Domingo seis de diciembre, después de la
anual fiesta burriclista, como cada temporada,
retrasamos media hora, la hora de
salida –a las 9:00 horas- Ocho caballeros veleños acudimos al habitual punto de partida,
también nos acompaña Diego “Sin Miedo”, después de sus “días de baja”; con las
burricletas bien dispuestas y prestas para la audaz andanza, ¿qué nos deparará
la etapa? En esta ocasión, no tenemos un destino fijo y hablamos “algo” de
adentrarnos en caminos prohibidos.
Comenzamos la jornada, atravesando la
adormilada villa de Velada; marchamos
bien animados, recordando las vivencias y divertidas anécdotas de la prolongada cena
–sin darnos cuenta, se nos presenta una agradable mañana-. Atrás dejamos los
caseríos de Trujillano, algunos de “cháchara” y otros pocos, ensimismados,
“¿por dónde vamos?”; la parte delantera, no ha dado el intermitente y se pasan
de la vía acordada; avisamos a los despistados adelantados y enderezamos el
rumbo pactado. Cruzamos el armonioso y silenciado encinar, ni rastro de agua en
arroyos, ni en el río, todavía vacío; por la retaguardia, los compañeros me avisan,
“por mi espalda, la mochila “chorrea”; paro a revisar “la vejiga” y la bolsa
parece un manantial; solucionamos el aguado entuerto, mientras Roberto “El
Bueno” y “el relatero” pedaleamos en
solitario hasta la gran cañada, dónde los demás nos aguardan; por el anchuroso camino, cruzamos la despejada carretera, y avisamos
“¡atentos!” porque hay que virar hacia la derecha. En el olvidado camino
“parrillano”, vallados de piedras bien
alineadas, porteras con alambreras espinadas
y en el salto, un lazo “que
atrapa a un gazapo de dos patas”; a nuestro paso, el perseguido camino, oculto en un vergel de zarzas y perdido; una alfombra verdosa, engalanada con
pinceladas de agua, nos abre el paso y
ante nosotros, la grandiosa postal del apaciguado encinar; momentos para enmarcar por las
ocultas vaguadas, un silencio atronador se apodera del hechizo del rincón
arbolado y sobre nuestras cabezas, planean los susurros del aire límpido y cristalino. Saltamos la “enésima valla” y
en esta ocasión –aunque parezca mentira- nos colamos por una puerta abierta. Desde las
profundidades del bosque mediterráneo, nos
recreamos con los excepcionales cuadros y
pintorescos fotogramas nos agasajan en la soleada mañana. Arribamos en
“El Puente Nadinos”, Ilde “El Suegro” toma “la coqueta fortaleza”, paramos a
repostar, inmortalizamos divertidos momentos y nos echamos unas risas en el privilegiado lugar parar enmarcar.
Retomamos la etapa por la enmarañada y
acogedora arboleda, pasos bien marcados
–y de encanto, sembrados- ; cabalgamos bien agrupados por los conocidos
caminos, nos da tiempo de hablar con “el guarda” y el solicitado terrateniente, antes de salir a la carretera.
Desde este punto, arreglamos los trámites pertinentes; hay dudas, algunos quieren
rodar por el asfalto, pero hace tiempo queremos ver, ¿qué se esconde “allí adentro”?; no se hable más, unos saltan, otro pocos, "por debajo" de la “portera arrestada”;
boquiabiertos nos quedamos con la “desconocida vía” y la tranquilidad que se
respira; Martín “El Fiero” quiere que “el gran jefe” salga a nuestro encuentro ,
para “cantarle las cuarenta o contarle un cuento”; lujosas mansiones, pistas
deportivas en el inmenso poblado, “normal que no quieran que pasemos”; un
lustroso corcel se exhibe con su elegante carrera y “El Gran Maestre” se encabrita y sale detrás de él “al galope”, ¿querrá montar al caballo desbocado? Algunos compañeros, andan desorientados
“¿dónde estamos?”, “no os preocupéis, salimos al río hormigonado” – seguro, les
comentamos. Continuamos abriendo porteras, cruzando torrentes secos por parajes
de ensueño; también nos acompañan cientos de grullas que salen en desbandada, adornando el claro cielo con sus
vuelos y serenatas; a los lejos, también avistamos unos ciervos descarriados,
“como lleguen a las casas, va a venir el guarda a buscarnos” –comenta “El
Carpin” ¿preocupado? “Pues nada, le damos otra lección avanzada de cartografía
y geografía local”, puesto que estamos
en otro camino, que con “sutileza se han
adueñado”. Salimos a la pista conocida, “los llanos de la presa” están muy
solicitados, sin más novedad, nos enfrentamos al “repecho traicionero”, cada
cual como pueda y arriba a esperar al personal. Bien agrupados llegamos a la
villa, “para cargar el bono-bici” (para otros eventos más exigentes), antes de
llegar al punto de partida, me despido de la osada cuadrilla.
Buen día………….SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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