lunes, 17 de junio de 2019

Ruta: Circular Cuevas del Águila


Domingo, dieciséis de junio, tres caballeros veleños acudimos al pactado punto de encuentro; con las burricletas bien dispuestas y  sobre la mesa,  una de nuestras clásicas anual: Las Cuevas del Águila en su versión circular.

Más de dos décadas, mostrando respeto, tolerancia, pasión y admiración por los espacios naturales y por  los valores superiores que éstos nos transmiten, cuando sabemos observar y escuchar. Continuamos custodiando y disfrutando del entorno más próximo (-y otros más lejanos-), de la diversidad y variedad del paisaje, así como de la flora y fauna que en ellos encontramos. En general,  proclamamos y defendemos la supremacía de la natura, ya  que merece la pena conservar y proteger, por nuestro bien y por las generaciones que vendrán: “Cada vez que cabalgamos por la naturaleza, recibimos mucho más de lo que buscamos”. Conscientes y convencidos  de  que este  emocionante viaje,  repleto de aventuras, épicas y anécdotas mil  llegará a su fin, cada semana  salimos a disfrutar de la excelencia  y de la infinita  belleza que nos brinda la madre tierra; de sus rincones más íntimos, de la grandeza de la montaña y de la perenne dehesa: “Tarde o temprano la naturaleza se vengará de todo lo que las personas hagamos en su contra”. “Salvaje no es quien vive en la naturaleza. Salvaje es quien la destruye”.

Iniciamos la marcha, bien acompañado con el amigo Roberto “El Bueno” y  J.C. “El Lobo”; abandonamos la señorial villa, recorriendo sus emblemáticas calles y “el casco antiguo” de soslayo. Cabalgamos por el armonioso y pausado encinar, oteando a nuestro alrededor, pero en esta ocasión “los bichos salvajes” nos esquivan y en las profundidades de la dehesa, reposando “andarán”. Atrás dejamos la finca de Trujillano, establos abandonados y otros recovecos laureados; ensimismados en el  fondo del monte,   abrimos las porteras conocidas;  sin sobresaltos,  doblegamos el río castigado por la notoria sequía  y por la retaguardia, arribamos en  la aldea vecina de Parrillas. Desde este punto, nos configuramos en modo escalada, toca subir hasta “la cuerda”;  por el vetusto  camino, encontramos  retamas floridas, un extenso pastizal que da brillo a nuestra presencia, conejos y perdices correteando a nuestro lado  y una  estrecha callejuela de jaras,  vigilando el rasgado y empinado paso. Avistamos la sierra al fondo y nos colamos en los asilvestrados y poco transitados andurriales, encajonados por  el acogedor paisaje de  pinos y madroños. Descendemos por el  quebrado tobogán, “concentrados” y recreándonos con el bondadoso regalo,  haciendo “malabares” para no aterrizar,  sintiendo el frescor  que nos prestan  las inmediaciones  del “Tiétar” y  las vistosas montañas con sus puertas abiertas. Sin sobresaltos,  cruzamos el nominado riachuelo, avistamos el parque de “Las Cuevas” a estas horas, sin público todavía; nos adentramos en el perdido tramo, bien  custodiado por los fornidos chopos y antes de llegar a Ramacastañas,  metros tranquilos de asfalto, con las cimas serranas alegrando la relajante panorámica. Minutos de relax en el solicitado pilón; paramos a abrevar y a  reponer fuerzas con viandas variadas; minibocatas, frutos secos, pasas, fruta fresca y riquísimas gominolas de sabores varios, para endulzarnos y cabalgar más animados.



























El camino de vuelta, lo transitamos por la balizada cañada, perfectamente marcada –en estas fechas- por el trasiego de la centenaria  trashumancia. Nos hermanamos y solidarizamos  con la mencionada "procesión ganadera" , para que estos tradicionales pasos  –de antaño y hoy-  no caigan en el olvido. Una vez abandonada la vía occidental, nos adentramos en paisajes más entretenidos y empinados, que nos hacen resoplar –algún suspiro también se escapa-  y apretar  los riñones un poco más; rescatamos los  agradables olores que nos donan las  encinas y el tupido jaral, que  igualmente nos salpica de hechizados perfumes,  que nos cargan las pilas y nos “dopan” por las complacientes alturas. Cada cual cómo podemos, nos ponemos a prueba por la tendida cuesta, recreándonos con las vistas de la mediana serreta. La prolongada bajada, es un deleite para los sentidos y para relajarnos,  después de los metros escalados;  sin confiarnos, extremamos precauciones, salvamos tramos rotos, regueras, traicioneros arenales y losetas de piedras sueltas. Más distendidos, volvemos a cruzar Parrillas, para coger el camino veleño, tantas veces recorrido; sin más novedad, plegamos y  recogemos el mencionado paseo; después de tanta brega, rebozados de polvo y sudor y “El Lorenzo” de testigo, a medio gas atizando, afrontamos “La criminal” para rematar otra faena una semana más. Despedida de mis compañeros de fatiga y hasta la próxima jornada. “Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas, llegaremos a comprender las más grandes”.

 




















En definitiva, ruta circular de 65 kms. Los principales caminos transitados han sido; Camino de Velada-Arenas-Navalcán-Parrillas. Camino Viejo de Parrillas-Arenas-Ramacastañas. Cañada Real Leonesa Occidental, Camino La Parreña, Camino Real de Arenas de San Pedro-Parrillas-Navalcán-Velada.


Pd: Roberto, muchas gracias por tu aportación fotográfica (3).


Buen día……..SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”


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