Domingo, ocho de julio, bien ataviados
y armados, en el habitual punto de encuentro, tres caballeros veleños nos
presentamos algo más temprano (8:00 horas) para que nos castigue lo menos posible "el solano". Según me comentan, media hora después, saldrán los
demás compañeros. Ángel “El Guerrero” y Roberto “El Bueno”, son mis escuderos
para ensartar los colindantes cerros y diseñar una etapa de andurriales y
senderos.
Iniciamos la jornada y el amigo
Roberto nos invita a marchar por el
camino paralelo a la carretera, para
coger “La Senda Carmelo” y desde aquí, subimos por “Las Chuletas” para despejar los
amarillentos parajes cerreros; primera
escalada, jugando con las traicioneras regueras y esquivando tramos
agrietados y de pasto colmados, que sin disimulo “parriba” van picando. Por la estrecha vereda
cabalgamos, sorteando piedras sueltas, otras,
bien colocadas entre tomillares y las desperdigadas chaparras por la
serena estampa; con seguridad “surfeamos” las acogedoras sendas de “La
Cocinilla”, comentando el eterno dilema ¿propiedad pública o privada para
andorrear? Entre amigos, buscamos
posibles soluciones para satisfacer a todas las partes, ¿lo mejor? Un cartel oficial, respeto por ambas bandos y negociar las
óptimas condiciones. Desde aquí, buscamos “El Bonal”, ¿quién te ha visto y te
ve “chaval”? Camino adecentado, con cinco metros de ancho, se ha convertido en “otra subida” para llegar
a la villa “zorrera”; sin apretar, nos calentamos por la animada pista, “vaya
recibimiento que me vais a dar”, nos comenta el amigo “Guerrero”. Tú tranquilo,
que puedes con esto y más; rastros de culebras, gazapos “sin vergüenza”
cruzando a nuestro paso y una bandada de perdigones echando carreras por el
achicharrado paisaje y la tranquilidad de la arreglada vía, nos animan y deleitan en plena subida. Atravesamos las villas vecinas, buscando los
pasadizos secretos y monumentos menos
frecuentados y “en ocasiones, menos
recomendados”; después de relajarnos por tramos más frecuentados, nos
adentramos por el estrecho pasillo. Intentamos mantenernos por el caótico
canchal de piedras, bien resguardo entre
el pétreo vallado, pasos quebrados, hierbas secas y las amenazantes zarzas,
tanteando nuestras piernas; con pericia y oficio, salimos airosos de estos escollos, que nos
dan señales y recuerdan, que tenemos que
visitar y por aquí, más a menudo pasar. Como podemos “abrimos” el
paso, retirando las zarzas y el amigo
Ángel con un “buen tarugo” en la mano, atizándolas. En plena armonía y buscando rincones frescos
y sombreados, mostramos nuestra
fidelidad y devoción por “el
recóndito lugar”; con respeto y admiración “nos paseamos por la
catedral del Marrupejo” y otros ilustres panteones, ocultos y bien conservados para nuestros
escarceos y quijotescas incursiones.
La senda “Cervera”, también nos da cobijo
y agradecemos las reconfortantes sombras, que son bien avenidas, con la que “está cayendo ahí
fuera”; mis compañeros de fatiga disfrutan de la excursión, adjetivos
superlativos, buena disposición y
comentarios varios, que dejan a la vista “la exagerada exaltación”. Los flashes se disparan por aquí, por allá,
“el trío maravillas” queremos inmortalizar los grandiosos parajes que por estos lares se dejan ver; está bien tanta fotografía, pero todavía está mejor, el
recuerdo y lo que los sentidos puedan “cazar”. Por los caminos más transitados,
encontramos más burriclistas, les saludamos, pero nosotros “erre que erre” y por las angosturas del parque de
atracciones nos volvemos a perder. La Senda del Pozo, nos abre sus enigmáticas puertas,
pero antes, tenemos que trepar por la empinada cuesta; más tramos estrechos,
que hacen las delicias de los invitados y Roberto “El Bueno” en cabeza,
exhibiendo su depurada técnica y buen
hacer por el acicalado descenso. Recorremos los paisajes de cuento, desde lo
más profundo y ebrios de emoción, perdemos la orientación y hasta “la
razón”, pero en primavera y otoño, son
más exquisitos y tienen otro encanto. A
la salida de la madriguera, nos miramos y algunos arañazos y rasguños llevamos,
“parece que una jauría de osos nos
hubieran atacado”, entre risas
comentamos. Paramos unos minutos para
repostar, compartimos dulces, fruta y agua, mientras les comento a mis amigos
“¿por dónde tirar?”. Les presento posibles alternativas (Que ya venían en el
manual) “Nos da igual”, “anda tira…” – comentan. Así da gusto, “más senderos” y no se hable
más.
