Jueves 31 de
diciembre, es la fecha señalada para despedir el año y realizar la
“penúltima”etapa, a pesar de que toda la noche ha estado “jarreando agua”.
Mientras desayuno, desde la ventana contemplo la lluviosa estampa; llamadas
telefónicas y otros mensajes que van llegando, confirman la suspendida salida
por parte de algunos compañeros de
fatigas ; “sólo daban agua hasta las
9:00 horas” decían las fuentes meteorológicas consultadas. ¿Qué pasaría si acertaran las
previsiones pronosticadas? “Pues eso, que lo voy a comprobar”. Con el traje de
espartano, la burricleta bien dispuesta –como en las mejores épicas- , me voy a
hacer la particular “San Marrupestre”, la suerte está echada y “será lo que tenga que ser”.
Me paso por el centro de salud, para ver
si hay algún compañero resguardado, “pues nada, jornada en solitario”; “cómo me
voy a poner, para mí, enterito el pastel”. A mí paso, caminos regados con “esmero y bien cuidados”;
un magistral cuadro –la envidia de cualquier bohemio pintor- entre la espesa niebla,
encriptado. Los que me conocéis, sabéis que para mí, es el día ideal para
“rodar y salir a disfrutar” –agradables temperaturas y un manto de niebla celestial para decorar la invernal postal- . Las villas
vecinas, inundadas y ocultas entre la espesa bruma y vías solitarias en la amenazante jornada, hacen florecer la magia en los resguardados
rincones; un nubarrón de aire pulcro y
transparente me acompaña por el paraje complaciente y los verdosos retales, echando un desigual pulso a
la aguerrida neblina. Me recreo y escucho las proezas de las pletóricas veredas; contemplo su
exuberante encanto y por los angostos trechos de “dibujos animados”, soy capaz de detener el tiempo; recolecto
exquisitos fotogramas que se vierten en los despiertos sentidos y colecciono los
placenteros momentos que purifican a la etérea jornada. Las frondosas retamas y
la espesura de las chaparras enanas, se
disfrazan de improvisadas duchas y ante
la furtiva presencia, “ingenuamente
chorrean” y tiñen de vida las trochas más escondidas; olores embriagadores se
desprenden de las empapadas encinas,
mientras la hierba fresca, con sigilo,
teje una alegre alfombra en el regazo de
la generosa senda. Me reconforta la espectacular panorámica grisácea,
empapelada y coloreada con la
boscosa niebla; según van pasando las horas, me cruzo con algún “carrerista” y
otro intrépido “burriclista”; ya me empezaba a preocupar, “¿iba a ser el
único cuerdo que anda por ahí suelto?”
Atrás dejo las villas vecinas –cuando parece, que se empiezan a aclarar-. A la salida de
Mejorada, me encuentro con Cristobalón, -arrepentido y “muy dolido” por no haber salido antes, porque la tempranera lluvia, con su presencia le ha
convencido a retroceder. Hacemos los repechos de las piedras caballeras y las últimas
campanadas, resuenan con algarabía por la senda gamonina; monumentos cerreros y "cantos" multiformes componiendo las más divertidas canciones; la vereda de “Los lobos” también viste sus
mejores galas a estas horas de la mañana
y por el ancho camino hasta el
punto de partida, donde damos por finalizada la entretenida etapa.
En definitivas, ruta circular de 45 kilómetros. Los principales caminos transitados han sido; Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Camino del Hituero, Sendas de los Barrancos (Marrupejo largo-corto) Senda de Cervera, Camino de Meregil, Sendero del terror, Senda de los Leñadores, Camino de Segurilla-Mejorada-Gamonal; Senda de La Encarnación, Sendero de Los Lobos, Camino de Mejorada-Velada.
Buen día…………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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