Domingo,
veintitrés de Abril, mañana despejada
pero algo destemplada; una docena de caballeros veleños acudimos al habitual
punto de encuentro, “nominando” al “Lobo gamonino” como uno de los nuestros.
Con las burricletas bien dispuestas y las pertinentes revisiones hechas, nos decantamos por algún
camino de La Hinojosa “poco explorado”.
Iniciamos la
jornada, con mucho brío y con ganas de cháchara por la anchurosa cañada, hasta
que nos postramos a los pies del alto de
“La Gamonosa” y un silencio fantasmal “parece que nos arropa”; sólo se escuchan
los rebuznos de las azuzadas burricletas y los suspiros y bufidos de los
caballeros atrevidos. Salvamos tramos revirados, que una vez más, dan “fe” de nuestro continuo paso por este camino privilegiado; pequeñas pendientes que
nos retan complacientes y sin dejar de
mirar hacia atrás, también esperamos a los más rezagados. Casi de puntillas y
sin apenas hacer ruido, cruzamos las villas de Mejorada y Segurilla, saludamos
a “andarines” y a otros burriclistas, mientras que nos vamos a la búsqueda de
caminos más animados; Andrés “El Líder” nos comenta que “se da media vuelta” y
marcha hacia otros lares, a rematar “su faena”. Los demás, nos adentramos en la
profunda y sigilosa estampa; a nuestro paso, cercados de piedra con precisión
levantados, mientras nos descolgamos por el fugaz descenso, anchas praderas
bien plantadas y relajadas salen a nuestro encuentro; somos testigos del
repicar del pájaro carpintero, afanado en su laborioso destajo; nos merendamos “otras
pequeñas subidas”, mientras la burricleta “del Lobo”, se encabrita y relincha
cuando el camino se empina. A nuestro paso, una asilvestrada avenida, salpicada por un
vergel de tupidas encinas y callejuelas de “retamas floridas”; en los puntos
más complicados, esperamos y nos agrupamos, para cabalgar hermanados. Llegando
al cruce de “cuatro caminos”, El Gran Maestre,
abandona y hacia Cervera la etapa recorta; desde la monótona pista, al fondo avistamos
las izadas antenas y más adelante, en la aldea de Marrupe, Nicolás e Ilde, también
dan marcha atrás, “mejor prevenir que curar”. Después de las bajas voluntarias,
la mermada escuadra, marchamos animados por el camino de hormigón; bien acompañados de
árboles frutales, del impasible encinar, vistosos enebros y las jaras floridas que se expanden
por la tendida subida; después de bregar por estos lares, en un punto
intermedio, hacemos la parada obligada. Paramos a repostar, compartimos viandas
y bien nos alimentamos e hidratamos, mientras la vuelta planificamos y
acordamos.
Reemprendemos la marcha, en principio por la
senda marcada, pero cuando nos ponemos a investigar, “nada por aquí, nada por
allá”, consultamos “los mapas sin cobertura”, mientras Gabriel “Lamparillas” se
dispersa y desperdiga por la bucólica estampa bien diseñada; algunos compañeros
le arengan con su grito de guerra “TULÉ,
TULÉ, TULÉ AAAAAANNNNNNHÍNS” para agruparle con la manada ; damos media vuelta
y aunque "nos topamos" con el estrecho camino
buscado, está totalmente perdido entre zarzas y chaparras (una pena, que no se mantengan y adecenten estos espectaculares y angostos pasos) ; saltamos vallados de piedra y con cuidado, salvamos oxidadas alambradas, con la noble intención de cabalgar más cómodos y sin sobresaltos. Después de la amena
investigación, risas y momentos de diversión, damos con el camino deseado y
perfectamente marcado; discurre la estirada bajada, entre cerros arbolados,
establos y “chabolas” habitadas (“a tener en cuenta este camino de subida”) pero en medio de la nada, no nos encontramos “con
ningún alma”. Arribamos en la villa de San Román y desde aquí “tomamos el conocido
camino de las porteras”; entre la
siembra enana y un campo “casi achicharrado”, se acelera el ritmo, mientras una familia
senderista “nos vitorea y anima”; en volandas
pasamos los paisajes adehesados y en “un
santiamén” llegamos a Pepino, paramos “un minuto” a llenar las botijas de agua y continuamos la
marcha. Entre todos acordamos y nos enfilamos hacia el área recreativa de “La
Portiña”, bien agrupados, pero “con prisa”, volamos por estas panorámicas tan transitadas; bordeamos el lustroso y apaciguado embalse y nos colamos en un laberinto de veredas para
salir a “la cañada extremeña”. Cristóbal “El Nazareno” manda en cabeza, le
tenemos que tirar del ramal, para que eche el freno, “de vez en
cuando, hay que mirar para atrás, vienen más compañeros”; Martín “El Fiero”, también
quiere guerra y despliega su mejor versión, pedalea con firmeza y tesón.
Pasamos por “Santa Apolonia” y otros caminos,
que algunos caballeros no conocían;
atravesamos un campo sembrado de piedras, otro tramo de barbecho que reposan entre un mar de
encinas, antes de adentrarnos en la
ciclable vía. Nos recreamos por estos serenos paisajes, sin bajar la guardia, cuando el calor comienza “a apretar”; por la puerta de atrás, llegamos al
Casar, atravesamos el despejado polígono y por la balizada cañada, arribamos en
la villa vecina de Gamonal, despedimos a nuestros amigos, hasta la próxima etapa
y sin novedad en los últimos kilómetros,
en el punto de partida, paramos unos minutos a estirar. Hasta la próxima.
En
definitiva, ruta circular de 66 kilómetros, los principales caminos transitados
han sido: Camino de Velada-Mejorada-Segurilla; Camino del Hituero, Camino de
Segurilla-Sotillo; Senda de Cervera, Camino de Meregil, Camino de Los Dornajos,
Camino de Segurilla a Marrupe-La Hinojosa, Camino Navas-San Román de Los
Montes-Pepino- La Portiña, Cañada Extremeña-Santa Apolonia (ValdelaCruz- El
Malojo) - El Casar- Cañada Extremeña-Gamonal-Velada.
Buen día……………SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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