Domingo, nueve de junio, con las burricletas bien
dispuestas y prestas para una nueva jornada montañera, dos caballeros veleños
nos desplazamos a la hermanada villa de Arenas de San Pedro; otros ilustres titulados, parten a “graduarse” en una marcha popular de la comarca. “Los
Elegidos”, huimos hacia escarpados
territorios, en busca de la emoción de la montaña.
Leyendo estos últimos días, sobre temas varios, me encontré con ciertos
interrogantes y afirmaciones tales como; “Pasear por el bosque, cura”. “¿Por
qué la naturaleza nos da sensación de libertad?” “¿Por qué nos sienta tan bien
la naturaleza?” “¿Por qué nos pasará tal sensación de bienestar?” y otras cuestiones similares, que hacen coincidir mis afiladas sensaciones
con nuestras ganas y motivaciones por refugiarnos –y querer volver – en los
entresijos de la privilegiada montaña.
Por motivos varios, constantemente
nos asaltan pensamientos dicotómicos: ¿Burricleta
o motorcleta? ¿Emoción o razón? ¿Montaña o llanuras? ¿Pinar o dehesa? ¿Ocio u obligación? ¿Escalar
o llanear? ¿Pistas o veredas? ¿Cordura o
lucura? ¿Entrenamientos o salidas –sin más-? ¿Aventura o amilanarse? ¿Sí o no? ¿Convicción
o incertidumbre? ¿Naturaleza o sofá? ¿Continuar o abandonar? ¿Protagonista o
espectador/a? : “Siempre habrá ángeles
en tus infiernos y tentaciones en tus paraísos”. Pero tú, decides qué hacer.
Pues lo dicho, encallamos en la villa
serrana, sin destino planificado, “pero tres horas y media de sierra” tenemos
que hacer, lo tenemos claro. Iniciamos
la jornada con temperaturas “tirando a la baja” (doce grados nos marcan las
alarmas). Cabalgando ensimismados por “la senda de los pescadores”, escuchamos los
melódicos murmullos del riachuelo, nos
divertimos por el laberinto ficticio y con las vistas de dibujos animados que
nos atrapan a cada metro y que embriagan nuestros sentidos; nos recreamos por la angosta trocha y robamos
los lujosos visillos de silencio que
ondean en el bosque endiosado. Continuamos en plena ascensión, bien resguardados por el tupido y acicalado
pinar; a nuestro paso, agradables aromas
a resina seca, abundantes chorreras y pilones generosos de agua fresca salen a
socorrernos por la continua y tendida subida. El caso, es que
nos cunde dar pedales, aunque no paramos de “rajar”, contemplamos vistas espectaculares “hacia
Poyales”, tramos asilvestrados por una alfombra de pinochas, rampas más
empinadas, para encumbrar la hazaña y en algunos tramos, agradecemos los rayos de sol; también, tenemos
un encuentro con “un burriclista motorizado” que nos da caza y “charla”. Nos vende su magnífico libro, nos habla de la naturaleza, la grandeza
del lugar –en algo coincidimos- “y lo que cuesta mover esta fiera de dos
ruedas”. Por estos lares, coronamos “La Torreta” minutos de relax “pero sin
demorar, que nos podemos enfriar” .
Por el efímero descenso, bien acomodados
en nuestras burricletas, nos columpiamos
por el privilegiado bosque; terreno favorable para rodar a buen ritmo y echamos
la vista atrás y hacia arriba, para ver “dónde
hemos estado subidos”. A nuestro paso, la genuina estampa, más pilones y fuentes, la famosa charca verde
(de Guisando) y la cima de El Nogal del
Barranco, el próximo reto. En plena escalada, nos encontramos con una “exposición de
vehículos antiguos” (simcas modelos varios, minis, 1600, etc) parece que hemos
retrocedido a los años 70; nos pitan, saludan y a algunas “reliquias” las
pastillas del freno les chirrían. En plena subida, después de algún arreón y otros tantos
suspiros, hacemos cima y foto de rigor en la conocida plataforma “con el macho cabrío”. Partimos
hacia la villa de Guisando, por la entretenida bajada, nos recreamos por los
entrelazados pinos, mientras diseñamos “otro puerto pal zurrón”. Recorremos
parajes afortunados, entre un mar de castaños y pinos, bien ventilados por el aire fresco que nos
acompaña; por estos generosos lares, además de risas y otras “bolerías”, también nos invitan a degustar “un puñado de exquisitas cerezas” para que no flaqueen las fuerzas; avistamos refugios nominados y
degustamos las delicias y afortunados escenarios que la exquisita naturaleza nos brinda.
Reconocemos los amenos caminos, tantas veces recorridos y aunque pasemos
cientos de veces, según el pensamiento Heraclitiano
“no andarás dos veces por el mismo camino” ya que, ni el camino ni nosotros somos los mismos. “Ya
está hecho”, me anuncia el amigo y “Maestro Ceramista” Alberto. Por la
prolongada y estirada bajada, nos relajamos entre la frondosa arboleda y por la
encrucijada de pistas “diseñamos la próxima aventura” (¡¡¡¡ojo con las
subidas). Sin más novedad, pensando en la próxima aventura (¡¡¡que
promete!!!!), volamos por la vía asfaltada y arribamos en el punto de partida.
Para no perder las buenas costumbres; abundantes aperitivos y zumo de cebada
fresca para brindar por la notable etapa.
En conclusión, ruta circular de 55
kms. Los principales caminos transitados han sido: Senda de Los Pescadores,
Camino de Los Llanos, Camino de La Pregonera, Camino del Arbillas (GR 180),
Torreta del Portezuelo (Refugio de La Sillita); El Portezuelo, Charca Verde-
Nogal del Barranco-Guisando-Camino del Mayuelo- Collado de La Casa- La
Francisca- Camino del Canto Encaramado-Camino de La Risquera (GR-293) -El
Hornillo-Arenas de San Pedro.
Buen día…………..SALUD.
“….mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”
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