Domingo, quince de enero, mañana gélida a
primeras horas nos espera. Seis caballeros veleños, acudimos al pactado punto
de encuentro; después de asuntos varios, descansos domingueros, se incorporan a filas, Andrés “El Líder”,
Martín “El Fiero” y “El Relatero” ; Ilde
“El Suegro” y Diego “Sin Miedo” nos aguardan allá, por territorios zorreros. Con las burricletas
bien dispuestas, nos disponemos a desafiar al terrorífico frío y demás elementos que encontremos por los
serenos caminos.
Comenzamos la jornada, hacia “los perales”
para resguardarnos del ambiente helado, pero desde el inicio, nos damos cuenta
que “estas temperaturas no son para tanto” –según comentamos; estamos acostumbrados a dígitos negativos y
otros polares desafíos, a pesar de que algún compañero nos informa que
cabalgamos algún grado bajo cero. Para intentar entrar en calor, escalamos “El Torreón de la Gamonosa”, cada
cual a su ritmo y de paso “combatimos el
tímido frío”; a nuestro paso, rodeados de alturas adormiladas, alfombras congeladas, caminos secos y de
escarcha trabados y cuidadosamente compactados; marchamos bien
agrupados y en “puntos clave” esperamos y nos agrupamos; fotografías de rigor
para inmortalizar la invernal etapa, mientras,
de cháchara “subimos las casi-cuestas
sin darnos cuenta”. Arribamos en la villa de Mejorada, nos encontramos en la
plaza con “los esperados” al sol, más
que relajados. Damos novedades y continuamos
hacia adelante y en un “pispás bordeamos
la localidad “cagarrache”. Parece que tienen fiesta organizada –según nos
informan los operarios- “por San Antón”, a la vuelta nos invitan “a un tonel de cerveza y un plato
de habichuelas”. Nosotros a lo nuestro y no paramos de planificar y tantear
nuevos retos: “El Lago Helado” nos propone “El Gran Maestre” para próximamente,
pero en la parte delantera, se habla más
de “La primavera de Arenas” y de la
confirmación de “La etapa estrella”, que
tendremos que presentar en comunidad, todo esto y otros escarceos sin dejar de “cabalgar”, “ni de soñar”. Nos
colamos en la antigua senda de “Los Leñadores”, recorremos sus angostos pasos,
la extensa pradera y la marcada vereda con alguna escalera empedrada,
resguardada entre esbeltas encinas y sus llamativos muretes de piedras. Recorremos caminos “monteses” y avistamos un grupo
de burriclistas averiado y paramos a
socorrer, como así dictan nuestros
decretos caballeros; Roberto “El Bueno” siempre dispuesto, se pone a la faena,
pero este trabajo es más de fuerza;
parece “que estamos de matanza” y no somos capaces de echar la burricleta a la
mesa; entre todos apretamos, unos con herramientas, otros a tirones para sacar
la cadena; hasta que Martín “El Fiero” se “remanga” y con tesón y ganas, deja a
“la herida jamerga” apañada para bregar
y andar; sin más, nos despedimos de los
agradecidos ciclistas. La escuadra veleña, continuamos custodiando los caminos
y a los necesitados, prestando auxilio; comentamos la jugada y viramos a
derechas para adentrarnos en el sendero
soñado. Entre apretones y resoplidos nos tragamos un encajonado repecho y con el animado sonido de las dulzainas y gaitas, un castillo
de fuegos artificiales nos abre la colorida portera de la encantada vereda;
entre chaparras enanas, con “barbas de viejo” engalanadas, una verdosa moqueta tapizando nuestro paso y la magia del
silencio sobrevolando y embriagando nuestra presencia; superlativos adjetivos,
palabras de admiración y otros “vocablos” para intentar describir la onírica
experiencia, que una vez más, nos ha dejado mudos por la emoción. Después
de tanta devoción, paramos a repostar, compartimos viandas, dulces, fruta
fresca y pasas, a la vez que, seguimos erre que erre con algunos desvaríos
comentados y los inminentes y variados retos programados.
Reemprendemos la marcha “en modo escalada”,
por el rasgado camino, agrietado y hacia “arriba apuntando”, entre los frondosos cerros,
acurrucado y por el
benevolente astro “bien caldeado”; despedimos a nuestros
amigos Ilde y Diego, que se disponen a
alargar la ruta y hacia Marrupe acuerdan ir. Los demás, nos recreamos por las
alturas y sin avisar (ni falta hace ya) nos colamos en la estrecha trocha,
entre piedras descolocadas, salvamos divertidos
escalones y “danzando” con la exuberante belleza, nos deleitamos columpiados de su enigmática
presencia, recortando y pegando tramos divertidos y olvidados, con otros más
transitados. Desde Segurilla, un trío de compañeros (Andrés, JoseMa y Martín) ,
nos dicen que se van “pal pueblo”, ante la invitación de Alberto “El Maestro
Ceramista” para estirar algo más la jornada, pero sin descuidar la hora.
Encaramados en el ajetreo del transparente silbido, descendemos hacia el área recreativa de la
Portiña; saludamos a otros burriclistas, senderistas y carreristas, cómo se
nota que la soleada mañana invita a salir de la cueva. Desde aquí, nos montamos
en la hormigonada vía y la red de acequias y numerosas granjas se pasean a nuestro lado “llevando prisa”;
también nosotros, pedaleamos con
alegría, “dando algunos relevos”,
también hay amagos de “demarraje” -para
que cunda más- y con las arengas del amigo
Alberto “invitándonos a volar”. Sin darnos cuenta, nos olvidamos de canal, cruzamos Torrehierro
por la parte de atrás y “algo más relajados”, Roberto “El Bueno” “nos pega el
último hachazo” antes de llegar a
Gamonal; a las puertas de su casa,
despedimos al amigo gamonino, cruzamos y zigzagueamos por sus callejuelas hacia
el camino veleño. Tranquilos y sin sobresaltos, arribamos en la villa señorial;
unos minutos de estiramientos, comentarios
varios y hasta la próxima jornada.
En definitiva, ruta circular de 55
kilómetros: los caminos transitados han sido Camino de
Velada-Mejorad-Segurilla; Senda de Los Leñadores; Camino de Segurilla a
Cervera; Camino de Meregil; Senda del Pozo; Camino de Los Dornajos-Camino de
Merejil, Senda de Cervera; Antiguo camino de Sotillo a Segurilla; Camino del
Hituero, Carreterín de La Portiña; Canal Bajo del Alberche-Polígono
Torrehierro-Gamonal. Camino de Gamonal a Velada.
PD:
Andrés, gracias por tu aportación fotográfica (1).
Buen día……….SALUD.
“mil caminos por andar y
mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni
sitio….”
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