Domingo,
veintitrés de julio, al habitual punto de encuentro acudimos fieles a la cita,
once caballeros veleños; media docena, con el Maestre en cabeza se quedan
custodiando los territorios más cercanos; otro quinteto, continuamos de gira por El Valle del Tiétar y
repetimos por las parcelas de Candeleda; más tarde, las
familias en caravana, se desplazarán
para compartir la jornada serrana. En esta ocasión, tenemos un novedoso reto;
la subida a la torreta del Machacadero.
Iniciamos
la etapa, recorriendo las callejuelas despobladas del casco urbano; con un
objetivo claro, cabalgamos con brío y animados hacia el camino de Trujillano;
nos adueñamos de la apacible quietud de la
dehesa, también, presenciamos estampas gratuitas de habilidosos ciervos dando vida al lúcido encinar y una pareja de liebres en plena exhibición por el monte “correteando”. En nuestra
aventura serrana, cruzamos el río de
agua vacío, recorremos la serena vía y
en la gran cañada, viramos hacia la izquierda, hacia el camino de Talavera para arribar en la villa navalqueña. Desde
aquí, tomamos la pista asfaltada con
algunos repechos asomando, para enfilar la rápida y arreglada bajada que al río
Tiétar nos ha de llevar; sin dificultad, pero con mucho cuidado, cruzamos el
bravío regato, mientras nos recreamos, nos deslizamos por la revirada estampa adehesada; hasta nuestro
destino, abrimos casi veinte porteras, según nuestras cuentas, menos mal que en
esta ocasión, bastantes de ellas ya estaban abiertas; hacemos algún salto de vallas, para
guardar las sanas costumbres y también nos salimos de ruta para presenciar “el
posado de los buitres negros” dando cuenta de alguna desgraciada presa; en la
cruzada del tercer riachuelo, tenemos sorpresa, "patas arriba" por sus aguas, un revolcón con incluido chapuzón
y una liebre que echamos al zurrón. Sin más novedad, avistamos “fincas
toreras”, cruzamos la despejada carretera y en el estirado camino de las
huertas, coincidimos con Alberto “El Maestro Ceramista” y Antonio Medina “El
Estratega”, que tras las negociaciones de las últimas horas, desde Arenas llegan. Qué coordinación, tanto con nuestros compañeros y con la logística motorizada a Candeleda hemos
llegado al mismo tiempo. Aprovechamos para repostar en la fuente la Zúa, nos
damos novedades, compartimos viandas y nos hidratamos para reponer fuerzas,
porque ya intuimos la que nos espera; aunque antes de entrar en faena, Diego
“Sin Miedo” nos agasaja con unos exquisitos dulces en bandeja.
Después de tanto protocolo, risas y otras bolerías, nos ponemos el mono de faena, para afrontar la desconocida subida; en días anteriores, estudiando el plano y viendo las curvas de nivel tan apretadas, me da, que nos vamos a “calentar las patas”. Comenzamos la mencionada ascensión, por “el conocido reventón” (Ya está todo dicho); desde el minuto uno, es un no parar, pin-pan-pin-pan y venga escalar; fuertes y empinados tramos hormigonados, entre un mosaico de nobles robles, pinos y algún castaño que nos hacen el paseíllo por la descomunal pista, mucho más que tendida. Pedro “Hierros” toma la iniciativa, pero no se quedan atrás ni el amigo Alberto, ni Medina; éstos “pipiolos”, están fuertes como toros, se ve, que las vacaciones demasiado bien les han sentado; consultamos paneles informativos, para orientarnos, saber “por dónde vamos” y otras épicas tener en cuenta “por si acaso”; esperamos y nos agrupamos, cuando vemos que nos “desperdigamos” y algún compañero no avistamos; bregamos como jabatos por la incómoda y rasgada pista, que sin descanso cada vez más se empina. Por el tupido bosque, saludamos a “senderistas” que contentos pasean con sus apretados “manojos de orégano” de las manos; mientras, nosotros seguimos a lo nuestro, Diego “Sin Miedo” también entra al trapo, otro, que marca buen ritmo en cabeza, y eso que decía, que las piernas cargadas, traía (“menos mal”). Una curva y otra y otra más cerrada y “¿la dichosa torreta de vigilancia dónde estará?”, no tenemos descansos por la exigente cuesta, además, cada vez se hace más técnica por el mal estado de la pista, por lo que, el triple de esfuerzo tenemos que realizar. Martín “El Fiero” tampoco se despega, “éste, sí que pelea y se esmera” –ya veréis, con la bicha nueva, la que nos espera-. En un palmo, nos movemos “el séptimo de caballería” y un poco más lejos, también escuchamos la llamada de Gabriel “Lamparillas” que por su valentía y tesón, le otorgamos el premio al más combativo del pelotón; parece que se estrecha el camino, también se hace más pino y en la última curva, unos metros de piedras escalonados, -con la que traemos encima- nos hacen el acceso más complicado, pero ahí está, el paraje lunar, su refugio, la torreta temida y como regalo unas impresionantes y dignas vistas. Nos recreamos desde la espectacular cima, comentamos la jugada, fotos de rigor y también nos reponemos "del susto" para “andar mejor”.
Reemprendemos la marcha, tenemos el regreso
de bajada, pero como el grupo se ha venido arriba, decidimos improvisar y en el
primer cruce, “seguimos más parriba”; también paramos a llenar de agua fresca
las botijas y volviendo a épocas de “antaño”, nos disponemos a explorar; todavía escalamos
algunos duros repechos “que nos hacen descabalgar” y cuando creíamos que íbamos
a bajar, ahí está “el cortafuegos infernal”; la primera parte, la pasamos
“montados”, pero luego “eso se empieza a soltar” y a ponerse en vertical, que
es dificultoso “hasta andar”;
arrastramos piedras, hojas sueltas, piñas y pinochas con las burricletas del
ramal por el incómodo arrastradero. A pesar de todo, no perdemos el sentido
del humor, nos lo tomamos como “una aventura más” para recordar, aunque ya
hay signos de fatiga y amagos de calambres; también, Pedro “Hierros” “de lo suyo se empieza a quejar más”, cuando el calor parece que amenaza con apretar. Después de jugar a
exploradores, enlazamos con la ruta balizada y por el callejón del robledal y a
la sombra, descendemos hasta Poyales; aquí, despedimos a nuestros compañeros
(Medina y Alberto) que en Arenas se hospedan y los demás, decidimos hacer el
último tramo por carretera, “por eso de que el gato ya está en la talega”.
Había comentado, que aparecían signos de fatiga, “eso creía”, pero no, ahí
estaba “El Fiero”, cómo llanea y Diego dando relevos, ¿tan lentos iremos?;
volamos por la vía asfaltada y en unos minutos volvemos a entrar en Candeleda.
Victoriosos y con una sonrisa de oreja a oreja (también con una buena paliza),
llegamos a las concurridas charcas, donde tenemos el campamento montado y las familias e invitados aguardando.
Reconfortantes baños, zumo de cebada fresca,
exquisitos y variados platos para reponer fuerzas, una buena siesta y “el
descanso del guerrero” reposando “a pata suelta”, y una tarde de lujo, en muy buena compañía y una agradable
armonía. Muchas gracias compañeros/as.
Hasta la próxima.
En
definitiva, ruta lineal (ida) de 70 kms, los caminos transitados han sido;
Camino de Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de la Tabla, Cañada Real Leonesa
Occidental, Camino de Talavera a Navalcán; Camino de Valcasillo, Camino de
Navalcán a Candeleda; Camino del Puerto, GR- 180 (Torreta del
Machacadero)-Cortafuegos-GR-180, Poyales del Hoyo- Candeleda.
Pd:
Martín, muchas gracias por la aportación fotográfica (2).
Buen día……….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido
sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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