lunes, 12 de agosto de 2019

Ruta: Homenaje a la Trashumancia.


Domingo, once de agosto, en el marcado punto de encuentro, siete caballeros veleños nos damos cita para  el semanal evento; con las burricletas bien dispuestas, saludos entre los congregados y comentarios varios, para dar novedades y “preguntar sobre el verano”. La hoja de ruta y previa información, nos marca “Las Cuevas del Águila, por la Real Cañada”.

Entiendo,  que todas las prácticas deportivas son exigentes, tanto a nivel físico, técnico y mental. Se necesitan horas de dedicación y salidas (para otros/as, entrenamientos)  y en función de las mismas,  se puede ganar/perder facultades y/o forma física. La pérdida de éstas, supone renunciar a ciertas etapas y/o divertirse o pasárselo bien haciéndolas. Disfrutar  del esfuerzo, de la exigencia de la ruta, del colosal paisaje, de la compañía y amistades. Contentarse con un plátano y unos frutos secos, un trago de agua fresca y si se prefiere,  como recompensa final una cerveza bien fría. Destacar que esta simpleza es adictiva, como el olor a jaras y pinos, a tierra mojada, como el frescor de la mañana o como el sudor del esfuerzo,  tras conseguir una  épica más. A veces, resulta complicado comprender por qué hacemos MTB; valoramos los pequeños detalles,  nos inventamos rutas ficticias, recorremos senderos idílicos, hacemos kms de más en cualquier reunión, deliramos al pensar en “la etapa perfecta”,  nos recreamos y mantenemos una perfecta comunión con la naturaleza, nos embriaga el silencio y la tranquilidad del monte,  disfrutamos de las salidas en grupo y en ocasiones, salir en solitario también es un placer y,  en pleno sufrimiento por el máximo esfuerzo  en  una etapa, ya estamos planificando la siguiente. Pero, cómo explicamos todo esto a los iluminados de la cultura del mínimo esfuerzo, de la apariencia, de lo material,  del miedo y de la avaricia. ¿Cómo explicar a una rana la belleza de la montaña, la magia del bosque , si nunca  ha salido de “su charca”?





























Comenzamos la jornada, recorriendo las callejas del “casco viejo” y el centro rural; nos enfilamos hacia los parajes del estimado encinar; a nuestro paso, mantenemos conversaciones varias, abrimos las porteras pertinentes (“las volvemos a dejar abiertas”), cuando en el corazón de la dehesa, avistamos dos cérvidos que transitan algo despistados  y algo más adelante, una piara de jabatos que ante nuestra presencia salen a estampida –todo un espectáculo- para los sentidos y sentirnos privilegiados por la estampa mañanera; cruzamos el arenoso  río, Roberto “El Bueno” haciendo gala de su pericia y buen estado de forma, pasa sin descabalgar, a pesar de las rodadas y la dificultad. Bien agrupado, recorremos el pausado y sosegado paraje adehesado y en la Cañada Real, cuatro compañeros (Gran Maestre, El Amigo Gabriel, El Carpin y Goyo “El Coloso”) se despiden, van a buscar otras empresas por la villa parrillana. El trío de caballeros (más adelante, nos abandona el amigo Roberto, la hora es la hora), recorremos la variopinta  vía de la trashumancia; pista bien arreglada, pastizales, veredas ganaderas, tramos de piedra suelta y camuflada, tramos de subida técnica, bajada con varias alternativas por el ancho de la vía. Tramos asilvestrados y poco transitados, que hacen las delicias de la pareja de afortunados; el amigo Gabriel “Machaque” a voces por estos lares, invocando a los jabalíes y “venaos” para que se manifiesten y con su presencia nos deleiten. Al fondo, los paisajes montañosos, muestran todo su esplendor, rezuma el  aire fresco y en la distancia parece que nos llaman. Después de la grata experiencia, arribamos en Ramacastañas; aprovechamos para repostar, picar de nuestras viandas e hidratarnos para el camino de vuelta.










Reemprendemos la marcha, por la vía tendida hacia “Las Cuevas”, por el  hormigonado paso  cruzamos el Tiétar,  sin gota de agua por las fechas y extremada sequía;  más adelante, en pleno paraje serrano,  dos perros se ponen farrucos a pesar de las órdenes de “sus dueñas”, pero  el amigo Gabriel  desmonta y “les carea”. Con éxito, salvamos los duros repechos que vamos encontrando, conquistamos “la sierra del águila”, mientras disfrutamos de sus entretenidas  trochas,  envueltas entre la quietud y la agradable fragancia de los pinos, madroños y  jaras.  En pleno descenso hacia Navalcán (no era la opción elegida, teníamos un refrigerio en Parrillas), nos recreamos más relajados por  la cómoda panorámica y sobrevolando la serranía, pinchazo para El Relatero; cambio de cámara de emergencia (risas por el envoltorio, para evitar sorpresas) , trabajo en equipo y en pocos minutos, seguimos en el camino. Cruzamos la villa navalqueña hacia el camino de Talavera, retomamos la cañada y volvemos a cruzar la despejada dehesa; por supuesto, volvemos a dejar las puertas abiertas, mientras nos escabullimos por el tupido encinar. Atrás,  dejamos Trujillano y sus casas, transitamos el espacioso y largo camino; por los huertos tampoco tenemos testigos y “la criminal” la escalamos sin apretar. Sin más novedad, arribamos en la villa señorial y  despedida en “El Rollo”  tras la buena jornada. Hasta la próxima.

En definitiva, ruta circular de 68 kms, los principales caminos transitados han sido; Camino de Arenas-Parrillas-Navalcán, Camino de La Tabla, Cañada Real Leonesa Occidental-Ramacastañas- Cuevas del Águila- Camino de Navalonguilla- Navalcán- Camino de Talavera- Cañada Real Leonesa Occidental- Camino de la Tabla- Camino de Navalcán-Parrillas-Velada.


Buen día……..SALUD.


“….mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio…..”

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