martes, 26 de enero de 2016

Ruta: Las Majadas

       Domingo veinticuatro de enero, nos recibe una mañana primaveral y,  ni rastro de las temperaturas heladas. Diez caballeros veleños,  acudimos puntuales a la semanal cita, en el habitual punto de encuentro. Con las burricletas bien dispuestas y prestos para la inminente contienda, Eduardo “El Carpin”, aparece bien engalanado y elegante con el atuendo de los inicios  flamantes.  Después de las pachangas pasadas, en el día de hoy, estamos todos de acuerdo;  “toca subir  por los cerros”.

     Comenzamos la jornada, tomamos la asfaltada avenida, para cruzar la despejada cañada; ante nosotros,  la cuesta de la gamonosa, impasible y con un “empinado recao”, nos aguarda. Nada más iniciar, “El Gran Maestre” se destaca, venía de la tempranera escapada; “quería coronar en solitario”, más adelante nos comentaba. Cada cual sube como puede, pero se ve que hay “marchas guardadas”; llegamos a las casas cerreras y en este punto, marcamos  la espera; para hacerla más amena, media vuelta, para tantear otra vez la cuesta. Reunidos todos los componentes, surcamos la templada estampa; animosas conversaciones, ralentizan la marcha, pero sin perder de vista en ningún momento  la ofrenda  de la placentera mañana. Atravesamos las villas vecinas, saludando a otros “burriclistas, andarines y carreristas”; “cómo se nota que hace buen día”. Llegamos a “la cruz de los arrepentidos” y el trío de los galones (Andrés, El Maca y El Carpin) por estos andurriales no “quieren  coles” y  deciden marcar otros caminos más tranquilos. Pues lo dicho, los demás, abrimos las puertas del coloreado  paraíso, para profanar –una vez más-  los angostos pasadizos; las  calmadas aguas cristalinas a los agraciados  barrancos dándolos vida y genuinos pasos estrechos, amasando  las más apetitosas delicias para los osados burriclistas; rescatamos  luminosas postales, impregnadas de sublime fantasía, inmortalizamos fugaces instantes de las  perpetuas maravillas y agotamos los adjetivos para nominar al rincón de los elegidos. Cómo el más exquisito  manjar, “ni muy hecho ni muy pasado”, está en su punto para degustar; con marcadas sonrisas y caras de felicidad, divagamos por el más allá; bucólicos  muretes de piedras, angostos pasos y algunos escalones, donde tenemos que andar  atentos y  con cuidado,  extremar la precaución; Roberto “El Bueno”, sigue el original tramo, pero los más románticos, nos colamos en la encantada vereda; hacemos la entretenida bajada y en la bifurcación, “hacia la derecha”. Mis compañeros me recuerdan “donde perdiste las gafas”, mientras, con pericia y esmero,  nos deleitamos  entre las desaliñadas retamas y espesas chaparras; al fondo, el majestuoso cuadro montañoso y la atenta vacada, contemplando nuestro fugaz paso. Momentos de relax por la estirada cañada, aprovechamos para ilustrar otras hazañas conquistadas, mientras reclamamos la hora de la esperada merienda. Paramos a repostar, fruta fresca, pasas, dulces, algún bocata y el milagroso “polvorón”  que  salen del zurrón; compartimos viandas,  minutos para intercambiar opiniones y  también echamos algunas risas en este estado de distensión.


    


























































     Reemprendemos la marcha, por la vía bien asentada, rodamos agrupados, cuando damos la intermitencia para desviarnos; ahí está, la cuesta bien plantada, quebrada y con regueras ahondadas; algunas monturas relinchan  y  se espantan, haciendo más complicada la escalada; disfrutamos del divertido espacio cerrero; tramo sembrado con encanto y  “poco transitado”, sitiado en la acogedora umbría y por momentos, asilvestrado; dejamos bonitas vistas a nuestras espaldas y también a un lado, desde el alto nos recreamos, antes de  afrontar la rasgada bajada “en modo precaución”. Otra vez trepamos, ahora por la pendiente del “vertedero”; llegamos, esperamos, nos agrupamos y otra vuelta para abajo echamos –por eso de no enfriarnos”; palabras de aliento para los rezagados, pero antes o después, todos coronamos. En la villa cagarrache, por la retaguardia arribamos, saludamos a otros grupos de burriclistas y cruzamos la próxima aldea vecina. Desde aquí, continuamos con las amenizadas chácharas y algún compañero –con solera-  propone “un concurso de cata de pitarras”, chistes fáciles y “en breve, nos vemos en la tasca del Maca” en esta “feria” improvisada. Por estos lares, mimetizados en la amplia  postal primaveral, ponemos una marcha más; echamos un vistazo para atrás y  vemos, que los de la retaguardia no dan  señales, “parece que las fuerzas flaquean”; nos volvemos a agrupar, para realizar el fugaz descenso  y  rematar la grata faena, llegando al punto de partida sin más novedad. Hasta la próxima.













































        Resumiendo, ruta circular de 45 kilómetros, los principales caminos transitados han sido; Cañada Real Leonesa Oriental, Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Camino del Hituero, Senda de Los Barrancos, (Marrupejo), Senda de La Majada, Cañada Real Leonesa Oriental, Camino del Mojosal (subida del vertedero), Camino de Segurilla-Mejorada-Velada.



   Buen día………………….SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


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