Sábado seis de junio, a las siete de la
mañana salimos de la villa de Velada; comienza la “temporada” de senderismo y hacia el Hornillo nos dirigimos.
La diminuta “plataforma” de Domingo Fernando es el punto marcado para afrontar
el ascenso pactado; Mariano y Jose, son los compañeros de fatiga para la
montañera andanza. Preparamos el material necesario y demás detalles “por si
acaso”; de crema solar nos “embadurnamos” y hasta el mapa de la zona nos guardamos.
Iniciamos la marcha, acompasados con la serenidad de la apacible mañana; nos
adentramos en el hechizado laberinto de los izados pinos; las gratificantes
melodías del arroyuelo, “cientos de piñas” desparramadas por el suelo y un tupido vergel de verdosos helechos, nos
guían en el tendido ascenso. Mariano nos abre paso y las amenazantes zarzas
“con el bastón aparta”, moscas cansinas y el tábano de kilo y cuarto, nos van
breando; por la sinuosa trocha, “de todo un poco vamos hablando”, amables
pasos, piedras descolocadas y manantiales camuflados, antes de salir al “ciclópeo pelao”. A nuestro paso, abundante
matorral y al fondo “en lo más alto”, las colosales piedras amorfas, ¿tallando desconocidas
figuras? y lanzando mensajes encriptados
para los osados invitados. A lo largo del camino nos recreamos con “El Espaldar de los Galayos” -
“¿pero por allí hay paso?” después de varios comentarios y experiencias pasadas
– a dicha expedición, quedan invitados-. Pasamos por los caños señalados y un
“tentempié” para “picar” y aliviar la
sed; “a la vuelta de ese esquinazo,
coronamos”, -comento, mientras descansamos. Hacia la cima nos enfilamos, cuando
entre los piornos amarillos se dejan ver “los primeros ejemplares de machos cabríos”, inmortalizamos
el digno momento, antes de “arribar en la base del palo”; fotos de rigor y
continuamos, ya que el objetivo es “algo más pino”. A la vez que continuamos
“trepando”, nos recreamos con las genuinas vistas –de cimas de sobra
conocidas-, somos testigos del “silencio envolvente” que nos reconforta y a
otras dimensiones nos transporta; a
estas horas, somos “tres motas de polvo insignificantes”, absorbidos por la
montañera inmensidad y a disposición de la benevolencia de Ourea y
del azar. Unos pasos más adelante, se deja notar “el gran rellano” y de la
postal amarillenta “más de un millón de cabríos”, saltan y huyen despavoridos y
los expedicionarios con tanta belleza somos abducidos; disfrutamos el generoso
momento con comentarios varios, mientras seguimos caminando y a
doscientos metros, “el esperado hito” aparece ante nosotros. Profanamos “el
trono del Olimpo” y unas excelsas vistas son la recompensa para las
susceptibles retinas de los sentidos; nos postramos ante las prodigiosas
panorámicas y el tiempo se detiene, ahogado con tanto esplendor, “tranquilos, que aquí no hay prisa” –nos
tomamos un tiempo extra y más- . Inmortalizamos grandiosos momentos y otros
tantos guardamos en “el zurrón del recuerdo”; nos “repanchingamos” a repostar, bocatas de
jamón, fruta y frutos secos para degustar y con atención, todo lo que nos rodea
poder admirar; aprovechando la palpable
armonía del lugar, desde “el sitial real”, resolvemos el enigma del “Peñón del Mediodía”.
Reemprendemos la marcha, por el camino “ya
andado”; al fondo, el “techo de Gredos” y a nuestro paso, los colores vivos de
los piornos, la jornada alegrando; nos desviamos al parque de “las piedras
labradas”, echamos un vistazo y continuamos admirando. El descenso es más
“rápido”; cuando el amigo Jose, nos da el alto, “la suela de la bota se ha rajado”;
con una cuerda hacemos un apaño y salimos arreando. Hace ya un rato,
algunas rapaces planean a nuestro paso “¿qué estarán buscando?”; abrevamos en
el “manantial bajo” y unos frutos secos picamos. La imponente vista de la “vertical
del espaldar”, “¿también nos vuelve a retar?” –apuntada está- Nos queda menos para llegar al apacible y
sombrío pinar, cuando “el averiado”, las dos suelas ha rajado ya; cuerdas y
gomas para “soldar las botas”, pero ahora tiene que hacer malabares para bien
pisar. Mantenemos el “precavido paso”, cuando las moscas y el tábano nos
vuelven a avisar; atrás, dejamos hitos y
paneles informativos, también el
acogedor refugio (“por si hubiere que resguardar”) y me da, que hay prisa por
llegar…..
En definitiva, ruta líneal de 18 kilómetros.
Hemos partido desde Domingo Fernando, senda del Puerto el Peón, Senda de la
Peña del Mediodía (ida y vuelta).
Pd: fotografías y palabras se quedan "cortas" para describir las espectaculares vistas de distintos puntos de Gredos, Valle del Tiétar y Barranco de las Cinco Villas.
Buen día………SALUD.
“mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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