Domingo, veintiuno de junio, en el
habitual punto de encuentro, siete caballeros veleños acudimos a la cita
pactada (el comando talaverano, nos aguarda en el km 0 de la Vía Verde de la
Jara) con las burricletas bien dispuestas y los componentes convocados, preparados a conciencia para la exigente
contienda; a la conquista de la Torreta de la Estrella.
Comenzamos la marcha por los cuadros de La Vega,
dirección La Oriental Cañada; bien agrupados, marchamos por el apaciguado territorio,
todavía en pleno “despertar” y con
tiento marcado, adornado de piedra
suelta, altos pastos y regueras camufladas, nos hacen ir expectantes para
evitar sobresaltos. De todo un poco hablamos sobre la marcha; el inicio del
verano que ha llegado con ganas, “el calor que nos espera” en la kilometrada
propuesta y temas varios, para hacer la discontinua llanura más amena, bien
arropados y perfumados por el vallado de hinojos que se extiende en buena parte
del circuito calerano. Cabalgamos con “esmero”, aprovechando las amables
temperaturas de la mañana, oteamos los campos cosechados, las extensas
explanadas y el refugio de las protegidas avutardas. Sin apenas hacer ruido,
arribamos en Calera, aquí, nos esperan los demás compañeros, saludos de rigor y
“a volar” por la estirada vía. A nuestro paso, “andarines y otros ciclistas” hacen más concurrida la solicitada
pista; con alegría y también pedaleando, cruzamos los túneles pertinentes, entre el tupido encinar, con sigilo vemos
asomar las vivas aguas del Tajo; atrás, dejamos pequeños túneles, las primeras estaciones, el puente Amador , colgado en las alturas, gobernando
el proyecto ferroviario abandonado, mientras los izados cerros “troceados” nos van abriendo
el paso. Ilde “El Suegro” y Martín “El Fiero”, encabezan la expedición, buen
ritmo en primera línea, antes de que la
orografía se empiece a inclinar. Salvamos los primeros repechos cruzando el
río, poco a poco, en pequeños grupos, intentamos no dejar a nadie “abandonado”
(de vez en cuando, hay que mirar para atrás), vamos cogiendo altura,
contemplando cerros conocidos de etapas gloriosas, a la vez que, el paisaje se va haciendo más agradable con
la sierra ancha “amenazando con la vara”.
En la parte más dura de la jornada, se
agita el avispero y “los gallos del corral”, con Cristóbal “El Nazareno” a la
cabeza, “desde el salón de los picaos”, sin
tregua, a exhibirse y toca apretar (con chip y dorsal); dos
compañeros, se asoman a los primeros
repechos y dan por concluida la aventura y retoman la vuelta a casa. Los demás,
también subimos a nuestro ritmo, superamos las exigentes curvas
hormigonadas de San Pedro; porcentajes
del 23% nos ponen a prueba, nos retorcemos como culebras por la agreste postal,
digna de admirar –pero siempre no
“invita” a sufrir-; los potentes
olores del espeso jaral, impregnan la
entretenida subida, la palpable armonía y la autoridad del silencio, que presiden el “glorioso” lugar, se ve perturbado por las aceleradas
pulsaciones, jadeos y suspiros varios,
mientras bregamos con ahínco y
pundonor, con los salvajes repechos que
nos reciben con “los brazos abiertos”. “La última recta”, para rematar, hasta
el vehículo de la vigilante, se va para atrás, -no digo más-; nos ponemos
firmes en este punto, nos sabemos vencedores, “desde la humildad”, el esperado
giro y a disfrutar: “La valentía más
grande del ser humano, es mantenerse en pie, aun cuando se esté cayendo a pedazos”. A plazos, vamos coronando por el arco del
triunfo, animados, ilusionados y de esta manera, con la adrenalina por las
nubes, en nuestra enésima victoria montañera . Minutos para recrearnos con las
superlativas vistas, contemplar el
infinito horizonte e identificar puntos exactos en todas las direcciones, desde la privilegiada garita. Reponemos fuerzas y nos hidratamos con avidez,
después de “la sangrienta batalla” y,
por supuesto, fotos de rigor, para inmortalizar la conquista de la fortaleza
serrana.
El camino de vuelta, “al toque de
corneta”, planeamos por los elevados parajes, deleitándonos con las
amables sensaciones del entorno;
atravesamos los paisajes andados en la ida y en la estación de Aldeanueva, nos
refrescamos y también llenamos las botijas. Volamos por la
vía, velocidades considerables por la
generosa avenida, mientras las estampas conocidas pasan a toda prisa; los
aspersores disparan agua “a destajo”, igual que nuestra marcha de crucero,
mientras van cayendo los kilómetros. Antes de llegar a Silos, nos agrupamos y
bajamos la marcha, ahora, vemos con más
claridad el alargado escenario, aparecen los campos de forraje sembrados, las
recientes cosechas y en plena pausa, “una llave allen” aparece en la rueda de
Raúl –compañero de Talavera-. Esto es, como buscar una aguja en el pajar, “pues ahí
está” pinchazo y a parar; la escuadra veleña, continuamos la jornada, bajando
el ritmo, para que “los ingenieros y solidarios” nos puedan alcanzar. Una vez en la
villa de Calera, todavía no nos han conectado; nosotros, seguimos nuestro camino e Ilde hacia la ciudad
de la cerámica; sin novedad en los últimos kilómetros, eso sí, “polvo a
discreción”, bajo un sol abrasador, cabalgamos más pausados; en el puente de la
autovía, Roberto “El Bueno” tira para Gamonal, “pero vente por aquí, vas a
tener hasta sombras”; nos suelta “unos piropos” , y a su burricleta “otros, menos decorosos”. De repente, Martín “El
Fiero” nos contacta por teléfono, “¿por
dónde andáis?", le damos novedades –“casi llegando a la laguna del conejo”
y nos comenta, “que en casa, tenéis cerveza fresca”. En esta ocasión, previa consulta, Jesús “El Serrano”, se hace con la mención de
honor, al más combativo, por sus ganas, garra y pundonor; triple valor, cuando
se dispone de menos horas de preparación: “Los dos guerreros más poderosos con los que puedes
contar son la paciencia y el tiempo”. Pues
dicho y hecho, parece que cabalgamos por la cañada, más motivados, con aires
más “frescos”, fuerzas renovadas, con ganas de llegar; atrás, dejamos los visibles secarrales, los tramos de
arenales y canturriarles esparcidos y en
un plis-plas, nos aguarda la recompensa
“negociada”, por la laureada etapa.
Redondeamos la kilometrada y con la invitación del amigo Martín, “resucitamos” con zumo de cebada helada, refrescos, chorizo
y morcilla “de la casa”, para recuperar
y brindar por la épica jornada. “El
mejor maestro es el tiempo, sin necesidad de que hagas preguntas, te da las mejores
respuestas”.
Resumiendo, ruta lineal de ida y vuelta
de 90 kms. Los principales camino transitados han sido; Cuadros de La Vega, Cañada
Real Leonesa Oriental, Carril de la Raya
de Chozas, Los Vallejones, Camino de Navalcán- Calera, Vía Verde de La
Jara (hasta Aldeanueva del Barbarroya), Camino de La Estrella, Subida Al
Cerrro. Camino de La Estrella, Vía Verde de La
Jara, Camino de Calera-Navalcán, Los Vallejones, Camino de La Raya de Chozas, Cañada Real
Leonesa Oriental-Velada.
Buen día……….SALUD.
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