Domingo, veintisiete de diciembre, cinco caballeros veleños acudimos a nuestro habitual punto de encuentro; bien ataviados, hasta las cejas tapados y con las burricletas dispuestas nos disponemos a afrontar la helada contienda; hoy nos vamos “de pueblos, pasando por Talavera”.
Comenzamos la jornada a dos grados bajo
cero, ¿quién nos mandará salir de casa? Con lo bien que estaría en casa, al calor de la chimenea, con un buen café y la bandeja de mazapanes y turrón, pero esto, de momento, puede esperar. A nuestro paso, postales blanquecinas dando color al llano
escenario; los presentes de la escuadra veleña no nos achantamos y estoicamente,
aguantamos las embestidas de las bajas
temperaturas, con las que nos agasaja la
osada mañana; sobre la marcha, cabalgamos perfectamente agrupados, de todo un
poco hablamos y de vez en cuando, “tengo
los dedos helados”, -escuchamos-. Agradecemos, los tramos donde nos resguardamos al sol,
aunque el termómetro no llegue a cero, según nos informan los datos digitales
que llevamos incorporados; a nuestro paso, cruzamos otras villas sin darnos
cuenta, grandes extensiones de huertas y granjas heladas vamos dejando a ambos
lados del camino marcado; saludamos a otros burriclistas y “corredores” de
corto y nosotros, resoplando y otras
veces, ni respiramos para guardar el
calor. Atravesamos la ciudad de la cerámica por el carril bici; antes, unos
kilómetros atrás, la cámara del Relatero
también se ha “congelado” y me falla en el momento menos esperado. Por la senda
del río, nos exponemos más al temible frío, pero al sol -y sin aire, de
momento-, el camino se hace más liviano y llevadero; nos recreamos y resguardamos
por el sereno encinar, esquivando charcos con “caramelos quebrados” y por la vía de servicio, asomándonos a otros
pisos más elevados.
En la segunda parte de la jornada, nos
toca escalar; tenemos dos “tachuelas”, que nos van a poner a prueba y de paso, “nos
van a calentar”. Nos ponemos el traje de faena y “parriba que nos pillan”. Con
solvencia y tesón, salvamos los primeros desniveles de la jornada; Francis “El
Paciente” y Roberto “El Bueno”, disfrutan de su buen momento y se columpian por
las alturas; Nicolás Charcos, al tran-tran le cunde escalar, además, tiene espíritu
de superación y lucha, es duro de pelar; Martín “El Fiero”, no se arruga nunca,
le da igual llanear que trepar, con cuatro salidas más y “algún pique sano”,
nos pone firmes en las etapas más duras; por cierto, en este punto, ya no nos
acordamos de los grados bajo cero. En los días menos agradables, continuamos
vigilando y custodiando la inmensa red de caminos que jalonan la comarca, somos
privilegiados al seguir en la brecha y disfrutando de los mismos y de espléndidas
jornadas domingueras, bien abrigados con amigos y compañeros de fatigas: “Nos
todos los caminos que elijamos en la vida serán buenos, pero algunos serán
necesarios para crecer”. Otro día más, cruzamos las villas cerreras, con
alegría recogemos el mapa rallado y plegamos los paisajes en la mochila, para
planificar y organizar la próxima salida: “El mejor guerrero no es el que triunfa
siempre, sino el que vuelve sin miedo a la siguiente batalla”. Hasta la
próxima.
Buen día……………….SALUD.
“…..mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo
ni sitio….”.
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