Domingo,
veintiocho de enero, otra jornada que salgo
algo más tarde de lo normal, por lo que,
me toca bregar y salir de paseo con la reconfortante soledad. Sobre la mesa, mantel salpicado de belleza natural, un
menú especial con tres estrellas de calidad, tasado con denominación de origen y barra libre para degustar.
Inicio
la jornada, para abrir boca, “entrantes fríos y calientes” en su variedad y un generoso surtido de
sabores para despertar los sentidos; el torreón de la gamonosa y los
continuos subes y bajas cerreros,
cuidadosamente tendidos en la lía de la tranquilidad y el amable
silencio. En la villa “zorrera”, avisto
a Eduardo “El Carpintero”, unos minutos
para intercambiar impresiones y cada uno
a lo nuestro; en Segurilla, ya me sirven “el menú” en bandeja de barro y cubiertos de colores; me entretengo y recreo por la serpenteante encrucijada del camino, abrigado con los rústicos corrales empedrados
que circunvalan la mencionada villa y
que dan cabida a la lustrosa ganadería .
En el primer plato, también saboreo “el fugaz descenso del vertedero”, pasando
de largo por el observatorio estelar y
con la serreta de Gredos como pantalla de fondo. Me cuelo en estampas más
asilvestradas, abriendo las porteras correspondientes y por estos lares,
picoteo otros manjares rurales, aderezados
con exquisitos ingredientes populares.
Suena la campana de la acogedora hostería y al instante, traen el segundo plato (“¿carne o pescado” –me habían preguntado). Un buen “chuletón” a la brasa (por el calentón que me voy a pillar) y a medio hacer –no me vaya a indigestar- adornado con guarnición de “la tierra” y regado con los apetecibles olores que se respiran desde la escondida “cocina” , tiene que ser el plato maravilla . Ahí está, la magra de Valdecolmenares, atentamente “servida”, cuidada y conservada, que no sé por dónde empezar a cortar; al tran-tran, a ver si me voy a atragantar; poco a poco me voy haciendo con el suculento manjar, no sin antes, soltar algún suspiro y más de "un resoplío"; de vez en cuando, también levanto la cabeza del plato, para ver los cuadros del salón y por lo que pueda pasar. No hay tregua, no me dejo nada sobre la mesa, rebaño bien los huesos y me trasteo hasta las migajas. Después del suculento atragantón, me ofrecen un sorbete de limón para hacer bien la digestión; con más tranquilidad, degusto y saboreo el exquisito refresco, salpicado con agradables aromas y vistosas esferificaciones del “Riscal”. Sumido en la inmensa calma, parece que “no he matado el hambre” y pido repetir, ¿carne o pescado?- me vuelven a decir. A estas horas, lo tengo claro, no voy a mezclar, “otra magra más” (La Gran Muralla) , desde los ajetreados fogones, se afanan por el buen gusto y el reconocido cocinar. Pues lo dicho, entro en faena, “cuchillo y tenedor” para pinchar, pan para “pringar” y chuparse los dedos, después de apretar, ¿qué os voy a contar? Después del “buen yantar” en la posada cerrera, algo de postre y “cultura” no viene nada mal; en modo distendido “por decir algo” y para “bajar la comida”, unos profiteroles de chocolate voy picando por los sinuosos montes gamones. Me entretengo en la villa vecina, fotografías de rigor, también del panel de bienvenida, por cierto, firmado por nuestro amigo Alberto “El Maestro Ceramista”. Sin más novedad, pido la cuenta y paso por la caja del mesón, 45 euros, digo kilómetros, es el precio a pagar por un menú de alta cocina, bien elaborado y de considerable calidad: “Aprovecha al máximo cada sentido, disfruta de todas las facetas del placer y de la belleza que el mundo te revela”.
En
definitiva, ruta circular de 45 kilómetros, los principales caminos recorridos
han sido: Camino de Velada-Mejorada-Segurilla, Camino del
Vertedero-Valdecolmenares-Camino del Hituero-El Riscal. Camino de
Buenaventura-Segurilla-Mejorada-Gamonal-Velada.
“….mil caminos por andar y
mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
Buen
día…………SALUD.
“….mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo
ni sitio….”
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