jueves, 27 de abril de 2017

Ruta: Casi-La Hinojosa

Domingo, veintitrés de Abril,  mañana despejada pero algo destemplada; una docena de caballeros veleños acudimos al habitual punto de encuentro, “nominando” al “Lobo gamonino” como uno de los nuestros. Con las burricletas bien dispuestas y las pertinentes  revisiones hechas, nos decantamos por algún camino de La Hinojosa “poco explorado”.

Iniciamos la jornada, con mucho brío y con ganas de cháchara por la anchurosa cañada, hasta que nos postramos a los pies del  alto de “La Gamonosa” y un silencio fantasmal “parece que nos arropa”; sólo se escuchan los rebuznos de las azuzadas burricletas y los suspiros y bufidos de los caballeros atrevidos. Salvamos tramos revirados, que una vez más, dan “fe” de  nuestro continuo paso por este camino privilegiado; pequeñas pendientes que nos retan complacientes  y sin dejar de mirar hacia atrás, también esperamos a los más rezagados. Casi de puntillas y sin apenas hacer ruido, cruzamos las villas de Mejorada y Segurilla, saludamos a “andarines” y a otros burriclistas, mientras que nos vamos a la búsqueda de caminos más animados; Andrés “El Líder” nos comenta que “se da media vuelta” y marcha hacia otros lares, a rematar “su faena”. Los demás, nos adentramos en la profunda y sigilosa estampa; a nuestro paso, cercados de piedra con precisión levantados, mientras nos descolgamos por el fugaz descenso, anchas praderas bien plantadas y relajadas salen a nuestro encuentro; somos testigos del repicar del pájaro carpintero, afanado en su laborioso destajo; nos merendamos “otras pequeñas subidas”, mientras la burricleta “del Lobo”, se encabrita y relincha cuando el camino se empina. A nuestro paso,  una asilvestrada avenida,  salpicada por un vergel de tupidas encinas y callejuelas de “retamas floridas”; en los puntos más complicados, esperamos y nos agrupamos, para cabalgar hermanados. Llegando al cruce de   “cuatro caminos”, El Gran Maestre, abandona y hacia Cervera la etapa recorta; desde la monótona pista, al fondo avistamos  las izadas antenas y  más adelante, en la aldea de Marrupe, Nicolás e Ilde, también dan marcha atrás, “mejor prevenir que curar”. Después de las bajas voluntarias, la mermada escuadra, marchamos animados  por el camino de hormigón; bien acompañados de  árboles frutales,  del impasible encinar, vistosos  enebros y las jaras floridas que se expanden por la tendida subida; después de bregar por estos lares, en un punto intermedio, hacemos la parada obligada. Paramos a repostar, compartimos viandas y bien nos alimentamos e hidratamos, mientras la vuelta planificamos y acordamos.





























































Reemprendemos la marcha, en principio por la senda marcada, pero cuando nos ponemos a investigar, “nada por aquí, nada por allá”, consultamos “los mapas sin cobertura”, mientras Gabriel “Lamparillas” se dispersa y desperdiga por la bucólica estampa bien diseñada; algunos compañeros le arengan  con su grito de guerra “TULÉ, TULÉ, TULÉ AAAAAANNNNNNHÍNS” para agruparle con la manada ; damos media vuelta y  aunque "nos topamos"  con el estrecho camino buscado, está totalmente perdido entre zarzas y chaparras (una pena,  que no se mantengan y  adecenten estos espectaculares y angostos  pasos) ; saltamos vallados de piedra y con cuidado, salvamos oxidadas  alambradas, con la noble intención de cabalgar más cómodos y sin sobresaltos. Después de la amena investigación, risas y momentos de diversión, damos con el camino deseado y perfectamente marcado; discurre la estirada bajada, entre cerros arbolados, establos y “chabolas” habitadas (“a tener en cuenta este camino  de subida”) pero en medio de la nada,  no nos encontramos “con ningún alma”. Arribamos en la villa de San Román y desde aquí “tomamos  el conocido  camino de las porteras”; entre  la siembra enana y un campo “casi achicharrado”,  se acelera el ritmo, mientras una familia senderista “nos vitorea y anima”;  en volandas pasamos  los paisajes adehesados y  en  “un santiamén” llegamos a Pepino, paramos “un minuto”  a llenar las botijas de agua y continuamos la marcha. Entre todos acordamos y nos  enfilamos hacia el área recreativa de “La Portiña”, bien agrupados, pero “con prisa”,  volamos por estas panorámicas  tan transitadas; bordeamos el lustroso  y apaciguado embalse y  nos colamos en un laberinto de veredas para salir a “la cañada extremeña”. Cristóbal “El Nazareno” manda en cabeza, le tenemos que  tirar  del ramal, para que eche el freno, “de vez en cuando, hay que mirar para atrás, vienen  más compañeros”; Martín “El Fiero”, también quiere guerra y despliega su mejor versión,  pedalea con firmeza  y  tesón. Pasamos por “Santa  Apolonia” y otros caminos,  que algunos caballeros no conocían; atravesamos un campo sembrado de piedras, otro  tramo de barbecho que reposan entre un mar de encinas,  antes de adentrarnos en la ciclable vía. Nos recreamos por estos serenos paisajes, sin bajar la guardia, cuando el calor comienza “a apretar”; por la puerta de atrás, llegamos al Casar, atravesamos el despejado polígono y por la balizada cañada, arribamos en la villa vecina de Gamonal, despedimos a nuestros amigos, hasta la próxima etapa y  sin novedad en los últimos kilómetros, en el punto de partida, paramos unos minutos a estirar. Hasta la próxima.








































































En definitiva, ruta circular de 66 kilómetros, los principales caminos transitados han sido: Camino de Velada-Mejorada-Segurilla; Camino del Hituero, Camino de Segurilla-Sotillo; Senda de Cervera, Camino de Meregil, Camino de Los Dornajos, Camino de Segurilla a Marrupe-La Hinojosa, Camino Navas-San Román de Los Montes-Pepino- La Portiña, Cañada Extremeña-Santa Apolonia (ValdelaCruz- El Malojo) - El Casar- Cañada Extremeña-Gamonal-Velada.


Buen día……………SALUD.




“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

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