Retomamos la etapa, relajados y unos metros de rigor por la zona “más llana”, nos encaramamos en
“la senda del jabalí”; se ve que está
bien tratada y de la tendida subida nos
adueñamos, continuos subes y bajas entre desarrapadas encinas, cercados destensados y los perennes enebros a la sombra recostados.
Escalamos el laberinto de cuestas, bien resguardados y aireados por parajes
asilvestrados, encajonados y de atractivo
recargados. Después del fugaz descenso, arribamos en la aldea montesa, nos
refrescamos y reponemos las botijas, para no tener sobresaltos por el camino.
Por la pista asfaltada, tiramos alguna “retrataura menos afortunada y vistosa” y sin decir nada, “por los contrabandistas”
es la mejor alternativa; nos deslizamos por la perfilada línea, haciendo
“florituras” para dar brillo a la arriera aventura. Desde aquí, la burricleta
de Ángel, iba a requerir asistencia técnica en varias ocasiones “perdía aire la atizada jamelga”; no pasa nada,
a inflar las veces que sean necesarias. Cruzamos la
aldea “cagarrache”, Mejorada también dejamos atrás y desde aquí, sabiendo que
nos quedan las veredas de Gamonal “por sellar”, decidimos, hacia Velada
marchar; lo primero, auxiliar y ayudar y ningún compañero/amigo, solo se puede
quedar. “Otra vez será”, los caminos no se los van a llevar. Sin más novedad,
en modo distendido, cabalgamos por la risueña
vía, cuando el calor comienza a apretar, “esto ya está hecho” comentan
mis compañeros; escalamos “la
herradura”, metemos alguna marcha más y desde aquí, planeamos por La Gamonosa y, como exhalaciones desbocadas llegamos al “Barbú”, para separamos en la Cañada, "cada uno a su casa", hasta la próxima
semana. “Después de los agradables momentos,
quedan inolvidables recuerdos”, “las buenas personas están hechas de
acero inolvidable”. Llego al punto de partida, ahí están, algunos caballeros veleños de “las ocho y media”;
Martín “El Fiero” que reaparece (¡¡¡Qué alegría!!!) después de su breve ausencia, me pide novedades y comentamos
los distintos itinerarios realizados; echamos unos “minutos rajando” y los
próximos retos serranos,
planificando.
En conclusión, ruta circular de 50
kms, los principales caminos transitados han sido: Camino paralelo Carretera
Talavera; Senda Carmelo, Senda de Las Chuletas (Colá de Gamonal); Senda de Los
Lobos, Senda de La Cocinilla, Camino del Bonal, Camino de
Velada-Mejorada-Segurilla. Camino del Hituero, Los Barrancos (Marrupejo
Largo-Corto), Camino Antiguo de Sotillo a Segurilla, Senda Cervera, Camino
Marrupe-Meregil, Senda del Pozo, Camino de Marrupe, Senda del Jabalí (Palanquilla),
Camino de Sotillo a Cervera de los Montes-Segurilla, Senda de Los Leñadores
(Contrabandistas). Camino de Segurilla-Mejorada-Velada.
Pd: Roberto, muchas gracias por tu
aportación fotográfica (2).
Buen día……………..SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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