Lunes, uno de mayo,
en este día festivo, una vez más, “plantamos” el punto de partida en la
villa vecina de Arenas de San Pedro.
Cuatro caballeros veleños somos los elegidos para el nuevo reto montañero; la mañana “fresquita” nos recibe con los
brazos abiertos ¿largo o corto para empezar? Aunque, tenemos bastante claro, que “más pronto que tarde” nos vamos “a
calentar” ; proponemos una larga subida, hacia “El Arbillas”.
Iniciamos la
jornada, hacia “la zona de La Lobera”, para “no asustar a las piernas” de
primeras; circunvalamos el transitado embalse, a estas horas, sumido en el más sonoro silencio, todo un
alivio para los expectantes sentido; recorremos
la angosta vereda, oculta entre
viviendas y cuidadas parcelas y con caída libre hacia el disimulado abismo. Por
estos lares, levantamos el telón de “la senda de los pescadores” , y allí que nos adentramos; embelesados en el sublime escenario, entre espigados pinos,
pintorescos castaños y un vergel
de musgo y helechos se oculta el
mágico sendero; desde el comienzo, aprovecho
para quitarme las gafas y presenciar
el apoteósico directo en versión
original, que “sin reparos” nos regala
la grandiosa postal ; a nuestro paso, la agradable melodía del perenne
riachuelo y la estrecha vereda, serpenteante y enmarañada, reposando entre piedras escalonadas y ramas mojadas, nos quita el hipo y nos hace
“delirar”, a la vez que nos parapetamos tras un retahíla de superlativos
adjetivos. Desde este punto, después de salvar algún “repechillo” para
ahuyentar cualquier atisbo del serrano
frío, nos configuramos en “modo escalada”, esto va a ser un no parar; subidas
de todos los colores por el ancho camino, nos guían por el misterioso y
encantado bosque de pinos; rescatamos
aromas frescos y limpios, que nos avivan por la tendida subida; a nuestro paso,
una pista de lujo, bien compactada por las últimas lluvias caídas; tramos regados con pequeñas piedras, piñas y
pinochas, algunas regueras bien marcadas por
las obras de desbroce y limpieza; también nos atrevemos con algún tramo
asilvestrado y “bastante empinado”, en mitad de un paisaje
de dibujos animados y antes de
salirnos al camino hormigonado. Diego “Sin Miedo” y “El Nazareno”, marcan el
alegre ritmo por el escabroso camino, saludamos a unos cuantos burriclistas en
plena ascensión y “más adelante”, ¿sin
querer tal vez? nos pasamos
“nuestro primer destino”. No importa,
continuamos subiendo y como dice
nuestro amigo Alberto “El Maestro Ceramista”, no paramos “hasta que lleguemos al final de la pista”;
contamos varios pilones de agua transparente, recorremos el camino forestal “poco conocido” y nos topamos con un cartel de fauna protegida; también, avistamos una casa rural, perdida “en las alturas”, alguna torreta sin
identificar , “aquí, sin señales de vida”
y más tramos de exigentes pendientes. Por los recónditos parajes, nos
topamos con unos cuantos astados, por el valle desperdigados y otros, que salen a saludarnos, también sorteamos algún
tramo con “cantos” balizado y un paso desgarrado, entre retamas y piornos, nos
encarama en lo alto del collado, en medio del “Pelao”. En este punto, paramos a
repostar, hacemos cábalas, “pero decidimos no ir más allá” (por lo que nos
podamos encontrar) compartimos viandas y comentamos la empinada kilometrada; fotos de rigor, para
inmortalizar el espectacular momento y profecía cumplida “hemos llegado hasta el
final del camino”.
Reemprendemos la marcha, locura y desenfreno, “todo de bajada”, comentamos esta monotonía y mostramos nuestras preferencias de más subida; bien abrigados (cortavientos o chubasquero, fundamental); deshacemos el camino andado, a la vez que nos recreamos y admiramos el camino escalado; también, paramos a reponer las botijas para degustar el agua fresca serrana y, sin más cortes ni publicidad, por la ancha pista, cientos de fotogramas se suceden a velocidad de vértigo y con mucha prisa. Nos impregnamos con el hechizo del generoso pinar, comentamos sobre el frío que nos “acosa” al bajar, agradeciendo y dando gracias cuando los rayos del sol nos atacan. En estos agradables momentos, disfruto viendo el deleite de mis compañeros y la felicidad que les abruma; mientras me recreo, desde la profundidad del tupido y perfumado bosque , afloran trascendentes pensamientos; “el que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza, proviene de que ésta no tiene opinión sobre nosotros” o “la naturaleza se complace con la simplicidad”, ¿será, que me estoy quedando helado y comienzo a delirar? O, el mal de altura que con retraso, me comienza a afectar. En fin, en plena bajada y en el cruce de la carretera, como hemos hecho “bien los deberes”, marchamos por la vía asfaltada, por no entretener; mis compañeros vuelan y se recrean, desde la retaguardia doy fe de la fugaz escapada. Sin más novedad, entramos victoriosos en la villa serrana y es tanta la emoción de los caballeros veleños, que “nos obligamos” a brindar con zumo de cebada fresca y pinchos de tortilla por la etapa diseñada. Hasta la próxima.
Resumiendo, ruta
semicircular de 45 kilómetros, hemos transitado por “La zona de La Lobera”
(embalse Riocuevas) Senda de Los Pescadores; Camino del Arbillas, Pista
Forestal La Pregonera, Camino del Arbillas-Collado-Camino de
Arbillas-Carreterín de Candeleda-Arenas de San Pedro.
Pd:
Cristóbal, gracias por tu aportación fotográfica (3)
Buen día…………..SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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