Domingo, nueve de Julio, en nuestro
habitual punto de encuentro nos damos cita
catorce caballeros entre gamoninos y veleños; con las burricletas bien dispuestas, aunque tengamos que hacer algunos
ajustes mecánicos de última hora, antes de la inminente partida; en el libro de ruta, aparece ya marcada una de las clásicas: la circular de Las Cuevas del
Águila.
Comenzamos la jornada atravesando las
despejadas y céntricas callejuelas de la
villa; a estas horas tempraneras, ni un alma se asoma a la puerta; dirección Arenas y cuesta abajo, nos lanzamos al colosal terralgo del Baldío,
cruzamos los huertos y por el territorio de Trujillano, de manera relajada cabalgamos. Plácidamente nos adentramos en la desperezada y
serena dehesa, abrimos las correspondientes
porteras y por el camino poco transitado,
avistamos una pareja de lustrosos jabatos, todo un espectáculo su
presencia y la desconfiada carrera; más adelante, nos aguarda el arenoso río,
“parece que por aquí el agua ni ha corrido”;
varios son los intentos, pero, sólo
Roberto “El Bueno” con su flamante “todoterreno” lo atraviesa sin poner
el pie en el suelo. Nos dejamos llevar por el lujoso encinar, intercambiamos
opiniones, amenas conversaciones y
hacemos más fotografías antes de salir a la anchurosa vía; en este punto, El Gran
Maestre lidera la cuadrilla y entre
vítores y aplausos también atravesamos la villa de Parrillas. Tres compañeros
de fatiga (El Maestro, Nico y Blázquez) hasta aquí nos acompañan, deciden la
ruta acortar y otros caminos investigar; los demás, comenzamos la tendida
ascensión por la antigua pista; Ángel “El Guerrero” se deja fotografiar sin
impedimentos, pero me avisa que vaya con cuidado y no me suelte de manos; salvamos
tramos variopintos, los quebrados y con surcos a ambos lados, son los más
técnicos y destacados, escondidos entre retamas, chaparras y brotes de
jaras que vuelven a renacer con fuerza, después de los violentos incendios que abrasaron sin piedad este
recóndito rincón. Por el continuo sube y baja nos divertimos y en el cruce de
los pinos, otra pareja de compañeros abandona la expedición, se despiden y toman otro camino; los demás,
nos colamos en la idílica estación,
rescatamos agradables olores del pinar, retozamos en el aire fresco y limpio
que fluye a nuestro paso, a la vez que jugamos a ser equilibristas por la
maltrecha vereda, mientras decoramos de
piropos y alabanzas a la asilvestrada senda. También tenemos unos minutos de
“descanso” para dar aire a una burricleta, pero resulta que era un pinchazo; no
hay problemas, con tanto manitas y apaños, en unos minutos, arreglo y asunto
“solucionao”; continuamos por el empinado descenso, extremando las precauciones
y con la cabeza fría y bien puesta por
la desgarrada cuesta que nos guía hacia las profundidades de la sierra; allá
abajo tenemos el río, escuchamos risas y algarabías, ¿qué habrá liado esta
pandilla? Cruzamos el agitado torrente, de piedras sembrado; unos, nos mojamos
los pinreles, otros se salpican las patas y alguno, aprovecha y “un pez gato” echa a la saca. Entre risas y bromas que
soporta el damnificado, “creo que este
chapuzón nos vendría mejor por los repechos que nos aguardan en el camino de vuelta” a mis compañeros les comento; después
de los divertidos momentos, atrás dejamos las cuevas, cogemos el camino de la
espesa chopera y por la vía asfaltada, sin sobresaltos y disfrutando de las vistas montañeras,
arribamos en Ramacastañas. Aquí, paramos unos minutos a repostar e hidratarnos
a la sombra del viejo pilón; compartimos viandas y entretenidos momentos, para
digerir mejor los dulces alimentos.
Reemprendemos la marcha, dirección
hacia la gran cañada; rodamos con alegría por la anchurosa vía, cuando
recibimos otro aviso de avería; “Ángel que ha vuelto a pinchar”, nos ponemos a
trabajar en equipo, unos montan, otros desmontan, también parcheamos –por si
acaso- y al final la cámara hay que
cambiar, “arreglo exprés” y a rodar otra vez; por la rápida vía, nos
columpiamos del puente que acompaña al río Tiétar, antes de adentrarnos en los
parajes de Navalahierba. El compañero Ángel, un componente gamón, no se encuentra
dispuesto y en este punto, hace una
llamada a la familia para que le recojan y la etapa da por concluida. Desde aquí, tenemos “un puerto de
tercera”, bien resguardado entre una
maraña de chaparras y el discontinuo
tobogán, generosamente regados y perfumados con las pintorescas jaras que
inundan estas parcelas cerreras; Martín “El Fiero” y Diego “Sin Miedo” mandan
en la primera línea y Cristóbal “El Nazareno” también se destaca, tienen ganas
de marcha y se prueban por la amenizada calleja arbolada hasta “la cima de la
cuerda”. Esperamos y nos agrupamos, escalamos el último paso y al inicio de la bajada, nos acompaña un rebaño
de ovejas que ni se enteran de nuestra
sigilosa presencia, si no fuera porque Ilde “El Suegro”, ¡¡¡TULÉ, TULÉ, TULÉ!!!
las carea; sobrevolamos parajes reales, algunos compañeros, desafiando a la
velocidad, otros, viendo el espectáculo desde la grada de atrás; después de recrearnos –y apretar- por el tramo asfaltado, volvemos a entrar en
el pueblo parrillano, que nos vuelven a recibir con voces y aplausos. Sin más
novedad, el camino veleño tomamos, nos embarramos en algún charco, disimuladamente
colocado; cruzamos el reseco río sin sobresaltos, abrimos las porteras
correspondientes y por la dehesa de la
Aliseda, nos ponemos “en versión alerta”, por si oteamos “alguna pieza”.
Regresamos a la labranza de Trujillano y bien agrupados rodamos por el estirado llano;
más adelante, pasados los longevos alcornoques, algunos caballeros “se pegan otro apretón” y
se despegan del reducido pelotón; los demás, nos quedamos custodiando la
retaguardia, cuando el calor empieza a
atizar y las fuerzas a “fallar”; cabalgamos sin tensión, pero sin “parar”, ni
dejar de mirar hacia atrás; de uno en uno subimos el último tramo, mientras los
adelantados, vuelven para abajo; después de bregar con “el repecho criminal”,
nos volvemos a agrupar, para entrar hermanados
en la villa señorial: “Pensar que no eres mejor que nadie, ya te hace mejor que
muchos”. Hasta la próxima.
En resumen, ruta circular de 65
kilómetros, los principales caminos transitados han sido: Camino de
Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán; Camino de La Tabla, Cañada Real Leonesa
Occidental; Camino de Velada a Parrillas- Camino Viejo de Arenas de San
Pedro-Camino de Ramacastañas. Cañada Real Leonesa Occidental, Camino La
Parreña, Camino Real de Arenas de San Pedro a Parrillas-Navalcán-Arenas-Velada.
Pd: Roberto, Cristóbal,
gracias por vuestra aportación fotográfica.
Buen día………..SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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