Domingo, veintidós de julio, para la
jornada de hoy, tiramos del calendario de “míticas de montaña” y el Alto del Nogal de Candeleda nos disponemos a asaltar.
Nueve caballeros veleños, acudimos al habitual punto de encuentro, de los
cuales, “un cuarteto” somos los convocados para conquistar dicho “puerto”. Bien ataviados con la nueva
equipación y las burricletas dispuestas, nos preparamos para afrontar el montañero reto. Por motivos
varios, para tal evento, sufrimos notables bajas en el pelotón; tareas familiares, vacaciones y asuntos propios, dejan mermada a la escuadra
veleña para la señalada fecha.
Iniciamos la marcha, recorriendo las principales calles de la
villa, bien agrupados y por parejas “de todo un poco hablamos”. Por el camino
de Arenas, nos lanzamos para colarnos en la apaciguada dehesa; a nuestro paso,
lienzos amarillos tostando el colmado encinar, altos pastizales nos abren el descuidado
camino y de la armonía del paisaje, aparecen
una piara de jabatos y algunas crías, saliendo “a estampida” por la espesa avenida de encinas. Cruzamos los arenales del
río, por estos lares, cabalgamos encaramados en el más apacible y palpable
silencio; recorremos la pelada cañada, circunvalamos la localidad navalqueña y
“por el Valcasillo” sin romper la formación,
nos lanzamos hacia “el paseo del Tiétar”, próxima estación. En este
punto, un trío de compañeros (Francis “El Prudente”, Francis “Sevilla” y
Fernando “El Benjamín”) deciden dar media vuelta; los demás, a cámara lenta, cruzamos el empedrado río, con mucho cuidado
“por si acaso”. Continuamos la marcha, sin dejar la singular estampa
del acogedor encinar; Ilde “El Suegro” y Nicolás “Charcos”, nos
acompañan, quieren ir más allá, hacer de “gregarios”, darnos ánimos y dejarnos a pie de puerto. Desde aquí,
abrimos las taitantas porteras que encontramos, saltamos alambreras, nos adentramos en la vía bien marcada, nos
adueñamos de la prodigiosa calma que por aquí acampa; cruzamos el riachuelo y
echamos la segunda liebre del día en la
talega. Desde la serena parcela, nos recreamos con las vistas de Gredos que nos
sirven en bandeja y que la alegre mañana nos regala; ratoneamos por callejuelas
bien abastecidas de árboles frutales y atendidas huertas que nos acercan a la
villa de Candeleda. En este punto, en el cartelón de entrada, paramos a la sombra, abrevamos y repostamos
para no tener sobresaltos, en pleno “banquete”,
aparecen nuestros familiares, con los vehículos en caravana,
animándonos, tirando de saludos y claxon; fotografías de rigor y también, unos minutos más para endulzarnos con pasteles recién hechos y desafiar con mejores garantías la
prolongada subida.
