por
nosotros.
En
definitiva, ruta lineal de 175 kms (3200 m. D+). Los principales caminos
transitados han sido Camino de Arenas-Navalcán-Parrillas-Cuerda-Sierra del
Águila-Cuevas del Águila-Ramacastañas-Cañada del Puerto El Pico-Playas Blancas,
Camino del Amoclón, Cañada-San Esteban del Valle-El Sidrillo-Puerto El Pico,
Camino San Martín de Pimpollar-Camino Antiguo de Navarredonda- Puerto de La
Cañada del Horno- Puerto de Chia-Camino de Los Molinos-Camino de la
Pasión-Camino de Tortoles y Castellanos a Rebollar-Camino del Dolmen del Alto
Pinillo-Camino de Pedraza a Carpio Diego-Alba de Tormes-Vía Verde de la
Plata-Salamanca.
Pd1:
Francis, Raúl, Martín, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (11).
Pd2:
Francis, muchas gracias por “tu tiempo”,
dedicado a preparar la segunda parte de la ruta, “track” desde la
localidad de Navarredonda-Salamanca.
Pd3:
Raquel, muchas gracias por las últimas
gestiones de reserva del hotel, comidas
y visitas culturales.
Pd4: Melisa, mucha gracias por las gestiones con la agencia de hoteles.
Pd5: Las fotografías están en orden inverso a la realización de la ruta.
Buen
día…………….SALUD.
“…mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo
ni sitio…”
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