Domingo nueve de agosto, a primera hora, mañana fresquita –se agradece, para comenzar el día- . Trece caballeros veleños y tres
valientes gamoninos, acudimos al habitual punto de encuentro, con ganas y dispuestos para andorrear por los perdidos caminos. Con las burricletas bien dispuestas,
nos preparamos para la contienda dominguera; en esta ocasión, no tenemos
“ninguna ruta anotada en la agenda”. El plano sobre la mesa, dos líneas por aquí, pegamos
algunas sendas y otro pico más, recorto
por allá y para los que se atrevan “el huerto como opcional”. Como parece que
queda corta la propuesta, El Gran
Maestre “propone y añade la escalada por
la Gran Muralla”.
Iniciamos la jornada con las ideas algo más claras, rumbo hacia la oriental cañada y “el bastón” del “Gran Eolo” atizando de cara; rodamos en
armonía por la vasta llanura, a nuestro paso, “el gran terralgo” y las abrasadas
vistas, asoladas por el latigazo del
generoso estío. Me adelanto para
inmortalizar algunos momentos, ahora por la retaguardia y para llegar a la
parte delantera, tengo que “apretar” el
ramal; higueras bien cargadas y viñas
minuciosamente cuidadas, estirando de la ancha pista. Giramos a la izquierda, para
dejar el plácido camino; cambio de pantalla, el callejón de la arboleda
sembrado de agradables olores y también
refresca, arroyos secos y el temido
arenal, que a más de uno hace descabalgar; pendientes quebradas para “comenzar
a calentar” y la vereda de los pinos, entre cantuesos caídos y atusadas encinas, cercada por el rústico
vallado de piedra; Ilde “El Suegro”, ensalza el arrinconado lugar, mientras los
demás, tampoco nos quedamos atrás, una
vez más; damos “la vuelta de honor”, por la senda enaltecida y “nos agrupamos,
allá arriba”. Ahora, para que no decaiga “la fiesta sendera”, nos adentramos
“en el rincón que rezuma fotogramas de ficción”, algo reseco, pero la angosta línea
–siempre es una grata sorpresa- adornada
de piedras de todos los colores, pasos estrechos y divertidos para agasajar a
la escuadra veleña; salimos del túnel del tiempo, con una sonrisa de oreja a
oreja, entre bromas y risas, y algunos
“con ganas de jugar otra partida”.
Momentos de relajación por la ancha avenida, de todo un poco vamos
hablando, hay amenaza de “motín y abandono”, pero al final, todos nos alistamos
para afrontar la encomiada trepada; fincas “sembradas” de altos pastizales, al
frente “El Piélago” coronando y más “picachos” sus crestas asomando, pero nosotros, tenemos otro
“plan entre manos”. Comenzamos la “temida ascensión”, cada cual como pueda –es
el conocido lema- está claro que “todos apretamos”, desde la primera línea hasta el de más atrás. Pedro "Hierros" y Alberto "Cebra", estiran un poco más "la desperdigada cadena"; salvamos la pendiente más pina y distinguida, entre tierra suelta y “gravilla”. Arriba nos
agrupamos hasta que todos llegamos, saludamos a otro grupo de burriclistas, que “por el otro lado han llegado” y esperamos a los atrevidos compañeros; Eduardo “El Carpin” adelanta a un cuatro por
cuatro y Pedro Hierros por “El Maestro” es remolcado. Cogemos carrerilla cuesta
abajo – a ver si la inercia arriba nos encarama- para desafiar a las pendientes
del tramo hormigonado; más de lo mismo, “nos apretamos los machos” y a pasar “otro momento de lo más romántico”; todos miramos hacia adelante,
espoleamos los pedales y tiramos de los
ramales para coronar estos andurriales; de uno en uno vamos llegando, otra vez
nos agrupamos y por el camino más cómodo y tendido cogemos aire hasta que en “la cruz de
la espera”, arribamos. Paramos a
repostar; dulces, pasas, fruta fresca
para sofocar el empinado susto; Roberto “El Bueno”, despacha
tareas mecánicas, mientras los demás, decidimos para dónde vamos a
“tirar”.
Reemprendemos la marcha, un quinteto nos
quedamos “para regar el huerto”; los demás, para “el pueblo ya marchan” – aunque algunos,
luego se iban a entretener un poco más, por las sendas de Gamonal- Pues lo
dicho, marchamos hacia “el renovado Marrupejo”; bajada bien acicalada y con
tramos hormigonados, irreconocible para aquellos/as que lleven un tiempo sin
bajar “a regar” –menos mal, que tenemos fotografías de archivo para
comparar-, el puente del “inframundo”, también ha sido restaurado y hasta la
subida entretenida y desaliñada, ahora
parece más llana. Menos mal, que está intacto “el corazón del huerto”, como dice el amigo
Roberto. Recorremos el venerado monumento, deleitándonos entre sus ceñidas galerías y zambullida en el chorro fresco de su magia, con mucha devoción.
Con alegría sobrada, ascendemos desde el
rincón de los barrancos a la villa “cagarrache”; atrás, también dejamos el pueblo “zorrero”
y bien agrupados, hacia Velada nos dirigimos. Poco más que destacar, cada día
me gusta más llegar desde allá, agradable la calleja arbolada, el reconfortante
sombrajo y “el repecho de la herradura”, impasible aguardando; pego un tirón
para fotografiar este momento, ¡¡¡miér-coles!!! Después del exigente arreón, “la cámara está en modo off”, “nada,
otro día será”. Sin novedad, llegamos a la “cañada”, después de planear por el
zig-zas de las canteras; saludamos a Francis “El Paciente”, que poco a
poco se va “reencontrando” después de la inactividad ¡¡¡¡ánimo!! Llegamos a la
zona de estiramientos, en sus autos, se acercan Ilde y “El Gran Maestre”. Nos cuentan la
disputada llegada y en un descuido, el Maestro “se ha llevado la etapa de
montaña”.
Buen día……………SALUD.
“mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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