Domingo,
cuatro de agosto, nos desplazamos a la cercana villa de Arenas de San Pedro, tenemos etapa cinco
estrellas, que nos ha preparado “El Maestro Ceramista”, nuestro amigo Alberto. Un quinteto de
caballeros veleños, expectantes y animados acudimos al desconocido evento; con nuestras
monturas bien dispuestas –que hasta
saltan de las furgonetas- y prestas para la ocasión, afrontamos la enésima
contienda montañera.
Tenacidad,
fuerza de voluntad y sufrimiento, son algunos pilares donde se sustenta nuestra práctica deportiva, sobre todo, cuando nos enfrentamos a etapas más exigentes
y de dificultad “considerada”, que se “salen” de lo que habitualmente hacemos.
Tenacidad para continuar con el objetivo marcado, no desistir a pesar de las
adversidades que nos presenta el camino;
fuerza de voluntad, esa capacidad interna que día a día y que con el paso del
tiempo vamos forjando con nuestras
acciones para querer ir siempre más allá
y “el sufrimiento”, como la respuesta y
el grado subjetivo de “dolor” que cada uno “podemos soportar” para afrontar los momentos más complicados, duros
y difíciles ante una determinada situación.
Un sabio dijo, “a veces hay que pasar por caminos difíciles, para llegar a
destinos maravillosos”, en la misma línea, “Seguir cuando creas que no puedes más, es lo
que te hará diferente a los demás”. “Con constancia y tenacidad se obtiene lo
que se desea; la palabra imposible no tiene significado”. Tenacidad, voluntad y
sufrimiento, principales ingredientes
con los que se cocinaron este plato montañés. Por supuesto, preparado para repetir.
Comenzamos
la jornada, en dirección hacia las
piscinas naturales; tres intensas horas de subida, dan para mucho. A nuestro paso,
por el paraíso natural escuchamos los susurros de las aguas serranas, cabalgamos
bien resguardados entre las agradecidas sombras que nos ofrece la bondadosa
arboleda; salvamos los primeros repechos para calentar las piernas, aunque
nuestros anfitriones (Medina y Alberto) ya nos van avisando “la que nos espera
es buena, guardar fuerzas”, pues lo dicho “así sea”. Por lo pronto, desde la continua ascensión, sólo nos queda,
disfrutar de los exquisitos placeres que nos ofrece la estampa serrana, del reconfortante frescor montañero, de las divertidas
sendas, del verdor brillante de los
helechos, del tupido y perfumado pinar, así como de los pequeños detalles “que
deambulan” y salen a nuestro encuentro. La prolongada escalada, se manifestaba
mostrándonos todas sus versiones; la romántica y la más “hardcore”, desde la más
tendida y llevadera hasta sendas estrechas, repletas de pinochas y piedra suelta; duros repechos que nos ponían a
prueba y nos hacían sudar para poder
avanzar; algunos tramos hormigonados, más cómodos pero empinados; largas subidas
a la sombra y las más severas, descansando en el soleado calvero, reposando en el espeso piornal. En nuestro cabalgar, el
caballero “Alfa”, Diego “Sin Miedo”, va marcando el territorio (en distintos
puntos) para avisar “al enemigo” del cerramiento en propiedad; Alberto y
Antonio Medina, no dan tregua y escalan que se las pelan (¡¡¡Y eso que
estuvieron de fiesta!!!); el amigo Gabriel “Machaque” va de menos a más, cambiando las curvas de lugar, al
tran-tran y con tesón hacia la cima se
enfila, con ganas de llegar; El Relatero, en esta ocasión, sufro algo más de
los normal , pero no voy a claudicar por tener un día regular. Poco a poco vamos sumando desnivel en las
piernas, los últimos “doscientos” de tortura, a medida que vamos ganando
altura; “sacos” de cantos rodados de
todos los tamaños, para dar más emoción a la épica montañera, que nos hacían desmontar algunos metros, “no
me cabe la menor duda, que tanto sufrimiento merecerá la pena”. Lo más
positivo, las privilegiadas y lujosas vistas a media ladera que van sofocando y
alimentando “la dulce agonía”; divisamos “El Barranco de las Cinco Villas”, El
Puerto del Pico y El Torozo más al fondo, para coger resuello y continuar con
la temerosa ascensión. El momento de coronar es un festival de ambiguas pero
satisfactorias sensaciones; desde “el
pódium sagrado”, con admiración y satisfacción nos recreamos, saboreamos los
gratos momentos y al instante, se esfuman los menos buenos; reconocemos el
camino andado y otras cumbres en el día
conquistadas. Por supuesto, echamos “un
tentempié” (algo tarde), fruta y otros alimentos, para llenar la andorga y
recuperar fuerzas y el amigo Gabriel, después del descomunal esfuerzo, acurrucado a la sombra de los piornos “su
momento del bocata” no perdona.
En
el descenso, “nos piden cuidado” en este primer tramo, porque vamos a bajar por “un arrastradero” de
tierra y de piedras descolocadas, repleto; la larga bajada, más cómoda y amena por el puerto,
la hacemos en un santiamén, mientras
aprovechamos para recuperarnos del “empinado perfil”. Para andar bien de hora,
la opción más directa, pasando por las villas del Arenal y El Hornillo, a
través de un túnel de pinos cargados de agradables fragancias; localidades
animadas por las principales vías y “el sprint final” para arribar en el punto de partida. Para clausurar la laureada
aventura, deliciosas viandas y jarras bien heladas de zumo de cebada, para
brindar por la jornada y muchas más. “Confía en el tiempo, suele dar dulces
salidas a muchas amargas dificultades”. Hasta
la próxima.
En conclusión, ruta circular de 54 kms (
desnivel: 1500m+). Los principales caminos transitados han sido: Camino de las
Piscinas Naturales, Los Torrejones, GR 293, El Mollete, La Machacona, Las
Majadas, Las Parcelas, Camino de La Morañega, Penca Baja, Las Mesillas, Los
Hornitos, Puerto de la Centenera, Los Zahurdones, Senda de las Morañegas, El
Cibuerco, Los Helechares, Los Nebradillos, Collado de la Centenera- El Arenal-
El Hornillo- Arenas de San Pedro.
Buen
día…………….SALUD.
“….mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo
ni sitio…..”
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