Reemprendemos la etapa, cabalgando por la localidad montesa y buscamos el desvío acordado hasta llegar “a
los Llanazos”. Desde aquí, dieciocho kilómetros tiene “la generosa ascensión”,
tenemos para dar y tomar, por lo que
hacemos honor a nuestro lema y “cada uno como pueda”. Tres partes tiene
“el dichoso puerto”; para calentar,
iniciamos el anchuroso tramo con amables pendientes, con vistas
incluidas a las charcas que al finalizar
nos refrescarán; nos adentramos en el silenciado robledal, algunas fincas bien delimitadas, señales informativas de
itinerarios y senderos distintos que se pierden por el agreste recorrido;
poco a poco vamos cogiendo altura y el desnivel se va poniendo más serio. Aquí,
nos tenemos que poner el mono de faena y apretar por tramos
constantes, bastante empinados (17 %)
agrietados, de piedra suelta hasta los
metros hormigonados del deseado depósito. Desde aquí, parece que empieza otra
etapa, subida más cómoda y tendida; algo más arriba, en el refrescante pilón,
paramos, esperamos y nos agrupamos; llenamos nuestras botijas y “enfilando
parriba”. Sin muchos sobresaltos, cabalgamos por el afortunado bosque; a
nuestro paso, bulliciosas chorreras de
agua colmadas, un jardín de gigantescos helechos y vistosas matas de
orégano dando color a las cunetas de la
estirada cuesta, rebaños de cabras
campando por la sierra “a sus
anchas” y más pilones con abundante y cristalina agua,
repartidos a lo largo del camino; en
plena ascensión y en algún momento de delirio,
hasta la cámara fotográfica, la
batería ha agotado de tanta emoción. De
vez en cuando, Cristóbal “El Nazareno” con oficio pega algún tirón, mientras va admirando y comentando lo mágico
de este lugar; Gabriel “Machaque”, también nos ataca y da relevos, “estoy en
vena” o algo así nos comenta; a Jesús
“El Serrano”, la rodilla le va dando “guerra” pero con ahínco y cabeza, no se
amilana y está preparado para triunfar: “Las batallas más difíciles están
destinadas a los más valientes guerreros”. Por el frondoso y acicalado pinar (“parece que
hasta lo han barrido”) nos recreamos al abrigo de la acogedora sombra; nos exhibimos escalando por estas benditas
alturas, degustamos un surtido de agradables aromas y alimentamos los sentidos
con vistas y panorámicas que nos quitan el hipo. Desde “el calvero” un último
apretón para encaramarnos en lo más alto, avistamos la verdosa explanada, la concurrida majada y titulamos,
coronando “El Alto de Nogal” una vez más. Nos deleitamos con las genuinas
vistas que nos rodean, oteamos todos los planos y perspectivas y reconocemos los altos picachos. Fotografías de
rigor para el recuerdo y en la majada, negociamos con los cabreros por el
exquisito queso. Minutos de agradable
conversación, nos cuentan sobre su oficio, lo agradecido del lugar y
sobre las largas temporadas que en estas cumbres tienen que pasar.
Después de tanto deleite y contemplación, nos preparamos para el
gran descenso; en modo distendido,
recogemos y guardamos los buenos momentos que nos ofrece el dadivoso camino. Temperaturas agradables que hacen más
amena la efímera bajada, mientras planeamos y escuchamos la voz montañera: “Una
respuesta honesta es señal de una amistad verdadera”…”el respeto se gana, la
honestidad se aprecia, la confianza se adquiera y la lealtad se devuelve….”.
Recolectamos el aire puro que encontramos, los fotogramas se mueven con soltura
y celeridad, remendamos la
reconfortante quietud con las mejores
cualidades del lugar, mientras “nos machacamos los brazos” por la estirada vertiente descendente. “Parece que el gato ya
está en la talega”, entre risas y satisfechos comentamos. Sin más novedad,
entramos victoriosos en la zona recreativa de las piscinas naturales; donde nos
reciben, nuestros amigos/as, retoños y familiares. Para rematar la faena, el
merecido baño en las gélidas aguas procedentes de la elevada sierra, zumo de
cebada, refrigerios varios, degustación de ensaladas y otros manjares para
reponer fuerzas, conversaciones amenas y la merecida siesta. Antes de volver a
casa, volvemos a subir “Al Nogal” (Pero en coche) a por un cargamento de
quesos, ya que “la prueba” fue todo un éxito. Hasta la próxima.
En definitiva, ruta lineal de 73 kms,
los principales caminos transitados han sido; Camino de
Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de La Tabla, Cañada Real Leonesa
Occidental, Camino de Talavera-Navalcán, Camino de Valcasillo, Camino de
Navalcán a Candeleda, Camino de Los Llanazos al Alto del Nogal-Candeleda.
Pd: Cristóbal, Jesús, Ilde, muchas
gracias por vuestra aportación fotográfica (10).
Buen día…………SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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