lunes, 23 de julio de 2018

Ruta: Velada-Subida al Alto del Nogal (Candeleda)


Domingo, veintidós de julio, para la jornada de hoy, tiramos del calendario de “míticas de montaña” y  el Alto del  Nogal de Candeleda nos disponemos a asaltar. Nueve caballeros veleños, acudimos al habitual punto de encuentro, de los cuales,  “un cuarteto” somos  los convocados para conquistar  dicho “puerto”. Bien ataviados con la nueva equipación y las burricletas dispuestas, nos preparamos para  afrontar el montañero reto. Por motivos varios, para tal evento, sufrimos notables bajas en el pelotón;  tareas familiares, vacaciones y  asuntos propios, dejan mermada a la escuadra veleña para la  señalada fecha.

Iniciamos la marcha,  recorriendo las principales calles de la villa, bien agrupados y por parejas “de todo un poco hablamos”. Por el camino de Arenas, nos lanzamos para colarnos en la apaciguada dehesa; a nuestro paso, lienzos amarillos tostando el colmado encinar, altos pastizales nos abren el descuidado camino y de la armonía  del paisaje,  aparecen  una piara de jabatos y algunas crías, saliendo  “a estampida” por la espesa  avenida de encinas. Cruzamos los arenales del río, por estos lares, cabalgamos encaramados en el más apacible y palpable silencio; recorremos la pelada cañada, circunvalamos la localidad navalqueña y “por el Valcasillo” sin romper la formación,  nos lanzamos hacia “el paseo del Tiétar”, próxima estación. En este punto, un trío de compañeros (Francis “El Prudente”, Francis “Sevilla” y Fernando “El Benjamín”) deciden dar media vuelta;  los demás, a cámara lenta,  cruzamos el empedrado río, con mucho cuidado “por si acaso”. Continuamos la marcha, sin dejar la singular  estampa  del acogedor encinar; Ilde “El Suegro” y Nicolás “Charcos”, nos acompañan,  quieren ir más allá,  hacer de “gregarios”, darnos ánimos  y dejarnos a pie de puerto. Desde aquí, abrimos las taitantas porteras que encontramos, saltamos alambreras,  nos adentramos en la vía bien marcada, nos adueñamos de la prodigiosa calma que por aquí acampa; cruzamos el riachuelo y echamos la segunda  liebre del día en la talega. Desde la serena parcela, nos recreamos con las vistas de Gredos que nos sirven en bandeja y que la alegre mañana nos regala; ratoneamos por callejuelas bien abastecidas de árboles frutales y atendidas huertas que nos acercan a la villa de Candeleda. En este punto, en el cartelón de entrada,  paramos a la sombra, abrevamos y repostamos para no tener sobresaltos, en pleno “banquete”,  aparecen nuestros familiares, con los vehículos en caravana, animándonos,  tirando de saludos y claxon;  fotografías de rigor y también,  unos minutos más  para endulzarnos  con pasteles recién hechos y  desafiar con mejores garantías la prolongada  subida.

















































