Domingo treintaiuno de mayo, presumible
día caluroso y bien soleado tendremos los valientes convocados. Siete
caballeros veleños nos damos cita en el lugar pactado (Colegios). Con las burricletas
bien dispuestas y las “coordenadas correctas”, según “El Gran Maestre”
señala, nos vamos de aventura, a
explorar el antiguo camino de Buenaventura.
Iniciamos la jornada con mucho brío y más
ganas “¿será, por la pretenciosa hazaña?”. En modo distendido, marchamos por la
extensa cañada, llanuras “baldías” y “pleno burriclista” para resolver “pleitos
y otros galimatías”. Nos ponemos “el traje de faena”, algunas burricletas se
espantan entre las retamas y las removidas arenas; escalamos los pasos
agrietados por una callejuela de fornidas chaparras y los desteñidos
cantuesos, dejándose ver por “El Cerro Arriero”; “abrimos el portón” de “la
senda fantasía”, gozo y sentida alegría, a pesar de la panorámica entristecida.
Salimos a la ancha pista, bien agrupados “continuamos con la cháchara” para “atacar
a la misteriosa entrada”. Abrimos del “pórtico del triunfo”, Eduardo “El
Carpin”, amenaza con “la misión abortar”; vítores y ánimos para “traspasar el
umbral del tiempo” y al amotinado “embaucar”; atravesamos vastos campos de
altos pastos y tramos levantados, saltamos las vallas del río encarcelado,
pasos ganaderos y rasgados a nuestro paso; parajes asilvestrados y “nada
frecuentados” nos transportan a épocas
pretéritas; esquivamos la amenaza de las ávidas garrapatas, ruinas abandonadas y “el tábano de kilo y tres
cuartos” ataca a Domingo “El Maca”. Campo a través –por los caminos olvidados- y saltos de cercados espinados; Goyo “El
Coloso” “hacia el otro lado, tenemos que dar con el camino más decente”, en
toda la mañana es el comentario más
prudente; “El Gran Maestre” después de consultar los planos varias veces –nos
advierte, “hay que virar hacia el este”. Abrimos la “portera buscada” (aunque
la opción buena la dejamos a nuestra diestra); el sereno encinar nos guía, unas
veces por la marcada senda, otras sorteando pastizales y “piedras bien tapadas”;
por la retaguardia se escuchan “algunas quejas”, los incómodos “aragüelles” van pinchando
en “los pinreles”. Hacemos un quiebro a la espesa y acogedora arboleda,
para adentrarnos en la vereda del centenario fresno; rincón desconocido para
algunos de los aguerridos compañeros. Paramos a repostar, para la
“andorga engañar”, inmortalizamos el divertido momento, mientras tanto, Ángel
“El Guerrero” a una esquiva ardilla la sigue el rastro a ras de suelo y tras el destartalado alambrado; más fotografías en la “urbanización” de las primitivas piedras y al indulgente lugar,
con cariño para enmarcar; comemos bien y abrevamos mejor, para la vuelta
preparar.
Reemprendemos la marcha por la bucólica
trocha, tramos de hechizo y belleza sembrados; nos deleitamos a la vez que
admiramos los afortunados pasos. Entre los generosos pastizales, tenemos “el
amago de capea”, pero Ilde “El Suegro”, cargado de valor “a voces, torea”;
espantamos al “despistado astado” y con las ideas claras, hacia Montesclaros
nos enfilamos por la próspera panorámica. En la aldea montesa, “paramos a coger
agua” –por lo que pueda pasar- ; como buen lugareño, el amigo Ilde nos lleva a “la fuente del agua
fresca”. Después del “receso”, tomamos
“El Camino de Los Caleros” con una “marcha extra” y el reconfortante olor de las jaras, alimenta
los sentidos y nos “alarga” la vida; nos
adentramos en el reparador encinar, aire límpido y singulares aromas siguen
nuestra estela, algunas rapaces planean sobre nuestras cabezas y por los pasos quebrados, otra liebre –sin
consecuencias- “salta a la talega”. Atravesamos
campos recién cosechados, también por los arenales del río, de agua ni rastro
ha quedado; nos adentramos en la jungla desbrozada en la anterior jornada y
en “El Camino de Casillas”, por la
parte trasera “tocan la campanilla”; bajamos alguna marcha, más adelante, esperamos
para ir bien agrupados. Por la estirada
recta “sin fin”, “castillos de alpacas”
levantados en la amarillenta explanada, polvo, el amenazante calor y algún sofocón; para no
demorar la etapa, “alquilamos un ciclo-tándem”; Ángel “El Guerrero” con una
llamativa cuerda, “hace el invento” y con el plato grande, remolca al “Gran
Maestre”; los demás, bien alineados en comitiva, escoltamos “al discípulo y
maestro” para hacer más ameno este momento. Sin novedad llegamos al punto de partida, estiramientos y zumo de cebada fresca para brindar por la acontecida gesta.
Resumiendo, ruta circular de 48
kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Cañada Real Leonesa
Oriental, Camino de Los Huertos, Senda del Arriero, Camino de Talavera a Motesclaros,
Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Los Brezuelos, Camino de Mojosal,
Camino de Segurilla a Buenaventura, Camino de Sotillo a Montesclaros, Camino de
Montesclaros-Talavera- Velada-Camino del Torilejo-Velada.
Pd: Ángel, gracias por tu aportación
fotográfica (3)
Buen día………….SALUD.
“mil caminos por
andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni
sitio….”
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