Sábado, 1 de Agosto. Fernando “El
Grande”, Gustavo Acosta, Alberto “El Maestro Ceramista”, Fidel Moya y un
servidor, "El Relatero", somos “los titulares” para esta etapa de montaña. Partimos de la
mini-plataforma de Domingo Fernando (1130 metros altitud) -por encima del
Hornillo-, en los paneles informativos, nos marca dos horas y media de ruta,
hasta el Puerto El Peón (2032 m. altura) – los tiempos, siempre son estimados,
no obsesionarse-. Comenzamos la marcha por el itinerario marcado (PR -AV 18) al pasar por el pequeño refugio, nos
encontramos con una señal que nos indica el desvío hacia la derecha, dirección del
puerto. Subimos el contino y duro repecho -para abrir boca - serpenteando entre
el plácido pinar, cruzamos una pista forestal, que nos vuelve a introducir en
la acogedora arboleda. Tras una tendida subida, llegamos al mirador y nos
recreamos con las espectaculares vistas del “Espaldar de los Galayos” y las
impresionantes y verticales canales (en breve, tendremos que bregar por allí, a
pesar del escepticismo y asombro de mis compañeros de viaje). Continuamos por
las ascendentes trochas, a nuestro paso,
las fuentes (Peón Bajo y Los Helveros), bien cuidadas y limpias, por
parte del agente forestal, ni que decir tiene, la buena calidad de estas aguas,
frescas y cristalinas para apaciguar la sed, de pausa obligada para abrevar;
intercambiamos algunas opiniones con “el polimantenedor” del lugar, reconocemos
su digno trabajo y excepcional labor, nos “comenta que vamos a buena hora” y nos
despedimos “que no es bueno parar” ; paradas breves, paso continuo y constante para hacer más amena
la travesía. Continuamos con la cómoda ascensión, hasta llegar al puerto; desde
aquí, a nuestra izquierda podríamos ir hacia la Mira; de frente, llegaríamos a
la carretera de Hoyos del Espino, la cual nos llevaría a la Plataforma de Gredos.
Nosotros, viramos hacia la derecha, senda que nos llevará a La Peña del
Mediodía (2220 m), continuamos en modo escalada, entre piornos, bien marcado el
sendero, a nuestra derecha vamos dejando un idílico paisaje de riscos y después
de la subida mencionada, llegamos a la esplanada que nos guiará al final de
nuestro objetivo. Desde esta cima, disfrutamos de una panorámica de las dos
vertientes; hacia el este, los picos del Cabezo y el Torozo; hacia el Oeste, La
Mira, La Galana y “el coloso” Almanzor. Fotografías de rigor, bocata y la
vuelta, por el mismo camino.
Comentar, que nos sentimos afortunados,
somos seres privilegiados, al poder disfrutar de este maravilloso entorno y mimetizarnos
de forma sutil entre los grandiosos elementos; es todo un lujo, respirar el impoluto aire a primeras horas de
la mañana por “el salón del pinar”; jugando como “niños díscolos”, dando “patadas” a las piñas y piedras que encontramos
por el enrevesado camino; jugamos a ser “montañeros”, admirando el imponente
escenario, recreándonos con las estampas que nos envuelven y embriagan de armonía
y tranquilidad. Hacemos juegos de magia, apareciendo y desapareciendo por el
encantado bosque, entre el tupido piornal y por los recovecos de la gincana del
colosal canchal: “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a
los ojos.” Nos divertimos reconociendo las especies que salen a nuestro encuentro,
grandes rapaces encaramadas y planeando en las calmadas corrientes de aire;
cabras montesas que nos vigilan, otras que corretean, saltan y se exhiben por
el circuito de gigantescas piedras. Como la vida misma, tenemos todo a nuestro
alrededor, ¿para qué más? Nos ponemos a prueba en plena ascensión, nos abastecemos
con las imponentes vistas que nos rodean -realidad o ficción-, actuamos sobre
el teatro montañero, “la mejor plaza posible”, cada cual que se posicione
¿protagonista o espectador? Como dice el amigo Alberto, “quien lo quiera ver,
que venga”, pues eso, que no se puede contar, mejor jugar a experimentar: “La
vida no es un problema que resolver, sino una realidad a ser experimentada”. En
el penúltimo acto, mancillamos la impresionante cima; desde aquí, alimentamos
los sentidos, oteando en todas las direcciones, disfrutando de las agradables
-frescas- temperaturas, contando divertidas anécdotas, bromas y risas, en fin, “buen
rollo” entre los congregados, mientras reponemos fuerzas y nos hidratamos. Inmortalizamos
los gratificantes momentos, desde la cumbre de la serenidad, aunque tenemos que
partir, parece que nos quisiéramos quedar; la vuelta, la hacemos en “un plis-plas”,
volamos por las trochas rasgadas, también “trillamos fuera de la parva” y de
vez en cuando, nos salimos de la ruta marcada, para enmarcar otras vistas y
contemplar “hacia el más allá”. Fidel Moya, el osado corredor de montaña, nos
deleita con su técnica por la generosa bajada y Fernando “El Grande”, también nos pone en “fila
de uno” mientras volamos por el fugaz descenso. No perdemos detalle de las
panorámicas que nos controlan, mientras recogemos las sendas, siguen las
intrigas de La Canal Reseca y otras bolerías para hacer más llevadera la descendente
ladera. Cuando nos colamos en el remanso del pinar, otro truco de magia y
aparecemos “a las puertas” de los vehículos. “Si no puedes comprender lo
interno, tampoco podrás descubrir lo externo, pues el universo empieza en ti y
tú eres la magia de tu vida.” Hasta la próxima.
En definitiva, ruta lineal -ida y
vuelta- de 17 kms y 1300 metros aprox. de desnivel positivo acumulado. Domingo
Fernando-Puerto El Peón- Peña del Mediodía: Itinerario PR -AV 18.
Pd: Fernando, Gustavo, muchas gracias
por vuestra aportación fotográfica (10).
Buen día………………SALUD.
“…..mil caminos por andar y mucho tiempo
perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”.
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