Reemprendemos la etapa,  cabalgando por la localidad montesa y  buscamos el desvío acordado hasta llegar “a los Llanazos”. Desde aquí, dieciocho kilómetros tiene “la generosa ascensión”, tenemos para dar y tomar, por lo que  hacemos honor a nuestro lema y “cada uno como pueda”. Tres partes tiene “el dichoso puerto”; para calentar,   iniciamos el anchuroso tramo con amables pendientes, con vistas incluidas  a las charcas que al finalizar nos refrescarán; nos adentramos en el silenciado robledal, algunas fincas  bien delimitadas, señales informativas de itinerarios y senderos distintos que se pierden por el agreste  recorrido;  poco a poco vamos cogiendo altura y el desnivel se va poniendo más serio.  Aquí,  nos tenemos que poner el mono de faena y apretar por tramos constantes,  bastante empinados (17 %) agrietados,  de piedra suelta hasta los metros hormigonados del deseado depósito. Desde aquí, parece que empieza otra etapa, subida más cómoda y tendida; algo más arriba, en el refrescante pilón, paramos, esperamos y nos agrupamos; llenamos nuestras botijas y “enfilando parriba”. Sin muchos sobresaltos, cabalgamos por el afortunado bosque; a nuestro paso,  bulliciosas chorreras de agua colmadas, un jardín de gigantescos helechos y vistosas matas de orégano  dando color a las cunetas de la estirada cuesta, rebaños de cabras  campando por la sierra  “a sus anchas”  y  más pilones con abundante y cristalina agua, repartidos a lo largo del  camino; en plena ascensión y en algún momento de delirio,  hasta la cámara fotográfica,  la batería ha agotado de tanta emoción.  De vez en cuando, Cristóbal “El Nazareno” con oficio pega algún tirón,  mientras va admirando y comentando lo mágico de este lugar; Gabriel “Machaque”, también nos ataca y da relevos, “estoy en vena” o algo así nos comenta;  a Jesús “El Serrano”, la rodilla le va dando “guerra” pero con ahínco y cabeza, no se amilana y está preparado para triunfar: “Las batallas más difíciles están destinadas a los más valientes guerreros”.  Por el frondoso y acicalado pinar (“parece que hasta lo han barrido”) nos recreamos al abrigo de  la acogedora  sombra;  nos exhibimos escalando por estas benditas alturas, degustamos un surtido de agradables aromas y alimentamos los sentidos con vistas y panorámicas que nos quitan el hipo. Desde “el calvero” un último apretón para encaramarnos en lo más alto, avistamos la verdosa explanada, la concurrida majada y titulamos, coronando “El Alto de Nogal” una vez más. Nos deleitamos con las genuinas vistas que nos rodean, oteamos todos los planos y perspectivas y  reconocemos los altos picachos. Fotografías de rigor para el recuerdo y en la majada, negociamos con los cabreros por el exquisito queso. Minutos de agradable  conversación, nos cuentan sobre su oficio, lo agradecido del lugar y sobre las largas temporadas que en estas cumbres tienen que pasar.

Después de tanto deleite y  contemplación, nos preparamos para el gran  descenso; en modo distendido, recogemos y guardamos los buenos momentos que nos ofrece el dadivoso  camino. Temperaturas agradables que hacen más amena la efímera bajada, mientras planeamos y escuchamos la voz montañera: “Una respuesta honesta es señal de una amistad verdadera”…”el respeto se gana, la honestidad se aprecia, la confianza se adquiera y la lealtad se devuelve….”. Recolectamos el aire puro que encontramos, los fotogramas se mueven con soltura y celeridad,  remendamos la reconfortante  quietud con las mejores cualidades del lugar, mientras “nos machacamos los brazos” por la estirada  vertiente descendente. “Parece que el gato ya está en la talega”, entre risas y satisfechos comentamos. Sin más novedad, entramos victoriosos en la zona recreativa de las piscinas naturales; donde nos reciben, nuestros amigos/as, retoños y familiares. Para rematar la faena, el merecido baño en las gélidas aguas procedentes de la elevada sierra, zumo de cebada, refrigerios varios, degustación de ensaladas y otros manjares para reponer fuerzas, conversaciones amenas y la merecida siesta. Antes de volver a casa, volvemos a subir “Al Nogal” (Pero en coche) a por un cargamento de quesos, ya que “la prueba” fue todo un éxito. Hasta la próxima.

















En definitiva, ruta lineal de 73 kms, los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de La Tabla, Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Talavera-Navalcán, Camino de Valcasillo, Camino de Navalcán a Candeleda, Camino de Los Llanazos al Alto del Nogal-Candeleda.


Pd: Cristóbal, Jesús, Ilde, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (10).


Buen día…………SALUD.

           
“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”




No hay comentarios:

Publicar un comentario